Tuesday, July 9, 2013

LENGUAJE OFENSIVO: LEGISLACIÓN Y USO EN PÚBLICO – PARTE I



Tribunal Mexicano Prohíbe el Uso de Dos Palabras

La corte suprema de justicia de México pronunció recientemente sentencia sobre el uso en público de las palabras maricón y puñal. El caso judicial se abrió porque un  periodista escribió que un colega suyo, a quien describió como puñal, permitía que unos maricones fueran columnistas en su periódico.

El periódico Excelsior citó apartes de la decisión. La corte dijo que “Las expresiones homófobas, esto es, el discurso consistente en inferir que la homosexualidad no es una opción sexual válida, sino una condición de inferioridad, constituyen manifestaciones discriminatorias, ello a pesar de que se emitan en un sentido burlesco, ya que mediante las mismas se incita, promueve y justifica la intolerancia hacia la homosexualidad”, y ampliando su concepto sobre la carga agresiva del lenguaje dijo: “Las manifestaciones homófobas son una categoría de discursos del odio, los cuales se identifican por provocar o fomentar el rechazo hacia un grupo social. La problemática social de tales discursos radica en que, mediante las expresiones de menosprecio e insulto que contienen, los mismos generan sentimientos sociales de hostilidad contra personas o grupos”.

Academia Mexicana Niega Competencia al Tribunal

La decisión de la corte mexicana ha sido criticada por miembros de la academia mexicana de la lengua. El diario El Universal dice que el presidente de esta considera absurda la decisión de la corte
“ya que ha intervenido en un tema que no le corresponde, que es el del uso adecuado o inadecuado de la lengua”, que en su opinión “nos quieren prohibir o coartar la libertad de emitir insultos” y que la literatura esta llena de malas palabras.
 
En esta disputa la corte y la academia de la lengua ejemplifican las dos posiciones extremas sobre el tema de si uno tiene la libertad legal de insultar.

Este es un problema que probablemente existe desde cuando la humanidad comenzó a legislarse, es decir a darse reglas de comportamiento obligatorias (unas veces para todos, otras para segmentos de la población) y a hacerlas cumplir. 

Servicios que Presta el Lenguaje

El lenguaje, me parece, ha sido desde que lo inventamos un instrumento para expresar ideas, emociones y sentimientos; para hacerlo hemos inventado las palabras –y con ellas el tono de voz- que mejor nos sirven para comunicar pensamientos abstractos y juicios concretos sobre la bondad y belleza de otros seres humanos, para dejarle saber a los demás que estamos felices, locamente enamorados, satisfechos con lo que tenemos, o para compartir con ellos nuestras frustraciones, iras, odios y dolores físicos y morales. 

Las palabras, entonces, son la materia prima que utilizamos para conversar y hacer literatura, y aquí usamos literatura en el sentido genérico de la palabra que incluye las obras literarias y los escritos propios de un arte o una ciencia, esto es la novela, por ejemplo, y la literatura médica o la literatura agropecuaria.

Creadores del Lenguaje

El problema que ejemplifican bien la corte y la academia mexicanas surge del hecho de que el lenguaje es creado por todos y para todo, eso quiere decir que el vocabulario incluye las palabras del sabio y del zafio, del noble y el patán, del hombre bueno y del hombre malo, de la corte y el mercado, del ecuánime y del rabioso; también las palabras usadas en momentos diferentes de la cultura y la organización social y por eso las hay que reflejan igualdad y desigualdad, dominio y sumisión, paz y reto, honor y vergüenza,  buena crianza y mala crianza, respeto y ofensa. Muchas de estas últimas tienen sentido en el momento y contexto de cada sociedad o grupo humano.

¿Servicios que Debe Prestar la Ley?

