Tuesday, September 17, 2019

EL OCASO DE LOS EXPERTOS


Artículo publicado originalmente en la revista estadounidense The Federalist, 17 de enero del 2014.

Una discusión separada sobre el culto de la ignorancia y el rechazo a la opinión de los expertos se encuentra pulsando aquí para la primera parte y aquí para la segunda parte.

Índice:
1. Opinión experta y no experta
2. Ocaso del conocimiento experto
3. Los expertos también se equivocan
4. Cuando todos son expertos
5. Evidencia científica, lógica y argumentos
6.  Debates entre expertos y participación del público
7. Los expertos descalificados por críticos anónimos
8. Expertos en políticas vs activistas políticos
9. El profesor universitario como experto
10. El aplomo del tonto
11. Los expertos al servicio de la democracia.
12. Deber cívico de obtener suficiente información
13. Crítica a Tom Nichols
14. Tarea crítica del lector


1. Opinión experta y no experta

Yo soy -o al menos eso creo- un experto. No en todo sino en un área particular del conocimiento humano, específicamente en ciencias sociales y políticas públicas. Cuando yo digo algo en esos campos anticipo que mi opinión pese más que la de muchas otras personas.

Nunca he considerado que estas afirmaciones sean particularmente provocativas. Pero en el día de hoy cuando uno dice que es un experto en algo genera una explosión de ira en ciertos sectores del público estadounidense; inmediatamente se quejan  de que declararse experto es una declaración falsa de autoridad, un signo seguro de horrible “elitismo” y una pretensión obvia de usar las credenciales del especialista para impedir el diálogo que exige una democracia “real”.


El término democracia, sin embargo, se refiere a un sistema de gobierno, no a un estado de igualdad efectiva. Quiere decir que gozamos  de derechos iguales frente al gobierno y en relación con los demás. Pero tener igualdad de derechos no es lo mismo que igualdad de talentos, igualdad de habilidades o igualdad de conocimientos. Ciertamente no significa que “la opinión de alguien acerca de algo tiene el mismo valor que la opinión de cualquier otra persona”. Sin embargo, un gran número de personas le da un valor casi sagrado a la creencia de que todas las opiniones pesan lo mismo aunque obviamente eso es un exabrupto.

2. Ocaso del conocimiento experto

¿De dónde surgen estas actitudes? 

Albergo el temor de que estamos presenciando el “ocaso del conocimiento experto”, el colapso –alimentado por Google, sostenido por Wikipedia, impulsado por una multiplicidad de blogs- de la distinción entre el profesional y el lego, el estudiante y el maestro, el conocedor y el diletante. En otras palabras, desaparecen las diferencias entre los que han logrado dominar un área del conocimiento y los que no lo han hecho.

Cuando hablo del “ocaso del conocimiento experto” no me refiero a que estén desapareciendo las destrezas efectivas o los conocimientos específicos que distinguen a una persona de otra en algún área. Siempre habrá médicos, abogados, ingenieros y especialistas en una variedad de disciplinas. Lo que me preocupa es que ya no se reconozca la pericia o conocimiento específico que nos hace cambiar la manera de pensar o transforma nuestra manera de vivir. Y eso no está bien.

3. Los expertos también se equivocan

Hay que reconocer que los expertos pueden cometer errores, como trágicamente lo ponen de presente el desastre de la talidomida o la explosión del Challenger. Pero, en general, los expertos han producido mejores resultados que los legos: los médicos, a pesar de sus errores, parecen lidiar con muchas enfermedades mejor que los curanderos de iglesias o que la tía Matildita con su emplasto milagroso de tripa de gallina. Desconocer la existencia de conocimientos especializados y reemplazarlos con la noción al parecer justificada de que cada quien tiene derecho a su propia opinión es simplemente descabellado.  Aún más, es peligroso.

Rechazar a los expertos implica un rechazo al conocimiento y a los métodos que usamos para adquirir el saber y aprender acerca de las cosas. En el fondo es un rechazo a la ciencia y la racionalidad, que son las bases de la civilización occidental. Repito y enfatizo, la civilización occidental, esa manera paternalista, racista, etnocéntrica de manejar conocimientos que, de un lado, creó la bomba nuclear, el Ford Edsel, la Nueva Coca-Cola y que, de otra, mantiene vivos a los diabéticos, hace que aviones gigantescos aterricen en la obscuridad y produce documentos como la Carta de las Naciones Unidas.

