Monday, June 6, 2016

UNIVERSIDAD Y LIDERAZGO PARA EL PROGRESO - I


LIDERAZGO Y EDUCACIÓN EN PAÍSES RICOS Y SUBDESARROLLADOS: MODELO CRÍTICO DE CHINUA ACHEBE

“En mi opinión no hay problema que vaya a ser enfrentado y mucho menos solucionado si falta un buen liderazgo”.

Nota al lector: Este es un ensayo sobre liderazgo fallido.

El papel social del liderazgo

Chinua Achebe, uno de los grandes intelectuales africanos del siglo XX, habló de universidad y liderazgo en una conferencia convocada por la Universidad de Nigeria en 1988. En su charla trató de responder la pregunta de por qué Nigeria no ha logrado el desarrollo y prosperidad que están a su alcance dados sus recursos humanos y naturales.

En su presentación se refirió al liderazgo como el colectivo de dirigentes no como la capacidad y arte de dirigir y desarrolló los siguientes puntos:

1. El momento cultural, económico y político de un pueblo es determinado por una combinación de liderazgo, seguidores y sistema organizador del entorno social;

2. De estos tres factores el más importante es el liderazgo pues históricamente son los líderes los que guían a las masas y piensan, diseñan y convierten los modelos sociales abstractos en instituciones reales;


3. Un liderazgo ignorante, incompetente y corrupto ni enfrenta ni soluciona los problemas de desarrollo de un país;

4. Los seguidores tienen el papel de escoger a los líderes y mantenerlos vigilados, en los lugares donde exista esa oportunidad;

5. El que quiera ser líder debe entender que va a asumir una misión social que requiere niveles de inteligencia, carácter, habilidad, competencia, capacidad de coordinar el trabajo de otros y salud física no necesarios en la vida de un ciudadano del común;

6. El ciudadano que no aspira al liderazgo tiene derecho a criticar las faltas y limitaciones físicas, intelectuales y morales del líder y no tiene por qué inhibirse respondiendo la pregunta de ¿qué haría si estuviera en su posición?

7. El liderazgo funciona dentro de un orden jerárquico o elitista que incluye cúpula, mandos medios y seguidores;

8. El liderazgo puede ser genuino o impostor según sean los intereses que sirven y los mecanismos de reclutamiento de sus miembros;

9. El liderazgo es genuino cuando es ejercido por personas competentes, que asumen los retos de su papel y dan ejemplo personal de servicio a los intereses de la nación; es impostor cuando lo ejercen individuos no calificados pero bien conectados, beneficiarios de una cultura de tolerancia de la mediocridad dentro de las élites mismas;

10. La universidad tiene la tarea de sembrar semillas de ilustración y excelencia en toda la nación; en ella, en algún lugar, se preparan los líderes del futuro y en ellos fructificarán esas semillas;

11. La universidad también opera bajo un liderazgo que o la hace eficiente o la incapacita para realizar su misión;

12. El subdesarrollo de Nigeria no es un resultado de defectos en el carácter del pueblo nigeriano o de falta de recursos naturales sino de liderazgo inepto.


UNIVERSIDAD Y LIDERAZGO

Por Chinua Achebe[i]

Problemas nacionales: Diagnóstico y discusión

Hay una anécdota sobre la llegada de Bernard Shaw al puerto de Nueva York cuando se viajaba por mar. Se cuenta que no había acabado de desembarcar y ya los periodistas lo asediaban. Antes de que alguno de ellos pudiera abrir la boca Bernard Shaw se anticipó y los dejó callados a todos. Ni me pregunten qué tienen que hacer para salvarse; ya se los dije la primera vez que vine y no lo han hecho.

El debate nacional que nos han impuesto nuestras fuerzas armadas me hace sentir en una situación muy parecida. Sabemos lo que tenemos que hacer pero nos negamos a hacerlo. En cambio, nos dedicamos a echar discursos grandilocuentes –echando al aire palabras domingueras- como si el problema fuera que no peroráramos lo suficiente. Por eso rehusé o ignoré las invitaciones para participar en la farsa.

