LIDERAZGO Y EDUCACIÓN EN PAÍSES RICOS Y
SUBDESARROLLADOS: MODELO CRÍTICO DE CHINUA ACHEBE
“En mi opinión no hay problema que vaya a ser enfrentado y mucho menos
solucionado si falta un buen liderazgo”.
Nota al lector: Este es un ensayo sobre liderazgo
fallido.
El papel social del liderazgo
Chinua Achebe, uno de los grandes intelectuales
africanos del siglo XX, habló de universidad y liderazgo en una conferencia
convocada por la Universidad de Nigeria en 1988. En su charla trató de
responder la pregunta de por qué Nigeria no ha logrado el desarrollo y
prosperidad que están a su alcance dados sus recursos humanos y naturales.
En su presentación se refirió al liderazgo como el
colectivo de dirigentes no como la capacidad y arte de dirigir y desarrolló los
siguientes puntos:
1. El momento cultural, económico y político de un pueblo
es determinado por una combinación de liderazgo, seguidores y sistema
organizador del entorno social;
2. De estos tres factores el más importante es el
liderazgo pues históricamente son los líderes los que guían a las masas y
piensan, diseñan y convierten los modelos sociales abstractos en instituciones
reales;
3. Un liderazgo ignorante, incompetente y corrupto ni
enfrenta ni soluciona los problemas de desarrollo de un país;
4. Los seguidores tienen el papel de escoger a los
líderes y mantenerlos vigilados, en los lugares donde exista esa oportunidad;
5. El que quiera ser líder debe entender que va a asumir
una misión social que requiere niveles de inteligencia, carácter, habilidad,
competencia, capacidad de coordinar el trabajo de otros y salud física no
necesarios en la vida de un ciudadano del común;
6. El ciudadano que no aspira al liderazgo tiene derecho
a criticar las faltas y limitaciones físicas, intelectuales y morales del líder
y no tiene por qué inhibirse respondiendo la pregunta de ¿qué haría si
estuviera en su posición?
7. El liderazgo funciona dentro de un orden jerárquico o
elitista que incluye cúpula, mandos medios y seguidores;
8. El liderazgo puede ser genuino o impostor según sean
los intereses que sirven y los mecanismos de reclutamiento de sus miembros;
9. El liderazgo es genuino cuando es ejercido por
personas competentes, que asumen los retos de su papel y dan ejemplo personal
de servicio a los intereses de la nación; es impostor cuando lo ejercen
individuos no calificados pero bien conectados, beneficiarios de una cultura de
tolerancia de la mediocridad dentro de las élites mismas;
10. La universidad tiene la tarea de sembrar semillas de
ilustración y excelencia en toda la nación; en ella, en algún lugar, se
preparan los líderes del futuro y en ellos fructificarán esas semillas;
11. La universidad también opera bajo un liderazgo que o
la hace eficiente o la incapacita para realizar su misión;
12. El subdesarrollo de Nigeria no es un resultado de
defectos en el carácter del pueblo nigeriano o de falta de recursos naturales
sino de liderazgo inepto.
UNIVERSIDAD Y LIDERAZGO
Por Chinua Achebe[i]
Problemas nacionales: Diagnóstico y discusión
Hay una anécdota sobre la
llegada de Bernard Shaw al puerto de Nueva York cuando se viajaba por mar. Se
cuenta que no había acabado de desembarcar y ya los periodistas lo asediaban.
Antes de que alguno de ellos pudiera abrir la boca Bernard Shaw se anticipó y
los dejó callados a todos. Ni me pregunten qué tienen que hacer para salvarse;
ya se los dije la primera vez que vine y no lo han hecho.
El debate nacional que nos
han impuesto nuestras fuerzas armadas me hace sentir en una situación muy
parecida. Sabemos lo que tenemos que hacer pero nos negamos a hacerlo. En
cambio, nos dedicamos a echar discursos grandilocuentes –echando al aire
palabras domingueras- como si el problema fuera que no peroráramos lo
suficiente. Por eso rehusé o ignoré las invitaciones para participar en la
farsa.
