Por: David
Remnick
Revista TheNew Yorker – 17 de noviembre del 2014
El statu quo en las relaciones palestino-israelíes: un
estado binacional no declarado, con una población sin derechos
Estratagemas para impedir la formación de dos estados:
visión de un israelí
La idea del
estado unido reapareció en Israel como una reacción a las frustraciones
resultantes de la ocupación de Gaza y Cisjordania después de la Guerra de los
Seis Días y al fracaso de las negociaciones con los palestinos.
Meron Benveniste,
vice-alcalde de Jerusalén de 1971 a 1978, cuando Israel se dedicó a ampliar la
ciudad, se opuso a la ocupación de tierras tomadas en la guerra de 1967 y a lo
que él veía como las intenciones ulteriores de Israel. A principios de los años
ochenta llegó a la conclusión de que tanto los líderes del partido Laborista
como los del Likud eran cómplices en la expansión sostenida de los
asentamientos en los territorios y estaban destruyendo las bases de la eventual
independencia palestina. Fundó una organización para el estudio de la situación
en la Cisjordania y en un libro publicado en 1989 –La guerra del pastor- dijo que la ocupación se estaba volviendo
“irreversible”. Los colonos, incluyendo los más burgueses, instalados en los
suburbios con subsidios oficiales, habían cooptado el lenguaje y el espíritu de
los kibutzim; se consideraban una nueva generación de pioneros.
Benvenisti
ridiculizaba la expresión “territorios ocupados” porque supone un momento
pasajero de la historia, promueve la cómoda noción de “cuando venga la paz”. Al
mismo tiempo él observaba que los palestinos –en la Cisjordania, en Jerusalén,
en Gaza, en Israel, en los campos de refugiados fuera del país, en la diáspora-
estaban totalmente divididos en cuanto a sus aspiraciones de cada día, sus
líderes políticos y sus identidades. Benvenisti me dijo una tarde en Jerusalén
oriental:
“Lo que Israel hizo, siguiendo la lógica de un poder
ocupante, fue dividir y dominar; tan bien lo hizo que los británicos se
hubieran muerto de la envidia viendo el éxito que tuvo”, y agregó que los
asentamientos están tan sólidamente establecidos que si por arte de magia se
lograra un acuerdo entre palestinos e israelíes basado en las fronteras de 1967
ese acuerdo se volvería añicos en minutos. En su opinión, “un estado palestino
basado en ese plan sería una colección de Bantustitanes, no es viable; los
sectores palestinos irredentistas, aunque Israel los constriña y sofoque, van a
despertar otra vez”.
Benvenisti es
igualmente crudo en su juicio de los sionistas liberales. Dice:
“Ellos hacen
estas manifestaciones para protestar el giro fascista de Israel. Un palestino
árabe que los oiga gritar ahora va a reírse de ellos. Ellos saben que la idea
de los dos estados es en sí misma racista”.
Hablamos de
David Grossman, uno de los mejores novelistas de Israel y uno de los críticos
más fuertes de los asentamientos y la ocupación. Benvenisti se encogió de
hombros. En su opinión los liberales sionistas como Grossman se engañan. Dice:
“Dirigen todos sus ataques y su rabia contra los
colonos. Pero uno se pregunta: como israelíes que son ¿de qué manera perpetúan
y se benefician de esa situación? Grossman dice que la ocupación es la fuente
de todos nuestros males. Eso no es verdad. El problema es la posición de
privilegio que tiene el grupo étnico judío sobre los demás, a los que llama
‘enemigos’ y ‘terroristas’. Lo que él hace es distraer la atención, restringir
su ira y librar una batalla que para mí es irrelevante. Para la izquierda
israelí es importante que el juego [de las negociaciones] se mantenga porque
eso alivia su conciencia. Ellos son gente seria. Pero son gente seria tratando
de rescatar el credo sionista. Necesitan seguir siendo sionistas y para ellos
la definición de sionismo es un estado judío. Insisten en ver el principio del
conflicto en 1967. No son capaces de enfrentar lo que pasó en 1948”.