Ahora la Universidad de Nigeria me ha pedido que participe en un debate “organizado únicamente para la universidad como una comunidad integral de la familia nigeriana, con la misión de estar en el centro y no en la periferia de los vida de Nigeria”. No pude negarme a este llamado que viene prácticamente de mi misma casa.

Me encargaron que reflexionara sobre el problema de liderazgo, un tema sobre el cual mi posición es probablemente bien conocida en Nigeria. Es como si los organizadores de este foro me retaran a revisar las abundantes críticas de lo que he dicho.

Liderazgo competente: Clave del progreso nacional

Un librito mío titulado El problema de Nigeria[ii], publicado en vísperas del segundo período presidencial de Shehn Shagari, empieza así:

El problema que tiene Nigeria es simple y llanamente una falla de liderazgo. No hay ninguna debilidad fundamental en el carácter del pueblo nigeriano. Nada tienen de malo el suelo, el clima, el agua, el aire o cualquier otra cosa en Nigeria. El problema de Nigeria es una falta de voluntad de sus líderes, una incapacidad suya de ponerse a la altura de sus responsabilidades, de aceptar el reto de dar el ejemplo personal que es la marca del liderazgo verdadero.

De todos los problemas de Nigeria es el de liderazgo el que ocupa y ha ocupado mi mente todo el tiempo.

Ese librito mío también identifica otros problemas, como el tribalismo, la corrupción, la indisciplina, la injusticia social, la tolerancia con la mediocridad, etcétera. Pero en mi opinión no hay problema que vaya a ser enfrentado y mucho menos solucionado si falta un buen liderazgo.

Liderazgo, masas, sistema socioeconómico

Hay dos críticas a mi posición que considero suficientemente válidas como para merecer respuesta: 1) que mi manera de ver la situación nigeriana es elitista porque se enfoca en el grupo líder y no en el común de las masas, y 2) que mi diagnóstico se equivoca al atribuir los problemas nigerianos a individuos y no al sistema político y económico.

Por mi parte reconozco que la ecuación del desarrollo nacional tiene tres componentes: sistema, líder y seguidores. En un mundo ideal los tres se combinarían armoniosa y eficientemente. Obviamente Nigeria no pertenece a ese mundo ni está en camino de llegar a él. Al contrario. Parece que fuera en la dirección opuesta, hacia un mundo de malos sistemas, mal liderazgo y malos seguidores.

La pregunta que nos podemos hacer entonces es: ¿cómo podemos cambiar de camino ya mismo? En otras palabras, ¿dónde empezamos para que tengamos mejores probabilidades de éxito? ¿Cambiamos el sistema nigeriano, cambiamos el estilo nigeriano de liderazgo o cambiamos el corazón de ciento veinte millones de nigerianos?

Sistema socioeconómico

Quienes dan prelación al sistema sostienen que un buen líder no puede surgir y permanecer si no hay una  buena organización político-económica y que sin esta tampoco habrá una buena masa de seguidores.

Yo no soy ajeno al encanto de este argumento y reconozco que puede ser seductor, especialmente cuando es defendido por inteligencias superiores.

Recuerdo haber oído a C.L.R. James, autor de Los jacobinos negros, en una conferencia que dio en la Universidad de Massachusetts sobre sistemas. James era un erudito pensador marxista. Sostenía una teoría muy atractiva. Decía que durante la Gran Depresión los Estados Unidos tenían la opción de escoger entre dos ciudadanos valiosos, Franklin D. Roosevelt y Paul Robeson.

Roosevelt prometía remendar el debilitado sistema capitalista estadounidense; Paul Robeson, una persona mucho más brillante, proponía acabar con el sistema. Por supuesto los Estados Unidos escogieron a Roosevelt y tiraron a Robeson a la  basura. El resultado, aseguraba James, fue Watergate, un escándalo que afectaba profundamente a los Estados Unidos en los días de su conferencia.

