Artículo publicado
originalmente en la revista estadounidense The
Federalist, 17 de enero del 2014.
Una discusión
separada sobre el culto de la ignorancia y el rechazo a la opinión de los
expertos se encuentra pulsando aquí para la primera parte y aquí para la segunda parte.
Índice:
1. Opinión experta y no experta
2. Ocaso del conocimiento experto
3. Los expertos también se equivocan
4. Cuando todos son expertos
5. Evidencia científica, lógica y argumentos
6. Debates
entre expertos y participación del público
7. Los expertos descalificados por críticos anónimos
8. Expertos en políticas vs activistas políticos
9. El profesor universitario como experto
10. El aplomo del tonto
11. Los expertos al servicio de la
democracia.
12. Deber cívico de obtener suficiente información
13. Crítica a Tom Nichols
14. Tarea crítica del lector
Por Tom Nichols[i]
1. Opinión experta y no experta
Yo soy -o al menos eso
creo- un experto. No en todo sino en un área particular del conocimiento
humano, específicamente en ciencias sociales y políticas públicas. Cuando yo
digo algo en esos campos anticipo que mi opinión pese más que la de muchas
otras personas.
Nunca he considerado
que estas afirmaciones sean particularmente provocativas. Pero en el día de hoy
cuando uno dice que es un experto en algo genera una explosión de ira en
ciertos sectores del público estadounidense; inmediatamente se quejan de que declararse experto es una declaración
falsa de autoridad, un signo seguro de horrible “elitismo” y una pretensión
obvia de usar las credenciales del especialista para impedir el diálogo que
exige una democracia “real”.
El término democracia,
sin embargo, se refiere a un sistema de gobierno, no a un estado de igualdad
efectiva. Quiere decir que gozamos de
derechos iguales frente al gobierno y en relación con los demás. Pero tener
igualdad de derechos no es lo mismo que igualdad de talentos, igualdad de
habilidades o igualdad de conocimientos. Ciertamente no significa que “la
opinión de alguien acerca de algo tiene el mismo valor que la opinión de
cualquier otra persona”. Sin embargo, un gran número de personas le da un valor
casi sagrado a la creencia de que todas las opiniones pesan lo mismo aunque
obviamente eso es un exabrupto.
2. Ocaso del conocimiento experto
¿De dónde surgen estas
actitudes?
Albergo el temor de
que estamos presenciando el “ocaso del conocimiento experto”, el colapso
–alimentado por Google, sostenido por Wikipedia, impulsado por una
multiplicidad de blogs- de la distinción entre el profesional y el lego, el
estudiante y el maestro, el conocedor y el diletante. En otras palabras,
desaparecen las diferencias entre los que han logrado dominar un área del conocimiento
y los que no lo han hecho.
Cuando hablo del “ocaso
del conocimiento experto” no me refiero a que estén desapareciendo las
destrezas efectivas o los conocimientos específicos que distinguen a una
persona de otra en algún área. Siempre habrá médicos, abogados, ingenieros y
especialistas en una variedad de disciplinas. Lo que me preocupa es que ya no
se reconozca la pericia o conocimiento específico que nos hace cambiar la
manera de pensar o transforma nuestra manera de vivir. Y eso no está bien.
3. Los expertos también se
equivocan
Hay que reconocer que
los expertos pueden cometer errores, como trágicamente lo ponen de presente el
desastre de la talidomida o la explosión del Challenger. Pero, en general, los
expertos han producido mejores resultados que los legos: los médicos, a pesar
de sus errores, parecen lidiar con muchas enfermedades mejor que los curanderos
de iglesias o que la tía Matildita con su emplasto milagroso de tripa de
gallina. Desconocer la existencia de conocimientos especializados y
reemplazarlos con la noción al parecer justificada de que cada quien tiene
derecho a su propia opinión es simplemente descabellado. Aún más, es peligroso.
Rechazar a los
expertos implica un rechazo al conocimiento y a los métodos que usamos para adquirir
el saber y aprender acerca de las cosas. En el fondo es un rechazo a la ciencia
y la racionalidad, que son las bases de la civilización occidental. Repito y
enfatizo, la civilización occidental, esa manera paternalista, racista,
etnocéntrica de manejar conocimientos que, de un lado, creó la bomba nuclear,
el Ford Edsel, la Nueva Coca-Cola y que, de otra, mantiene vivos a los
diabéticos, hace que aviones gigantescos aterricen en la obscuridad y produce
documentos como la Carta de las Naciones Unidas.
