Publicado originalmente en RAZÓN PÚBLICA
Domingo, 27 de Enero de 2013
Un discurso inspirador, estructurado y anclado en la
tradición de los padres fundadores contrasta con la fría realidad de Estados
Unidos: no ha logrado salir de la crisis económica, el consenso bipartidista se
rompió y su influencia en el mundo declina.
El sentido de la historia
El discurso de Barak Obama — presidente reelegido de
Estados Unidos — en la ceremonia oficial de posesión el pasado 21 de enero
estuvo cargado de símbolos y de guiños históricos: ya se convirtió en
referencia obligada para el futuro, cuando se evalúe su gestión de gobierno.
El trabajo de un presidente incluye administrar la
cosa pública, encarnar la dignidad de la Nación y dar voz y sentido a la visión
que su pueblo tiene del destino común. El presidente Reagan, por ejemplo, lo
hacía en su estilo afable y en un lenguaje de libreto de cine que conectaba
bien con la mentalidad simplista de las masas.
El presidente Obama — intelectual, académico,
constitucionalista — apela a la inteligencia y al sentido de la historia de su
audiencia.
Discurso bien armado
En su discurso de posesión pudimos observar una
construcción formal impecable:
-En la introducción, preparó a sus oyentes mediante
una invocación de la Constitución y de la Declaración de Independencia, donde
evocó los ideales de igualdad y de libertad que han inspirado los mejores
momentos de la historia nacional y una lista de las aspiraciones populares que
aún están pendientes de realizar.
- En el medio, despertó una intensa emoción colectiva
al mencionar los lugares que la imaginación popular asocia con la lucha por la
igualdad de las mujeres (Seneca Falls), con los derechos de los
afroamericanos (Selma) y con el respeto a los homosexuales (Stonewall)
para desembocar en una secuencia que empieza “Nuestra lucha no estará terminada
hasta que…”, repetida cinco veces para hacer visibles los sectores
sociales que el resto del país ha dejado atrás.
- Al final, reafirma la fe en los ideales del pasado,
el orgullo en los avances sociales y políticos logrados, los retos de una lucha
noble y la confianza en el futuro.
Su lectura del discurso fue efectiva. Él proyecta un
aire de autoridad con la cadencia de la voz, la mesura en los movimientos de
las manos, la gravedad de su expresión y la dosis correcta de emoción en los
momentos claves del texto.
We the people
Hubo un tema dominante: el esfuerzo colectivo y la
solidaridad social — los ciudadanos trabajando unidos y ayudándose unos a otros
— hacen y harán de Estados Unidos un país libre, próspero e igualitario.
Repitió dos palabras muchas veces: nosotros y juntos.
Algunos críticos opinaron que el presidente se
presentó como un tirano en potencia al hacer uso del plural mayestático.
Es una lectura equivocada: al hablar de “nosotros” lo hizo inmediatamente
después el preámbulo de la Declaración de Independencia: “Nosotros [el pueblo]
declaramos como verdad evidente que todos nacemos iguales…” De
manera que las aspiraciones de los fundadores de la república se prolongan
retóricamente en las aspiraciones populares de hoy.
El presidente enunció algunas áreas de acción para su
segundo periodo:
- el déficit fiscal,
- la economía,
- el empleo,
- la infraestructura,
- el sistema impositivo,
- la educación, investigación e innovación
tecnológica,
- el cambio climático,
- la inmigración,
- la seguridad social,
- la discriminación salarial de la mujer,
- la desigualdad jurídica de los homosexuales,
- los derechos políticos de las minorías,
- la población económicamente vulnerable,
- la terminación de las guerras pendientes,
- la promoción de la democracia y el desarrollo en el
resto del mundo.
No se comprometió con una acción específica sobre
ninguno de estos puntos. No era su intención. Lo que hizo fue esbozar una
visión del país que quieren las mayorías que votaron por él. Probablemente en
su discurso sobre el estado de la unión presentará sus planes concretos,
el próximo 12 de febrero.
Una visión sin ataduras
El discurso — con los tópicos ya tradicionales de
excepcionalismo y embellecimiento de la historia nacional — parece tener dos
propósitos: de un lado, dejar claro quién ganó las elecciones y, de otro, fijar
una visión de la Nación para los próximos años.
Los políticos republicanos acusan al presidente de
tomar decisiones unilaterales y partidistas y de excluirlos de la discusión del
proyecto nacional. Parecen no haber entendido que el discurso presidencial
encarna una visión antagónica a la que ellos presentaron en la campaña
presidencial y que rechazó la mayoría de los electores.
Por su parte, el presidente parece entender ahora sí
que la oposición republicana a una administración demócrata – y a la suya en
particular por ser negro – no admite compromiso o colaboración: se siente libre
para definir la agenda política y la orientación de su gobierno. Pero es obvio
que este discurso no define la agenda gubernamental, solo ofrece una visión ideal
del país.
El presidente Obama tendrá que negociar con los
legisladores republicanos — o por lo menos con los menos recalcitrantes entre
ellos — para poder gobernar efectivamente. De hecho, lo anticipa al decir que
“no necesitamos terminar de una vez por todas el debate sobre el papel
del gobierno”. Después de todo, ellos seguirán siendo mayoría en la Cámara de
Representantes.