Ahora la Universidad de
Nigeria me ha pedido que participe en un debate “organizado únicamente para la
universidad como una comunidad integral de la familia nigeriana, con la misión
de estar en el centro y no en la periferia de los vida de Nigeria”. No pude
negarme a este llamado que viene prácticamente de mi misma casa.
Me encargaron que
reflexionara sobre el problema de liderazgo, un tema sobre el cual mi posición
es probablemente bien conocida en Nigeria. Es como si los organizadores de este
foro me retaran a revisar las abundantes críticas de lo que he dicho.
Liderazgo competente: Clave del progreso nacional
Un librito mío titulado El problema de Nigeria[ii], publicado en
vísperas del segundo período presidencial de Shehn Shagari, empieza así:
El problema que tiene Nigeria es simple y llanamente
una falla de liderazgo. No hay ninguna debilidad fundamental en el carácter del
pueblo nigeriano. Nada tienen de malo el suelo, el clima, el agua, el aire o
cualquier otra cosa en Nigeria. El problema de Nigeria es una falta de voluntad
de sus líderes, una incapacidad suya de ponerse a la altura de sus
responsabilidades, de aceptar el reto de dar el ejemplo personal que es la
marca del liderazgo verdadero.
De todos los problemas de
Nigeria es el de liderazgo el que ocupa y ha ocupado mi mente todo el tiempo.
Ese librito mío también
identifica otros problemas, como el tribalismo, la corrupción, la indisciplina,
la injusticia social, la tolerancia con la mediocridad, etcétera. Pero en mi
opinión no hay problema que vaya a ser enfrentado y mucho menos solucionado si
falta un buen liderazgo.
Liderazgo, masas, sistema socioeconómico
Hay dos críticas a mi
posición que considero suficientemente válidas como para merecer respuesta: 1)
que mi manera de ver la situación nigeriana es elitista porque se enfoca en el
grupo líder y no en el común de las masas, y 2) que mi diagnóstico se equivoca
al atribuir los problemas nigerianos a individuos y no al sistema político y
económico.
Por mi parte reconozco que
la ecuación del desarrollo nacional tiene tres componentes: sistema, líder y
seguidores. En un mundo ideal los tres se combinarían armoniosa y
eficientemente. Obviamente Nigeria no pertenece a ese mundo ni está en camino
de llegar a él. Al contrario. Parece que fuera en la dirección opuesta, hacia
un mundo de malos sistemas, mal liderazgo y malos seguidores.
La pregunta que nos
podemos hacer entonces es: ¿cómo podemos cambiar de camino ya mismo? En otras
palabras, ¿dónde empezamos para que tengamos mejores probabilidades de éxito?
¿Cambiamos el sistema nigeriano, cambiamos el estilo nigeriano de liderazgo o
cambiamos el corazón de ciento veinte millones de nigerianos?
Sistema socioeconómico
Quienes dan prelación al
sistema sostienen que un buen líder no puede surgir y permanecer si no hay
una buena organización
político-económica y que sin esta tampoco habrá una buena masa de seguidores.
Yo no soy ajeno al encanto
de este argumento y reconozco que puede ser seductor, especialmente cuando es
defendido por inteligencias superiores.
Recuerdo haber oído a
C.L.R. James, autor de Los jacobinos
negros, en una conferencia que dio en la Universidad de Massachusetts sobre
sistemas. James era un erudito pensador marxista. Sostenía una teoría muy
atractiva. Decía que durante la Gran Depresión los Estados Unidos tenían la
opción de escoger entre dos ciudadanos valiosos, Franklin D. Roosevelt y Paul
Robeson.
Roosevelt prometía
remendar el debilitado sistema capitalista estadounidense; Paul Robeson, una
persona mucho más brillante, proponía acabar con el sistema. Por supuesto los
Estados Unidos escogieron a Roosevelt y tiraron a Robeson a la basura. El resultado, aseguraba James, fue
Watergate, un escándalo que afectaba profundamente a los Estados Unidos en los
días de su conferencia.