4. Cuando todos son expertos
El ocaso de los
expertos no solo impacta la política, lo que ya está mal, sino que tiene un
efecto perverso general pues en la ausencia de expertos reconocidos todo mundo
se convierte en perito en todo.
Permítanme citar un
ejemplo preocupante. Vivimos en un país avanzado, post-industrializado, donde estamos
enfrentando una reactivación de la tosferina, un azote que fue virtualmente
eliminado hace un siglo, solo porque gente que es inteligente en situaciones
normales ha leído las opiniones de personas que nada saben de medicina (aquí me
estoy refiriendo a alguien como Jenny McCarthy[ii]),
ha puesto en duda lo que saben sus médicos y rehúsa vacunar a sus hijos.
El problema también ha
adquirido dimensiones desmesuradas en la política. La gente ya no logra distinguir
entre la expresión “Usted está equivocado” y la expresión “Usted es estúpido”.
Estar en desacuerdo equivale a un insulto. Corregir a alguien es expresar odio.
Y resistirse a aceptar puntos de vista alternativos, no importa qué tan
fantásticos o torpes, es tener cerrada la mente.
5. Evidencia científica, lógica y
argumentos
Las conversaciones se
han vuelto agotadoras.
Los críticos pueden
desestimar las opiniones que estoy expresando y decir que todo mundo tiene
derecho a participar en el debate público, lo que es verdad.
Pero toda
discusión debe ocurrir dentro de límites y sobre una base de conocimientos
pertinentes. Y esto es lo que hace falta en el campo público.
Hay gente con puntos
de vista muy firmes sobre la conveniencia de irse a la guerra con otros países
y que con dificultad identifican en un mapa el país a que pertenecen. Nadie se considera
tan ignorante que se inhiba de argumentar como si fuera un investigador
científico. Uno no puede hablar de un tema político complejo con una persona
común y corriente sin que esta le haga a uno exigencias prolijas y capciosas de
“pruebas” o “evidencias” adicionales que comprueben lo que está diciendo,
aunque el interlocutor no esté equipado para decidir qué constituye “evidencia”,
o para reconocerla cuando se la muestren.
La evaluación de la
evidencia (o prueba) exige un tipo de conocimiento especializado que no se
adquiere en poco tiempo. De ahí que artículos y libros pasen por una “revisión
de pares”, no por una “revisión de todo mundo”. Pero no le digas estas cosas a
quien te está dando una conferencia sobre cómo funcionan realmente las cosas en
Moscú, Peking o Washington.
Esto hace muy difícil
sostener una conversación pues es de verdad agotador -al menos desde mi punto
de vista como experto en políticas públicas- tener que empezar desde el
comienzo, establecer las líneas básicas de conocimiento y negociar todo el
tiempo las reglas de un argumento lógico (mucha gente, por ejemplo, no tiene ni
idea de los que es una incongruencia lógica, menos aún de que están cometiendo
una; tampoco entienden la diferencia entre generalizaciones y estereotipos).
Mucha gente ya está enojada y ofendida antes de que uno haya logrado
explicarles la parte esencial de un problema.
6. Debates entre expertos y
participación del público
En algún momento del
pasado –hace años, en las épocas obscuras anteriores a la primera década del
siglo XXI- la gente parecía entender, en general, la diferencia entre expertos
y legos. Había una clara barrera que separaba a los participantes de debates
sobre políticas públicas. Las objeciones y desacuerdos con lo dicho por los
expertos se originaban entre sus pares, esto es entre personas equipadas con
conocimientos similares. El público era un espectador.
Esto era conveniente e
inconveniente. De una parte permitía limitar el factor lunático en las
discusiones (por ej., los editores controlaban las cartas del lector, lo que
hoy se llama ‘moderar’), de otra podía hacer que la discusión se volviera
esotérica, enfocada más en un duelo de palabras, en la jerga de los expertos,
que en un ejercicio de ilustración del público.
Si los expertos solo
se comunican entre sí, sale a perder la
democracia.
Nadie –o por lo menos
no yo- quiere regresar a esos días. Me gustan el siglo XXI, la democratización
del conocimiento y la participación de un público amplio.
Pero esta mayor
participación se pone en peligro por la insistencia absolutamente ilógica de
pretender que la opinión de todos tiene el mismo peso, porque algunas personas
-incluyéndome a mí mismo- terminamos excluyendo a aquellos que consideran que
todos los que participan en una discusión empiezan de cero (Nota de
advertencia: No, no todos llegamos sin preparación). Si eso sucediera, los
expertos volverán a la época en que solo hablaban entre sí. Y eso es
perjudicial para la democracia.