Y luego, con hipérbole típica, James aseguró ante su audiencia hipnotizada que si el mismo Jesucristo hubiera bajado del cielo con sus discípulos para hacerse cargo de la Casa Blanca Watergate hubiera sucedido igual.

Lo que estaba diciendo, efectivamente, era, de una parte, que el sistema capitalista estadounidense no era viable y, de otra, que lo importante por encima de todo eran los sistemas. A la vista está que esa afirmación era propia de un   doctrinario.

Es posible que hoy en día los programas de reconstrucción social del “New Deal” de Roosevelt y la reestructuración que hizo de las instituciones financieras de Estados Unidos –en especial la creación de la Corporación Federal para Aseguramiento de Depósitos (FDIC en su sigla inglesa)- no sean tan revolucionarios como la gente creyó en su día, pero quien los vea como simples arreglitos del sistema es su adversario declarado. Y quien esto sostenga debe demostrar no solo por medio de abstracciones intelectuales sino mencionando un sistema en alguna otra parte del mundo que pueda mostrar resultados mejores y una ausencia total de escándalos.

En mi opinión el problema de darle prelación a los sistemas estriba, sin embargo, en la imposibilidad de explicar cómo un sistema abstracto puede llegar a existir de manera autónoma. ¿Caería del cielo y operaría por sí mismo? ¿Hubiera escogido Tanzania el camino socialista al desarrollo si Nyere no hubiera estado allí? Y Kenia, el país del lado, ¿se hubiera hecho capitalista si su líder hubiera sido Oginga Odinga en lugar de Kenyatta?

Cuando la gente habla a la ligera de sistemas óptimos olvida que se está refiriendo a creaciones políticas, resultado de evolución o revolución, que se han consolidado en otros lugares y épocas bajo líderes de esos tiempos y lugares o bajo sus antecesores.

A Lenin y a Castro, para poner dos ejemplos, no les hubiera pasado por la cabeza dejar de lado el factor liderazgo al pensar y diseñar su sistema y al convertir modelos sociales abstractos en instituciones reales. Estos son roles ineludibles del liderazgo político e intelectual.

Por supuesto que uno puede argumentar que todo este asunto ya ha sido pensado comprensivamente en alguna otra parte y por otra gente y que nosotros, los recién llegados, no necesitamos inventar la rueda, como se dice. Pero esa es una afirmación que no podemos aceptar.

Masas o seguidores

No necesitamos gastar mucho tiempo discutiendo los argumentos sobre la prelación de los seguidores. Sea suficiente con decir que no se conoce ninguna empresa humana que la masa de los seguidores haya logrado realizar poniéndose al frente de sus líderes.

El cliché de que los pueblos escogen los líderes que se merecen es una exageración útil. Útil en el sentido de que le recuerda a la población en general la necesidad de estar alerta al escoger sus líderes. En los lugares donde tiene la oportunidad de hacerlo. Y de mantenerlos bajo constante vigilancia.

Pero ir más allá de eso y sugerir, como lo hace mucha gente en este país, que cuando un líder engaña o resulta incapaz de liderar es porque los nigerianos no son patriotas o son un pueblo difícil de gobernar, o que cuando un líder se deja sobornar no debe condenarse más severamente que al sobornador, es una completa falta de entendimiento de lo que significa ser líder.

Liderazgo como misión social

El liderazgo es un encargo sagrado, igual que el sacerdocio en religiones civilizadas y humanas. Nadie se debe meter a hacerlo a la ligera o sin pensarlo. El papel de líder demanda cualidades mentales y disciplina física superiores a las que necesita un ciudadano común y corriente.

Cualquiera que se ofrezca a la sociedad como candidato, o se deje proponer como candidato, a una posición de liderazgo tiene que ser conocedor de las demandas extraordinarias de ese papel y si tiene dudas sobre su capacidad debería rehusarse a asumirlo.

Uno oye a veces a los defensores de un mal liderazgo preguntar a los críticos si puestos en el lugar del líder ellos lo harían mejor. Es una pregunta muy boba. La respuesta es que el crítico ni está en la posición del líder ni está aspirando a ella y no es procedente preguntarse si la desempeñaría mejor.

