Saturday, May 30, 2015

Post-Guerra en Europa: de la Violencia a la Prosperidad



Los Horrores de la Segunda Guerra Mundial y su Persistencia en la Post-Guerra

Por DavidNasaw | 5 de mayo del 2015

Celebración de la victoria

En los primeros días de mayo y de agosto celebraremos el septuagésimo aniversario de la victoria en Europa y en el Japón, respectivamente. Volveremos a ver las imágenes de las masas jubilosas en Times Square: rostros felices y sonrientes, banderas proclamando la victoria, el marinero inclinado hacia adelante y la enfermera echándose hacia atrás para darse un beso apasionado. Y compartiremos la dicha de los celebrantes.

Víctimas de la guerra

Al mismo tiempo deberíamos recordar a los millones que quedaron sin techo, sin nacionalidad, en la miseria, al borde de la inanición, las víctimas innumerables y casi siempre anónimas de violación, sus cuerpos despojos de guerra, ocupación y venganza, los soldados que regresaron a pueblos devastados, ciudades en ruinas, familias separadas. Para ellos los horrores de la guerra no acabaron con la cesación de hostilidades.


Víctimas en Alemania

Solamente en Alemania quedaron de 8 a 10 millones de personas desarraigadas al terminar la guerra: Prisioneros de guerra, trabajadores forzados, obreros esclavos, reclusos de los campos de concentración, sobrevivientes de los campos de exterminio, que al ser liberados se echaron a las calles, campos, bosques, autopistas, en busca de comida y techo. Los que se sentían capaces de caminar o de viajar trataron de regresar a sus hogares por cualquier medio. El corresponsal de guerra Alan Moorehead los describió así: “La mitad de los pueblos de Europa estaban en movimiento. Uno se encontraba con un grupo diferente en cada recodo del camino, bultos al hombro, arrastrándose a borde de carretera para dejar pasar los vehículos militares”.

Los ejércitos aliados tuvieron que encargarse de proteger a toda esa gente de los elementos y de la anarquía que se apoderaba de Alemania. Tropas estadounidenses y británicas los agrupaban, dirigían, subían a vehículos militares y transportaban a los centros y campos de reunión donde –para horror de los sobrevivientes judíos- eran agrupados y alojados según su nacionalidad: ucranianos con ucranianos, polacos con polacos, reclusos y torturadores lado a lado. Este hacinamiento forzoso e inhumano de víctimas y agresores no sería remediado sino hasta el otoño de 1945. Earl Harrison, decano de la escuela de derecho de la Universidad de Pensilvania y consejero del presidente Truman, preparó un reporte muy crítico de la situación en el cual dijo que los judíos eran tratados en los campos de refugiados “como los trataron los nazis, solo que nosotros no los exterminamos”.  Aunque Harrison exageraba  para dar énfasis a su escrito, su descripción no estaba muy lejos de la realidad.  El general Dwight Eisenhower, comandante de las Fuerzas Aliadas en Europa, recibió el reporte y de inmediato dio órdenes para transferir los judíos a instalaciones separadas, aumentar sus raciones alimenticias y reemplazar gradualmente en las posiciones de liderazgo a aquellos que los consideraban  “inferiores a los animales”, como lo había dicho el general George Patton.

Víctimas judías y no judías 

Para miles de sobrevivientes del Holocausto la liberación se convirtió en una calle ciega, en un laberinto sin salida. El mundo civilizado había sido forzado a enterarse del Holocausto, había visto con horror las fotografías y los noticieros en los cines, había leído los testimonios presenciales de los soldados y oficiales que  abrieron las puertas de los campos de exterminación. Pero los sentimientos de horror fueron desapareciendo al mismo tiempo que perdía urgencia la intención de hacer justicia en favor de las víctimas. El esfuerzo que se hizo en  1945 para abrir fronteras, expedir visas, incrementar cuotas y agilizar la admisión de este grupo de víctimas de la guerra en los EEUU y en el resto del mundo fue mínimo. Los sobrevivientes judíos, ahora designados “personas desplazadas” o, simplemente, PD, fueron internados por varios años -de  3 a 5- en campos de refugiados, presos por segunda vez en una tierra cuyos líderes casi habían logrado exterminarlos.

También permanecían en Alemania cerca de otro millón de europeos orientales no judíos ahora convertido en ciudadanos de los territorios anexados por la Unión Soviética o de los países que cayeron  dentro de su esfera de influencia. Los soviéticos exigían que fueran repatriados, a la fuerza si era el caso, para poder juzgar por sus crímenes a todos los que -voluntaria o involuntariamente- hubieran colaborado con las autoridades del Tercer Reich. De  ellos había muchos. Cuando los estadounidenses o los británicos se negaban a entregar a un interno de los campos de desplazados los soviéticos protestaban diciendo que  estaban protegiendo a criminales de guerra, fascistas, quislings[1] y colaboradores y que con ellos estaban formando una reserva para atacar más tarde a la Unión Soviética.