Pregunté a
Benvenisti cómo funcionaría un estado unido. Contestó:
“A veces es suficiente con que uno haga el
diagnóstico. Cuando uno se pone a dar recetas la gente olvida el diagnóstico”.
Estratagemas para impedir la formación de dos estados:
visión de un palestino
Mi conversación
con Benvenisti tuvo lugar una noche de verano en el patio del American Colony,
un bello hotel viejo de Jerusalén Oriental. La mañana del siguiente día, como
si tratara de enfatizar la dolora inmediatez del conflicto, cruce la calle para
visitar a Sari Nusseibeh, profesor de filosofía islámica, quien por muchos años
fue rector de la Universidad Al-Quds y por un tiempo fue asesor –asesor muy
moderado, por cierto- de Yasir Arafat. Nusseibeh viene de una de las familias
palestinas más reconocidas. Parientes suyos son los guardianes de las llaves de
la iglesia del Santo Sepulcro. Siempre lo han silenciado voces más apasionadas
a su alrededor. En este momento parece haber llegado al punto en que va a
declarar derrotado. Me dijo:
“La propuesta de dos estados separados no tiene
futuro. Me gustaría que fuera viable pero no lo veo posible. Las ruedas de la
historia se mueven más rápido que nuestra capacidad de pensar y que nuestra
capacidad de hacerlas mover conforme a nuestras ideas”.
Nusseibeh no se
volvió derrotista fácilmente. Su liberalismo, su colaboración a través de los
años con israelíes que pensaban como él –hace diez años escribió una propuesta
de paz con un Ami Ayalon quien había sido jefe de Shin Bet- nunca lo hicieron
popular con la resistencia palestina. Pero el fracaso de la última propuesta de
John Kerry para negociar un acuerdo ha demostrado que los líderes israelíes y
palestinos son completamente incapaces de avanzar. Hamás, a pesar de su
debilidad, ha recuperado su lugar en el centro de la conciencia popular
palestina y la región entera está en llamas, lo cual ha servido de excusa a
Israel para afirmarse en su posición. Entonces Husseibeh ha dejado de lado la
idea de los estados separados para enfocarse en algo más concreto y básico: los
derechos civiles de los árabes palestinos tanto en los territorios ocupados
como dentro del estado de Israel.
Cuando le
mencioné que había visto a Meron Benvenisti la noche anterior y que este había
descartado la idea de los estados separados hacía más de treinta años Nusseibeh
comentó:
“En la década de los ochenta Merton ya nos estaba
diciendo que los asentamientos se estaban desarrollando de manera irreversible.
¡Y nosotros pensamos que Meron era un agente israelí cumpliendo la misión de
disuadirnos de un estado palestino! Después nosotros comenzamos a ver la nueva
geografía, las redes de carreteras y retenes que se estaban construyendo. Entonces
lo pudimos palpar”.
Nusseibeh es
también crítico del papel que jugó. Dice:
“La idea de un estado palestino era bella en los años
ochenta. Sería un estado libre e igual, sin ocupación. Hoy en día ya no hay
tanta gente que se entusiasme con esa idea. La gente está desengañada por culpa
de nuestros fracasos, aún de nuestras fallas internas. Pensábamos que seriamos
el mejor estado árabe, el más democrático, pero ahora somos como el peor estado
del África. La vieja generación no fue capaz de convertir esa idea en
realidad”.
La
inestabilidad de la región conspira contra cualquier inclinación israelí a
tener confianza. Nusseibeh dice:
“El mundo árabe, el mundo musulmán, parece
desbaratarse. Yo crecí pensando que excepto por la situación palestina el mundo
árabe era bastante sólido. Hoy en día todos esos gobiernos han fracasado. Mi
generación creció creyendo que los musulmanes éramos tolerantes. Hoy en día la
situación da miedo, es algo totalmente diferente, es un monstruo que lo rodea a
uno por todos lados. En cierto sentido este lugar es menos peligroso para los
palestinos. Con la excepción de Gaza la gente aquí está más segura que en el
mundo árabe. Bajo la ocupación tu tierra y tus recursos te son arrebatados, no
hay derechos, pero en general no vivimos con temor”.