4. Cuando todos son expertos

El ocaso de los expertos no solo impacta la política, lo que ya está mal, sino que tiene un efecto perverso general pues en la ausencia de expertos reconocidos todo mundo se convierte en perito en todo.

Permítanme citar un ejemplo preocupante. Vivimos en un país avanzado, post-industrializado, donde estamos enfrentando una reactivación de la tosferina, un azote que fue virtualmente eliminado hace un siglo, solo porque gente que es inteligente en situaciones normales ha leído las opiniones de personas que nada saben de medicina (aquí me estoy refiriendo a alguien como Jenny McCarthy[ii]), ha puesto en duda lo que saben sus médicos y rehúsa vacunar a sus hijos.

El problema también ha adquirido dimensiones desmesuradas en la política. La gente ya no logra distinguir entre la expresión “Usted está equivocado” y la expresión “Usted es estúpido”. Estar en desacuerdo equivale a un insulto. Corregir a alguien es expresar odio. Y resistirse a aceptar puntos de vista alternativos, no importa qué tan fantásticos o torpes, es tener cerrada la mente.

5. Evidencia científica, lógica y argumentos

Las conversaciones se han vuelto agotadoras.

Los críticos pueden desestimar las opiniones que estoy expresando y decir que todo mundo tiene derecho a participar en el debate público, lo que es verdad.
Pero toda discusión debe ocurrir dentro de límites y sobre una base de conocimientos pertinentes. Y esto es lo que hace falta en el campo público.

Hay gente con puntos de vista muy firmes sobre la conveniencia de irse a la guerra con otros países y que con dificultad identifican en un mapa el país a que pertenecen. Nadie se considera tan ignorante que se inhiba de argumentar como si fuera un investigador científico. Uno no puede hablar de un tema político complejo con una persona común y corriente sin que esta le haga a uno exigencias prolijas y capciosas de “pruebas” o “evidencias” adicionales que comprueben lo que está diciendo, aunque el interlocutor no esté equipado para decidir qué constituye “evidencia”, o para reconocerla cuando se la muestren.

La evaluación de la evidencia (o prueba) exige un tipo de conocimiento especializado que no se adquiere en poco tiempo. De ahí que artículos y libros pasen por una “revisión de pares”, no por una “revisión de todo mundo”. Pero no le digas estas cosas a quien te está dando una conferencia sobre cómo funcionan realmente las cosas en Moscú, Peking o Washington.

Esto hace muy difícil sostener una conversación pues es de verdad agotador -al menos desde mi punto de vista como experto en políticas públicas- tener que empezar desde el comienzo, establecer las líneas básicas de conocimiento y negociar todo el tiempo las reglas de un argumento lógico (mucha gente, por ejemplo, no tiene ni idea de los que es una incongruencia lógica, menos aún de que están cometiendo una; tampoco entienden la diferencia entre generalizaciones y estereotipos). Mucha gente ya está enojada y ofendida antes de que uno haya logrado explicarles la parte esencial de un problema.

6. Debates entre expertos y participación del público

En algún momento del pasado –hace años, en las épocas obscuras anteriores a la primera década del siglo XXI- la gente parecía entender, en general, la diferencia entre expertos y legos. Había una clara barrera que separaba a los participantes de debates sobre políticas públicas. Las objeciones y desacuerdos con lo dicho por los expertos se originaban entre sus pares, esto es entre personas equipadas con conocimientos similares. El público era un espectador. 

Esto era conveniente e inconveniente. De una parte permitía limitar el factor lunático en las discusiones (por ej., los editores controlaban las cartas del lector, lo que hoy se llama ‘moderar’), de otra podía hacer que la discusión se volviera esotérica, enfocada más en un duelo de palabras, en la jerga de los expertos, que en un ejercicio de ilustración del público.

Si los expertos solo se  comunican entre sí, sale a perder la democracia.
Nadie –o por lo menos no yo- quiere regresar a esos días. Me gustan el siglo XXI, la democratización del conocimiento y la participación de un público amplio.

Pero esta mayor participación se pone en peligro por la insistencia absolutamente ilógica de pretender que la opinión de todos tiene el mismo peso, porque algunas personas -incluyéndome a mí mismo- terminamos excluyendo a aquellos que consideran que todos los que participan en una discusión empiezan de cero (Nota de advertencia: No, no todos llegamos sin preparación). Si eso sucediera, los expertos volverán a la época en que solo hablaban entre sí. Y eso es perjudicial para la democracia.

