Friday, May 13, 2016

CLARA HOLLINGWORTH: REPORTERA DE PRIMICIA MUNDIAL Y 104 AÑOS DE VIDA

Una vida dedicada al periodismo extremo

Robert Fisk, el experto y valeroso corresponsal que cubre con meticulosa y obsesiva objetividad las constantes crisis del Medio Oriente, recientemente publicó un artículo sobre su colega Clara Hollingworth. Fue uno de los muchos que han celebrado la rica vida de esta mujer admirable.

Un texto en parte entrevista y en parte celebración de una larga vida de primicias noticiosas, simultáneamente afectuoso, admirativo y respetuoso de la frágil condición física y mental de su entrevistada.

En octubre pasado Hollingworth cumplió 104 años. Nació en Inglaterra en 1911 y desde principios de los años 80 vive en Hong Kong. Está ciega, medio sorda y muy incapacitada para moverse. Su memoria, caprichosa, le permite ocasionales momentos de lucidez.

Muy joven empezó una carrera periodística que la llevó a Argelia, Adén, la China, Palestina, Polonia y Vietnam. Su trabajo más importante lo realizó como corresponsal de guerra[i].

Fue reconocida por sus primicias noticiosas[ii].


En 1939 era corresponsal del Telegraph en Polonia. El 28 de agosto de ese año [GOP1] envió a su periódico la primicia mundial de que Alemania se preparaba a invadir a este país. Fue el titular de primera página al día siguiente en Londres[iii].

Su crónica sobre la invasión, que ocurrió tres días después, fue el primer reporte de un testigo visual publicado en la prensa europea[iv].

La invasión de Polonia dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial, quizás, la más destructiva en la historia de la humanidad.


En 1946 Hollingworth fue una de los sobrevivientes del atentado al Hotel Rey David de Jerusalén, cuando un comando terrorista, liderado por el futuro primer ministro israelí Menachem Begin, asesinó a 91 personas.

En 1963 estando en el Líbano cubrió la fuga del periodista británico Kim Philby a Moscú.

Philby era parte de un trío de espías soviéticos infiltrados en la alta sociedad y el gobierno del Reino Unido. De un momento a otro dejó de ser visto en los medios de los corresponsales extranjeros y nadie daba razón de su paradero. Hollingworth se fue al puerto de Beirut y logró documentar la partida clandestina de un buque soviético el mismo día en que desapareció Philby. Atando cabos, reportó su viaje a la Unión Soviética.

El gobierno guardaba silencio sobre el caso y el periódico para el que ella trabajaba se negó a publicar su reportaje por temor a que resultara falso. Cuando finalmente lo hizo tres meses después, el gobierno se vio forzado a aceptar que Philby había logrado escapar.

En 1965 reportando desde Vietnam escribió que, a pesar de los bombardeos estadounidenses, la guerra había llegado a un punto muerto que probablemente duraría indefinidamente. Como si hubiera visto el futuro de una guerra que los Estados Unidos no ganarían.

A principios de los años 70 fue de los primeros periodistas occidentales aceptados en la China después de la Revolución Cultural.

Además de periodista sacaba tiempo para hacer trabajo humanitario.
Durante su estadía en Polonia Clara Hollingworth ayudó a rescatar a cerca de 3.000 refugiados en la ciudad de Katowice que escapaban de los alemanes. Esto le valió el sobrenombre de "Pimpinela Escarlata".

Durante la guerra de independencia de Argelia (1954 - 1962) consiguió la liberación de uno de sus colegas  periodistas secuestrado por las milicias clandestinas francesas.

Hollingworth despierta admiración por la responsabilidad social que asumió, la inteligencia con que desempeñó su trabajo, la disciplina, valor, seriedad y nivel intelectual con que ejerció el periodismo.

El autor del artículo que traduzco a continuación, Robert Fisk, es también un periodista que merece respeto por el valor, inteligencia, sentido de responsabilidad y espíritu de justicia con que ejerce su profesión.

