Sunday, November 23, 2014

Israel - Palestina: La realidad de un solo estado - II



Por: David Remnick
Revista TheNew Yorker – 17 de noviembre del 2014

Israel y palestina: conflicto, solución biestatal y solución binacional

Las raíces del conflicto palestino-israelí en el pensamiento sionista

Rivlin se ve a sí mismo como heredero del pensamiento y la lucha de Vladimir (Ze’ev) Jabotinsky, quien fue el patriarca de los Revisionistas, el ala militante y militarista del sionismo temprano. Al contrario de los líderes del ala mayoritaria del sionismo laborista Jabotinsky reconocía los intereses profundos e irreconciliables de la presencia árabe en Palestina. El anticipó la confrontación inevitable que surgiría de declarar la superioridad de las pretensiones judías sobre el territorio. En el ensayo La muralla de hierro escrito en 1923 dijo:

                                               
“Todos los pueblos nativos del mundo van a hacerle resistencia a los colonizadores que lleguen mientras tengan una esperanza mínima de que podrán quitarse de encima el peligro de ser colonizados. Eso es lo que están haciendo los árabes de Palestina y van a seguir haciendo mientras haya siquiera una chispa solitaria de esperanza de que podrán evitar que Palestina se convierta en la ‘Tierra de Israel’”.

La herencia ideológica de Rivlin es muy compleja. Aunque Jabotinski se consideraba a sí mismo liberal y demócrata, su nacionalismo era tan fiero que ocasionalmente se traicionaba expresando admiración por Benito Mussolini. No hay duda de que Rivlin es sincero cuando dice que le reconocería todos los derechos civiles a los árabes dentro del estado de Gran Israel, pero su posición puede ser interpretada como la cara benévola de la ideología de derecha que propone un estado unido de israelíes y palestinos. Otros derechistas que proponen el estado unido solo quieren institucionalizar la anexión, de cualquier manera, de los territorios ocupados. Margalit dice que la mayoría de los derechistas realmente cree en una Cisjordania con apartheid, donde haya total vigilancia, total dominio, algo similar al estado controlado por los servicios secretos de Alemania oriental que se ve en la película La vida de los otros.


El conflicto palestino-israelí en términos geográficos

La discusión sobre el problema de un estado unido vs dos estados separados se hace muy tensa por la proximidad de los dos pueblos. Comparten mucha historia y muy poca tierra. En comparación con los territorios de Israel y Palestina la India y Pakistán tienen un  espacio inmenso e Irlanda ocupa un continente entero. Gaza queda muy cerca de Herzliya, uno de los suburbios más exclusivos de Tel Aviv, y Cisjordania está a siete millas del aeropuerto Ben-Gurión.

Para que los dos estados tuvieran alguna oportunidad de éxito se necesitaría un acuerdo federativo sobre seguridad, agua, redes de teléfonos celulares, alcantarillado y muchos otros detalles de infraestructura común. Por su parte, la discusión de un solo estado, dentro de los limites en que se da, nunca va a ser seria si es solo un intento de disimular la anexión, expulsión o movimiento de población, por un lado, o la eliminación de una nación existente, por otro. Israel existe y el pueblo palestino también existe. Ni uno ni otro son entes provisionales. Dentro de sus confines territoriales hay dos naciones distintas, divididas por el idioma, la cultura y la historia, que no pueden vivir completamente separadas o completamente integradas.

El estado unido palestino-israelí: ¿una posible solución?

Para muchos israelíes y palestinos la idea de un estado unido no es una solución. Es una idea que suena a secuela de la desesperación de izquierda o del triunfalismo de derecha. Aún para quienes saben que la creación de dos estados separados está lejos de ser una realidad creen que un estado binacional unido no representa la posibilidad de democracia y coexistencia sino la fórmula para una lucha sectaria, como el Líbano en los años ochenta y Yugoeslavia en los noventas. Y con todo, esa idea tiene una rica historia.

Muchos de los primeros sionistas o no reconocían la existencia de una población árabe en lo que ellos consideraban su patria futura o de adrede la ignoraban. Otros hacían una evaluación política práctica de que había una necesidad urgente de crear un refugio para escapar el anti-semitismo europeo expresado en el affaire Dreyfus y en los pogromos del Imperio Ruso. De hecho muchos de esos primeros sionistas compartían la ilusión de Mark Twain quien durante su visita a Palestina en 1867 solo vio “una inmensidad silenciosa y lúgubre” y del conde de Shaftesbury que habló de “una tierra sin habitantes para un pueblo sin tierra”. Un grupo sionista que sí entendió este dilema fue el de Jabotinsky quien en 1926 dijo:

“La tragedia es que aquí se enfrentan dos verdades, pero la justicia de nuestra causa es mayor”.