7. Los expertos descalificados por críticos anónimos

¿Cómo llegamos a este rechazo del conocimiento experto? En parte se ha debido a la globalización de la comunicación. Ya no hay guardianes: las revistas académicas y los editoriales y columnas de opinión han desaparecidos bajo el cúmulo de blogs privados.

En el pasado la participación en un debate público –aunque fuera en las páginas del periódico local- requería la presentación de un texto –carta o artículo- escrito inteligentemente, se sometía a revisión editorial y se publicaba con el nombre del autor. No era poca cosa que le publicaran a uno una carta en un periódico importante. 

Hoy en día cualquiera puede colarse en la sección de comentarios de una publicación reconocida. A veces esto crea una competencia entre participantes que estimula el pensamiento. La mayor parte del tiempo, sin embargo, cualquiera puede poner lo que se le ocurra, encubierto en el anonimato, sin exponerse a que le exijan defender sus opiniones o lo critiquen por estar equivocado. 

8. Expertos en políticas vs activistas políticos

Otra razón para el colapso de la pericia es la fuerza que ha tomado el partidismo en las campañas políticas de los Estados Unidos. Los presidentes podían ganar elecciones y después escogían un equipo de pensadores sacados de universidades y centros de investigación. Así llegaron al gobierno Henry Kissinger, Samuel Huntington, Zbigniew Brzezinski y otros. Circulaban de un lugar a otro, de Harvard a Columbia.

Por supuesto, en parte es resultado de la creciente irrelevancia de la investigación en las ciencias sociales, que cada día es definida en términos más restringidos. Pero también es porque la primera condición para llegar a posiciones de liderazgo en el mundo de las políticas públicas depende de la pregunta, ¿qué hizo Ud. durante la campaña?

Este es el código del samurái, no el del intelectual, y da lugar a que se prefiera no al experto sino al que se distinguió por su lealtad en la campaña.

Yo no me imagino, por ejemplo, que hoy en día sea llamado a Washington como lo fui en 1990, cuando uno de los senadores de Pensilvania le pidió a una exembajadora estadounidense ante las Naciones Unidas que le recomendara un consultor en asuntos internacionales, a lo que ella respondió dando mi nombre. Aunque yo no tenía relación con Pensilvania ni había trabajado en su campaña el senador me llamó a la universidad donde yo trabajaba y me pidió que fuera parte de su equipo.

9. El profesor universitario como experto

Las universidades se han vuelto parte del problema y deben asumir esa responsabilidad. Muchos estudiantes consideran que los profesores son subalternos pagados y que se pasan de presuntuosos si pretenden dirigir la clase y saber más.  Por eso muchos profesores ni lo intentan.

Una nota entre paréntesis: uno de los grandes maestros que tuve fue James Schall quien hace muchos años escribió: los “estudiantes tienen obligaciones para con sus maestros”, entre ellas “confiar en ellos, obedecer, trabajar con dedicación y pensar”, lo que hoy causaría ofensa y generaría voces de rechazo entre las generaciones de estudiantes que pueblan los recintos universitarios sintiéndose titulares de derechos adquiridos.

10. El aplomo del tonto

Hay también el problema inmutable de la “naturaleza humana” conocido como el efecto Dunning-Kruger. Consiste, en resumen, en que cuanto más tonto es uno tanto más confiado está en que no es tonto. Y cuando uno ha hecho todo lo posible por convertirse en un tonto agresivo lo último que quiere es encontrarse con expertos que le contradigan, en cuyo caso no tiene otra opción que desestimarlos para poder conservar la alta opinión que irracionalmente tiene de sí mismo (De estos hay mucho sueltos en los medios sociales).

Todas estas cosas son síntomas del mismo mal: una definición delirante de ‘democracia’, según la cual todo el mundo puede decir lo que quiera y a nadie se le puede ‘faltar al respeto’ (la expresión faltar al respeto es una innovación insidiosa y desagradable introducida en nuestro idioma con el significado de ‘falla en reconocerme el nivel imposiblemente elevado de respeto que exijo’).

Este deseo de respeto e igualdad aunque no hayan sido ganados –o quizá porque no han sido ganados- es tan intenso que no admite desacuerdo. Representa el florecimiento pleno de una cultura terapéutica en la que autoestima, no los logros, es el último valor humano. Está logrando que todos seamos más lerdos cada día.