La traducción y publicación de este artículo que reúne a estos dos grandes reporteros, Clara Hollingworth como tema y Robert Fisk como autor, es un homenaje que ofrezco a mis amigos periodistas, a los que admiro y quiero porque tienen virtudes que los enaltecen en el ejercicio de su profesión y dan credibilidad a su trabajo: valor personal, inteligencia, conocimiento, dignidad, amor por la justicia, diligencia en la búsqueda de información verdadera y respeto a sus lectores.  


Clara Hollingworth: La periodista que reveló el inicio de la Segunda Guerra Mundial

19 de marzo de 2016

Cuando Susana y Elena abrieron la puerta de aquel apartamento estrecho y encajonado en la calle Albert yo ni siquiera vi la diminuta figura encogida en el sofá.

Elena es una de las personas que cuidan a Clare Hollingworth en su casa en Hong Kong. Sólo cuando ella se hizo a un lado pude ver a la dama ancianísima de cabello ralo, quijada pronunciada, gafas gruesas, enfundada en una chaqueta roja y comprendí que estaba frente a la reportera que publicó la mayor primicia informativa de la Segunda Guerra Mundial.

Esta pequeña mujer de 104 años, ciega e incapacitada para moverse libremente por su diminuto apartamento, en agosto de 1939 se arriesgó a cruzar la frontera entre Polonia y Alemania en un vehículo diplomático británico y vio los tanques del ejército alemán del General Gerd von Rundstedt -miles de ellos- listos para invadir a Polonia.

Los periodistas tenemos encuentros que no podemos olvidar.
Por ejemplo, los que revelan la crueldad de un político, la brutalidad de un soldado, el valor de un médico en la línea de fuego, la amabilidad y dignidad del hombre o la mujer que ha perdido su familia. Pero en esta casa, al otro lado del mundo, me siento perdido.

¿Cómo se comunica uno con una colega que ha perdido gran parte de su memoria, que recuerda sus momentos de valentía y buen olfato periodístico por un par de segundos de lucidez y luego se pierde en el vacío?


Clare Hollingworth pictured in 2009 AFP/Getty

Le pregunto si cuando presenció la invasión de Polonia había creído que los nazis ganarían la guerra. “No. Pensé que perderían la guerra”, contesta con firmeza, “porque a ellos no les importaba la gente”. Como cualquier dictadura fascista, pensé.

Pero, un momento después, confunde a su padre con un médico de familia de apellido Anderson –“un hombre apuesto”, dice-, y me cuenta que el día anterior había escrito su último despacho. Esa es una sensación que yo conozco bien. Me deja claro que todavía se considera una corresponsal activa.

“He sido afortunada hasta el momento. Trabajo duro”, dice. Y tiene la razón. Quizás suerte es todo lo que se necesita para sobrevivir como corresponsal. Y Clara Hollingworth ha sido muy, pero muy afortunada.

Ella hizo corresponsalías desde Polonia, Alemania, Argelia, Beirut, la India, Israel y la China. Alguna vez le dijo a un entrevistador radial: “A mí me gusta la acción. Me gusta estar en un avión cuando está bombardeando algo”.

Pero su mejor primicia fue la primera.

Consiguió prestado el automóvil del cónsul británico –la bandera de la Unión Británica ondeando en el capó- para pasar la todavía pacífica frontera germano-polaca en agosto de 1939. Compró vino y baterías en un almacén del camino y al regreso observó que el viento levantaba inmensos sacos de estopa en un valle abajo de la carretera. Cientos de tanques del ejército alemán, en orden de batalla, quedaban al descubierto.

“La frontera está todavía cerrada al tráfico local”, escribió. “En todas partes vi la más intensa actividad militar. En las dos millas que separan a Hindenburg y Gleiwitz me pasaron 65 mensajeros militares en motocicletas. Sólo circulaban vehículos militares”.

El titular del Daily Telegraph al día siguiente rezaba: MIL TANQUES CONCENTRADOS EN LA FRONTERA POLACA. DIEZ DIVISIONES LISTAS PARA UN ATAQUE INMEDIATO.

