Saturday, December 7, 2013

Divulgación de Secretos Oficiales, Derecho de Saber, Neutralización del Criminal y Censura de los Medios


El 20 de julio del presente año las autoridades británicas obligaron al diario The Guardian a destruir una computadora Apple que contenía los documentos que Edward Snowden sustrajo de los archivos electrónicos de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. Estos documentos revelaban las dimensiones del espionaje electrónico doméstico e internacional practicado por los gobierno de los Estados Unidos y la Gran Bretaña.

A raíz de esta situación el editor del periódico, Alan Rusbridger, escribió un artículo titulado The Snowden Leaks and The Public que ha publicado la respetada revista internacional The New York Review of  Books en su última edición. Rusbridger analiza las implicaciones que el sistema de espionaje montado por las dos potencias y desvelado por Snowden tiene para la vida privada de todo el mundo, para el debate público sobre los abusos de las autoridades y para las libertad de hacer oposición a quienes están en el poder. He hecho una versión libre de ese artículo pues considero que tiene importancia para mis lectores en América Latina y Europa. He insertado subtítulos que no aparecen en el original para facilitar la lectura.

EL PÚBLICO Y LA INFORMACIÓN SECRETA DIVULGADA POR SNOWDEN

Por Alan Rusbridger – Editor de The Guardian

I

Torpe Intento de Censurar la Prensa
El estado británico consideró que ya se había hecho “suficiente” debate sobre el material circulado en mayo pasado por Edward Snowden,  antiguo contratista  de la Agencia Nacional de Seguridad (National Security Agency - NSA), cuando ordenó al diario londinense The Guardian que se lo entregara o lo destruyera. Yo, como editor del periódico, corría el riesgo de un requerimiento judicial o una visita de la policía –nunca fue claro cuál de las dos- si nos rehusábamos a obedecer. En la práctica nos enfrentábamos a una situación en la que el estado -sin consideración por el interés público y la importancia del asunto- intentaba coartar la discusión del tema por parte de la prensa y  desconocer la capacidad de esta de ejercer control previo sobre el material reportable.
En nuestras discusiones con los funcionarios del gobierno antes de destruir el material el 20 de julio pasado tratamos de hacerles ver que este intento de ponerle bozal a un medio noticioso era no solo equivocado en principio sino también inútil. Les dijimos que había copias del material de Snowden en otros países, que The Guardian estaba coordinando su divulgación con medios de los Estados Unidos, que el primer periodista con quien hizo contacto Snowden vivía en Río de Janeiro y que una productora de cine que también estaba en contacto con él tenía otros materiales en Berlín. ¿Qué creían ellos que lograban si destruían unos discos duros en Londres?
Los agentes del gobierno dijeron que “les apenaba tener conocimiento” de que existían otras copias pero que obedecían órdenes de terminar la publicación por parte del The Guardian destruyendo las computadoras que tuvieran información trazable a Snowden. Sospecho que en el fondo nuestros interlocutores entendían que habían perdido el control de la situación. La tecnología que despierta tanto entusiasmo a los espías, que les permite ver sin restricciones las vidas de millones de personas, es también una tecnología virtualmente incontrolable o inatajable. Pero la gente pierde sus hábitos con dificultad. Tanto la ley estadounidense de 1917 sobre espionaje como la ley británica de 1911 sobre secretos oficiales –ambas con raíces en fiebres de espionaje y riesgos de sedición en tiempo de guerra- mantienen una influencia ineludible.
Libertad de Prensa en los Estados Unidos
Los Estados Unidos tienen sus propios problemas con los periodistas y sus fuentes. Ofrecen, sin embargo, un ambiente más favorable para un debate de fondo sobre privacidad y seguridad que, al menos después de lo hecho por Snowden, todo el mundo considera deseable. La ventaja más importante que tienen los Estados Unidos es que, en mi opinión, sería impensable que el gobierno tratara de impedir por anticipado la publicación de algo. La constitución escrita, la primera enmienda de la misma y la sentencia de 1971 de la Corte Suprema de Justicia sobre los Documentos del Pentágono con respecto a la guerra de Vietnam se combinan para crear un sistema de protección inexistente en el Reino Unido. Así que los reportes sobre el material de Snowden se originan todavía en Nueva York, editados igual que antes por nuestro agente en Estados Unidos.
Metadata y Contenidos de la Información
Lo que poco a poco se ha ido revelando es que en los últimos diez años los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, trabajando de común acuerdo, han buscado la manera de mantener vigiladas a poblaciones enteras. La meta aparente es poder recoger y almacenar “toda señal todo el tiempo”, vale decir, tener acceso al universo digital entero, incluyendo nuestras búsquedas en internet, llamadas telefónicas, mensajes de texto y correos electrónicos.
En parte se trata de contenidos, en parte se trata de la llamada metadata o información sobre quién envió una comunicación a quién, desde dónde y hacia dónde, independientemente del contenido. Esta distinción, como dijo un antiguo jefe de la oficina jurídica de la NSA, es engañosa. Con increíble honestidad dijo: “Metadata contiene todo lo que uno quiera saber sobre la vida de alguien. Si uno tiene suficiente metadata uno no necesita el contenido de los mensajes… Da vergüenza saber lo predecibles que somos los seres humanos”.
Mecanismos de Espionaje
Nosotros hemos empezado a barruntar cómo se hace esa vigilancia. La NSA de Estados Unidos y su contraparte británica, la GCHQ (Government Communications Headquarters o Central de Comunicaciones del Gobierno), trabajan con los proveedores de servicios de internet y con las compañías de telecomunicaciones para recoger cantidades enormes de informaciòn sobre cada uno de nosotros. En parte esto es hecho de frente (requisiciones formales conforme a la ley) y en parte “por encima” de las compañías, interceptando las señales en tránsito. Esas agencias han insertado sondas en los cables trasatlánticos para extraer información de millones de usuarios a ambos lados del Atlántico. El año pasado la GCHQ, por ejemplo, estaba manejando seiscientos millones de “eventos telefónicos” diarios, había “chuzado” más de doscientos cables ópticos y podía procesar datos de por lo menos 46 de estos en un momento dado.
Ataque a la Integridad de Internet
También sabemos que estas agencias han gastado inmensas sumas de dinero trastornando la integridad del sistema mismo de internet, debilitando su seguridad de una manera que debería preocupar a todo individuo, organización pública o compañía que lo usa. Una compuerta que le dé a la NSA acceso a nuestros mensajes es, en opinión de la mayoría de los criptólogos, fácilmente utilizable por otros. Se justifica andar preocupado porque los detalles personales de activos bancarios y de citas médicas se encuentren en internet.
Edward Snowden, contratista de la NSA, estaba en una posición privilegiada para entender el alcance de lo que en el mundo real hacen las agencias de inteligencia. Él tenía acceso a millones de documentos muy secretos y a resúmenes informativos de las agencias de inteligencia de Estados Unidos y el Reino Unido. Evidentemente, lo que vio lo afectó profundamente. “A uno lo están viendo y grabando aunque no esté haciendo nada malo” dijo a The Guardian.
Eu una entrevista en video dijo:
La capacidad de almacenamiento de estos sistemas crece de manera constante en órdenes de magnitud tales que han llegado al punto en el que uno no tiene que hacer algo malo. Todo lo que se necesita es que de casualidad uno le resulte sospechoso a alguien. Una llamada equivocada es suficiente. Entonces ellos pueden utilizar el sistema para echar una mirada hacia el pasado de uno y mirar con lupa cada decisión que haya tomado, cada amigo con el que haya conversado sobre alguna cosa. Y usarán eso para atacarlo a uno, para crear sospechas sobre una vida inocente y presentarlo como un delincuente.