7. Los expertos descalificados
por críticos anónimos
¿Cómo llegamos a este
rechazo del conocimiento experto? En parte se ha debido a la globalización de
la comunicación. Ya no hay guardianes: las revistas académicas y los
editoriales y columnas de opinión han desaparecidos bajo el cúmulo de blogs
privados.
En el pasado la
participación en un debate público –aunque fuera en las páginas del periódico
local- requería la presentación de un texto –carta o artículo- escrito
inteligentemente, se sometía a revisión editorial y se publicaba con el nombre
del autor. No era poca cosa que le publicaran a uno una carta en un periódico
importante.
Hoy en día cualquiera puede colarse en la sección de comentarios de
una publicación reconocida. A veces esto crea una competencia entre
participantes que estimula el pensamiento. La mayor parte del tiempo, sin
embargo, cualquiera puede poner lo que se le ocurra, encubierto en el
anonimato, sin exponerse a que le exijan defender sus opiniones o lo critiquen
por estar equivocado.
8. Expertos en políticas vs
activistas políticos
Otra razón para el
colapso de la pericia es la fuerza que ha tomado el partidismo en las campañas
políticas de los Estados Unidos. Los presidentes podían ganar elecciones y
después escogían un equipo de pensadores sacados de universidades y centros de
investigación. Así llegaron al gobierno Henry Kissinger, Samuel Huntington, Zbigniew Brzezinski y otros. Circulaban de un lugar a otro, de Harvard a Columbia.
Por
supuesto, en parte es resultado de la creciente irrelevancia de la
investigación en las ciencias sociales, que cada día es definida en términos
más restringidos. Pero también es porque la primera condición para llegar a
posiciones de liderazgo en el mundo de las políticas públicas depende de la
pregunta, ¿qué hizo Ud. durante la campaña?
Este
es el código del samurái, no el del intelectual, y da lugar a que se prefiera
no al experto sino al que se distinguió por su lealtad en la campaña.
Yo
no me imagino, por ejemplo, que hoy en día sea llamado a Washington como lo fui
en 1990, cuando uno de los senadores de Pensilvania le pidió a una exembajadora
estadounidense ante las Naciones Unidas que le recomendara un consultor en
asuntos internacionales, a lo que ella respondió dando mi nombre. Aunque yo no
tenía relación con Pensilvania ni había trabajado en su campaña el senador me
llamó a la universidad donde yo trabajaba y me pidió que fuera parte de su
equipo.
9. El profesor
universitario como experto
Las
universidades se han vuelto parte del problema y deben asumir esa
responsabilidad. Muchos estudiantes consideran que los profesores son
subalternos pagados y que se pasan de presuntuosos si pretenden dirigir la
clase y saber más. Por eso muchos
profesores ni lo intentan.
Una
nota entre paréntesis: uno de los grandes maestros que tuve fue James Schall
quien hace muchos años escribió: los “estudiantes tienen obligaciones para con
sus maestros”, entre ellas “confiar en ellos, obedecer, trabajar con dedicación
y pensar”, lo que hoy causaría ofensa y generaría voces de rechazo entre las generaciones
de estudiantes que pueblan los recintos universitarios sintiéndose titulares de
derechos adquiridos.
10. El aplomo del tonto
Hay
también el problema inmutable de la “naturaleza humana” conocido como el efecto
Dunning-Kruger. Consiste, en resumen, en que cuanto más
tonto es uno tanto más confiado está en que no es tonto. Y cuando uno ha hecho
todo lo posible por convertirse en un tonto agresivo lo último que quiere es
encontrarse con expertos que le contradigan, en cuyo caso no tiene otra opción
que desestimarlos para poder conservar la alta opinión que irracionalmente
tiene de sí mismo (De estos hay mucho sueltos en los medios sociales).
Todas
estas cosas son síntomas del mismo mal: una definición delirante de ‘democracia’,
según la cual todo el mundo puede decir lo que quiera y a nadie se le puede
‘faltar al respeto’ (la expresión faltar al respeto es una innovación insidiosa
y desagradable introducida en nuestro idioma con el significado de ‘falla en
reconocerme el nivel imposiblemente elevado de respeto que exijo’).
Este
deseo de respeto e igualdad aunque no hayan sido ganados –o quizá porque no han
sido ganados- es tan intenso que no admite desacuerdo. Representa el
florecimiento pleno de una cultura terapéutica en la que autoestima, no los logros,
es el último valor humano. Está logrando que todos seamos más lerdos cada día.
La
verdad es que algunas de las personas que rechazan el valor de la pericia no
están expresando su independencia de pensamiento, como lo dicen con frecuencia.