Un editorialista puede criticar con razón al piloto que se estrella por descuido o incompetencia o al médico que mata a un paciente por administrarle mal las drogas sin necesidad de demostrar que puede pilotear un avión o formular medicinas.

Liderazgo y elitismo

Hay un factor elitista que es indispensable en el liderazgo. A su turno, el liderazgo mismo es indispensable en cualquier agrupación de seres humanos que quiera lograr los resultados que se propone.

Cuando un grupo se compromete en una empresa difícil o se propone lograr un objetivo arriesgado, como el de construir nación, se hace más urgente la necesidad de un liderazgo competente. Es similar a la situación de un capitán que asume control sobre “los que a la mar se hicieron en sus naves” (Salmo 107, 23) o sobre los que suben a las nubes en aeroplanos.

Aún una nación ya consolidada entregará poderes especiales a su líder en tiempos de crisis sin que importen sus instintos democráticos de tiempos normales. El complejo industrial empresarial de los Estados Unidos, fieramente independiente como era, puso su destino en manos del presidente Roosevelt durante la Gran Depresión.

Liderazgo y jerarquía

Cuando hablamos de liderazgo generalmente nos referimos al de tipo político. Esto es de esperar. En circunstancias normales las instituciones políticas proveen el marco dentro del cual funciona la sociedad humana.

Hay otros tipos de liderazgo que operan dentro del marco político: militar/industrial, intelectual, artístico, religioso, etc. Cada uno de estos subgrupos desarrolla sus propias reglas y establece una jerarquía que incluye la cúpula, un equipo más o menos cerrado de mandos medios y la masa de seguidores.

Este modelo puede describirse como elitista.

Desafortunadamente ‘élite’ se ha convertido en una palabra fea en el hablar contemporáneo. Era inevitable y además deseable que al diseminarse los principios democráticos por el mundo los sistemas elitistas heredados del pasado inmemorial de la humanidad fueran sometidos, igual que cualquier otro valor y costumbre recibidos, a revaluación y escrutinio crítico.

Pero en el mundo de hoy los lemas fáciles desplazan aceleradamente el pensamiento crítico. Eso, por ejemplo, ha pasado con la palabra élite, ejemplo de una palabra útil que ha sido manipulada hasta el punto en que ya no nos ayuda a pensar sino que, al contrario, nos impide hacerlo. Quizá la sombra que ha caído sobre esa palabra no es completamente inmerecida. Es más probable que una palabra que llegue a ser abusada cuando el concepto que representa se ha corrompido.

Jerarquía e idoneidad personal

Me gustaría hacer un examen somero de los usos y abusos de un sistema elitista proponiendo como ejemplo los ejércitos nacionales. Un ejército es, por supuesto, una de esas organizaciones humanas donde debe haber un liderazgo claro y cierto. La jerarquía es necesaria y rígida. Aún los ejércitos de las “democracias populares” han sido incapaces de  borrar la línea que separa al que comanda del que obedece.

Los ejércitos, pues, tienen una jerarquía sin la cual no pueden existir. Además, la mayoría de los ejércitos modernos han creado cuerpos élite, encargados de atacar, destruir obstáculos especialmente difíciles y seguir adelante mientras las tropas regulares se encargan de las actividades militares de rutina. Los miembros de los cuerpos élites reciben mejor paga que las tropas regulares y se benefician de gabelas y prerrogativas que los recompensan por los esfuerzos extraordinarios que hacen y los peligros que corren.

Pero supongamos que un ejército reclutara sus tropas élite no entre los soldados más destacados, que reúnan los requisitos más estrictos para el servicio de las armas, sino entre los hijos de los generales y almirantes. El resultado sería un cuerpo élite corrupto y remolón, beneficiario del trato especial reservado a las tropas de choque, pero sin la capacidad de combate que se espera de estas.