La verdad es que algunas de las personas que rechazan el valor de la pericia no están expresando su independencia de pensamiento, como lo dicen con frecuencia. Al contrario, están rechazando cualquier cosa que pueda despertar la inseguridad que los corroe, la duda de que su opinión no valga tanto como creen.

11. Los expertos al servicio de la democracia.

¿Qué podemos hacer, entonces? No mucho, lamentablemente, pues este es un problema cultural y generacional; pasará mucho tiempo antes de que se solucione, si acaso sucede.
En mi opinión personal, no corresponde a los tecnócratas e intelectuales gobernar el mundo. Ya tuvimos suficiente con ellos en la última parte del siglo XX y deberíamos tener claro que el intelectualismo produce malas políticas si no está temperado por un cierto nivel de sentido común político. En un mundo ideal los expertos son siervos, no amos, de la democracia.

12. Deber cívico de obtener suficiente información

Pero cuando los ciudadanos abandonan su deber elemental de aprender lo suficiente para gobernarse efectivamente y, por el contrario, permanecen obstinadamente encarcelados en sus propios egos frágiles y prisioneros de lo que consideran sus derechos adquiridos, su descuido hará que los expertos terminen manejando las cosas. Ese sería un desenlace inconveniente para todo mundo.

El conocimiento especializado es necesario y no va a desaparecer. Si no lo recuperamos y lo ponemos en el lugar que le corresponde en materia de políticas públicas, vamos a tener argumentos cada día más irracionales y menos productivos.

Presento entonces, sin modestia y sin consideraciones políticas, algunas de las ideas que en mi opinión  podemos poner en práctica cuando interactuamos con los expertos en sus áreas de especialización:

1. todos podemos decir: los expertos no siempre tienen la razón;

2. pero es mucho más probable que un experto tenga la razón que usted: aceptar que la opinión de un experto es probablemente más acertada que la suya en asuntos de interpretación y evaluación de los hechos no debe producir ansiedad o inseguridad (probablemente esa opinión es, en efecto, más acertada);

3. los expertos se presentan en muchos niveles de competencia: la educación facilita la pericia pero el ejercicio profesional permite desarrollarla con la experiencia; generalmente la combinación de las dos es la marca verdadera de que alguien es un experto en su campo; pero si usted no tiene ni educación ni experiencia es conveniente que tenga claro qué puede aportar a la discusión;

4. en cualquier discusión usted tiene la obligación de aprender al menos lo suficiente para hacer posible una conversación; no, la ‘universidad Google’ no cuenta; y recuerde: tener una opinión muy firme sobre algo no es lo mismo que saber algo;

5. por supuesto que sus opiniones políticas valen: usted es miembro de una democracia y lo que usted quiere es tan importante como lo que quiere cualquier otro ciudadano; sin embargo, su análisis político como persona no instruida en el tema probablemente no es tan bueno como usted cree.

Y ¿cómo sé yo estas cosas? ¿Acaso no sabe Ud quién soy?


Que quede claro: Yo soy un experto.



13. CRÍTICA A TOM NICHOLS

Aunque la mayoría de los comentaristas ha hablado de las tesis de Nichols en términos encomiosos, moviéndose como se mueve en el campo de los expertos era de esperar que otro experto lo criticara.

Stephen Downes es un investigador afiliado con el Instituto Nacional de Investigación del Canadá, especializado en el desarrollo de la educación en línea y proponente de la escuela conectivista que explica el desarrollo del conocimiento contemporáneo como un proceso de conexión de redes facilitado por internet. En su ensayo Expertos y autoridad, publicado en su blog en agosto del 2015, enuncia algunos puntos de desacuerdo con Nichols.

Presento un resumen a continuación:

1. Nichols está en lo correcto cuando critica [a] el criterio de autoridad en casos de desacuerdo entre expertos o cuando se invoca en favor de alguien que no es experto en el tema discutido, [b] el elitismo cuando es expresión de una falla social que permite a los poderosos mantener su posición de predominio y [c] la ruptura de comunicaciones que impide a la sociedad beneficiarse del conocimiento de quienes están bien informados,

2. aunque la democracia no crea un estado de igualdad, debe crear condiciones para trabajar en esa dirección: mejorar los talentos, destrezas y conocimientos de los menos afortunados e impedir que los poderosos se aprovechen de su posición para beneficio personal,

3. la veracidad de la información es más importante que la fuente donde uno la encuentra (ej., medios sociales, Google, Wikipedia),