Y luego, con hipérbole
típica, James aseguró ante su audiencia hipnotizada que si el mismo Jesucristo
hubiera bajado del cielo con sus discípulos para hacerse cargo de la Casa
Blanca Watergate hubiera sucedido igual.
Lo que estaba diciendo,
efectivamente, era, de una parte, que el sistema capitalista estadounidense no
era viable y, de otra, que lo importante por encima de todo eran los sistemas.
A la vista está que esa afirmación era propia de un doctrinario.
Es posible que hoy en día
los programas de reconstrucción social del “New Deal” de Roosevelt y la
reestructuración que hizo de las instituciones financieras de Estados Unidos
–en especial la creación de la Corporación Federal para Aseguramiento de
Depósitos (FDIC en su sigla inglesa)- no sean tan revolucionarios como la gente
creyó en su día, pero quien los vea como simples arreglitos del sistema es su
adversario declarado. Y quien esto sostenga debe demostrar no solo por medio de
abstracciones intelectuales sino mencionando un sistema en alguna otra parte
del mundo que pueda mostrar resultados mejores y una ausencia total de
escándalos.
En mi opinión el problema
de darle prelación a los sistemas estriba, sin embargo, en la imposibilidad de
explicar cómo un sistema abstracto puede llegar a existir de manera autónoma.
¿Caería del cielo y operaría por sí mismo? ¿Hubiera escogido Tanzania el camino
socialista al desarrollo si Nyere no hubiera estado allí? Y Kenia, el país del
lado, ¿se hubiera hecho capitalista si su líder hubiera sido Oginga Odinga en
lugar de Kenyatta?
Cuando la gente habla a la
ligera de sistemas óptimos olvida que se está refiriendo a creaciones
políticas, resultado de evolución o revolución, que se han consolidado en otros
lugares y épocas bajo líderes de esos tiempos y lugares o bajo sus antecesores.
A Lenin y a Castro, para
poner dos ejemplos, no les hubiera pasado por la cabeza dejar de lado el factor
liderazgo al pensar y diseñar su sistema y al convertir modelos sociales
abstractos en instituciones reales. Estos son roles ineludibles del liderazgo
político e intelectual.
Por supuesto que uno puede
argumentar que todo este asunto ya ha sido pensado comprensivamente en alguna
otra parte y por otra gente y que nosotros, los recién llegados, no necesitamos
inventar la rueda, como se dice. Pero esa es una afirmación que no podemos
aceptar.
Masas o seguidores
No necesitamos gastar
mucho tiempo discutiendo los argumentos sobre la prelación de los seguidores.
Sea suficiente con decir que no se conoce ninguna empresa humana que la masa de
los seguidores haya logrado realizar poniéndose al frente de sus líderes.
El cliché de que los
pueblos escogen los líderes que se merecen es una exageración útil. Útil en el
sentido de que le recuerda a la población en general la necesidad de estar
alerta al escoger sus líderes. En los lugares donde tiene la oportunidad de
hacerlo. Y de mantenerlos bajo constante vigilancia.
Pero ir más allá de eso y
sugerir, como lo hace mucha gente en este país, que cuando un líder engaña o
resulta incapaz de liderar es porque los nigerianos no son patriotas o son un
pueblo difícil de gobernar, o que cuando un líder se deja sobornar no debe
condenarse más severamente que al sobornador, es una completa falta de
entendimiento de lo que significa ser líder.
Liderazgo como misión social
El liderazgo es un encargo
sagrado, igual que el sacerdocio en religiones civilizadas y humanas. Nadie se
debe meter a hacerlo a la ligera o sin pensarlo. El papel de líder demanda
cualidades mentales y disciplina física superiores a las que necesita un ciudadano
común y corriente.
Cualquiera que se ofrezca
a la sociedad como candidato, o se deje proponer como candidato, a una posición
de liderazgo tiene que ser conocedor de las demandas extraordinarias de ese
papel y si tiene dudas sobre su capacidad debería rehusarse a asumirlo.
Uno oye a veces a los
defensores de un mal liderazgo preguntar a los críticos si puestos en el lugar
del líder ellos lo harían mejor. Es una pregunta muy boba. La respuesta es que
el crítico ni está en la posición del líder ni está aspirando a ella y no es
procedente preguntarse si la desempeñaría mejor.