Clara estaba ya de regreso en Polonia, en su hotel en la ciudad de Katowice, cuando los primeros tanques alemanes desfilaron bajo su ventana. Llamó a un diplomático de la embajada británica en Varsovia para informarle lo que estaba pasando pero él no le creyó. Entonces sacó el teléfono por la ventana de su cuarto para que él escuchara el ruido de las orugas en el pavimento.

Cuando 77 años más tarde le pregunto si de verdad la embajada no creía que los alemanes habían invadido piensa por un momento y dice: “Ellos sabían. Por supuesto que sabían”.

Pero el departamento de noticias extranjeras del Telegraph al parecer era más escéptico.

“Ellos querían que Londres fuera el centro político del poder”, asevera, y creo que su intención –un problema cuando uno habla con una persona de su edad es que uno tiene que hacer presunciones– es la de decir que ellos pensaban que estaban mejor informados que ella. Ella escribió –en un pasado lejano- de sus problemas con sus jefes. 

¿Supo ella que había reportado la mayor primicia informativa del siglo? “Yo lo tenía muy claro”, dice la anciana sentada a mi lado. Sonríe, se ríe un poco y pide un vaso de vino.

Elena trae un vaso de mitad vino y mitad agua y se lo entrega para que lo sorba.

Nos acompañan ahora su sobrino nieto, Patricio, de Moscú, y una experiodista amiga, Catalina Hilborn Feng.

Patricio señala un archivador gris junto a la ventana y abre uno de los cajones. Está lleno de botellas de champaña sin descorchar traídas por los numerosos periodistas que han venido a través de los años a celebrar los cumpleaños sin fin de Clara Hollingworth y que se gastarán en sus cumpleaños futuros.

Patricio mantiene el pasaporte de Clara al día. Es parte de su mundo, un periódico puede llamarla en cualquier momento para encargarle una última misión.

Su mayor primicia informativa en la postguerra ocurrió en 1963, cuando trabajaba para The Guardian y tenía su base en Beirut. Me dice: “Yo amaba esa ciudad. Era como mi hogar. Uno podía ir a cualquier parte en carro sin perderse. Cambié de casa varias veces”. 

Oyó decir que su colega de The Economist y The Observer Kim Philby había desertado y se había ido a Moscú. La gente había notado su ausencia repentina del cuerpo de periodistas en el Líbano. Clara se fue a investigar al puerto de Beirut y consiguió que le mostraran los registros en que aparecía la partida silenciosa de un buque soviético el mismo día en que desapareció Philby. Por temor a calumniar a Philby si la historia resultaba falsa The Guardian la guardó por tres meses.

Encima del archivador donde está el champagne hay una fotografía de Clara en uniforme de corresponsal de guerra acompañada de un militar británico en un salón de Beirut. Debió ser tomada en la Segunda Guerra Mundial cuando ella aparece en uniforme en la mayoría de sus fotos. Reconocí en ella las mismas puertas inmensas de madera del Líbano que conectan los cuartos de mi apartamento hoy en día en Beirut.

Los británicos invadieron al Líbano en 1941 cuando derrotaron las tropas francesas del gobierno de Vichy. Alan Moorhead, otro de los grandes corresponsales de guerra, cubrió la misma historia. Cuando le digo a Clara que a sus 104 años ha debido sobrevivir a todos sus colegas -un record mundial para un periodista- su memoria se reconecta perfectamente y dice: “Yo misma no lo puedo creer. ¡Ciento cuatro!”

Su memoria despierta y le llega como un satélite en el espacio exterior acercándose al planeta tierra.

Le pregunto por qué quiso ser periodista y veloz me responde: “La gente me lo preguntaba. Yo lo disfrutaba. Es tan bueno sentirse en control de tantas cosas. ¿Me entiendes?”.

¿Quiere decir que le gustaba escribir historias y que la leyeran? “Ambas cosas”.