Estado binacional: ¿una terrible realidad que ya está
siendo implementada?
La idea del
estado unido ha sido promovida en Occidente por académicos como Edward Said,
Tony Judt, John Mearsheime y Virginia Tilley y por activistas como Ali Abuminah,
un palestino estadounidense cofundador de una página web llamada Electronic
Intifada. En Palestina hay grandes diferencias en las encuestas pero cerca de
medio siglo de ocupación y la sensación abrumadora de que la realidad de un
estado unido es ya el statu quo ha llevado a la gente a respaldar el
binacionalismo. Ahmed Qurei, uno de los actores principales en las
negociaciones de Oslo, es uno de los políticos palestinos que ha renunciado a
la idea de los dos estados.
Uno noche fui a
hablar con Husam Zomlot en Ramallah. Zomlot es uno de los altos consejeros del
gobierno de Abbas. Su padre nació en una aldea cerca de Ashkelon y todavía de
brazos tuvo que escapar a Gaza. La familia pensaba que eventualmente podría
regresar a su casa. Ellos fueron parte de los miles de millares que no pudieron
hacerlo. El padre de Zomlot se convirtió en un industrial textilero exitoso
pero durante el conflicto del 2006, cuando el secuestro del soldado israelí
Gilad Shalit, las Fuerzas Armadas de Israel usaron motoniveladoras para
destruir la fábrica. Viajó al exterior a ver el bombardeo de Gaza por
televisión. Dice Zomlot:
“Desde Londres miraba cómo sus nietos vivían la misma
experiencia que le tocó a él como refugiado”.
Cuando le
pregunté a Zomlot sobre la idea de un estado unido soltó la risa. A él le
gustaría ir de Ramallah a Haifa y enseñar –“vivir como un ser humano”- pero considera
que eso es fantasía, nada que valga la pena discutir. Dice:
“En este momento hay un solo gobierno que controla
este estado y ese gobierno tiene el plan de colonizar el resto de la Palestina
histórica. Aquí no hay un conflicto racial, ni sectario como en Irak, ni
ocupación abierta como la de Estados Unidos en Afganistán. Esta es una tarea de
desplazamiento y reemplazo de poblaciones. Esta es nuestra realidad de cada
día. A veces sucede en gran escala, otras veces ocurre gradualmente, como
ahora, pero eso no ha parado desde 1948”.
“En los últimos 47 años ha habido un consenso
internacional a favor de los dos estados. ¿Cómo se hace para descartar eso? ¿Se
puede? ¿Cómo voy a querer yo, un palestino, sacrificar mi nacionalidad, lo que
me distingue, mi herencia y mi identidad, para crear una identidad híbrida
cuando yo veo lo que le está pasando a los palestinos en Israel? Mira su suerte.
Mira lo que les ha pasado en las últimas semanas. Despedidos de sus trabajos.
Asaltados de palabra. En su propio país. Cuando el ministro de relaciones
exteriores de Israel [Avigdor Lieberman] dice en público “Yo quiero salir de
esa gente en un intercambio o una transferencia de población”, perdona pero
tengo que preguntarme: ¿me gustaría vivir en ese estado con esa cultura y esa
mentalidad? No, no me gustaría. No hay ni la mínima esperanza de que seamos
ciudadanos iguales bajo esa ideología. Israel ha girado a la derecha. Y se ha
vuelto un manicomio. ¿Cómo podría yo servir bajo la bandera de Israel, votar
por el Knesset, alistarme en el ejército israelí?"
Shimon Peres se opone al estado unido
Una tarde me
reuní con Shimon Peres, antecesor de Rivlin en la presidencia. Peres, a los 91
años es presidente de un centro para la promoción de la paz, ganó el premio
Nobel de paz por su participación en las conversaciones de Oslo y ahora ve cómo
su trabajo de toda una vida se va volviendo un imposible. Su frustración se
ahonda por el desprecio que Netanyahu le tiene al líder palestino Abbas y por
el enfriamiento de las relaciones entre Israel y la administración Obama. Peres
ha sido siempre un hábil manipulador, vendedor de optimismo en las capitales
del mundo occidental aunque al parecer no tenía mercancía alguna en su maletín
de muestras. Con todo, se ha opuesto a la alternativa de Rivlin. Peres me dijo:
“Un estado unido no tiene sentido; Checoeslovaquia
tuvo un divorcio y a todos les fue mejor”, y agregó: “En los años noventa yo
creía que nuestro problema se solucionaría antes que el de Suráfrica. Hubo
sanciones económicas, pero lo que realmente tumbó el régimen de los Afrikaners
fue el aislamiento diplomático. De pronto se sintieron encerrados”.
