Tuesday, September 23, 2014

SIHMIN BEHBABANI: POEMAS DE DUELO Y DE PROTESTA



Introducción

Simin Behbahani nació en Teherán en 1917 y allí murió el 19 de agosto pasado. Empezó a escribir poesía en su adolescencia y siguió haciéndolo hasta sus últimos días.  Sus temas fueron los eternos de la literatura: el amor y la muerte. Con el tiempo su trabajo se inspiró en la situación política del momento. Sus poemas más conmovedores se inspiraron en el dolor que dejan los actos de violencia. El maltrato de los débiles, la tortura y el asesinato de los disidentes, la muerte y mutilación de los soldados, van dejando una estela de viudas, madres huérfanas, huérfanos, lisiados, amigos solos, ciudadanos desencantados y un rencor latente, soterrado, que alimenta la justicia incompleta o ausente.

Bajo la dictadura del último sah y la tiranía de los ayatolás expresó el anhelo de una transformación nacional que acabara con la censura, los abusos de poder, la pérdida de las libertades políticas y sociales, la arbitrariedad de las autoridades y de sus fuerzas armadas regulares e irregulares,  la opresión de los débiles y el maltrato de la mujer. Se convirtió en la voz que hablaba por el pueblo de Irán, de sus ambiciones y desencantos, de sus penas e ideales, de su horror ante la guerra con un país vecino. Todos los gobiernos la consideraron su enemiga e hicieron lo posible por callarla.


Ella misma describió su obra así: “Una y otra vez he dicho que mi poesía refleja los momentos de mi vida. Viví cuando el humo de los proyectiles obscurecía el cielo y las bombas llenaban de ruinas el suelo bajo mis pies. He visto los convoyes de mártires de guerra desfilando hacia el cementerio.  He visto camiones que cargados de prisioneros ejecutados chorreaban sangre en el camino. He hecho colas interminables, lloviera o hiciera sol, solo para comprar una libra de mantequilla o un paquete de servilletas de papel.  He visto a las madres correr tras el cadáver de sus hijos sacrificados, indiferentes a la pérdida de sus bufandas, sus mantos, sus medias, sus zapatos”.

Sus palabras no pueden ser apropiadas por un partido o ejército o clase o grupo o patria que excluya la humanidad de otras patrias. Todas las víctimas de la violencia, de todas las violencias, se pueden identificar con su dolor.

A pesar del pesimismo y la desilusión con respecto a la naturaleza humana que expresa en muchos de sus poemas, hay en su obra una nota de esperanza que recuerda el final de El sueño de las escalinatas de Jorge Zalamea:

 El hombre solo, el hombre en cuclillas sobre las escalinatas, el insensato que ha echado sobre sus hombros el censo de la miseria y el denuncio de sus promotores y usufructuarios, dicho todo esto y después de arder en la pira de la cólera, no puede esperar a que la audiencia dicte su fallo.
“Pues ya están balbuciendo sus labios un tímido canto de amor; ya están balbuciendo sus labios un tímido canto de amor; ya siente en sus entrañas la invasión de la ternura que le inspira la contradicha condición humana, la suya propia; ya está mirando las manos de los hombres y sintiendo la necesidad de cantar su maravilla.
“¡No más cólera!
“¡No más odio!
“¡Sólo el amor, el viril amor del hombre por su especie y por su semejanza!”

He encontrado algunos de sus poemas traducidos al inglés de donde los ha pasado al castellano.

Hora de cortar las flores

Es hora de cortar las flores. Apúrate.
Toma la guadaña. Adelante.
No dejes un solo tulipán en el campo.

Las vegas están en flor. Qué rebeldía.
Cómo crece el pasto. Písalo. Písalo.
Los capullos se abren en las ramas
como felices corazones.
Oh despliegue intolerable de color.

Traigan los machetes.
Hay que sacarle los ojos a las flores.
Que no quede un solo ojo abierto
Para que a nadie se le ocurra ver o desear.
Que nadie vea el narciso corruptor
En vaso de oro y bandeja de cristal.

¿Para qué tu hacha si no para cortar el olmo?
No dejes que los pájaros se posen en las ramas del arce.

Mis poemas y la menta del campo
llevan mensajes y perfumes.
No permitas que su canto agite al pueblo.

Mi corazón es más verde que el verde.
Brotan las flores del agua y la tierra de mi ser.
Ustedes, enemigos de la primavera,
atájenme antes de que levante la voz.


 El collar

Ansiosa, triste, agitada,
la cara descubierta,  el cabello al aire,
indiferente a la ley y sus agentes
que quieren mantener las tranquilas apariencias.
Sus ojos un par de uvas majadas y exprimidas
para llenar de sangre cien barriles.
Loca, completamente loca.
Ajena a sí misma, extraña a los demás,
indiferente al mundo, nada la logra despertar.
Un grano de polvo en el viento,
sin ruta y sin destino.
Perdida, muda, confundida.
Un cadáver sin fosa.
Al cuello, collar de lágrimas y miseria,
un par de botas de soldado colgadas de un cordón.
Le pregunté al pasar: ¿Qué es eso?
Me sonrió.
Es mi hijo, pobrecillo.
En los hombros lo llevo a caballito
Y no se ha quitado los zapatos todavía.