Y agregó, en cierta forma para explicar su decisión para haber divulgado la información, con las consecuencias que ello podía tener por el resto de su vida: “Uno se da cuenta de que este es el mundo que ayudó a crear y que este mundo va a ser peor en la próxima generación y en la que sigue, pues cada generación nueva trabajará para ampliar el espacio de esta arquitectura de la opresión”.

Por su parte la revista el Economist dedicó un editorial a describir actividades de la NSA que pueden debilitar la integridad de internet. En su opinión cualquier intento deliberado de la NSA de minar los sistemas de cifrado son una mala idea y deberían suspenderse. Por supuesto que eso haría más difícil el trabajo de los espías (oficiales) pero, advierte, hay muchas otras técnicas aplicables a comunicaciones específicas que no reducen la seguridad de internet para todos sus usuarios, ni le hacen daño a la reputación de las empresas tecnológicas estadounidenses ni dejan la impresión de un gobierno hipócrita y mentiroso.
Evasivas Mentirosas

En la opinión de Snowden las formas tradicionales de control –juzgados y comités legislativos que operan en secreto- son inadecuadas pues sus miembros solo tienen información parcial, carecen de entendimiento de los aspectos técnicos y son engañados con frecuencia. Es probable que tuviera en mente episodios como aquel en que James Clapper, director de la NSA, le informó al Congreso de los Estados Unidos que su agencia no recogía intencionalmente “ningún tipo de información” sobre millones de ciudadanos estadounidenses. Esto resultó falso. Clapper se justificó diciendo que esta era “la menos falsa” de las respuestas que podía dar.