Al contrario, están rechazando cualquier cosa que pueda despertar la
inseguridad que los corroe, la duda de que su opinión no valga tanto como
creen.
11. Los expertos al
servicio de la democracia.
¿Qué
podemos hacer, entonces? No mucho, lamentablemente, pues este es un problema
cultural y generacional; pasará mucho tiempo antes de que se solucione, si
acaso sucede.
En
mi opinión personal, no corresponde a los tecnócratas e intelectuales gobernar
el mundo. Ya tuvimos suficiente con ellos en la última parte del siglo XX y
deberíamos tener claro que el intelectualismo produce malas políticas si no
está temperado por un cierto nivel de sentido común político. En un mundo ideal
los expertos son siervos, no amos, de la democracia.
12. Deber cívico de
obtener suficiente información
Pero
cuando los ciudadanos abandonan su deber elemental de aprender lo suficiente
para gobernarse efectivamente y, por el contrario, permanecen obstinadamente
encarcelados en sus propios egos frágiles y prisioneros de lo que consideran
sus derechos adquiridos, su descuido hará que los expertos terminen manejando
las cosas. Ese sería un desenlace inconveniente para todo mundo.
El
conocimiento especializado es necesario y no va a desaparecer. Si no lo
recuperamos y lo ponemos en el lugar que le corresponde en materia de políticas
públicas, vamos a tener argumentos cada día más irracionales y menos
productivos.
Presento
entonces, sin modestia y sin consideraciones políticas, algunas de las ideas
que en mi opinión podemos poner en
práctica cuando interactuamos con los expertos en sus áreas de especialización:
1.
todos podemos decir: los expertos no siempre tienen la razón;
2.
pero es mucho más probable que un experto tenga la razón que usted: aceptar que
la opinión de un experto es probablemente más acertada que la suya en asuntos
de interpretación y evaluación de los hechos no debe producir ansiedad o
inseguridad (probablemente esa opinión es, en efecto, más acertada);
3.
los expertos se presentan en muchos niveles de competencia: la educación
facilita la pericia pero el ejercicio profesional permite desarrollarla con la
experiencia; generalmente la combinación de las dos es la marca verdadera de
que alguien es un experto en su campo; pero si usted no tiene ni educación ni
experiencia es conveniente que tenga claro qué puede aportar a la discusión;
4.
en cualquier discusión usted tiene la obligación de aprender al menos lo
suficiente para hacer posible una conversación; no, la ‘universidad Google’ no
cuenta; y recuerde: tener una opinión muy firme sobre algo no es lo mismo que
saber algo;
5.
por supuesto que sus opiniones políticas valen: usted es miembro de una
democracia y lo que usted quiere es tan importante como lo que quiere cualquier
otro ciudadano; sin embargo, su análisis político como persona no instruida en
el tema probablemente no es tan bueno como usted cree.
Y
¿cómo sé yo estas cosas? ¿Acaso no sabe Ud quién soy?
Que
quede claro: Yo soy un experto.
13. CRÍTICA A TOM NICHOLS
Aunque la mayoría de
los comentaristas ha hablado de las tesis de Nichols en términos encomiosos,
moviéndose como se mueve en el campo de los expertos era de esperar que otro
experto lo criticara.
Stephen Downes es un
investigador afiliado con el Instituto Nacional de Investigación del Canadá,
especializado en el desarrollo de la educación en línea y proponente de la escuela
conectivista que explica el desarrollo del conocimiento
contemporáneo como un proceso de conexión de redes facilitado por internet. En
su ensayo Expertos y autoridad,
publicado en su blog en agosto del 2015, enuncia algunos puntos de desacuerdo
con Nichols.