Un editorialista puede
criticar con razón al piloto que se estrella por descuido o incompetencia o al
médico que mata a un paciente por administrarle mal las drogas sin necesidad de
demostrar que puede pilotear un avión o formular medicinas.
Liderazgo y elitismo
Hay un factor elitista que
es indispensable en el liderazgo. A su turno, el liderazgo mismo es
indispensable en cualquier agrupación de seres humanos que quiera lograr los
resultados que se propone.
Cuando un grupo se
compromete en una empresa difícil o se propone lograr un objetivo arriesgado,
como el de construir nación, se hace más urgente la necesidad de un liderazgo
competente. Es similar a la situación de un capitán que asume control sobre
“los que a la mar se hicieron en sus naves” (Salmo 107, 23) o sobre los que
suben a las nubes en aeroplanos.
Aún una nación ya
consolidada entregará poderes especiales a su líder en tiempos de crisis sin
que importen sus instintos democráticos de tiempos normales. El complejo
industrial empresarial de los Estados Unidos, fieramente independiente como
era, puso su destino en manos del presidente Roosevelt durante la Gran
Depresión.
Liderazgo y jerarquía
Cuando hablamos de liderazgo
generalmente nos referimos al de tipo político. Esto es de esperar. En
circunstancias normales las instituciones políticas proveen el marco dentro del
cual funciona la sociedad humana.
Hay otros tipos de
liderazgo que operan dentro del marco político: militar/industrial,
intelectual, artístico, religioso, etc. Cada uno de estos subgrupos desarrolla
sus propias reglas y establece una jerarquía que incluye la cúpula, un equipo
más o menos cerrado de mandos medios y la masa de seguidores.
Este modelo puede
describirse como elitista.
Desafortunadamente ‘élite’
se ha convertido en una palabra fea en el hablar contemporáneo. Era inevitable
y además deseable que al diseminarse los principios democráticos por el mundo
los sistemas elitistas heredados del pasado inmemorial de la humanidad fueran
sometidos, igual que cualquier otro valor y costumbre recibidos, a revaluación
y escrutinio crítico.
Pero en el mundo de hoy
los lemas fáciles desplazan aceleradamente el pensamiento crítico. Eso, por
ejemplo, ha pasado con la palabra élite, ejemplo de una palabra útil que ha
sido manipulada hasta el punto en que ya no nos ayuda a pensar sino que, al
contrario, nos impide hacerlo. Quizá la sombra que ha caído sobre esa palabra
no es completamente inmerecida. Es más probable que una palabra que llegue a
ser abusada cuando el concepto que representa se ha corrompido.
Jerarquía e idoneidad personal
Me gustaría hacer un
examen somero de los usos y abusos de un sistema elitista proponiendo como
ejemplo los ejércitos nacionales. Un ejército es, por supuesto, una de esas
organizaciones humanas donde debe haber un liderazgo claro y cierto. La
jerarquía es necesaria y rígida. Aún los ejércitos de las “democracias
populares” han sido incapaces de borrar
la línea que separa al que comanda del que obedece.
Los ejércitos, pues,
tienen una jerarquía sin la cual no pueden existir. Además, la mayoría de los ejércitos
modernos han creado cuerpos élite, encargados de atacar, destruir obstáculos
especialmente difíciles y seguir adelante mientras las tropas regulares se
encargan de las actividades militares de rutina. Los miembros de los cuerpos
élites reciben mejor paga que las tropas regulares y se benefician de gabelas y
prerrogativas que los recompensan por los esfuerzos extraordinarios que hacen y
los peligros que corren.
Pero supongamos que un
ejército reclutara sus tropas élite no entre los soldados más destacados, que
reúnan los requisitos más estrictos para el servicio de las armas, sino entre
los hijos de los generales y almirantes. El resultado sería un cuerpo élite
corrupto y remolón, beneficiario del trato especial reservado a las tropas de
choque, pero sin la capacidad de combate que se espera de estas.