Minorías nacionales desplazadas

La firma de la rendición incondicional de Alemania el 8 de mayo de 1945 no marcó el final de la guerra para los millones de desplazados alojados en campamentos de refugiados.  Tampoco trajo la paz a millones de serbios, polacos, musulmanes, bálticos, cosacos, húngaros, turcos, búlgaros, rumanos, ucranianos y alemanes que en los días siguientes a la celebración de la victoria en Europa fueron asesinados o despojados de sus casas y forzados a abandonar el país donde vivían, en un huracán demencial de limpieza étnica.  La paz tampoco llegó a los combatientes y no combatientes de las guerras civiles, grandes y pequeñas, que continuaron o estallaron en Grecia, Yugoeslavia, Polonia, Ucrania y los territorios acabados de anexar por la Unión Soviética.

Destrucción en los países ocupados

Para millones de habitantes de otras partes de Europa solo quedó desesperación, hambre y exposición a los elementos al final de la guerra. No había suficiente comida en el continente, ni la habría por muchos años; tampoco había medios de transporte para llevar la poca que había a quienes la necesitaban. Yugoeslavia perdió en la guerra no menos de una cuarta parte de sus viñedos y la mitad de sus animales domésticos; el 60% de sus carreteras fue destruido. Holanda perdió el 60% de sus carreteras, ferrocarriles y canales navegables. En Polonia desaparecieron una quinta parte de las carreteras y una tercera parte de las carrileras; 85% de los trenes quedó inservible. En Alemania una quinta parte de la vivienda -3,6 millones de apartamentos- quedó inhabitable; alrededor de 20 millones de alemanes quedaron sin techo. La situación era aún peor en la Unión Soviética donde 70.000  aldeas, casi 2.000 ciudades, 32.000 fábricas y 40.000 millas de carrilera quedaron  destruidas; alrededor de 25 millones de personas quedaron sin techo y millones más fueron reasentados a la fuerza en lugares donde no habían vivido antes.

Muertos de guerra

Cerca de 40 millones de europeos perecieron entre 1939 y 1945 a consecuencia de la guerra;  más de la mitad de ellos no eran combatientes. Seis millones de judíos fueron asesinados, la mayoría de ellos civiles. Las muertes soviéticas alcanzaron un total de 25 a 27 millones, la gran mayoría también civiles. Los estadounidenses muertos en la guerra, todos combatientes, sumaron 420.000 en Europa y Asia.

Victoria sobre el Japón

Unos tres meses después del Día de la Victoria en Europa se celebró la rendición del Japón que tuvo lugar después del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki y la muerte instantánea de no menos de 100.000 personas; más de 100.000 sufrirían enfermedad y muerte por radiación en los meses y años siguientes. La multitud que se reunió en Times Square el 14 de agosto de 1945 fue más grande y más ruidosa y menos inhibida en la expresión de sus emociones que la de unos pocos meses antes.

Los Estados Unidos tuvieron que negociar con la Unión Británica y la Unión Soviética las condiciones de la ocupación de postguerra y los acuerdos de paz en Europa. En Asia, como las bombas atómicas habían dado fin a la guerra sin la participación militar que los soviéticos habían prometido en Yalta y Potsdam, los Estados Unidos pudieron imponer las condiciones de paz unilateralmente. Una vez usada el arma más poderosa del momento el Japón debió rendirse incondicionalmente, a un costo inimaginable. La desconfianza entre la Unión Soviética y sus antiguos aliados aumentó exponencialmente así como aumentaron las consecuencias para la humanidad de otra guerra que llegara a ocurrir.

Semillas de conflicto

La Gran Guerra[2] y los defectuosos acuerdos de paz que siguieron sentaron las bases para la segunda guerra mundial; de la misma manera, la destrucción, el desplazamiento de millones de personas, la muerte de millones más, la aniquilación de ciudades y naciones, y la ruptura de la confianza entre los Aliados luego de los Días de la Victoria en Europa y en el Japón sembraron las semillas de la Guerra Fría y de las violentas guerras que puntearon la segunda mitad del siglo XX. Es infinitamente más fácil empezar y sostener guerras que terminarlas. La guerra genera guerra; la firma de tratados y la celebración de la victoria no traen la paz. Estas son algunas de las lecciones históricas que al parecer no hemos aprendido.