Presento un resumen a
continuación:
1. Nichols está en lo
correcto cuando critica [a] el criterio de autoridad en casos de desacuerdo
entre expertos o cuando se invoca en favor de alguien que no es experto en el
tema discutido, [b] el elitismo cuando es expresión de una falla social que
permite a los poderosos mantener su posición de predominio y [c] la ruptura de
comunicaciones que impide a la sociedad beneficiarse del conocimiento de
quienes están bien informados,
2. aunque la
democracia no crea un estado de igualdad, debe crear condiciones para trabajar
en esa dirección: mejorar los talentos, destrezas y conocimientos de los menos
afortunados e impedir que los poderosos se aprovechen de su posición para beneficio
personal,
3. la veracidad de la
información es más importante que la fuente donde uno la encuentra (ej., medios
sociales, Google, Wikipedia),
4. el experto
probablemente tiene más conocimientos sobre un tema, igual que un hombre rico
tiene más dinero que uno pobre, pero eso no implica que aceptemos sin discusión
la autoridad moral de ambos,
5. en una sociedad
democrática el papel de los expertos es más sólido cuando pueden responder el
cuestionamiento de la gente informada y no informada,
6. el mundo de los
expertos debe someterse a la crítica más amplia posible para darnos la
oportunidad de distinguir entre lo razonable y lo irracional,
7. los críticos no
informados están probablemente en mejor posición para juzgar si la opinión de
un experto está sesgada por actitudes paternalistas, racistas o etnocéntricas o
si carece de sentido práctico,
8. la opinión de un
experto que contradiga el consenso de sus colegas debe ser revisada con
atención considerando que puede estar equivocado (en el caso de las vacunas) o
que puede tener la razón (en el caso de la talidomida),
9. el experto no
puede pretender que convencerá a todo mundo; hay gente –conocedora o no- que
tiene creencias muy firmes y que no las abandonará aunque la evidencia en
contra sea convincente, por eso el experto debe dirigir sus argumentos al
público en general y dejar que la sociedad como tal decida,
10. es cierto que
algunas personas pueden hacer exigencias irracionales a la ciencia y pedir
pruebas que no existen,
11. la sociedad como
un todo es capaz de identificar la evidencia que da validez a un conocimiento,
aunque muchos individuos no puedan hacerlo,
12. aunque en las
opiniones de los no expertos prevalecen las falacias, ellos están en capacidad
de detectar falacias en la opinión de los expertos,
13. cuando el experto
le da valor a la contribución del no experto ayuda a este a formular sus
objeciones de la mejor manera posible, guiándose por el ‘principio de caridad’
en la argumentación,
14. el hecho de que
cualquiera pueda publicar lo que quiera ha generado una acumulación de basura
en internet pero también ha servido para divulgar información socialmente
importante (ej., Assange, Snowden, Manning),
15. internet ha
creado un espacio para ejercer la libertad de opinión de un
a manera que no
sucedía en el pasado, cuando las elites usaban su influencia en los medios para
protegerse de información que pudiera perjudicarlas y este cambio ha sido
beneficioso para la sociedad,
16. también en el
pasado había un camino asegurado entre las universidades élite (ej. Harvard y
Columbia) y posiciones de poder en el estado que ha sido debilitado por la
influencia que adquieren en los medios sociales personas no egresadas de esas
instituciones, y ese cambio es socialmente beneficioso,
17. la nostalgia que
expresa Nichols por los días en que los estudiantes eran dóciles y confiaban en
sus maestros y en que los expertos eran reverenciados es socialmente
perjudicial porque limita el crecimiento personal y el debate democrático y da
excesivo poder a los expertos que fueron responsables de los excesos del siglo
XX y del desastre que ha sido la guerra de Irak.
14. Tarea crítica del lector
En mi opinión algunas
de las críticas de Downes son válidas pero corresponde al lector juzgar por sí
mismo la validez de los argumentos de ambos autores.
Traducción, resumen y
subtítulos de Luis Mejía
17 de septiembre del 2019
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
[i][i] Profesor de la Escuela Naval de Guerra de los Estados
Unidos y autor del libro El ocaso de los
expertos, el cual no ha sido traducido todavía al castellano.
[ii] Jenny McCarthy es, de acuerdo con
Wikipedia, una actriz estadounidense, modelo, animadora de televisión,
escritora y activista contra la vacunas; afirma que estas producen autismo y
afirma que la terapia de quelación curó a su hijo de autismo: https://en.wikipedia.org/wiki/Jenny_McCarthy
How to Reverse the Assault on Science - By Lee McIntyre
ReplyDeletehttps://blogs.scientificamerican.com/observations/how-to-reverse-the-assault-on-science1/
How America lost faith in expertise and why that is a giant problem - Tom Nichols
ReplyDeletehttps://www.okhumanities.org/Websites/ohc/images/spring%20summer%202018/How%20America%20Lost%20Faith%20in%20Expertise.pdf
Curiosidad, conocimiento y ciencia por Moisés Wasserman
ReplyDeletehttps://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/curiosidad-conocimiento-y-ciencia-columna-de-moises-wasserman-419452
The Meritocracy Muddle
ReplyDeleteBy Eric Posner
\https://www.project-syndicate.org/onpoint/the-meritocracy-muddle-by-eric-posner-2019-09-2
Keilar calls out Rubio for attacking Biden's Cabinet over their education, #CNN #News
ReplyDeletehttps://www.youtube.com/watch?v=KQDBVyAOAHg