Por eso la corte suprema de justicia de México tiene razón en su análisis social y cultural de las palabras que expresan y refuerzan en el pueblo sentimientos de rechazo, discriminación, hostilidad y odio hacia un grupo de personas. Pero la academia mexicana de la lengua pone en duda la competencia del estado para regular el vocabulario de la gente y plantea un problema de otro tipo: ¿corresponde al estado legislar sobre el uso de las palabras? De manera más concreta: ¿se reduce el rechazo social a alguien si el estado prohíbe el uso de palabras discriminatorias? ¿se reduce la hostilidad social si se prohíben las palabras insultantes? ¿aumenta la capacidad de convivencia cívica si se castiga a quien use palabras prohibidas? Y un poco más allá: ¿en qué ámbito se aplica la prohibición del estado a usar ciertas palabras? ¿en la conversación?¿en la literatura?¿en los medios?¿en los centros educativos?

Una situación similar a la mexicana se ha presentado en Colombia donde la corte constitucional ha prohibido el uso del término legítimo para diferenciar a los hijos nacidos dentro de una relación matrimonial de los nacidos por fuera de ella. 

Me he quejado de la vulgarización del lenguaje hablado y de la tolerancia social por el repetido uso de un lenguaje procaz en el trato interpersonal y de uno vulgar y desobediente de la gramática en los medios de comunicación de masas. Eso no implica que abogue por una intervención del estado en ese campo. No faltaría más. La gente se comunica usando tanto las palabras como el tono de la voz y el gesto; los insultos cambian con el tiempo; el uso excesivo de una palabra le hace perder impacto emocional; el tono con que se diga una palabra le restaura el poder de mover emociones. En ninguno de esos campos es legítima la autoridad del estado para permitir o prohibir. 

En última instancia –y esta es una instancia de gusto, tono y respeto por el sentido de las palabras cuyo tribunal es el medio social- hay un lugar y momento para todas las palabras que hemos creado, como lo muestran Cervantes, Quevedo, Vargas Vila y Fernando Vallejo, quienes las usan para dar énfasis, ilustrar un punto, marcar la diferencia entre el eufemismo y el nombre real de las cosas, imitar el lenguaje de la plebe y darle más fuerza a sus palabras. 

Por supuesto que uno puede usar la palabra –y no siempre una palabra soez- para insultar y ofender, como lo puede hacer con una higa o haciendo pistola con los dedos. Eso es parte de la interacción humana. Como lo puede ser la reacción violenta –verbal o físicamente- de la persona ofendida. A lo más el estado puede invocar el lenguaje usado como prueba y agravante, o atenuante, de la riña que ocurra. Pero que cada cual use el lenguaje como a bien tenga y le ponga el pecho a las consecuencias de lo que dice y como lo dice.

¿El Derecho a Ser Vulgar?

Por eso es interesante la querella que alguien ha iniciado ante la corte constitucional colombiana contra una disposición legal que reza: “Los espectadores [de espectáculos públicos] están obligados a guardar la compostura y el decoro debidos”. La persona querellante alega que al prohibir la opción de perder la compostura y el decoro esta norma viola la dignidad humana y desconoce el derecho de los ciudadanos a la igualdad y el libre desarrollo de la personalidad. En otras palabras, esta persona reclama la libertad, por ejemplo, de usar palabras y gestos insultantes en público como uno de los derechos que le permiten definirse como miembro de la sociedad. Lo que no dice es la conducta que espera de los demás espectadores: ¿tendrán el derecho de perder la compostura y el decoro junto con ella aunque no lo hagan de la misma manera?¿tendrán el deber de permanecer indiferentes si no les gusta lo que ven en sus vecinos?

Este tema tiene muchos aspectos y para dar a mis lectores la oportunidad de discutirlos quiero copiar la opinión ilustrada de otros comentadores.

Quiero empezar con un artículo muy erudito de SERGIO TÉLLEZ-PON, literato, profesor universitario y editor mexicano, quien escribió criticando a la corte suprema mexicana.

Luego transcribo los comentarios, eruditos y juguetones, del también literato y profesor universitario CARLOS VIDALES.

Luis Mejía –  8 de julio del 2013
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

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