The Economist: Un medio de derecha con actitud liberal
La revista The
Economist es uno de los órganos más importantes de las derechas intelectuales e
inteligentes del mundo. Logra, en mi opinión, una hazaña de las comunicaciones
al publicar simultáneamente lo que los ricos necesitan saber, que va en su contenido
informativo, y lo que los ricos quieren oír, que va en su contenido editorial.
Son dos cosas diferentes, con dos públicos diferentes. En lo primero es
objetiva, impersonal y fáctica. En lo segundo es subjetiva e ideológica. El
buen entendedor sabe a qué atenerse.
Por eso es
interesante el artículo que ha publicado en su último número sobre las conversaciones
de paz entre el gobierno y las guerrillas de las FARC en Colombia y su
cubrimiento de la oposición a las mismas liderada por el expresidente Álvaro
Uribe. Los hombres de negocios usan los hechos para hacer sus cálculos de
riesgo. Los ideólogos de la empresa privada y la libertad de mercados y sus
seguidores no tienen mucho interés en los hechos pues consideran que su fe y su
entusiasmo son suficientes para ajustar la realidad a sus deseos. En este
artículo la revista discute la conveniencia y oportunidad de las negociaciones
así como las razones y sinrazones de la oposición que se les hace.
A continuación
ofrezco a los lectores mi traducción de ese artículo.
Los perros ladran en Colombia
El proceso de paz está todavía vivo a pesar de la
intransigencia de las FARC y de la oposición
Por Bello
Hace ya dos años que el gobierno del presidente Juan
Manuel Santos empezó negociaciones de paz con las guerrillas de las FARC en La
Habana y el proceso ha sido lento. Las dos partes han logrado acuerdos
provisionales solo sobre los tres puntos más fáciles de la agenda: desarrollo
rural, participación política y lucha contra el tráfico de drogas. Los líderes de las FARC no parecen tener
apuro por abandonar los hábitos de 50 años de guerra y reemplazarlos por la
incertidumbre de la paz. Ahora que el señor Santos sale en una gira por Europa
en busca de respaldo político y fondos para implementar el esperado acuerdo de
paz la oposición doméstica a las negociaciones se hace más beligerante.
La oposición es dirigida por Álvaro Uribe, presidente
de Colombia del 2002 al 2010 y en cuyo gobierno sirvió el señor Santos como
ministro de defensa por tres años. El señor Uribe, ahora senador, dispara una
andanada diaria de vituperios contra su antiguo colega. Los que siguen la
cuenta Twitter del señor Uribe, como lo hacen más de tres millones de
colombianos, son informados de que el señor Santos, un hombre cortés, pilar del establecimiento
nacional, se ha convertido en un simpatizante del “castro-chavismo”. El señor
Uribe envía hasta 30 twitters en un día con declaraciones tan disparatadas como
decir, por ejemplo, que el señor Santos prefiere “el liderazgo político de los
secuestradores y la entrega del país a las FARC”. El mes pasado el partido
político del señor Uribe publicó un documento llamado las “52 capitulaciones de
Santos en La Habana”. Tan pronto como el gobierno contestó una a una todas estas acusaciones los uribistas agregaron otras 16.
No se desconoce la existencia de razones legítimas
para hacer objeciones a las conversaciones de paz. Muchos colombianos
desaprueban la idea de que los líderes de las FARC, una organización
estalinista asesina que se ha financiado con el tráfico de drogas y el
secuestro, termine, por medio de un proceso democrático, en control político de
pedazos del territorio nacional o escape el castigo de sus crímenes
atroces. Pero cuando fue presidente el
señor Uribe hizo aproximaciones a los que llama “terroristas”. Sus acusaciones,
dijo el señor Santos a Bello, son “mentiras descaradas”. El gobierno se ha dado
a sí mismo límites estrictos que no va a traspasar, incluyendo la protección de
las fuerzas armadas, la propiedad privada y los principios de la economía de
mercado.
El señor Uribe ha puesto oídos sordos a una oferta del
presidente de discutir sus preocupaciones. Algunos colombianos importantes
están preocupados porque la falta de un frente unido en Bogotá hará imposible
la paz en La Habana. Las FARC son exactamente tan intransigentes como el señor
Uribe. Así, cuando el señor Santos dijo en agosto que las conversaciones habían
llegado a su etapa final, Iván Márquez, el principal negociador por las FARC,
lo contradijo de plano.
Con todo y eso sería equivocado concluir que las
conversaciones están condenadas al fracaso.
