Día 4: Viaje A La
Provincia
Las colinas, las
abras, se tornaron
Sabios cortes e
insignes terraplenes,
Simétricos taludes;
y líticos, ciclópeos pontones;
Y rectas y
tangentes y curvas y espirales
… y desnivel
dosificado…
León de Greiff
En compañía de una hermana y su marido fui al terminal de
transporte terrestre de Bogotá en busca de un automóvil que nos llevara al
Quindío. Conocí la empresa Velotax, que prestaba un servicio cómodo, económico
y eficiente, cuando era estudiante universitario y la usaba para viajar a casa
en vacaciones. En el terminal de transporte las ventanillas de venta de los
boletos de viaje están organizadas por puntos de destino y en pabellones
separados del mismo edificio para automóviles y buses. En la ventanilla de
boletos de Velotax para automóviles no
encontramos empleado alguno ni noticia de donde podría pagarse por el servicio.
Mientras esperábamos se nos acercaron dos hombres ancianos a preguntarnos qué
necesitábamos. Cuando se lo dijimos nos ofrecieron llevarnos en su carro.
Negociamos una tarifa superior a la autorizada por las autoridades según
información disponible en la página web del terminal de transporte de Armenia.
Luego esperamos una hora a que buscaran al empleado de Velotax encargado de
autorizar el viaje para poder salir del terminal.
El inicio de nuestro viaje no tuvo buenos auspicios. Tras
la espera para salir del terminal de transporte gastamos una hora adicional
para salir del casco urbano de Bogotá, en medio de la congestión de tránsito
que parece ser una constante en todas las vías concurridas de la ciudad;
salimos por una avenida cercada a lado y lado por los edificios más feos del
mundo.
La carretera de Bogotá a Armenia pasa por paisajes variados
y bellos. La sabana de Bogotá ya no se puede apreciar pues a orillas de
carretera hay construcciones que impiden apreciar el paisaje. El alto de la
Rosa tiene un clima casi paramuno y flora propia de tierras frías. Luego el
lento descenso por las faldas de la cordillera oricntal hasta los llanos del
río Magdalena pasando por climas que poco a poco se van calentando y flora que
se va adaptando a las crecientes temperaturas. Viene en seguida el ascenso a la
cordillera Central, altísima, quebrada, un reto a la fortaleza, la constancia y
el ingenio humano para hacer las carreteras que la atraviesan y cultivar sus
fértiles laderas.
La carretera desde las afueras de Bogotá hasta Armenia
está en proceso de construcción. Hasta Ibagué hay trechos de doble calzada que
son dos carreteras paralelas separadas por zonas verdes también en proceso de
arborización, con árboles ornamentales que todavía no han madurado aunque en
algunas partes han empezado a florecer aumentando la belleza del paisaje. El
tráfico de vehículos fluye fácil y seguro y uno como pasajero se siente
confiado para mirar embelesado el paisaje. En los trayectos de una sola calzada
que comparten a mitades los vehículos que van en direcciones opuestas el
tráfico fluye lento, el riesgo de colisión aumenta y uno es incapaz de
distraerse completamente viendo el paisaje; es como si uno ya no fuera pasajero
sino copiloto.
De Ibagué a Armenia, que es el trecho que cruza la
cordillera Central, la construcción de la doble calzada está en obra negra.
Están abriendo una calzada paralela a la antigua por montañas muy quebradas con
puentes para acortar distancias sobre precipicios que la carretera antigua
bordeaba subiendo y bajando en curvas cerradas. Cuando se termine esta obra será
un asombro de la ingeniería mundial.
En las cercanías de Calarcá, una ciudad pegada al pie de
la cordillera en el costado occidental se está abriendo un túnel por el corazón
de la montaña que permitirá saltarse una docena de precipicios en línea
directa. Este túnel fue iniciado sin suficientes estudios de impacto ambiental
y las autoridades locales le han puesto serios obstáculos pues la remoción de
tierras y los trabajos de acceso han tenido un severo impacto contaminante en
las corrientes de agua limpia que irrigan los cultivos de pie de monte y
alimentan los acueductos del vecindario. En este momento el recorrido de Ibagué a Armenia es una
pesadilla para el viajero.
