Wednesday, February 27, 2013

ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS: LA RECTA FINAL



Publicado originalmente en RAZÓN PÚBLICA
Domingo, 19 de Agosto de 2012 

Las campañas disparan dardos y cañonazos, pero el debate de fondo sigue ausente. El ganador es incierto pero se juegan el papel del Estado y el porvenir de la política social.


Agitación y propaganda
 
El próximo 6 de noviembre, más de 230 millones de ciudadanos tendrán que escoger entre el presidente en ejercicio, Barak Obama –demócrata, quien aspira a ser reelegido– y Mitt Romney, republicano. Sus compañeros de plancha como candidatos a la vicepresidencia son Joseph Biden y Paul Ryan, respectivamente. Hay otros candidatos, pero carecen de presencia nacional. 

Las campañas son operaciones combinadas de agitación y propaganda. Los candidatos manipulan las emociones de los votantes con fragmentos de información, generalizaciones ilógicas, mensajes subliminales, distorsiones de la realidad, acusaciones mutuas de impropiedad y falta de urbanidad, y descripción del opositor en términos que causen rechazo. 

El discurso de campaña se va estructurando a base de pequeños explosivos verbales (“sound bites” los llaman en inglés), fácilmente reproducibles en los medios y en la conversación de la gente, cargados con mensajes al alcance del votante más intonso. 

Los medios validan la trivialización temática y la radicalización emocional, cubriendo las campañas superficialmente. En las últimas semanas, los temas más mencionados han sido la personalidad de los candidatos, el déficit fiscal, las tasas de impuestos, el nivel de desempleo y la asistencia pública. 

Los problemas de Obama
 
El presidente es vulnerable a los ataques personales. Los republicanos ponen en duda su “americaneidad”. Ha sido acusado de haber nacido fuera de los Estados Unidos y haber falsificado su registro de nacimiento, de practicar la religión de los activistas musulmanes anti-estadounidenses y, horror de horrores, de ser socialista. Socialista para los republicanos es cualquier iniciativa enderezada a remediar la pobreza o a limitar la libertad de acción de los administradores de empresas. 

El presidente ha tenido que asumir el costo político y económico de las iniciativas fracasadas de su antecesor. Ahora son suyos temas como las guerras de Afganistán e Irak, el rescate del sistema financiero, el déficit fiscal agravado por estas políticas y por los recortes de impuestos para los sectores más ricos, y los métodos irregulares para perseguir a los enemigos de Estados Unidos. 

Al principio de su presidencia Obama cometió un error estratégico. Tratando de modificar el clima de fricción y de antagonismo de la administración Bush, Obama ofreció un gobierno de consenso y de entendimiento bipartidista. En prueba de su buena fe, disolvió las redes de movilización social y de activismo comunitario que le habían ayudado a ganar las elecciones, con un 53 por ciento del voto popular. 

Pero los republicanos interpretaron este gesto como pusilanimidad de Obama y se fortalecieron en la decisión de trabajar para que éste fuera “presidente de un solo período”, como dijo uno de sus líderes. 

Han saboteado sus iniciativas legislativas y han bloqueado el nombramiento de funcionarios del gobierno y del sistema judicial que requieren aprobación del congreso. Y lo acusan de ineficiente e incapaz de gobernar.
Le critican su falta de experiencia en los asuntos del Estado. Viniendo de quienes eligieron a Reagan y a George W. Bush, cuya ignorancia era legendaria en general y específicamente en asuntos domésticos y en relaciones internacionales, se puede poner en duda su sentido del juego limpio. 

Palos para Romney
 
Mitt Romney también ha sido criticado por su inexperiencia. En un viaje reciente a Israel dio un respaldo incondicional a la política guerrerista del gobierno de ese país, sin anticipar las consecuencias para Estados Unidos. 

Como promotor de inversiones, ha atraído críticas por su cercanía con inversionistas centroamericanos vinculados con paramilitares asesinos, el despido de trabajadores, la exportación de empleo a otros países y el hecho de que en su vida de empresario jamás arriesgó un centavo propio ni estuvo en peligro de quedar desempleado. 

Su renuencia a publicar la información correspondiente a más de dos años de su declaración de renta ha abierto una tercera línea de ataque: dispone de un capital de más de 230 millones de dólares –parte del cual se encuentra escondido en paraísos fiscales– y obtuvo ganancias personales de 21 millones de dólares en el 2010, pero solo pagó impuestos por un valor correspondiente a una tasa del 15 por ciento, la misma que se le aplica a un obrero no calificado con ingresos inferiores a 45.500 dólares. En su defensa ha alegado que paga diezmos a su iglesia y que de todos modos ha pagado millones en impuestos a una tasa no inferior al 13 por ciento

Es probable que estos ataques no tengan influencia en la decisión de los que votan por rechazo personal frente a Obama y al progresismo limitado que representa. En contraste con Romney, Obama declaró un ingreso neto de 790.000 dólares en el 2011 y pagó impuestos a una tasa del 20,6 por ciento. 