Y el satélite se aleja hacia otro planeta y Clara está ahora diciendo que apenas la víspera había visto “las ruinas” -¿las ruinas de Polonia en 1939 o las ruinas romanas del Líbano?- y que mañana podré leer su último despacho en el periódico.

En la pared cuelga una vieja copia de la primera página del South China Morning Post celebrando uno de sus cumpleaños.

Cuando hace buen tiempo sus amigos la llevan al antiguo y elegante Club de Corresponsales Extranjeros que queda a pocos pasos de su apartamento sobre la calle Albert y donde celebró sus 104 en octubre.

Patricio, Catalina y yo fuiimos allá y ocupamos la “mesa de Clara”, en un rincón decorado con fotografías de la guerra de Vietnam.

Catalina cuenta que Clara puede comportarse mal a veces, golpeando el piso con su bastón para llamar la atención y alzando la voz un poco. Pero, ¿quién va a quejarse de Clara?

Estuve sentado a su lado durante nuestra charla, gritando las preguntas cerca de su oído.

Mi esposa le dice que se ve muy bien y ella contesta: “Me estás adulando”. Y cuando le decimos que de verdad se ve bien ella afirma: “Sí, siento que estoy bien”.

Queda solo una pregunta que debe hacer el corresponsal del Independent on Sunday: ¿Son las computadoras y las páginas web el futuro de los periódicos? Y ella contesta: “Los periódicos todos van a terminar en computadoras”, pero eso no será una buena cosa. ¿Por qué? Lo considera por unos minutos y dice: “Uno necesita sentir el papel”.

Pienso en esto mientras sobrevolamos Siberia esa misma noche, de regreso de Hong Kong a Beirut con escala en París. Me pregunto si las primicias informativas tienen importancia en las páginas web. El piloto anuncia que pronto estaremos pasando la frontera germano-polaca. Aunque Stalin movió la frontera polaca hacia el occidente, las carreteras que Clara Hollingworth recorrió en 1939 todavía existen.

En alguna parte, unas pocas millas más allá, en la obscuridad que antecede al amanecer, bajo mis pies, se encuentra el lugar exacto donde Clara vio las legiones de Von Runstedt listas a iniciar la invasión que desataría la guerra más grande en la historia del mundo. Esa es una primicia informativa que no se le puede desconocer a nadie.


[iv] Hollingworth recibió el homenaje de sus colegas cuando cumplió los 104 años: http://www.pressgazette.co.uk/tributes-paid-journalist-who-broke-news-germany-invading-poland-she-turns-104



Traducción y nota introductoria de Luis Mejía
13 de mayo del 2016
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
Nota: Gracias a la periodista colombiana Gloria Ortega Pérez por su consejo en materias de edición y selección de enlaces de hipertexto


1 comment:

  1. He recibido el siguiente comentario de una amiga que prefiere permanecer anónima:

    A propósito de este artículo: Revisando El Malpensante me encontré un texto muy interesante sobre "los perfiles" en el periodismo que le puede interesar. Este es otro tipo de periodismo que no necesariamente es de "combate" o "editorialista" pero que puede ser tan fuerte o más que el de "guerra": http://www.elmalpensante.com/articulo/16/la_leccion_de_homero

    Observo que aunque habla mucho de las realizaciones de la periodista, no describe su vida personal, su carácter; en general, ella como ser humano. Esa es una carencia que noté y que a mí, como periodista, me interesaría conocer.

    Entiendo la función del "hipertexto" [enlaces insertados] que usted usa como una herramienta para ayudar al lector a buscar más información, pero también creo que lo desvía a uno con respecto la coherencia del artículo. Por ejemplo, viene uno leyendo sobre las actividades de la periodista en los principios de la guerra y aparece un "hiper" que lo lleva a uno hacia otro artículo; uno se "encarreta" leyendo este y puede olvidar el que venía leyendo.

    Quizás sea asunto de mi capacidad de concentración; sin embargo, creo que es una herramienta que desvía la atención. Una alternativa para el "hipertexto" (aunque dejaría de llamarse así) sería poner los enlaces al final del artículo por si el lector desea conocer más acerca del tema.

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