Monday, June 22, 2015

EMIGRANTES COLOMBIANOS: ¿IMPEDIDOS PARA HABLAR DE PROBLEMAS NACIONALES?



Los Emigrantes: Admirados y Despreciados en sus Países de Origen

Los Ítalo-americanos

Una vez en Roma oí a unos jóvenes miembros de la eternamente decadente nobleza local denigrar de los ítalo-americanos, es decir, de los descendientes de los italianos que emigraron a Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del XX. Decían que esa gente no debería llamarse italiana, que se sentía mucha cosa porque tenía plata aunque realmente carecía de cultura y que no representaba lo mejor del espíritu italiano.

La conversación se hacía muy pesada para mí, que he estudiado y enseñado sobre los movimientos migratorios en EEUU, que he participado en investigaciones sobre los procesos de asentamiento y aculturación de grupos latinos, que hice mi tesis doctoral sobre la participación de inmigrantes indocumentados en el mercado de trabajo de Nueva York –que es una ciudad de inmigrantes por antonomasia-, que he vivido entre inmigrantes y he participado de sus vidas, que yo mismo soy inmigrante. Conozco lo que vale un inmigrante para su país de origen y para su país de destino y tengo poco respeto por la opinión ignorante de quienes los menosprecian.


Cuando tuve oportunidad de expresar mi opinión dije que respetaba el amor y la admiración que los ítalo-americanos conservaban por el país de sus ancestros al que objetivamente nada debían; se fueron a otra tierra porque en Italia no tenían futuro; si se hubieran quedado aquí, dije, ni los antepasados de ustedes ni ustedes cuando les llegara el turno hubieran hecho nada para mejorar sus vidas, por ustedes esa gente todavía estaría andando descalza por los pedregales del sur de Italia. Me temo que por culpa mía se acabó la conversación ese día y cuando la renovaron no estuve invitado. Observé, sin embargo, que en Roma admiran a los italianos que como artistas y científicos adquieren buen precio en el mercado estadounidense de mercancías y celebrities.

Los Colombianos Dispersos por el Mundo

Algo similar ocurre con las actitudes de los colombianos que se quedan en Colombia con respecto a sus coterráneos que emigran. Conozco por lo menos dos listas de cien colombianos notables residentes en el exterior. Con frecuencia los medios colombianos hablan de los inmigrantes que han descollado en los negocios o las artes en el exterior y el resto de colombianos se sienten orgullos de ellos. Al mismo tiempo hay una actitud compartida dentro de Colombia de que el colombiano que salió del país dejó de serlo o al menos perdió parte de su colombianidad. 

En los años 80 del siglo pasado, en una época de violaciones masivas y constantes de los derechos humanos en Colombia, fui miembro de un comité que trabajaba desde la ciudad de Nueva York en defensa de los mismos. Las autoridades colombianas ante las que protestábamos y la opinión pública que las respaldaba nos consideraban intrusos en un asunto que debía mantenerse dentro de los confines domésticos. En la misma tónica, el autor de un comentario que leí hace un par de meses en Facebook decía que los colombianos que vivimos en el exterior nos creemos con derecho a opinar sobre la situación doméstica colombiana, pero que en ello estamos errados pues nuestra residencia fuera del país nos ha hecho perder el sentir de patria, nos ha impedido vivir en carne propia la intensidad de su guerra civil a la que hemos asistido a través de la televisión y que nuestras opiniones, en todo caso, carecen de validez y solidez.

El comentarista de Facebook refleja en su diatriba un sentimiento expresado 15 años atrás por el diario bogotano El Tiempo.  En noviembre del 2000 El Tiempo informó a sus lectores que preparaba una separata con colaboración de distinguidos comentaristas para decirle a los colombianos por qué se la debían jugar por Colombia y no escapar al exterior. La idea implícita, a mi parecer, era denunciar a los colombianos emigrantes como tránsfugas o desertores, ciudadanos incompletos, que habían renunciado a ser parte del proyecto social que estaban construyendo los colombianos que sí se habían quedado en el país.

En una carta abierta sugerí al director del periódico que cambiara de enfoque y convocara a los responsables de dirigir el estado colombiano en la última generación a explicar cómo sus decisiones neutralizaban la emigración como una opción de supervivencia y seguridad económica. El Tiempo no publicó mi carta; lo hizo Zona de Tolerancia -una revista virtual de arte y cultura, valiente, íntegra, inteligente- con la siguiente nota introductoria: “CARTA ABIERTA De Luis Javier Mejía, un colombiano, un zonero y una persona que nos dice algo más de la paz y el compromiso… como siempre, la zona se hace responsable de todo lo que digan sus colaboradores, si no fuera así… cómo podríamos mirarnos a la cara?" 


Colombianos, Emigrantes y No Emigrantes, Confrontan a sus Elites 

Transcribo a continuación mi carta del 2000 a El Tiempo con la convicción de que los siguientes 15 años de la historia colombiana –que continúa haciendo víctimas a los colombianos que viven dentro y fuera del país- son una continuación sin interrupciones de los temas tratados en ella.

Noviembre 10, 2000

Señor Director 
Diario EL TIEMPO
Bogotá - Colombia

Señor director:

Maravillosa la iniciativa que usted ha anunciado en su edición el 7 de los corrientes de convocar a algunos pensadores y dirigentes para que escriban en una separata de su periódico diciéndole a los colombianos por qué se la deben jugar por Colombia. Más acertada, sin embargo, sería su iniciativa si llamara a los responsables de la situación que se vive hoy en día a decir por qué piensan que los demás colombianos tienen un futuro en la patria común.