El déficit fiscal
 
El tema del déficit fiscal no se presta para una discusión detallada en la campaña. Las cifras son astronómicas: del orden de billion (miles de millones de dólares, en español). La realidad, como lo dijo David Stockman, director de presupuesto de Reagan, es que “nadie entiende esos números”. 


 
Mitt Romney considera que el déficit y la deuda debilitan la economía, pero es vago al hablar de recortes de gastos: ha propuesto bajar los gastos en promoción de la cultura y las artes, que representan menos del 1 por ciento del presupuesto. 

Paul Ryan tiene un plan más comprensivo. Propone conservar intacto el presupuesto militar, reducir las tasas de impuestos para las personas naturales y jurídicas más ricas y cortar drásticamente todos los gastos sociales. 

Esta propuesta tiene acogida en sectores muy pobres de la población y es entendible: prácticamente todo el mundo conoce a alguien que ha abusado del sistema de bienestar social, pero muy pocos conocen a los inversionistas y a los administradores del complejo industrial–militar. 

Las tasas de impuestos juegan un papel central en los paquetes de reducción del déficit federal:
  • El presidente propone un sistema progresivo de impuestos, con tasas más altas para quienes ganan más.
  • Romney, por su parte, considera que tasas bajas para todo mundo estimulan la economía y propone eliminar el impuesto a las sucesiones. En lo poco específico que dice de temas económicos es heredero de las nociones de “economía del goteo” y la “curva Lefferts” que permitieron al presidente Reagan declararse economista entendido.


 
El desempleo
 
La tasa de desempleo para julio de este año se calculó en 8,3 por ciento, por debajo del 11 por ciento registrado en febrero último. 

Romney ha dicho que desde su fondo de inversiones creó 100.000 empleos dentro de los Estados Unidos. Este cálculo no ha sido verificado por quienes han estudiado las compañías que se declararon en bancarrota, redujeron su mano de obra o movieron su producción fuera del país mientras las controlaba el fondo. 

Un gobierno puede hacer poco para generar empleo, fuera de aumentar la nómina oficial o crear incentivos que aumentan el gasto o reducen el ingreso. La gente juzga al gobierno en relación con estos números y acepta con entendible ilusión las promesas de la oposición de que los mejorará si le dan la oportunidad. 

Gasto social y gasto militar
 
Desde la elección del presidente Reagan los republicanos han buscado respaldo electoral para desmontar el legado de los dos presidentes Roosevelt: el intervencionismo estatal de Theodore y el bienestar social de Franklin. 

Theodore impulsó leyes para proteger la libertad de los mercados internos, reducir el poder de los monopolios, mejorar las condiciones físicas de trabajo y regular la higiene en el procesamiento industrial de alimentos. 

Franklin sentó las bases de la seguridad social para los ancianos, puso en marcha programas para aliviar el desempleo, la caída de la producción agrícola y la parálisis industrial que caracterizaron la Gran Depresión de 1930 y estimuló el movimiento sindical para que los trabajadores tuvieran algún poder de negociación frente a los conglomerados empresariales. 

La agenda social de los Roosevelts sigue siendo progresista. Romney y los republicanos la rechazan con el pretexto de balancear el presupuesto federal y hacer competitiva la economía. 

El presidente Obama y los demócratas hacen tibios esfuerzos por defenderla y conservarla. Pero ambos candidatos y ambos partidos, defienden los gastos de defensa, que en el 2012 representan el 24 por ciento del presupuesto; la contribución de este rubro al gasto superfluo, la duplicación de tareas, el enriquecimiento indebido y la deuda pública no ha sido denunciada tan intensamente como la de los gastos sociales. 

El debate de ideas puede ser superficial pero el control del presupuesto es real. Eso explica el dinero que se invierte en el proceso. Según el New York Times, hasta el mes de junio los dos partidos habían gastado 719 millones de dólares: los demócratas llevaban una pequeña ventaja. Grupos no controlados directamente por los partidos habían gastado otros 60 millones, la mayor parte en ataques contra el presidente Obama. 

Sin tendencia clara
 
Hasta el momento de escribir este artículo no se perfila un claro ganador. El Wall Street Journal mantiene una tabla informativa donde combina los resultados de las encuestas sobre intención de voto:
  • El presidente Obama llevaba una ventaja del 5 por ciento sobre Romney en enero, del 6 por ciento en mayo y del 4 por ciento en junio.
  • Romney ha tenido la ventaja, aunque menor, en algunos momentos. Con todo, como sabemos los colombianos, las encuestas políticas tienen un buen poder predictivo ex post facto.
Considerando los intereses que están en juego, muchos desearíamos el triunfo de Obama. Personalmente considero que la agenda progresista de los Roosevelts – aún en lo poco que sobrevive en su gobierno – es mucho mejor que el darwinismo social, el fundamentalismo religioso y la ignorancia científica e histórica que reflejan Mitt Romney y su equipo.

Luis Mejía – 27 de febrero del 2013
Reproducido de Razón Pública en blogluismejia.blogspot.com





























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