Líderes genuinos vs impostores

El problema real no es el de si necesitamos una élite; el problema es si la élite es genuina o impostora. Por eso es importante discutir los mecanismos de reclutamiento de una élite, de cualquier tipo que ella sea.

En un estado moderno es necesario tener un cuerpo élite de científicos, pero reclutarlo entre los hijos y cuñados de los profesores en lugar de entre los científicos jóvenes de gran talento es peor que inútil. Un cuerpo élite escogido así no solo fracasaría en la producción de resultados científicos sino que sería un estorbo efectivo para producirlos en cualquier otra parte dentro del país.

Una élite impostora, en otras palabras, causaría un daño doble a la sociedad.

En conclusión, el problema fundamental de una élite es la manera de su reclutamiento. Los filósofos políticos, desde Sócrates y Platón hasta nuestros días, se han enfrentado a él. Toda sociedad humana, sea contemporánea, sea tradicional, se ha enfrentado a él. ¿Cómo nos aseguramos entonces el servicio de un buen líder?

El columnista de una revista que no comparte mis puntos de vista publicó un dibujo en el que aparezco con el mentón apoyado en una mano y una explicación debajo que dice: “Achebe a la espera del Mesías”. Completamente inmerecido, por supuesto. Pero, viéndolo bien, la espera del Mesías puede que no sea cosa tan extraña o llevada de los cabellos como piensa el columnista.

Escogencia de líderes

Aunque no tenemos un método garantizado para hacer surgir un gran líder, el hecho es que ningún pueblo ha tenido un monopolio de ellos. Grandes líderes han surgido en lugares diferentes, dentro de cualquier sistema imaginable: feudal, democrático, revolucionario, militar, etc.; baste mencionar a Kemal Ataturk, Chaka, Isabel I, Lenin, Mao, Lincoln, Nkrumah.

¿Quiere eso decir, entonces, que el gran líder aparecerá donde le dé la gana, como el palo de teca, y que mientras tanto deberemos sentarnos, poner el mentón en la mano y esperar? ¡No! Si no podemos forzar a nuestros líderes a que sean grandes al menos podemos exigirles que sean competentes.

Debemos insistir en que nuestros líderes sean hábiles y estén capacitados mientras esperamos y oramos por los grandes. Aun los líderes divinos han necesitado precursores que preparen sus caminos.

En los sistemas tradicionales monárquicos, que hoy en día rechazaríamos por anacrónicos, había grupos élite de personas muy influyentes cuya tarea era mantener bajo observación a los príncipes elegibles y escoger al mejor cuando llegara el momento. Estas personas influyentes eran escogidas de acuerdo con la tradición y por su conocimiento de la historia del reino; además, como no podían aspirar a la corona se podía pensar que eran razonablemente desinteresadas.

Los que todavía dudamos de que se pueda aprender algo de nuestros sistemas y costumbres tradicionales deberíamos comparar la seriedad con que ellos tomaban su papel con el efecto que la ausencia de una institución similar tiene en nuestras elecciones de hoy en día.

Universidad y formación de líderes

Sea lo que fuere, las universidades y otros centros élite con conocimientos profundos de los problemas del país y del mundo pueden jugar un papel similar al de esas personas influyentes del pasado, no en el sentido de que escojan al rey sino en el sentido de que asumen la tarea de sembrar en toda la población una idea general de ilustración y un deseo de excelencia.

Cuando la universidad cumple esta tarea en toda la nación quedan incluidos los que aspirarán al liderazgo nacional.

Falla del liderazgo universitario

Debemos aceptar que en esta tarea la universidad nigeriana no ha tenido un desempeño ejemplar. Los logros del egresado universitario que ha hecho carrera en la política nacional han bastante pobres, ninguno puede mostrar una obra que ilumine la política nacional, algo que el país pueda reconocer como una contribución propia de los hombres y mujeres salidos de la universidad. Por el contrario, sobre muchos de ellos han caído acusaciones de abuso del cargo y otras formas de corrupción.