Traducción, adaptación y subtítulos de Luis Mejía


Postguerra y Bienestar Social: De la violencia a la prosperidad

Este artículo de David Nasau que acaba de leer, querido visitante de mi blog, nos permite hablar del difícil periodo de post-guerra que viven o van a vivir los países latinoamericanos que en la última generación han tenido conflictos militares internos -Centroamérica, Colombia- o serios conflictos de clase -Venezuela, Bolivia, Argentina-.

Las guerras civiles centroamericanas de fines del siglo XX terminaron por negociación entre los combatientes. Uno puede imaginar un escenario en el que los combatientes hubieran continuado matándose entre sí y matando civiles sin posibilidad de victoria para uno de ellos. Parte de ese escenario sería la existencia de áreas aisladas donde hubiera podido prosperar una economía extractiva favorable a las elites tradicionales y a pequeños sectores de la clase media aliados con ellas mientras el resto de la población iba quedando reducida a una economía de subsistencia o de parasitismo propiciado por la ayuda financiera internacional.

Para fortuna relativa de todos los centroamericanos la presión de actores extranjeros forzó a las elites y a los comandantes de los ejércitos rebeldes a negociar una terminación del enfrentamiento armado y a crear un espacio donde los sectores inconformes con el statu quo socio-económico pudieran participar en elecciones y, en mínima medida, en el ejercicio del poder. De la paz resultante se beneficiaban teóricamente todos: las gentes podrían organizar sus vidas sin temor a los actos de guerra, reiniciar actividades productivas, retornar a la escuela y planear el futuro. A su turno, los estados quedaban en libertad de redistribuir sus presupuestos con menos énfasis en los gastos de guerra, invertir en obras de infraestructura por largo tiempo descuidadas e intentar una racionalización de la administración pública y del manejo de la economía.

Pero la paz centroamericana no vino acompañada de las reformas políticas y los planes de desarrollo económico necesarios para asegurar el progreso y bienestar de las masas. La cultura de ilegalidad y la economía de expoliación que habían practicado las elites que controlaban el gobierno continuaron vigentes, como resultado de ello la administración del  estado ha sido ineficiente y carece de respaldo popular. La falta de oportunidades de empleo y educación combinada con crecientes expectativas populares de una mejora en las condiciones de vida han mantenido la presión migratoria hacia Estados Unidos y han ayudado al aparecimiento de una insurgencia popular no política especializada en el secuestro, la extorsión, el robo y el narcotráfico. Las potencias se desentendieron de estos países una vez acabados los combates y reducidas las violaciones de derechos humanos cometidas por los ejércitos oficialistas y los rebeldes. Los dividendos de la paz, al final, no han tenido el impacto favorable que se esperaba para la economía, la política y la sociedad.

En Colombia el gobierno y las fuerzas rebeldes de las FARC negocian un acuerdo de paz que ponga fin a 50 años de hostilidades. Si se logra este acuerdo se podrán reducir los gastos bélicos del estado y las elites nacionales deberán dar solución a problemas que han dejado surgir o agravar so guisa de que ganar la guerra contra las guerrillas era la tarea prioritaria del estado. Entre los problemas que necesitan atención para disminuir el sufrimiento de las masas en el post-conflicto inmediato se encuentran: 1) reasentar y emplear a los millones de campesinos desplazados a las ciudades donde ni encuentran ocupación productiva ni son tolerados por la población citadina, 2) sanear los títulos de propiedad sobre millones de predios robados a agricultores medianos y pequeños por fuerzas paramilitares que participaron en la guerra y sobre tierras baldías apropiadas ilegalmente por compañías agroindustriales, 3) imponer la autoridad del estado sobre explotaciones mineras informales a fin de proteger el medio ambiente, garantizar la seguridad de los mineros y colectar los impuestos que deben generar, 4) reformar la administración pública, los organismos de control y el sistema judicial para mejorar su calidad, eliminar la corrupción, darles transparencia y asegurar su participación efectiva en la administración de justicia transicional.

Al mismo tiempo deberá darse solución a otros problemas existentes de vieja data y no relacionados con la guerra; por ejemplo, crear sistemas de apoyo para educar e informar a los legisladores de modo que  su trabajo mejore, levantar la calidad de la educación, construir una infraestructura integrada que facilite el desarrollo nacional, dar vivienda a la población rural y urbana, extender la cobertura de los servicios públicos a todo el territorio nacional, desarrollar una política internacional en armonía con los intereses nacionales, generar empleo, disminuir los extremos de pobreza y desigualdad. Conociendo la capacidad gerencial de las elites colombianas se puede anticipar que poco harán en estas materias. Si fracasan, el riesgo de que aparezcan nuevas formas de rebeldía social violenta es muy grande. Y el ciclo de inseguridad, desesperanza y pobreza tendrá un nuevo comienzo.