Más bien están en un momento de coyuntura. Los negociadores han abandonado
el procedimiento que traían de tratar los temas de manera sucesiva y están hablando al mismo tiempo de todos los
temas que faltan. Estos incluyen la
justicia transicional -esto es, qué castigos se impondrán a las FARC y quienes
lo van a sufrir -, la reparación de las víctimas, el abandono de las armas, la
desmovilización y la reinserción de las tropas guerrilleras en la vida civil.
El señor Santos dice que lograr un equilibrio entre justicia y paz es “el punto más difícil para terminar un conflicto”. Y nunca es fácil
lograr que una guerrilla abandone las armas.
Los negociadores por parte del gobierno han sido reforzados
con la presencia de altos oficiales del ejército. Además, casi todos los
comandantes más importantes –y de más mala fama-de las FARC han llegado a participar en las
conversaciones. El señor Uribe denuncia esta situación como una manera que
tiene el gobierno de facilitar un “congreso del terrorismo” de las FARC en La
Habana. Eso no tiene sentido: las FARC enfrentan un momento de decisiones
vitales y para terminar la guerra
necesitan formar su propio frente unido.
El mayor problema en este momento es de tiempo. El señor Santos cometió en el pasado el error
de fijar un calendario que las FARC ignoraron. Pero las conversaciones perderán
credibilidad si continúan indefinidamente. En los meses que vienen el gobierno
tendrá que confrontar a los líderes de las FARC con una opción: o aceptan un
acuerdo que no les dará la victoria y que implicará un periodo de prisión para
algunos de ellos o el estado reiniciará la ofensiva militar que tarde o
temprano acabará con los jefes guerrilleros.
El señor Uribe, por su parte, no ha sido capaz de admitir
que las conversaciones son la mejor oportunidad de terminar un conflicto que ha
llenado al país de muerte, destrucción y millones de desplazados. Lo irónico es
que fue el refuerzo de la seguridad que él impulsó lo que obligó a las FARC a
negociar. ¿Cómo explicar su campaña? En Bogotá se atribuye indistintamente a
envidia, obsesión irracional y rabia porque los fiscales han acusado de
corrupción a funcionarios de su gobierno. El señor Santos especula que “quizá
él piensa que su capital político se disipará si hay paz”. Como dice el dicho
atribuido a don Quijote: “Deja que ladren los perros, Sancho; es señal de que
estamos avanzando”.[i]
Respuesta del senador Uribe
La revista
colombiana SEMANA informa que el expresidente Uribe ha respondido así al
artículo de The Economist:
Ante los cuestionamientos de la editorial (sic), el senador del Centro Democrático
señaló que era una lástima que "una revista tan seria, tan presuntamente seria,
también sea manipulada por la administración Santos".
Añadió además, que la editorial (sic) fue mandada a escribir por el presidente Juan Manuel Santos.
Recientemente en su cuenta de Twitter, no se
limitó al trinar “nosotros no somos saboteadores de la Paz, somos opositores
del terrorismo”.
Asimismo, indicó que no le molesta que los subversivos
obtengan beneficios por desmovilizarse, pero si está en contra de entregarles
la agenda del país.
La lucha por la paz
En un país como
Colombia, que ha vivido tanta violencia en las últimas tres generaciones y
donde no ha fructificado el esfuerzo de tanta gente de bien por obtener un
nivel de convivencia cívica y justicia social, quizá convenga recordar el mito
cherokee de los dos lobos, que aplica por igual a los que hacen la violencia,
los que se benefician de ella y los que tienen el poder de pararla y no lo
hacen. Dice así:
Un viejo
cherokee le dijo a su nieto: “Hijo, hay una batalla permanente de dos lobos
dentro de cada uno de nosotros. Uno de ellos es el mal y se manifiesta en la
ira, la envidia, la codicia, el resentimiento, los sentimientos de
inferioridad, la mentira y el egoísmo. Es otro es el bien y se manifiesta en la
alegría, el amor, la esperanza, la humildad, la bondad y la verdad”.
El nieto pensó
lo que le dijo el abuelo y preguntó: “Abuelo, ¿y cuál de los dos lobos sale a
ganar?”
Y el abuelo
respondió: “El que uno alimenta”.[ii]
Luis Mejía – 2 de noviembre del 2014
Publicado en
blogluismejia.blogspot.com
[i] N. del T.: Frase apócrifa con
muchas variantes atribuida a Don Quijote aunque no la escribió Cervantes
[ii] Esta leyenda, que también se
encuentra con muchas variantes, es aunque útil probablemente apócrifa.