4. el experto probablemente tiene más conocimientos sobre un tema, igual que un hombre rico tiene más dinero que uno pobre, pero eso no implica que aceptemos sin discusión la autoridad moral de ambos,

5. en una sociedad democrática el papel de los expertos es más sólido cuando pueden responder el cuestionamiento de la gente informada y no informada,

6. el mundo de los expertos debe someterse a la crítica más amplia posible para darnos la oportunidad de distinguir entre lo razonable y lo irracional,

7. los críticos no informados están probablemente en mejor posición para juzgar si la opinión de un experto está sesgada por actitudes paternalistas, racistas o etnocéntricas o si carece de sentido práctico,

8. la opinión de un experto que contradiga el consenso de sus colegas debe ser revisada con atención considerando que puede estar equivocado (en el caso de las vacunas) o que puede tener la razón (en el caso de la talidomida),

9. el experto no puede pretender que convencerá a todo mundo; hay gente –conocedora o no- que tiene creencias muy firmes y que no las abandonará aunque la evidencia en contra sea convincente, por eso el experto debe dirigir sus argumentos al público en general y dejar que la sociedad como tal decida,

10. es cierto que algunas personas pueden hacer exigencias irracionales a la ciencia y pedir pruebas que no existen,

11. la sociedad como un todo es capaz de identificar la evidencia que da validez a un conocimiento, aunque muchos individuos no puedan hacerlo,

12. aunque en las opiniones de los no expertos prevalecen las falacias, ellos están en capacidad de detectar falacias en la opinión de los expertos,

13. cuando el experto le da valor a la contribución del no experto ayuda a este a formular sus objeciones de la mejor manera posible, guiándose por el ‘principio de caridad’ en la argumentación,

14. el hecho de que cualquiera pueda publicar lo que quiera ha generado una acumulación de basura en internet pero también ha servido para divulgar información socialmente importante (ej., Assange, Snowden, Manning),

15. internet ha creado un espacio para ejercer la libertad de opinión de un
a manera que no sucedía en el pasado, cuando las elites usaban su influencia en los medios para protegerse de información que pudiera perjudicarlas y este cambio ha sido beneficioso para la sociedad,

16. también en el pasado había un camino asegurado entre las universidades élite (ej. Harvard y Columbia) y posiciones de poder en el estado que ha sido debilitado por la influencia que adquieren en los medios sociales personas no egresadas de esas instituciones, y ese cambio es socialmente beneficioso,

17. la nostalgia que expresa Nichols por los días en que los estudiantes eran dóciles y confiaban en sus maestros y en que los expertos eran reverenciados es socialmente perjudicial porque limita el crecimiento personal y el debate democrático y da excesivo poder a los expertos que fueron responsables de los excesos del siglo XX y del desastre que ha sido la guerra de Irak.

14. Tarea crítica del lector

En mi opinión algunas de las críticas de Downes son válidas pero corresponde al lector juzgar por sí mismo la validez de los argumentos de ambos autores.


Traducción, resumen y subtítulos de Luis Mejía
17 de septiembre del 2019
Publicado en blogluismejia.blogspot.com





[i][i] Profesor de la Escuela Naval de Guerra de los Estados Unidos y autor del libro El ocaso de los expertos, el cual no ha sido traducido todavía al castellano.
[ii] Jenny McCarthy es, de acuerdo con Wikipedia, una actriz estadounidense, modelo, animadora de televisión, escritora y activista contra la vacunas; afirma que estas producen autismo y afirma que la terapia de quelación curó a su hijo de autismo: https://en.wikipedia.org/wiki/Jenny_McCarthy

5 comments:

  1. How to Reverse the Assault on Science - By Lee McIntyre

    https://blogs.scientificamerican.com/observations/how-to-reverse-the-assault-on-science1/

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  2. How America lost faith in expertise and why that is a giant problem - Tom Nichols

    https://www.okhumanities.org/Websites/ohc/images/spring%20summer%202018/How%20America%20Lost%20Faith%20in%20Expertise.pdf

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  3. Curiosidad, conocimiento y ciencia por Moisés Wasserman

    https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/curiosidad-conocimiento-y-ciencia-columna-de-moises-wasserman-419452

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  4. The Meritocracy Muddle
    By Eric Posner
    \https://www.project-syndicate.org/onpoint/the-meritocracy-muddle-by-eric-posner-2019-09-2

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  5. Keilar calls out Rubio for attacking Biden's Cabinet over their education, #CNN #News

    https://www.youtube.com/watch?v=KQDBVyAOAHg

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