LUIS MEJIA, Ph.D. en
economía
Introducción
Cuando yo trato de
conocer a mis amigos parto de la información que ellos me dan de sí mismos,
explícitamente al hablar de sus cosas e implícitamente en las vidas que llevan
en mi presencia. Esa información la proceso con ayuda de mis conocimientos y
habilidades de raciocinio y la tamizo a través de criterios no racionales,
ideas preconcebidas, prejuicios, estereotipos, sesgos mentales que distorsionan
mi juicio. Agrego a eso la opinión de terceros, que ha pasado por el mismo
proceso.
De igual manera,
cuando mis amigos tratan de conocerme usan lo que me oyen decir de mí mismo, lo
que me ven hacer y lo que oyen de mí, todo procesado por su razonamiento y
sesgos mentales.
Lo mismo sucede con
la realidad que nos rodea, con los juicios que hacemos de personas y eventos en
el entorno familiar, en el mundo laboral, en la sociedad en que vivimos, en la
religión que seguimos o abandonamos, en la política de la que participamos como
observadores, activistas y votantes.
De esos sesgos habla
el artículo que, en traducción, pongo en manos de mis lectores.