Para los derechistas de hoy la visión de un estado unido incluye el área metropolitana de Jerusalén y la Cisjordania y excluye a Gaza, por razones demográficas por lo menos. Efectivamente, ¿quién querría asumir responsabilidad por Gaza, pobre, llena de ira, con más de un millón de habitantes? Además, en contraste con la Cisjordania Gaza no es rica en ciudades y lugares de valor bíblico.

Caroline Glick, columnista del diario conservador Jerusalem Post publicado en inglés y miembro del equipo negociador israelí entre 1994 y 1998,  publicó recientemente un libro titulado La solución israelí: El plan de paz en el Medio Oriente con un estado unido. En una entrevista en Jerusalén me dijo:

“Nosotros nada tenemos que hablar con los palestinos. Nunca hubo de qué hablar… desde 1993 hemos estado tratando de hacerlo. Es cosa de locos ignorar la realidad y pretender que podemos lograr un acuerdo aceptable en la televisión de hora pico. Es una situación política más confusa que nunca. Es estúpido. Es infantil. Yo quiero que Judea y Samaria hagan parte de Israel. Quiero acabar con toda esta bobería”.

Glick se crió en Chicago e inmigró a Israel en 1991. Como a muchos israelíes le parece oprimente la actitud moralista de los extranjeros. Dice:

“Es malvado concentrar las críticas en Israel. No digo que nosotros seamos puros como la nieve recién caída. Uno no lo puede ser si es una nación soberana. Pero no hay una manera racional de explicar esa obsesión, esa mirada fija, ese deseo de gastar miles de millones de dólares en estigmatizar nuestro país y nuestros líderes. Hay una obsesión morbosa con los judíos y el poder. La gente que viene y levanta esas calumnias es responsable de la muerte de esos palestinos. Ellos le dan alientos a Hamas para que haga lo que está haciendo”.

Igual que Netanyahu Glick considera que el estado palestino no sería más que una plataforma para atacar a Israel. Dice:

“Las fronteras van a ser porosas. Jerusalén estará dividida y la gente va a pasar por la puerta de Damasco y por la puerta de Jaffa a cometer asesinatos. No hay manera alguna de mantener la seguridad del país. Si uno se fija en lo que está pasando en Siria e Irak y en todas partes, los tipos como Abbas van a sufrir el mismo final de Gadafi. Los corruptos de sus hijos van a ser fusilados y nosotros nos vamos a encontrar en medio de una situación en la que estaremos enfrentados a un enclave yijadista en el medio de Israel”.

Dos estados separados, uno palestino, otro israelí: ¿una solución viable?

La versión izquierdista de un estado unido binacional surgió casi al mismo tiempo que la de Jabotinsky, cuando un pequeño grupo de intelectuales de izquierda, muchos de ellos concentrados en la Universidad Hebrea, insistían en que los principios éticos del sionismo exigían un comportamiento ético hacia los árabes. El grupo llamado la Alianza por la paz (Brit Shalom) proponían la idea del poder político compartido en Palestina. Sus miembros actuaban bajo la influencia de Aha Ha’am, un pensador y ensayista del sionismo temprano que predicaba un renacimiento espiritual y cultural en Palestina en lugar de la creación de un estado de mayorías judías. Él había dicho que habría problemas si los sionistas no eran capaces de actuar con justicia hacia los árabes pues “los nativos no se van a hacer a un lado así no más”. Décadas después Martín Buber, filósofo y líder de Brit Shalom criticó el nacionalismo excesivo en el pensamiento sionista y recomendó que no se fuera a crear un “diminuto estado de judíos, completamente militarizado y sin bases para sostenerse”.

La idea de dos estados para dos naciones había tenido reconocimiento oficial en 1936 cuando Lord Peel fue encargado por las autoridades del Mandato Británico de estudiar las causas de los disturbios judeo-árabes. La comisión que él presidía estableció las fronteras iniciales para la partición. Pero cuando las Naciones Unidas aprobaron la partición en 1947 la idea binacional y los grupos que la apoyaban habían desaparecido. Los estados árabes adyacentes rechazaron la partición e invadieron el nuevo estado de Israel que surgió victorioso.

Traducción, adaptación y subtítulos de Luis Mejía
23 de noviembre del 2014
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

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