IV: LOS
PRINCIPIOS POLITICOS Y LOS INTERESES MATERIALES
Realpolitik Anglosajón e Idealismo
Revolucionario en las Américas
Corría el año de 1811 cuando la Junta de Gobierno de
Caracas envió una misión de notables a obtener reconocimiento diplomático y
ayuda militar y económica del gobierno inglés. Entre los miembros de la misión
viajó Simón Bolívar. La misión fue un
fracaso. "El proceder de la
Inglaterra, les informó el secretario de relaciones exteriores, no será dictado
por unos principios de libertad y generosidad perfectamente desinteresada; los
ministros de SMB [Su Majestad Británica] solo deben tener a la vista los
intereses de la Inglaterra". Los ingleses dejaron muy claro que la causa revolucionaria
de las Américas y el consiguiente conflicto con la corona española no eran
cosas que de por sí beneficiaran a Inglaterra y merecieran su apoyo. Esta
actitud de darle prioridad a los intereses nacionales es una constante en las
relaciones internacionales de los estados establecidos que los bisoños
estadistas americanos no conocían todavía y que las elites que los sucedieron están
por aprender.
La experiencia de los revolucionarios de la América
meridional con los Estados Unidos no fue diferente. Se hacían ellos esperanzas,
que resultaron infundadas, de que los Estados Unidos les respaldaría en las
guerras de independencia. El gobierno estadounidense, en aparente contradicción
con el reciente pasado revolucionario del país, se declaró neutral en la lucha
entre los movimientos rebeldes nativos y el gobierno de España aunque expresó
simpatía por la causa de los primeros, en un primer episodio del lenguaje doble
que se convertiría en característica de su política internacional. En la
práctica, los rebeldes americanos encontraron una hostilidad abierta de parte
del establecimiento internacional estadounidense. Las compras de armas y
avituallamientos por agentes de los revolucionarios eran consideradas
violatorias de la neutralidad estadounidense; las mismas actividades por parte
del gobierno español eran tratadas con una complicidad silenciosa. Los
intereses de los Estado Unidos dictaban, por supuesto, una alianza con el
gobierno español -como vecino que cercaba por el sur y por el occidente a los
trece estados de la unión y contra quien no estaban en capacidad de hacer
guerra- y una prolongación de las guerras de independencia -por las
oportunidades que la ausencia de poderes soberanos creaba para el comercio de
contrabando, incluyendo armas y pertrechos, en el Caribe-.
Guerras de la Independencia
Americana y Relaciones con Estados Unidos
La política que los Estados Unidos siguieron durante la
guerra de independencia en la América meridional fue un paradigma de las
relaciones que establecerían con los nuevos países nominalmente soberanos. Esa
política combinaba tres elementos: uno ideológico, de respeto retórico al
derecho de rebelión de los pueblos americanos contra la corona española; uno
práctico, de declararse neutral en el conflicto entre los rebeldes y la corona,
y uno oportunista que les permitía aprovechar comercialmente la ausencia de un
poder soberano en el Caribe y sus costas.
Relaciones con Estados Unidos en la
Post-Guerra Independentista
Una vez derrotada España sin ayuda de los Estados Unidos,
las relaciones que estos establecieron con los débiles gobiernos que salieron
de la guerra de independencia se basaron en los tres factores mencionados
arriba. En lo ideológico los Estados Unidos hicieron declaraciones de respeto a
los principios de independencia, soberanía nacional y gobierno democrático de
los estados americanos; en lo práctico adoptaron una línea de acción que
conservara en esos estados las debilidades internas resultantes de las guerras
de independencia, lo cual era favorable a sus intereses, y mantuvieron una
aparente neutralidad en los conflictos internos de los nuevos países y en los
conflictos con las potencias europeas (repetidos como fueron bajo la excusa de
cobrar deudas externas en mora) lo que los dejaba en libertad de aprovechar las
oportunidades económicas y políticas que el conflicto les diera. Desde entonces
hubo un entendimiento entre el establecimiento internacional estadounidense y las
elites latinoamericanas para conservar asimétricas las relaciones de estado a
estado.