Conjeturas Sobre la Motivación de Snowden

Como no tenía confianza ni en el sistema judicial ni en el Congreso, Snowden acudió a otras personas que, en cualquier democracia moderna, están listas a divulgar la verdad, abrir debates y pedirle cuentas a los demás, esto es a los periodistas. Pero en nuestros días la gente no necesita ir donde nadie. Puede autopublicarse. De ahí que solo podamos especular sobre los motivos que tuvo Snowden para utilizar los medios:

-       El material sería extremadamente complicado para los legos. Se necesitarían miles de horas de trabajo en equipo para revelar la dimensión exacta de lo que el quería hacerle entender a la gente. Este es un trabajo que los periódicos serios del establecimiento hacen bien a veces.
-       Quizá quería que el material fuera manejado por gente obsesiva y apasionada por el tema, capaz de entender sus implicaciones reales y sus antecedentes políticos y legales y de discutirlo en profundidad y en detalle, sin descansar, en un foro amplio. Los que escriben para un blog y los productores especializados en documentales pueden hacer esto bien.
-       El material es tan secreto y revelador que un solo medio noticioso estaría sujeta a presiones inmensas, incluyendo amenazas criminales, legales y del gobierno, para que no lo publicara e incluso para que lo devolviera. Los periódicos han sucumbido a este tipo de presión o han ocultado documentos confidenciales por meses y aun por años. Por eso habría tomado precauciones para ponerlo en manos de más de un medio.
-       Dispersión geográfica. Dada la posibilidad de las presiones legales y oficiales, el escenario ideal era el de depositar los documentos en varios países.

Pasara lo que pasara por su cabeza, la decisión de Snowden fue muy inteligente. Hizo contacto con The Guardian, un medio noticioso con un público inmenso (el tercero en número de lectores de habla inglesa en el mundo) y un pasado de enfrentamientos con organizaciones e individuos muy poderosos. Compartió otros documentos con el diario The Washington Post en los Estados Unidos. Hizo partícipes a dos periodistas independientes que no solo viven fuera de los Estados Unidos sino que representan una tradición periodística completamente diferente.

II

Motivaciones de los Burócratas de la Seguridad

Pero regresemos al sótano de The Guardian y a la tarea de destruir una computadora. ¿Por qué estábamos allí?

Una respuesta razonable es la dada por el gobierno en el sentido de que documentos muy secretos no estarían seguros en las oficinas de The Guardian, independientemente de las precauciones que tomáramos. Nosotros entendíamos este argumento pues no nos interesa que llegue a haber un escape accidental. Con todo, los funcionarios del gobierno que nos decían esto parecían inocentemente ciegos a la ironía (otra más!) de que probablemente la única organización que había perdido control de la información no había sido un periódico sino la Agencia Nacional de Seguridad misma. Uno de los funcionarios torció los ojos cuando mencionamos el hecho de que 850.000 personas (esto es, los empleados y los contratistas de la NSA) tenían acceso a ella.

Uno se pregunta por qué si esto era de tanta importancia los mejores agentes de seguridad del estado se demoraron cinco semanas para llegar a las oficinas de The Guardian. Y por qué cerca de tres meses más tarde todavía nadie del mundo oficial se había acercado a las oficinas de nuestro periódico en Nueva York, o a las del diario The New York Times que recibió de The Guardian copia de los documentos, o a las de los periodistas a quienes Snowden entregó la documentación, para hacerse cargo de “protegerla y asegurarla”.