Peres, por
supuesto, se opone a un boicot contra Israel pero sus preocupaciones son
obvias. Muchos amigos israelíes han criticado la élite del país -los médicos,
artistas, ingenieros, empresarios, unas 200.000 personas, que hacen tan
vibrante la vida económica y cultural de Israel-. Esa élite es tan patriótica
como el resto de la población pero si sus miembros empiezan a sentir que se
sierran los horizontes de sus hijos, que sus negocios se paralizan, que Israel
pierde prestigio en Europa y los Estados Unidos, ellos van a emigrar o sus
hijos lo van a hacer. No se van a ir todos a la vez, no se van a ir todos, pero
no se puede negar que un costo de la ocupación es el aislamiento.
Incertidumbres dentro de un estado unido
Los palestinos
son conscientes de que el gobierno de Israel nunca va a aceptar la alternativa
binacional si ellos son la mayoría. La historia de los judíos como minorías en
países árabes no ha sido favorable. Cuando un periodista de Haarets le preguntó
en el 2000 a Edward Said que le pasaría a una minoría judía en un estado
binacional este respondió:
“Eso me preocupa mucho. Es muy difícil para mí
anticipar lo que le pasaría a los judíos. La verdad es que no sé”.
La realidad que
persiste es la de un estado único que es el statu quo y con él el discurso y
los comportamientos venenosos que han convertido a Ruvi Rivlin en un inesperado
profeta.
Hacia el final
de la guerra más reciente fui a una manifestación por la paz en la Plaza Rabin
en Tel Aviv. Allí fue asesinado el primer ministro Yitzhak Rabin en 1995 por
Yigal Amir, un fanático religioso nacionalista. Años más tarde desde la prisión
Amir le dijo a su madre que si él no hubiera asesinado a Rabin “tendríamos ya
un estado palestino, sin asentamientos; todo lo habríamos perdido”. En la
manifestación la gente llevaba símbolos de la paz, David Grossman habló. Pero
fue un evento pequeño y desorganizado.
Los ataques al presidente Rivlin no cejan y el diálogo
interno continúa bloqueado
Entre tanto
Ruvi Rivlin está pagando de otra manera. Después de su viaje a Kafr Qasim
miembros de la derecha resentida han circulado en los medios sociales una
fotografía suya manipulada con Photoshop en la que aparece usando un keffiyeh
rojo. Este tipo de ataque recuerda la época, hace 20 años, cuando fanáticos
opuestos a los acuerdos de paz de Oslo desfilaban con fotografías de Yizhak
Rabin usando un keffiyeh o un uniforme de las SS nazis, las mismas imágenes que
estimulaban la imaginación de su asesino. La semana pasada, en una ceremonia de
conmemoración de los 19 años del asesinato de Rabin, Rivlin, que se opuso a los
acuerdos, elogió el valor y el liderazgo de Rabin. Dalia Rabin-Pelossof, la hija
de este, que fue miembro del Knesset, retó a Netanyahu a condenar los ataques
de que es víctima Rivlin. Luego se dirigió directamente a Rivlin diciendo:
“Es cierto que nosotros no hemos compartido la misma
historia y la misma visión política pero sí hemos sido parte de la misma
familia que considera sagrados los principios democráticos de los cuales en
ningún momento podemos desviarnos”.
Traducción, adaptación y subtítulos de Luis Mejía
23 de noviembre del 2014
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
Una caricatura
que refleja la doble moral del gobierno estadounidense, baluarte del estado de
Israel y soporte de sus políticos
No comments:
Post a Comment