Como la carretera es de una sola calzada y las curvas
pronunciadas son frecuentes el tráfico de vehículos es extremadamente lento y
en ocasiones queda completamente paralizado. Hay camiones extra-largos que
paran completamente el tráfico mientras pasan la curva; ningún otro vehículo
los puede pasar por la izquierda y los que van en sentido contrario tienen que
esperar a que completen la maniobra.
Varios kilómetros adelante de Cajamarca, ciudad pegada a
las faldas orientales de la Cordillera Central, hay un retén puesto allí por
las autoridades de carreteras para el cobro de un peaje por el uso de este
trecho incompleto y mal mantenido. Es una sola caseta en medio de la vía con un
empleado a cada lado para que haga el cobro manual del peaje y dé devueltas al
conductor que no tenga cambio exacto. Es un absurdo burocrático sin par: un
retén para el cobro de peajes, en una carretera con altísimo volumen de
tráfico, con un solo empleado para atender los vehículos que circulan en cada
dirección, localizado en medio de una calzada estrecha que no permite la
construcción de una caseta con accesos múltiples genera un trancón que para mí
y mis compañeros de viaje significó cuarenta y cinco minutos de espera.
La carretera alcanza su punto más alto en un lugar
llamado La Línea. Varios kilómetros antes de llegar a este lugar dos camiones
tomaron mal la curva y se cayeron de costado sobre el borde de la carretera en
un lugar que por fortuna es suficientemente amplio como para permitir el flujo
normal de vehículos. Desafortunadamente al caer hicieron un reguero de
combustible y aceite para motor; para reducir el riesgo de incendio las
autoridades de policía cerraron la mitad de la calzada y permitían el paso
alternando los vehículos que subían y los que bajaban la montaña. Esperamos una
hora nuestro turno para continuar el viaje.
Habíamos llegado al terminal de buses de Bogotá con anticipación,
esperando empezar el viaje a las 10:00 de la mañana; entramos a Armenia a las
9:00 de la noche. En condiciones ideales este recorrido debería hacerse en seis
horas.
Las carreteras de una sola calzada son peligrosas. El
riesgo de colisión es muy alto. Que no sucedan accidentes con la frecuencia
justificada por el estado y trazado de las vías se debe a la pericia de los
conductores, a su sentido de solidaridad, su paciencia para con los demás
conductores y su responsabilidad social. Por supuesto que hay individuos que
carecen de estas cualidades y durante el viaje presencié por lo menos en dos
ocasiones el casi choque de dos vehículos por culpa de choferes impacientes e
irresponsables que no querían respetar su turno en la vía.
En las horas de ocio forzoso que pasé en la carretera
pensaba que debería existir la muerte civil para ciertos funcionarios públicos
cuyas decisiones improvisadas, mal pensadas y peor coordinadas con otros
organismos de gobierno se convierten en una carga costosa y permanente para la
sociedad. Mi primer candidato es el grupo de burócratas que en los años setenta
del siglo pasado autorizó la importación de camiones pesados extra-largos a sabiendas de que las carreteras no eran
adecuadas para su circulación. Casi cuarenta años más tarde se está haciendo lo
que debió hacerse entonces: el rediseño y reconstrucción de las carreteras para
que toleren el peso, tracción y longitud de esos camiones. Mi segundo candidato
es el equipo de burócratas que ordenó la construcción del retén de peaje en la
carretera de la Línea cuando los estudios técnicos que debieron hacer debieron
indicar que ese retén se convertiría en un tapón o “cuello de botella” que
entorpecería el tránsito.
Los costos de estas dos decisiones en tiempo perdido
para pasajeros y choferes, consumo innecesario de combustible, desgaste de los
vehículos con las prendidas y apagadas frecuentes de motor y las arrancadas y
paradas de corta distancia son probablemente incalculables. Me siento tentado a
agregar un tercer grupo, el de los políticos que recomendaron el nombramiento
de esos burócratas en cargos para los que no estaban preparados.
Luis Mejía – de
enero del 2013
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
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