Saturday, January 19, 2013

EXTRANJERO EN SU TIERRA: EL RETORNO DE UN COLOMBIANO - VII



Día 7: Cabalgata En La Ciudad

Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fué porque Dios es bueno.
Rubén Darío

Armenia celebra el aniversario de su fundación en octubre. Para ello las autoridades y varias organizaciones de voluntarios preparan un extenso programa de diversiones populares, la más importante de las cuales es la cabalgata. En el Quindío, como en el resto de la zona bajo influencia antioqueña, hay un fanatismo por el caballo y en especial por el caballo de paso criollo. Es herencia de la época en que no había carreteras y todo transporte y comunicación dependía de mulas y caballos. Aunque el buey de carga fue también parte de esa historia –y de ello hubiera podido dar testimonio mi abuelo Luis Mejía Uribe, de profesión arriero que ejercía con yunta de bueyes- no despierta las mismas emociones y lealtades que el caballo. Todo dueño de finca quiere tener un caballo de monta y anticipa las fiestas del pueblo como la oportunidad de mostrarlo. La riqueza inmensa acumulada por los narcotraficantes y  los contratistas y burócratas oficiales que roban al estado ha distorsionado el mercado de tierras y de caballos de paso y aumentado el valor de estos como símbolos de status.

La cabalgata de Armenia este año hizo un largo recorrido de sur a norte de la ciudad bajo la dirección de la Policía Montada, cuyos caballos gigantescos, gruesos y fuertes ayudaban a controlar el tránsito de los gráciles y delicados de los finqueros. Para un buen observador de estilos y maneras de las clases sociales la cabalgata es un momento inolvidable de cómo se presentan e interactúan los diferentes estamentos sociales de la región. Los que han tenido plata toda la vida, nacidos a caballo y con cucharita de plata, los que la acaban de adquirir, los que la están adquiriendo, los que ya no la tienen pero les queda un caballito viejo y flaco, los que salen a mostrar plata ajena, andaban juntos pero no revueltos como dice el dicho popular. 

Chalanear un caballo en el lenguaje antioqueño es el arte de montarlo con elegancia y aplomo, de dominarlo sin lastimarlo, de hacerle lucir la estampa, el paso y el garbo. De eso poco se vio en esta cabalgata y cuando se vio se debió en la mayoría de los casos a la gente que nació rica, lo que es entendible pues como se sabe hay cosas que solo se aprenden en la cuna. Aunque el Quindío es tierra de mujeres bellas y uno hubiera querido verlas chalanas en un caballo igualmente hermoso de eso tampoco se vio mucho. Mujeres de cuerpos artificialmente mejorados, enjoyadas y ricamente enjeaezadas las había, a horcajadas en caballos hermosos y de pobre rienda, ellas también convertidas en símbolos de status.

Yo no tengo caballos. Mi familia dejó de tenerlos hace muchos años. Pero conservo por ellos el amor, el respeto y la admiración que les tuvieron mis antepasados que dependían de ellos para su prosperidad, su bienestar y su movilización. Mis abuelos y mis tíos se referían a ellos como nobles brutos o bestias nobles; para ellos las palabras bestia y bruto referidas a un caballo no tenían el significado normal de ser vil, bajo o carente de inteligencia. Mis abuelitas decían con frecuencia: ni al amigo ni al caballo hay que cansarlo.

Me vinieron a la cabeza estas memorias porque en la cabalgata había tres cosas que me parecieron humillantes, degradantes, maltratantes para los caballos. Primero, el amontonamiento en que son obligados a andar, testa contra ijar, costado contra costado.  Los caballos necesitan mantener la distancia, tener su propio espacio. Y las cualidades de los caballos de paso solo se aprecian adecuadamente cuando andan en cuadrillas pequeñas. En los potreros ellos no andan en manada cerrada sino cuando corren juntos y aun así sus cuerpos no se tocan. Segundo, la larga caminata sobre piso de cemento es una tortura para animales cuyos cascos son hechos para andar sobre tierra. Y tercero, lo peor a mi manera de ver, los jinetes borrachos o emborrachándose sobre el caballo. Eso es exactamente lo que mis abuelitas dirían que no se hace ni con el amigo ni con el caballo pero que las bestias bípedas que los mal cabalgan encuentran natural para proyectar una imagen de poder y riqueza que solo impresiona a quien lo hace y a sus pares.

Luis Mejía –  19 de enero del 2013
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

3 comments:

  1. Si eso pasa en la de Armenia que es a menor escala, qué decir entonces sobre la de Medellín que hasta llegó a ser Guinness World Record con más de 9,600 caballos en 2006!
    No más abuso a los caballos! Tampoco para pedir que las cabalgatas sean sin licor, pero sí deberían ser sin borrachos y con trayectos mucho más cortos.

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  2. Cuando estuve en Medellín y hablé de la cabalgata de Armenia muchos amigos expresaron la misma inquietud que este amable lector. Ciertamente las cabalgatas podrían ser un espectáculo de homenaje a los caballos.

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