Así, empiece usted por preguntar a los miembros del gobierno de hoy, a los jefes de las fuerzas armadas, a los jefes guerrilleros y a los jefes paramilitares a qué han de quedarse los colombianos en casa. Luego pregunte a los industriales, a los banqueros, a los terratenientes, a los urbanizadores por qué los trabajadores y los empleados de clase media se deben quedar en Colombia y haciendo qué.  Convoque especialmente a los empresarios que viven en Miami, Nueva York y otras ciudades extranjeras así como a los líderes guerrilleros que hacen “diplomacia” en el exterior para que digan por qué los colombianos no se deben ir del país. Entreviste a los jefes de personal de las grandes empresas nacionales para que les digan a los colombianos mayores de 35 años a qué se deben quedar en Colombia.

Pregunte en seguida a los que han sido directivos del Congreso Nacional, ministros, magistrados de la Corte Suprema de Justicia, directores de establecimientos descentralizados, gerentes de empresas estatales, gobernadores y alcaldes de las grandes ciudades en los últimos diez años -para poner el proyecto en proporciones manejables- por qué creen ellos que los colombianos han de quedarse trabajando y pagando impuestos allá.

Finalmente, haciendo seguimiento a las raíces históricas de la crisis, busque usted a los que en un momento dado le fallaron al país y pregúnteles por qué los colombianos todavía deben tener fe en sus elites y deben respaldarlas con sus esfuerzos. Unos pequeños ejemplos ilustrarán lo que usted puede hacer.

En la administración del Dr. Lleras Restrepo se propuso una reforma agraria integral. Fracasó gracias a los errores conjuntos de Fadul, Peñaloza y Vives Echavarría. Localice a los tres y pídales que contribuyan a su antología de razones para quedarse en Colombia.

En la administración del Dr. López Michelsen El Tiempo le dio un duro golpe a la libertad de prensa cuando echó de su casa a Klim. Localice a los responsables de esa decisión y pídales que escriban para su antología.

En la administración del Dr. Samper El Tiempo le dio un duro golpe al derecho de los colombianos de ser gobernados por manos honestas. Localice a los que tomaron la decisión de respaldar al Dr. Samper y pídales su contribución.

En la administración de Barco el gobierno estuvo ausente de tantos sectores de la vida nacional que puede usted escoger a cualquiera de sus altos colaboradores y preguntarle cómo la falta de gobierno en que participó creó un país en que la mayoría de los colombianos debe sentirse a gusto de vivir.

En las administraciones de los Doctores Turbay, Betancourt y Gaviria se hizo un esfuerzo muy grande para destruir el liderazgo alternativo del país, toda la izquierda democrática, los disidentes vinculados con movimientos populares, los que se habían desilusionado de la guerrilla. El Tiempo sabe bien quienes en el gobierno, las fuerzas armadas, las organizaciones gremiales y algunos movimientos armados tomaron la decisión de barrer con ese liderazgo alternativo. Convoque usted ahora a esas personas y pídales que les digan a los colombianos por qué vale la pena que se la jueguen por la patria. 

En la administración del Doctor Pastrana unos dirigentes paisas le dijeron al presidente que altos funcionarios de su gobierno estaban vendiendo decisiones de estado. El presidente le dijo al país: Dónde están que no los veo? Y los paisas callaron. Llame ahora a los que le ayudaron al presidente a taparse los ojos y a los paisas que se quedaron mudos para que, recuperando la voz, le abran los ojos a los colombianos sobre las muchas razones que tienen para quedarse pagando por casas que no podrán legar a sus hijos, trabajando en tierras que nunca poseerán, peleando por privilegios que nunca disfrutarán, ayudando a crear riquezas que no los beneficiarán, produciendo bienes que destruirán los combatientes de una guerra en la que no tienen parte.

Como usted sabe, el señor Robert McNamara ha hecho un acto público de confesión y arrepentimiento ante el pueblo de los Estados Unidos. Ha dicho él y lo sigue diciendo: Los que tomamos las decisiones de la guerra de VietNam nos equivocamos. Los columnistas de El Tiempo viven diciendo que el país necesita un Churchill, un Adenauer, un De Gaulle. Hm! Las elites colombianas (y aquí debemos incluir tanto al establecimiento tradicional como a los comandantes guerrilleros y paramilitares, pues ellos tienen mucha más influencia en el destino de la nación que el resto de nosotros, los colombianos del montón) no son capaces de producir ni siquiera un McNamara. Y por eso, aunque usted y sus lectores no me crean, los colombianos de bien no tienen más que hacer sino salir a jugársela toda en cualquier país del mundo que los reciba.

De usted, servidor y amigo.

LUIS JAVIER MEJIA M., Ph.D. 

[Sigue información domiciliar no relevante en este momento]

Nota: El autor es doctor en derecho de la Universidad Externado de Colombia, doctor en economía de Fordham University en la ciudad de Nueva York, e investigador social especializado en las condiciones de vida de poblaciones minoritarias e inmigrantes. Al presente es director de investigación institucional de una institución universitaria en la misma ciudad. Su tesis de grado versó sobre la motivación económica del inmigrante indocumentado latinoamericano en el área.




22 de junio del 2015
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

1 comment:

  1. Lloviendo sobre mojado:

    http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/hablando-de-pajas/15990504

    ReplyDelete