Se acercó con gracia

Se acercó con gracia
Vestida en seda de brillante azul,
Con una rama de olivo en la mano
Y muchas historias tristes en los ojos.
Corrí hacia ella.
Tomé su mano en las mías.
Sentí pulsar sus venas,
El cuerpo todavía tibio.

Pero si estás muerta, madre, dije.
Hace tanto.
No olía a cuerpo embalsamado.
No la cubría un sudario.

Miré la rama de olivo.
Sonrió. Me la entregó.
Es un signo de paz. Tómala.

La recibí de su mano y dije:
Sí, es un signo de….
La violencia de un hombre a caballo
Quebró mi voz y rompió la paz.
Con una daga escondida en la túnica
Pulió la rama y creó una fusta.
Dijo para sí al mirarla:
Perfecta para castigar los díscolos.
Ante mí se irguió mensajero del infierno.
Abrió la alforja y guardó la fusta.
En el fondo vi –oh, mi dios-
Una paloma muerta
Y una cuerda alrededor del cuello roto.

Mi madre dio la espalda.
Se marchó envuelta en ira y en dolor.
Vestida en negra seda,
de luto como tantas más.
Mis ojos la siguieron.


Deja de tirar mi patria a la jura

Si las llamas de la ira se levantan un poco más en esta tierra
tu nombre en la lápida se cubrirá de cieno.

Te has convertido en lora parlanchina.
Tus delirios se han vuelto broma de corrillos.

Las mentiras que descubres son de tu invención.
La cuerda que tejes se enroscará en tu cuello.

La soberbia ha llenado tu cabeza. Tu fe en ti mismo es ciega.
No se vuelve a levantar el elefante que se cae.

Pára esta locura. Deja de tirar la patria a la tolondra.
La nube que tempestuosa se levanta termina en el pantano.

Pára de gritar y alborotar. Pára la hecatombe.
Que no lloren más las criaturas de dios por tu cuenta.

Mis maldiciones no caerán sobre tu cabeza
pues la miseria de mi enemigo solo me causa pena.

Tú puedes decretar que los tuyos me quemen o apedreen
pero en tus manos piedras y cerillas perderán su fuerza.

Para Neda Agha-Soltan

Ni estás muerta ni vas a morir.
Siempre estarás con nosotros.
Tu vida no tendrá fin.
Eres la voz del pueblo iraní.

Nota: Neda Agha-Soltan era una estudiante de música asesinada por francotiradores del gobierno iraní durante las manifestaciones de protesta contra el fraude electoral del 2009.


No miraré

Hay un cadáver en el piso. No lo miraré. Su silueta está dibujada con balazos. Horrible. Los ojos, que fueron como burbujas en un lago, han sido arrancados a sus cuencas. No reflejarán más alegrías y tristezas, ni odios ni amores. Del pecho a la garganta no suben los suspiros ni borbotan los quejidos. Tuvo un anillo de gema ensangrentada. Ahora las cuencas de sus ojos han quedado vacías como anillos sin piedra. Se la robaron. No aceptaré su humillación, digan lo que digan los prudentes para quienes este es el destino que merece el enemigo. Pongo a dios por testigo: aunque el enemigo me golpee brutal no consentiré en su asesinato. Matarlo no es parte de mi credo.

Oh, dios, mi buen dios, ¿por qué creaste el mal? ¿Cómo tú, creador del bien,  puedes tolerar el mal? ¿No hubiera sido igualmente fácil darle al hombre alma de ángel? ¿Es posible que algo puro surja del barro impuro?

Maldigo la memoria de Caín, primer eslabón de la cadena. Juro por Gabriel el mensajero que esa cadena deberá romperse. Las escrituras, reveladas para guiarnos, no aceptan la justicia con un cuchillo en la manga. Huyo de esa justicia que es también una forma de opresión. Otra justicia se hace necesaria donde impera el opresor.

El hombre que perdió una pierna

El hombre cojo, con una manga del pantalón remangada. Brilla la rabia en sus ojos. ¿Llora la gente a la vista de su cuerpo?

Miré en otra dirección pero su imagen se ha quedado conmigo. Quizá sea por su tierna edad. No habrá cumplido 20 años todavía. Ruego al cielo que no comparta mi destino y le esquive cuarenta años más de sufrimiento, aunque sé que las penas del vivir son sordas a estas oraciones.

Aunque mi cuerpo está entero y mi paso es firme, encontré ardua la subida del camino. ¿Cómo será para él con una sola pierna?

Tac, tac, tac, golpea con su bastón al andar aunque no necesita anunciar su presencia.
Le sonreí con simpatía y me devolvió espinas y cuchillos en la mirada. La vida dura que le ha tocado lo ha  hecho desconfiar de la dulzura. Arrugas de amargura marcan el frio pergamino de su cara. Es como si en el cuerpo disminuido el espíritu se hubiera achiquitado.

Para ayudarle a seguir adelante pensé ofrecerle cariño y consejos maternales pero comprendí que no era eso lo que quería de la vida.

Quise conversar con él y dirigí la vista en su dirección pero ya no estaba allí. Se había ido, el hombre cojo.

Fotografía: Thomas Schütte - Enemigos Unidos. MOMA - Nueva York 
Traducción de Luis Mejía – 23 de septiembre del 2014
Publicado en blogluismejia.blogspot.com



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