La situación de Centro y Suramérica contrasta significativamente con la experiencia de la segunda  post-guerra europea del siglo XX. Aunque después de la rendición de las Potencias del Eje millones de personas continuaron sufriendo horrores iguales a los de la guerra, en unos pocos años sus vidas cambiaron de una manera dramática; la mayoría de los países que habían sido combatientes, satélites u ocupados por el Eje,  revivieron sus economías y lograron dar a sus masas un nivel mínimo de prosperidad. La recuperación de  Europa occidental fue asombrosa y hay que atribuirla al liderazgo de Estados Unidos y su Plan Marshall, a la capacidad de trabajo de su pueblo y a la gerencia de la clase dirigente que llegó al poder  en ese momento. Los pueblos de Europa oriental bajo la hegemonía soviética no lograron iguales niveles de desarrollo, sin embargo, alcanzaron una calidad de vida que las elites centroamericanas y colombianas no han sido capaces de garantizar a sus súbditos.

Un tema que el artículo no toca es el del sufrimiento de los pueblos del Lejano Oriente en la postguerra. Mongolia, Corea, China, las Filipinas y el sureste asiático sufrieron horrores indescriptibles bajo la muy cruel ocupación japonesa; el periodo de post-guerra fue muy prolongado y trajo su propia cosecha de horrores: las guerras civiles de China y Vietnam, las terribles dictaduras en en las Filipinas y las dos Coreas (una supuestamente de izquierda en el norte y otra supuestamente de derecha en el sur, ambas inhumanas), las guerras anticoloniales, el asesinato de medio millón de indonesios en la transición de Sukarno a Suharto y los periodos de violencia y represión que acompañaron las rivalidades de las elites locales mientras competían por el control del estado y sus recursos. En el Lejano Oriente la Guerra Fría no inspiró un Plan Marshall como en Europa; al contrario, de la Guerra Fría salieron fortalecidas unas elites rapaces y antidemocráticas. El sufrimiento de los pueblos asiáticos se extendió por muchos años después de la victoria sobre el Japón. El sufrimiento de los pueblos americanos se parece mucho al de los pueblos del Lejano Oriente.

Luis Mejía
30 de mayo del 2015
Publicado en blogluismejia.blogspot.com



[1] Este era el nombre del político noruego que en 1942 se prestó para servirle de primer ministro testaferro al régimen de ocupación nazi y la palabra se usa para referirse despectivamente a los traidores; expresiones similares en castellano de las Américas son malinche y patiamarillo.

[2] Se refiere a la Primera Guerra Mundial.

2 comments:

  1. Una anotación al margen: La segunda guerra mundial fue iniciada por Alemania que la hizo a sangre y fuego, en algunos lugares a tierra arrasada. Los Aliados respondieron haciendo una guerra igual. Alemania la perdió y muchos de nosotros pensamos que eso fue una buena cosa.

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  2. Oye, Luis Javier:

    Las guerras y la paz son sucesos supercomplejos. Con razón los europeos colaboran todo el tiempo con el mundo entero para evitar más guerras. Y esto me hace pensar lo difícil que será en Colombia el post-conflicto. Yo no soy religiosa como tú bien lo sabes pero, eso sí, a Dios le lleno los oídos todos los días con mis quejas y mis pedidos. :)

    Así que tan pronto se firme la paz tenemos que orar porque el post-conflicto no vaya a ser caótico ni se creen más víctimas.

    Yo estoy tan agradecida a Dios -o a esa fuerza universal que existe- porque Colombia no sucumbió al comunismo como le pasó a Cuba y después a Venezuela. También agradecida a los militares y a sus familias que ofrendaron sus vidas por nuestra democracia, que aunque a veces cojea puede andar bastante erguida. Siento gran tristeza por los millones de campesinos y sus familias que sucumbieron a la violencia y criminalidad de las guerrillas, paramilitares y hasta del mismo ejército. A pesar de todos los inconvenientes que se presenten tengo fe en que lograremos la paz, no sé si perfecta o no.

    ¿Te imaginas que en un par de años podamos viajar por toda Colombia, sin pensar que corremos peligro de ser atacados por los guerrilleros? Después de un año de firmada la paz quiero ir al Caño Cristales en Los Llanos y a la Guajira hasta el Cabo de la Vela. Soñar y soñar, pero si no soñamos jamás lograremos lo que aspiramos!

    Gracias por compartir, mi querido LJ.

    Luz

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