La economía sigue mal
Un tema que tendrá alta prioridad en estos cuatro años
es la política económica. La crisis fiscal galopante, que se refleja en
el elevadísimo nivel de la deuda pública, resulta del desfase descomunal entre
gastos e ingresos gubernamentales. Aunque los medios subrayan el problema del
nivel federal, éste se extiende a las finanzas de los estados y de los
municipios.
El partido republicano pretende reducir los
impuestos y cortar drásticamente los gastos, especialmente los de bienestar
social, dando la espalda al fraude y al desperdicio que ocurren en el
presupuesto militar y de seguridad nacional. Los demócratas quieren subir
los impuestos de los más ricos y evitar la reducción en los gastos sociales.
Durante su primera administración, el presidente quiso
contemporizar con los republicanos y propuso una acción limitada con respecto a
impuestos y gastos sociales; su oferta no satisfizo al sector más fanático del
partido y no hubo acuerdo. Las negociaciones que habrá necesariamente entre el
gobierno y el partido de oposición deben equilibrar la reducción de la deuda y
estimular el crecimiento de la economía.
La actividad económica todavía se está recuperando de
la recesión provocada por el colapso del sistema financiero y del mercado de
vivienda en 2007. La empresa privada – y el sector financiero, en particular –
tuvieron buenas ganancias el año pasado. La deuda privada – tanto empresarial
como de los hogares – se ha reducido.
Se estima una tasa de crecimiento del PIB entre 1,7 y
2 por ciento para 2012 y de 2,5 a 3 por ciento para 2013. Un nuevo ciclo de
inversión, de contratación de mano de obra, de compra de vivienda y de consumo
puede resultar de esta disponibilidad de fondos y de las bajas tasas de interés
predominantes.
Suponiendo que va a encontrarse una solución razonable
a la crisis fiscal, la economía seguirá siendo vulnerable frente a las bajas
tasas de ahorro doméstico, a la escasa generación de riqueza real – en
contraste con la riqueza de papel generada por el sector financiero y
por los especuladores de la bolsa – y a la crisis económica europea.
Por eso cabe esperar que haya interés en explotar
mejor los beneficios de los tratados de libre comercio existentes y que se
celebren otros con el mismo propósito, como la iniciativa transpacífica que se
negocia en secreto y sin discusión ciudadana.
Empleo y salario son condiciones sine qua non
para mejorar la vida de la población. El Departamento del Trabajo ha calculado
la tasa de desempleo en 7,8 por ciento para fines del 2012. Cálculos
independientes esperan que baje al 7,1 por ciento para el 2014. Entretanto, la
generación de empleo seguirá a ritmo lento y concentrada en el sector
servicios, donde los salarios tienden a ser bajos y los trabajadores no
calificados.
En 2012 se registró un aumento del 2,1 por ciento en
el salario promedio por hora y para 2013 no se anticipan cambios en el
salario mínimo aunque varios estados ya lo han subido o planean hacerlo.
A falta de un programa masivo de obras públicas, el
gobierno federal tendrá poca capacidad para crear empleos; sin embargo,
decisiones equivocadas con respecto a la crisis fiscal pueden tener un impacto
negativo.
Las relaciones internacionales
Es probable una reforma de las leyes de migración en
el curso del año. La primera administración Obama deportó más inmigrantes
indocumentados que los gobiernos anteriores. Aún así, los latinos aportaron el
margen de votos que le permitió ganar las elecciones. Asumió el compromiso de
solucionar el problema de los indocumentados.
Es posible que el liderazgo republicano, duramente
golpeado por el rechazo electoral latino, considere conveniente apoyar esta
iniciativa. Están por definirse las modificaciones a las leyes de inmigración y
los términos para normalizar el status de los inmigrantes indocumentados.
La agenda internacional presentará retos
excepcionales. La situación fiscal y las condiciones económicas internas
forzarán una congelación de gastos militares y de ayuda al desarrollo.
Por esto, el gobierno dará prioridad a la diplomacia
en el manejo de las crisis de los próximos años. En zonas de conflicto armado
probablemente intensificará el uso de aviones de combate teleguiados.
Varios frentes de las relaciones internacionales
requieren atención inmediata:
-Negociar la presencia estadounidense en la economía y
la seguridad nacional de Iraq y de Afganistán;
-Definir las condiciones de exclusión o colaboración
de otros estados en sus asuntos internos,
- Mantener la presión sobre las pretensiones nucleares
de Irán y Corea del Norte;
- Anticipar un posible conflicto entre China y sus
vecinos –con quienes Estados Unidos tiene tratados de defensa mutua- por
rivalidades territoriales.
- En el conflicto israelí-palestino, las opciones son
limitadas por la desconfianza entre las partes y el comportamiento insultante
del primer ministro Netanyahu hacia el presidente Obama.
- La economía estadounidense puede verse afectada por
la crisis europea.
-El colapso de los estados africanos puede perturbar
el mercado internacional de materias primas, crear oportunidades para el
terrorismo anti-occidental y exigir la presencia del ejército estadounidense
para mantener apariencias de estabilidad.
-El cambio climático exigirá trabajar con los países
subdesarrollados que consideran la protección del medio ambiente un obstáculo a
su progreso.
-Y América Latina ha empezado a tomar distanciar
frente a la guerra contra las drogas.
Todo esto pondrá a prueba la habilidad de Estados
Unidos para promover paz y libertad, desarrollo económico, comercio
internacional y democracia, además de sus propios intereses.
Luis
Mejía – 27 de febrero del 2013
Reproducido
de Razón Pública en blogluismejia.blogspot.com
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