Una respuesta más convincente es que los servicios británicos de inteligencia simplemente encuentran muy difícil lidiar con los medios. Esta dificultad refleja el dilema entre estar vigilante con respecto a los peligros que amenazan al estado y proteger las libertades civiles.  ¿Qué balance debe haber entre una cosa y la otra? ¿Cómo diablos hace uno para reconciliar algo que debe mantenerse en secreto con algo que exige una discusión pública?
El jefe de una agencia británica de inteligencia me dijo una vez: “Nosotros somos una organización secreta. No ganamos nada con informar más sobre lo que hacemos. No vemos ninguna necesidad de cambiar”.
Bloqueo de Información a Funcionarios Civiles
El deseo de jugar con cartas tapadas parece permear el gobierno y el Consejo Nacional Británico de Seguridad -presidido por el pimer ministro- que se describe a sí mismo como “el foro más importante de discusión colectiva de lo que son las metas del gobierno en materia de seguridad nacional”. Según el exsecretario Chris Huhne ni el gabinete ni el consejo de seguridad fueron informados sobre los programas Prism y Tempora que puso al descubierto Snowden. “Al gabinete no se le dijo nada –dijo Huhne- sobre la extraordinaria capacidad de esos programas para absorber y almacenar correos electrónicos personales, contactos orales, actividades en las redes sociales y aun búsquedas en internet”.
Empresa Privada Colaboracionista
Las revelaciones de Snowden han hecho visible la manera como los organismos de seguridad dependen de la colaboracion oficial y extraoficial de los servicios comerciales que todos usamos –los proveedores de internet, teléfono y redes sociales-. Tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido el manto de secreto legal que rodea sus actividades es tal que ninguna empresa se atreve a discutir abiertamente sus relaciones con los servicios secretos. Sería ilegal hacerlo. Al mismo tiempo, los gobiernos a ambos lados del Atlántico temen que las empresas comerciales pararán su colaboración si sus clientes se enteran de la facilidad con que comparten información.
Un alto ejecutivo de una mega-empresa de la costa oeste de los Estados Unidos –cuyo nombre, por supuesto, no puedo mencionar- me contó que ni él ni el gerente general de su compañía tenían autorización oficial para manejar documentos secretos y, por consiguiente, no conocían los acuerdos que su organización tenía con el gobierno de Estados Unidos. “¿Es algo así como una compañía dentro de otra compañía?”, le pregunté. Él, con un movimiento desdeñoso de la mano, respondió: “Yo conozco a la persona encargada y confío en ella”.
El mundo oculto que Edward Snowden ha puesto al descubierto funciona a base de confianza. Quien use los servicios de esa compañía, por ejemplo, tiene que confiar en que una persona anónima – que ni siquiera es el presidente ejecutivo de la misma- tiene una relación honesta con su gobierno –que no es necesariamente el gobierno del usuario de sus servicios-. Documentos que hemos visto dicen que algunas compañias de telecomunicaciones van “muchísimo más allá” de lo que están legalmente obligadas a hacer. Y en el Reino Unido tenemos que confiar en un comité gubernamental cuyos miembros no merecen la confianza oficial de ser informados sobre los programas de vigilancia más importantes.
Opacidad y Peligro en el Mundo de los Espías
De manera que no debe sorprendernos en lo más mínimo que el estado envíe sus funcionario a las oficinas de los periódicos a tratar de convencer a sus editores de que guarden silencio sobre todo este asunto. Los argumentos son los que uno puede esperar: sus manos se van a manchar de sangre inocente porque el mundo en que se mueven los organismos de seguridad se volverá muy opaco y estos no podrán hacer su trabajo.
El argumento del mundo que se está volviendo opaco ha sido estudiado en detalle por Peter Swire, antiguo consejero de privacidad en la administración Clinton y ahora miembro del panel nombrado por el presidente Obama para la revision de la NSA, quien en un artículo publicado en el 2011 dijo que tanto el FBI como la misma NSA se han venido quejando desde la década de 1990 de las limitaciones que las técnicas de cifrado (o comunicación en clave) han impuesto a su capacidad de vigilancia en internet.
Los documentos de Snowden prueban que en Estados Unidos y en el Reino Unido las agencias de inteligencia emplean ingenieros muy talentosos que en todo momento están inventando maneras cada vez más complejas de mantener vigiladas a millones de personas. Cuestionar su trabajo y, aun peor, escribir sobre este, desata la reacción de siempre: se está ayudando al enemigo. Los espías insisten en que actúan dentro de la ley y con mucha paciencia explican la diferencia entre una bala de heno –que ellos deben tener autorización para guardar- y una aguja –que ellos pueden buscar solo bajo condiciones muy restringidas.
Nadie pone en duda que su trabajo es importante. Se necesitan agencias de inteligencia competentes en lo suyo. Las democracias liberales tienen enemigos firmes y recursivos. Hay una tensión permanente entre el secreto necesario para proteger el trabajo de inteligencia y la transparencia que, en todo caso, es un requisito de la democracia. Un periodismo cuidadoso y responsable es también necesario. Los periódicos que han participado en la divulgación del material de Snowden lo han hecho con extremo cuidado.
Complejidades Técnicas y Necesidad Pública de Saber
