Friday, January 27, 2012

Personalidades, celebrities y el culto de la fama fatua


Personalidades es un término que usábamos a principios y mediados del siglo pasado para referirnos a individuos famosos por cualquier motivo siempre que no estuvieran en la cárcel o fueran materia de escarnio entre sus pares. No era extraño que una revista de novedades o un periódico noticioso publicara una foto de un evento social o una nota sobre una ceremonia cívica y se refiriera a los presentes como “distinguidas personalidades que agraciaron con su presencia esta importante ocasión”, entre quienes podía encontrarse el presidente, el magistrado, el alcalde del momento, el ministro acabado de nombrar o a punto de salir del cargo, un literato famoso, un científico distinguido, el administrador de una universidad famosa, un jerarca de la iglesia, la jovencita bella que llevaba su belleza con gracia y recato y su elegante pretendiente, el rentista, el que había vendido bien la bragueta y se mezclaba con la flor y nata de la sociedad –otra expresión de la época-, la esposa de un empresario cuyo nombre estaba asociado a un producto popular en el mercado o el empresario mismo. Pero la palabra implicaba una discriminación a la que apunte arriba. Los criminales podían ser famosos pero no eran personalidades, como tampoco podían serlo los miembros de la alta burguesía cuyos vicios privados se habían hecho materia de diversión pública. El uso del plural era también parte del concepto; rara vez un individuo aislado era considerado una personalidad en el sentido aquí descrito, pues personalidad hacía referencia a las cualidades de carácter.

Hoy en día el anglicismo celebrities ha reemplazado, acertadamente a mi parecer, a las personalidades en el lenguaje común.  Y digo acertadamente porque fenómenos culturales contemporáneos como la educación universal, la movilidad social, la democratización de las oportunidades, la masificación de los medios de comunicación, la comercialización del entretenimiento colectivo, la idolatría de los que entretienen a las masas, han creado un nuevo concepto de persona famosa que puede ser cualquiera y por cualquier motivo, honorable o deshonroso. Y como ese concepto ha echado raíces más profundas y extendido ramas más extensas en el mundo anglo-sajón bien está darle el nombre que se le da en ese mundo.

En marzo del año pasado el periodista estadounidense Jacob Weisberg publicó un artículo, titulado “El irresistible Charlie Sheen: ¿Por qué nos importan las celebrities?”, sobre el encanto que estas ejercen sobre las masas y las elites de su propio país, aunque sus opiniones parecen válidas para otras sociedades, otras masas y otras elites. No teniendo interés personal en las celebrities su curiosidad lo mueve a preguntarse por qué otra gente sí lo tiene. Su artículo resume algunas de las teorías que ha encontrado en sus lecturas.
Weisberg cita la definición de celebrity que dio el historiador Daniel Boorstin, y que algunos atribuyen a Andy Warhol, como alguien que es famoso por ser famoso o “una persona que es conocida porque es bien conocida”.


Dice Weisberg: “La explicación más obvia es que a los seres humanos les gusta experimentar la vida de manera indirecta, a través de aquellos que son más ricos, famosos, atractivos o deseables sexualmente que el resto de nosotros… El aspecto negativo de la fantasía de ser fabulosamente irresponsable es el placer que sentimos en la desgracia de otro… Ver a los ricos y famosos embarrarla nos hace sentir superiores o, por lo menos, menos inferiores.”

Otra explicación, según Weisberg, es la atracción que sentimos por los cuentos o historias basados en escenarios o con marcos bien definidos despiertan emociones primitivas que sobreviven impresas en la mente humana. Es el caso, por ejemplo, de las narraciones que hablan de quien ha nacido en la miseria y ha llegado a vivir en opulencia. Estas son las que tienen mayor impacto.

“A un nivel más profundo” –dice Weisberg- “las celebrities pueden servir como substitutos de dioses y héroes. No hace mucho tiempo volví a leer la Odisea y me impresionó el hecho de que los dioses de Homero se parecen a las estrellas de los tabloides. Egoístas y vanidosos, se emborrachan sin vergüenza, se la juegan a sus parejas, incumplen promesas y exigen constante adoración. La diferencia es que los griegos miraban a los dioses con temor reverencial y nosotros sentimos una mezcla de reverencia y desprecio por la mayorías de las celebrities”.

Una cuarta explicación de acuerdo con Weisberg es que las celebrities hacen un papel de lubricantes sociales, es decir, sirven de tema de conversación común. “El entretenimiento y el desprecio compartidos nos unen por encima de las barreras sociales. Usamos el ritual de humillación pública de alguien para confirmar restricciones comunitarias contra el adulterio, la intoxicación en público y otras formas de comportamiento indebido”.

Weisberg menciona dos maneras de aplicar nociones de psicología evolutiva a la fascinación del público con las celebrities. Una, dice, es la descrita en El Animal Moral de Robert Wright, para quien “saber quién está durmiendo con quién, quién está disgustado con quién, etc, puede influir sobre la manera como los miembros de un grupo se posicionan para tener sexo y adquirir otros recursos vitales. En efecto, los chismes que, al parecer, le gustan a la gente de todas las culturas –historias de triunfos, tragedias, prosperidad, desgracia, fidelidad extraordinaria, traición imperdonable- casan bien con la información necesaria para reproducirse con más éxito”.

Otra manera de verlo desde el punto de vista de la psicología evolutiva es por referencia a la competencia por posición social. Citando a un profesor de psicología de apellido McAndrew, Weisberg dice que “recogemos por instinto todo tipo de información que pueda afectar nuestro status social. La información negativa sobre personas del mismo sexo y mejor status se convierte en arma contra los competidores biológicos”.

Al final ofrece una explicación de la promoción mediática de las celebrities como una actividad económicamente racional pues “todos los participantes en la cadena de promoción –celebrities, agentes, productores, paparazzi, editores, etc.- hace más dinero con ella que sin ella. El periodismo de celebrities no es solo endiabladamente popular sino que se produce a bajo precio… Para convertirse en una celebrity no se necesita más talento que el de saber meterse en los noticieros y permanecer en ellos”.

[Tomado de The Irresistible Charlie Sheen: Why do we care about celebrities? Por Jacob Weisberg http://www.slate.com/articles/news_and_politics/the_big_idea/2011/03/the_irresistible_charlie_sheen.html ]

En una novela que leí recientemente, el autor, Alexander McCall Smith, pone la siguiente reflexión en boca del personaje principal: “En el pasado hubiera sido posible creer que la virtud triunfaría sobre la soberbia, pero eso ya no es así. El hombre soberbio puede ser soberbio impunemente porque nadie hay que le lleve la contraria en su soberbia y porque el narcisismo ya no se considera un vicio. Eso es exactamente lo que implica el culto de las celebrities… a esa gente la celebramos y alimentamos su vanidad”. [En Friends, lovers, chocolate].
 
Luis Mejía – 24 de enero de 2012.

1 comment:

  1. Es un artíulo interesantíimo y muy bien escrito y como incluye comentarios sobre el artículo escrito por Jacobo Weisberg sobre “The Irresistible Charlie Sheen: Why do we Care About Celebrities” y también comentarios sobre la novela de Alexander McCall Smith en la que habla sobre la soberbia y el narcisismo hacen este artículo iluminante sobre cómo nosotros hemos hecho el culto permanente de las personalidades/celebrities.

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