Realpolitik y Discurso Demo-Liberal
Las declaraciones públicas del establecimiento
internacional estadounidense resuenan siempre con ecos de las ideas
demo-liberales que inspiraron a los fundadores de la república y redactores de
la constitución del país. El gobierno, como vocero del establecimiento
internacional, justificará sus acciones en América Latina diciendo que cuanto
hace es para proteger la seguridad colectiva, impedir el crecimiento del
comunismo (o cualesquiera otra amenaza oportuna, sea ella el tráfico de
narcóticos, el fanatismo musulmán, el expansionismo comercial de otra potencia,
o el nacionalismo anti-estadounidense) y promover las libertades individuales y
la democracia política.
Ha sido tradicional entre los académicos estadounidenses,
con pocas e importantes excepciones, aceptar que los altos principios morales y
políticos incorporados en el lenguaje oficial de los agentes del
establecimiento internacional estadounidense son expresión honesta de sus
convicciones y que, en consecuencia, determinan las opciones políticas que
ellos están dispuestos a considerar en relación con los demás pueblos del mundo
y sus líderes. Las políticas y decisiones que no se ajustan a tales principios
son, consecuentemente, tratadas por los académicos como situaciones de
excepción. La credibilidad que los académicos dan al discurso oficial los hace
muy confiables como patriotas, no tanto como analistas de la realidad. El estudioso del tema debe
dejar a los académicos hablar del dilema en el carácter nacional estadounidense
que dizque se debate entre realismo e idealismo, internacionalismo y
aislacionismo, libertad de mercados y proteccionismo, y aceptar como obvia su
inhabilidad para deducir los principios de política de su país de la substancia
de sus acciones.
También en ocasiones las elites latinoamericanas cometen errores
de percepción cuando creen que el establecimiento internacional será
consecuente con su discurso demoliberal. Sucede, por ejemplo, cuando una elite
reformista da por sentado que sus ideas de libertad y justicia social gozarán
de respaldo en Estados Unidos y se embarca en acciones que pueden dañar los
intereses económicos -reales o imaginarios- de algunos estadounidenses o afectar
la concepción que el establecimiento internacional tiene del prestigio
nacional. Tal elite provocará al establecimiento estadounidense a tomar medidas
para hacer reversar el curso de las reformas empezadas.
En última instancia, el lenguaje del establecimiento
internacional se explica porque sus agentes -al igual que los gobernantes
latinoamericanos- quieren parecer liberales, demócratas, progresistas, humanitarios,
dignos de confianza social, íntegros y religiosos, en otras palabras, quieren
ser percibidos como si ocuparan una posición moral dominante. Esta apariencia
es fundamental en el respaldo que ellos obtienen del pueblo de los Estados
Unidos. Si su lenguaje fuera tan cínico, materialista, oportunista y amoral
como sus acciones el pueblo no los respaldaría y el mantenimiento de su
posición internacional exigiría mayores dosis de poder desnudo.
La retórica demoliberal de los estadounidenses tiene un
efecto perverso. El dictador –o
aspirante a dictador- latinoamericano se apropia de las fórmulas piadosas y
legalistas con que ellos visten sus acciones internacionales para describir su propio régimen. Las
declaraciones de amor a la democracia, respeto a los derechos individuales y
políticos, adhesión a la constitución, progreso social y lucha por las libertades
populares, tan caras a los estadounidenses, adquieren un tono humorístico
involuntario en boca de Pérez Jiménez, Trujillo, Batista, Somoza, los hermanos
Castro, Ortega, Chávez, Correa o Uribe.
Luis Mejía – 11 de agosto de 2012
Publicado en blogluismejia.blogspot.co
Operaciones encubiertas en los países latinoamericanos
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