Día 3: El Riesgo De
Moverse En Bogotá
Bogotá es una
ciudad maravillosa
Si uno tiene un
millón de pesos
Y vive en París.
Atribuido a Porfirio Barba Jacob
He tomado taxi para viajar dentro de la ciudad. Ha
cambiado tanto que no soy capaz de orientarme ni siquiera donde viví en el
pasado. No me siento capaz de orientarme si uso el sistema público de
transporte. Las calles son una pesadilla. Hay huecos y desniveles en todas
partes. Los choferes tienen que andar alerta para evitarlos y proteger sus
vehículos de desgaste y desajuste. Esto no se ve en ninguna ciudad de los
Estados Unidos ni al final de uno de esos crudos inviernos cuando el hielo, la
sal para derretirlo y las palas recogedoras de nieve se combinan para dañar las
calles. No es problema de dinero pues Bogotá tiene recursos financieros y
humanos adecuados para mantener las calles en buen estado.
La congestión de vehículos, la mala calidad de los
combustibles, el pobre mantenimiento de los mecanismos de combustión de los
mismos vehículos y la polución del aire que esto genera hacen de un paseo por
la ciudad una pesadilla para mis vías respiratorias y mis ojos. Pienso en los
costos que esto genera si muchas otras personas son afectadas de la misma
manera: tratamiento de enfermedades respiratorias, consumo innecesario de
combustible, pérdida de tiempo productivo. Es una situación incomprensible en
un país cuya elite reclama el derecho de gobernar y apropiarse de una proporción
desmedida del producto social por su supuesta capacidad técnica para
modernizarlo, administrarlo y crear riqueza.
Me llamó la atención la manera como la mayoría de los
choferes de la ciudad hacen su trabajo con prudencia, paciencia y habilidad.
Dadas las condiciones de las calles yo esperaría una tasa de accidentes muy
elevada. Si no sucede así es por el cuidado que los choferes ponen en su
trabajo. Merecen que las autoridades hagan su tarea con respecto a ingeniería
de vías, técnica en la coordinación de servicios de policía de tránsito y
legislación aplicable a la circulación de vehículos.
La arquitectura de la ciudad es un popurrí de estilos,
materiales y decoraciones que va desde lo simplemente feo y barato a lo elaboradamente
feo y caro; todo tan disparejo e irregular que por cuadras y cuadras da la
impresión de improvisación y presenta una imagen consistente de mal gusto. Por
supuesto que aquí y allí uno encuentra el barrio elegante, el edificio
atractivo, la casa bella, el monumento de calidad artística, pero no son
suficientes para darle carácter a la ciudad y distinguirla de los miles de
urbes contemporáneas que han aparecido y crecido en todo el mundo sin plan ni
concierto ni sentido de la belleza.
Luis Mejía – 14 de
enero del 2013
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
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