Líderes genuinos vs impostores
El problema real no es el
de si necesitamos una élite; el problema es si la élite es genuina o impostora.
Por eso es importante discutir los mecanismos de reclutamiento de una élite, de
cualquier tipo que ella sea.
En un estado moderno es
necesario tener un cuerpo élite de científicos, pero reclutarlo entre los hijos
y cuñados de los profesores en lugar de entre los científicos jóvenes de gran
talento es peor que inútil. Un cuerpo élite escogido así no solo fracasaría en
la producción de resultados científicos sino que sería un estorbo efectivo para
producirlos en cualquier otra parte dentro del país.
Una élite impostora, en
otras palabras, causaría un daño doble a la sociedad.
En conclusión, el problema
fundamental de una élite es la manera de su reclutamiento. Los filósofos
políticos, desde Sócrates y Platón hasta nuestros días, se han enfrentado a él.
Toda sociedad humana, sea contemporánea, sea tradicional, se ha enfrentado a
él. ¿Cómo nos aseguramos entonces el servicio de un buen líder?
El columnista de una
revista que no comparte mis puntos de vista publicó un dibujo en el que
aparezco con el mentón apoyado en una mano y una explicación debajo que dice:
“Achebe a la espera del Mesías”. Completamente inmerecido, por supuesto. Pero,
viéndolo bien, la espera del Mesías puede que no sea cosa tan extraña o llevada
de los cabellos como piensa el columnista.
Escogencia de líderes
Aunque no tenemos un
método garantizado para hacer surgir un gran líder, el hecho es que ningún
pueblo ha tenido un monopolio de ellos. Grandes líderes han surgido en lugares
diferentes, dentro de cualquier sistema imaginable: feudal, democrático, revolucionario,
militar, etc.; baste mencionar a Kemal Ataturk, Chaka, Isabel I, Lenin, Mao,
Lincoln, Nkrumah.
¿Quiere eso decir,
entonces, que el gran líder aparecerá donde le dé la gana, como el palo de
teca, y que mientras tanto deberemos sentarnos, poner el mentón en la mano y
esperar? ¡No! Si no podemos forzar a nuestros líderes a que sean grandes al
menos podemos exigirles que sean competentes.
Debemos insistir en que
nuestros líderes sean hábiles y estén capacitados mientras esperamos y oramos
por los grandes. Aun los líderes divinos han necesitado precursores que
preparen sus caminos.
En los sistemas
tradicionales monárquicos, que hoy en día rechazaríamos por anacrónicos, había
grupos élite de personas muy influyentes cuya tarea era mantener bajo observación
a los príncipes elegibles y escoger al mejor cuando llegara el momento. Estas
personas influyentes eran escogidas de acuerdo con la tradición y por su
conocimiento de la historia del reino; además, como no podían aspirar a la
corona se podía pensar que eran razonablemente desinteresadas.
Los que todavía dudamos de
que se pueda aprender algo de nuestros sistemas y costumbres tradicionales
deberíamos comparar la seriedad con que ellos tomaban su papel con el efecto
que la ausencia de una institución similar tiene en nuestras elecciones de hoy
en día.
Universidad y formación de líderes
Sea lo que fuere, las
universidades y otros centros élite con conocimientos profundos de los
problemas del país y del mundo pueden jugar un papel similar al de esas personas
influyentes del pasado, no en el sentido de que escojan al rey sino en el
sentido de que asumen la tarea de sembrar en toda la población una idea general
de ilustración y un deseo de excelencia.
Cuando la universidad
cumple esta tarea en toda la nación quedan incluidos los que aspirarán al
liderazgo nacional.
Falla del liderazgo universitario
Debemos aceptar que en
esta tarea la universidad nigeriana no ha tenido un desempeño ejemplar. Los
logros del egresado universitario que ha hecho carrera en la política nacional
han bastante pobres, ninguno puede mostrar una obra que ilumine la política
nacional, algo que el país pueda reconocer como una contribución propia de los
hombres y mujeres salidos de la universidad. Por el contrario, sobre muchos de
ellos han caído acusaciones de abuso del cargo y otras formas de corrupción.