Yo personalmente tuve serias dificultades para entender cómo las agencias de policía tratan de minar la capacidad de cifrado de comunicaciones por parte de particulares y solo lo logré con la ayuda de uno de los tècnicos de sistemas y comunicacioners del periódico. ¿Puede uno confiar en que, en general, parlamentarios y congresistas tienen un mejor entendimiento de los poderes de la tecnología? ¿Podrían ellos como legisladores descifrar los reportes de las agencias de espionaje y vigilancia?
En esto tenemos que volver al tema de la confianza. Si no hay periódicos que descubran, analicen y expliquen estos temas tenemos que confiar en que los comités de vigilancia y los tribunales secretos creados por congresos y parlamentos son capaces de hacer ese trabajo por nosotros.
La razón por la cual la participación libre y responsable de los medios en la divulgación de secretos de policía e inteligencia es importante es que a medida que la tecnología se desarrolla las agencias de espionaje (y otros organismos del estado) van a querer tener más balas de heno cada vez más grandes durante más tiempo. Y van a exigir la autoridad para desarrollar algoritmos mucho más poderosos para encontrar las agujas.
Propuesta Británica de Intensificación del Espionaje Doméstico
En el Reino Unido el gobierno ha propuesto un programa de vigilancia que está congelado por ahora pero que puede revivir en cualquier momento y cuyas especificaciones son preocupantes. De acuerdo con él, el secretario del interior tendría poderes ilimitados para ordenar la conservación hasta por 12 meses de cualquier tipo de comunicaciones o metadata procesada por cualquier proveedor de comunicaciones. Se incluirían los mensajes circulados por los medios sociales, comentarios en sitios web, Skype o cualquier llamada hecha por internet o dentro de redes electrónicas de juegos y apuestas, así como seguimiento de correos electrónicos, mensajes de texto y teléfono. Es, en resumen, información sobre quién envió qué a quién cuándo y de dónde.
De acuerdo con este proyecto la policía, los servicios de seguridad, las oficinas de impuestos y otros organismos públicos podrian exigir a los proveedores de comunicaciones que entreguen la información sin necesidad de orden judicial. El texto está redactado de manera que cubre cualquier forma de tecnología que aparezca en el futuro. Todo esto vendría como adición a lo que ya hacen los organismos de inteligencia. Algunos políticos británicos importantes se han quejado porque por lo regular las agencias de inteligencia no les informan sobre la extensión de sus actividades y específicamente les ocultan información cuando piden autorizaciones para extender sus acciones de manera aún más invasiva.
Sin un debate público abierto es difícil predecir que las agencias de inteligencia no van a exigir aún más. Por ejemplo, se estima que en el Reino Unido hay más de cinco millones de cámaras de televisión a control remoto. ¿Quién impediría que a alguien se le ocurra conectarlas a un programa de reconocimiento facial y quizá complementarlas con micrófonos para captar conversaciones en la calle?
Podemos oir ya el argumento que se haría de la siguiente manera: los buenos van a poder ubicar a los malos y prevenir otro atentado terrorista en suelo británico. Y no faltará quien diga: “El que publique algo sobre esto se manchará las manos de sangre inocente pues los terroristas van a eludir las calles principales y los lugares donde haya circuitos de televisión y podrán operar en un mundo opaco donde no podremos observalos”.
La capacidad de invención de los ingenieros puede fácilmente rebasar nuestras previsiones. El congresista estadounidense que propuso la llamada “ley patriótica” con base en la cual se ha hecho espionaje telefónico en Estados Unidos se quejó al procurador general del país diciendo: “Me preocupa mucho la interpretacion que el FBI ha hecho de esta legislación. Recopilar la informacion telefónica de millones de personas inocentes es excesivo y contrario a nuestra identidad nacional”.
Intelectuales y abogados activistas han expresado dudas sobre la eficacia de los mecanismos de vigilancia y control (los juzgados que aprueban las órdenes de espionaje, los comités de seguridad del senado y de la cámara de representantes) que operan en secreto o en la sombra.
La Separación de Poderes en Peligro
El aparato de seguridad está en posición hoy en día de ejercer una presión tal sobre otros órganos del estado que puede operar de manera prácticamente autónoma y destruir la división de poderes. Así, consigue legislación que le da prioridad a sus propios intereses sobre los derechos individuales, domina el proceso ejecutivo de toma de decisiones, aisla a sus antagonistas de los procesos judiciales y opera en casi total aislamiento del escrutinio público.
El uso arbitrario que en los últimos tiempos han hecho las autoridades de los amplios poderes de arresto, inspección e interrogatorio autorizados por la Ley de Terrorismo del Reino Unido, ilustra el cambio que ha ocurrido a largo plazo con respecto a lo que es contitucionalmente permitido y lo que es constitucionalmente acceptable. Lo primero es un tema de discusión en el Parlamento, lo segundo es un tema de interés para el resto de nosotros.

Texto original: The Snowden leaks and the public, by Alan Rusbridger
Traducción de Luis Mejía – 7 de diciembre del 2013
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

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