Los que se han abstenido de figurar y han permanecido en la torre de marfil difícilmente lo han hecho mejor. Muchos de ellos se han degradado y desprestigiado por sus ires y venires de las aulas a las salas de espera de los poderosos, suplicando su atención, mientras se atacan entre sí para entretenimiento de los políticos.

Por estas y otras razones la universidad ha perdido con toda razón la mística y ha comprometido la credibilidad que tenía al momento de la independencia nigeriana.

Para completar, dentro del sistema universitario hemos tenido a un celoso individuo con gran poder cuya sola preocupación ha sido la de mantenerse en el cargo; ha usado la riqueza de la nación para atajar a los que descollaban por su desempeño y para premiar a los perezosos y ha tenido un afán errado y fútil de promover la unidad a través de la igualdad en el atraso y la discriminación.

¿Quién, entonces, va a ser el adalid que promueva la excelencia en que se funda el ideal universitario y sin el cual el pueblo paga un alto costo en parálisis y decadencia? La universidad nigeriana ha mostrado poca fe en su propia misión. ¿Sorprende, pues, que otros muestren poco entusiasmo en sostenerla?

Universidad y liderazgo social

Nigeria se caracterizaba porque los gobernantes que tuvo durante su primer cuarto de siglo habían estudiado en la universidad. ¿No indicaba eso algo con respecto a nuestras preocupaciones y valores nacionales? Echemos una mirada alrededor y comparemos nuestra trayectoria en este respecto con la de nuestros vecinos.

Yo no quiero sugerir que la universidad es la única fuente de ilustración y excelencia. Lejos de mí hacerlo. Pero observemos que ni uno solo de los últimos ocho líderes del país ha sido egresado de universidad. Ni uno solo en 26 años. En la tradición popular la gente hubiera consultado el tablero del Ifá para buscar una explicación.

A medida que se aproxima el siglo 21 debemos reflexionar y preguntarnos por qué el liderazgo intelectual que el pueblo nigeriano debe esperar de la universidad no lo está recibiendo. Es imperativo que la universidad purifique su tarea. Debe ponerse a trabajar para producir el fermento de excelencia que caerá en el caldo donde se prepara del liderazgo del país.






[i] Chinua Achebe. The university and the leadership factor in Nigerian politics, in The Education of a British-protected child, Alfred A. Knopf, New York, 2009
[ii] Chinua Achebe. The trouble with Nigeria, Fourth Dimension Publishing, 1983


Traducción y subtítulos de Luis Mejía
6 de junio del 2016
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

3 comments:

  1. Para tener una idea académica de liderazgo recomiendo la lectura de esta entrevista con la profesora Sonia Ospina, fundadora del centro de estudios sobre liderazgo en la Universidad de Nueva York (NYU) y gran estudiosa del tema:

    http://lasillavacia.com/silla-llena/red-lider/historia/lo-que-funciona-es-el-liderazgo-colectivo-sonia-ospina-55472

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  2. Descripción de los líderes impostores:

    http://www.elespectador.com/opinion/falla-humana-columna-695801

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  3. Los deberes de preparación de un estadista y la evolución de responsabilidades de la clase dirigente

    “Mi deber es estudiar la ciencia de gobierno más que cualquier otra ciencia: las artes de legislar, administrar y negociar deben tomar el lugar, o de hecho excluir en cierto sentido, las demás artes. Yo debo estudiar la política y la guerra para que nuestros hijos tengan la libertad de estudiar matemáticas y filosofía. Nuestros hijos deben estudiar matemáticas y filosofía, geografía, ciencias naturales y arquitectura naval, navegación, comercio y agricultura para darles a sus hijos el derecho de estudiar pintura, poesía, música arquitectura, escultura, tapetes y porcelana”.

    Carta de John Adams a su esposa Abigail Adams de 12 de mayo de 1780.

    Adams participó en la declaración y guerra de independencia de los EEUU y fue miembro del Congreso Continental, negociador del tratado de comercio con la Gran Bretaña, embajador ante varios países europeos, vicepresidente y presidente.

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