Los que se han abstenido
de figurar y han permanecido en la torre de marfil difícilmente lo han hecho
mejor. Muchos de ellos se han degradado y desprestigiado por sus ires y venires
de las aulas a las salas de espera de los poderosos, suplicando su atención,
mientras se atacan entre sí para entretenimiento de los políticos.
Por estas y otras razones
la universidad ha perdido con toda razón la mística y ha comprometido la credibilidad
que tenía al momento de la independencia nigeriana.
Para completar, dentro del
sistema universitario hemos tenido a un celoso individuo con gran poder cuya
sola preocupación ha sido la de mantenerse en el cargo; ha usado la riqueza de
la nación para atajar a los que descollaban por su desempeño y para premiar a
los perezosos y ha tenido un afán errado y fútil de promover la unidad a través
de la igualdad en el atraso y la discriminación.
¿Quién, entonces, va a ser
el adalid que promueva la excelencia en que se funda el ideal universitario y
sin el cual el pueblo paga un alto costo en parálisis y decadencia? La
universidad nigeriana ha mostrado poca fe en su propia misión. ¿Sorprende,
pues, que otros muestren poco entusiasmo en sostenerla?
Universidad y liderazgo social
Nigeria se caracterizaba
porque los gobernantes que tuvo durante su primer cuarto de siglo habían
estudiado en la universidad. ¿No indicaba eso algo con respecto a nuestras
preocupaciones y valores nacionales? Echemos una mirada alrededor y comparemos
nuestra trayectoria en este respecto con la de nuestros vecinos.
Yo no quiero sugerir que
la universidad es la única fuente de ilustración y excelencia. Lejos de mí
hacerlo. Pero observemos que ni uno solo de los últimos ocho líderes del país
ha sido egresado de universidad. Ni uno solo en 26 años. En la tradición popular
la gente hubiera consultado el tablero del Ifá para buscar una explicación.
A medida que se aproxima
el siglo 21 debemos reflexionar y preguntarnos por qué el liderazgo intelectual
que el pueblo nigeriano debe esperar de la universidad no lo está recibiendo.
Es imperativo que la universidad purifique su tarea. Debe ponerse a trabajar
para producir el fermento de excelencia que caerá en el caldo donde se prepara
del liderazgo del país.
[i]
Chinua Achebe. The university and the leadership factor in Nigerian politics,
in The Education of a British-protected child, Alfred A. Knopf, New York, 2009
[ii]
Chinua Achebe. The trouble with Nigeria, Fourth Dimension Publishing, 1983
Traducción y subtítulos de Luis Mejía
6 de junio del 2016
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
Para tener una idea académica de liderazgo recomiendo la lectura de esta entrevista con la profesora Sonia Ospina, fundadora del centro de estudios sobre liderazgo en la Universidad de Nueva York (NYU) y gran estudiosa del tema:
ReplyDeletehttp://lasillavacia.com/silla-llena/red-lider/historia/lo-que-funciona-es-el-liderazgo-colectivo-sonia-ospina-55472
Descripción de los líderes impostores:
ReplyDeletehttp://www.elespectador.com/opinion/falla-humana-columna-695801
Los deberes de preparación de un estadista y la evolución de responsabilidades de la clase dirigente
ReplyDelete“Mi deber es estudiar la ciencia de gobierno más que cualquier otra ciencia: las artes de legislar, administrar y negociar deben tomar el lugar, o de hecho excluir en cierto sentido, las demás artes. Yo debo estudiar la política y la guerra para que nuestros hijos tengan la libertad de estudiar matemáticas y filosofía. Nuestros hijos deben estudiar matemáticas y filosofía, geografía, ciencias naturales y arquitectura naval, navegación, comercio y agricultura para darles a sus hijos el derecho de estudiar pintura, poesía, música arquitectura, escultura, tapetes y porcelana”.
Carta de John Adams a su esposa Abigail Adams de 12 de mayo de 1780.
Adams participó en la declaración y guerra de independencia de los EEUU y fue miembro del Congreso Continental, negociador del tratado de comercio con la Gran Bretaña, embajador ante varios países europeos, vicepresidente y presidente.