Wednesday, August 21, 2013

REFORMA MIGRATORIA EN ESTADOS UNIDOS: PROMESAS DE CAMPAÑA, CÁLCULOS ELECTORALES E INCERTIDUMBRES


Publicado originalmente en RAZÓN PÚBLICA
Domingo, 04 de Agosto de 2013

En la actual reforma migratoria están en juego los cálculos electorales de demócratas y republicanos y se expresa el pulso entre argumentos pluralistas y principios excluyentes y racistas. Una reforma en la incertidumbre. 

Promesas de campaña

Durante su primer periodo de gobierno el presidente Obama incumplió la promesa de reformar el régimen migratorio y de solucionar el problema de los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. 

La crisis financiera y las dos guerras heredadas de Bush monopolizaron la atención del presidente y del congreso. Los esfuerzos para lograr la reforma del sistema de salud, la radicalización opositora del Partido Republicano y el respaldo desganado de sectores demócratas, limitaron la capacidad del gobierno en áreas importantes de política económica y social. 

Durante la campaña de reelección el presidente se jugó a fondo la carta de la legislación migratoria. Sus promesas dieron resultado y recibió el apoyo de los parientes, amigos o conocidos de los indocumentados a quienes prometió ayudar, entre quienes se cuentan más de doce millones de hispanos. 

El presidente Obama re-asumió el liderazgo del país con la fuerza y claridad que le daban la urnas y en su discurso inaugural puso el problema migratorio entre las prioridades y lanzó un reto al Congreso para que legisle sobre la materia. Era la hora de las decisiones. 

La propuesta

En el Congreso se creó un comité coordinador de la reforma migratoria integrado por ocho senadores –cuatro demócratas y cuatro republicanos-, el cual inició sus contactos informales en diciembre de 2012 y redactó un proyecto de 844 páginas que abarca cuatro asuntos: 

· Reformar el sistema de visas (permanentes, turista, estudiante, trabajador temporal) y el proceso de naturalización. 

· Reforzar la frontera con México para frenar las migraciones ilegales. 

· Reforzar el cumplimiento de las leyes de inmigración dentro del país. 

· Crear una ruta para la inserción de los inmigrantes indocumentados en el mundo formal de los derechos laborales, civiles y políticos. 


El proyecto incluía una inversión estimada de cincuenta mil millones de dólares en medidas coactivas, como la construcción de una muralla impenetrable a lo largo de la frontera mexicana, la contratación de 18.000 agentes de inspección fronteriza, y la instalación de mecanismos e instrumentos de vigilancia militar. 

También creaba un sistema de verificación de los permisos que afectaría a todos los trabajadores asalariados, además de las prohibiciones tradicionales de trata de blancas, tráfico de trabajadores y fraude de visas. 

Por otra parte el proyecto establecía que los indocumentados que hubieran llegado antes del 31 de diciembre del 2011 serían gradualmente integrados a la sociedad: primero serían registrados con estatus provisional, luego como extranjeros legalmente aceptados como residentes permanentes y, después de diez años de espera, serían ciudadanos por naturalización. 

En su conjunto, las medidas buscaban prevenir la inmigración ilegal y regularizar a quienes vivían en el país de forma ilegal. 

Un debate eludido y aplazado

Mientras el Senado debatía el proyecto, las mayorías republicanas en la Cámara y la franja anti-inmigrante, xenofóbica y furiosamente anti-Obama del partido, reorganizaron sus fuerzas debilitadas por la derrota en las urnas y se prepararon para sabotear el proyecto. 

Los republicanos en la Cámara han actuado sin coordinación, pero con el propósito de no aprobar una ley integral de inmigración. Algunos han dicho que quieren una reforma migratoria compuesta de varias leyes separadas y rechazan el texto unificado del Senado. El presidente de la Cámara ha dicho que no someterá este texto a discusión si no tiene el respaldo de la mayoría de los legisladores de su partido. 

Estas tácticas les permitirían no tomar decisiones por mucho tiempo, aunque saben que deben producir algo para justificar la cobertura que los medios les han dado. 

Además de eludir y aplazar el debate, los republicanos han endurecido su posición en el Congreso. Algunos de sus congresistas sugieren medidas de choque y de rechazo a los inmigrantes: 

· Someter a los indocumentados a un periodo de prueba antes de legalizar su condición. 
· Negarle ciudadanía a los indocumentados y ofrecérsela a sus hijos. 
· Poner un equipo de guardas fronterizos cada 305 metros a lo largo de los 3.219 kilómetros de la frontera con México. 
· Ordenar al Departamento de Seguridad de la Tierra Natal (Homeland Secirity) que diseñe un plan para que en el término de 33 meses se reduzcan en un 90 por ciento los casos de cruce ilegal en los puntos de mayor tráfico con México. 
· Usar equipos militares de vigilancia en la misma frontera. 
· Definir como crimen federal la presencia de alguien no autorizado en el territorio nacional. 
· Bloqueo de fondos federales a los municipios que ofrezcan santuario a los indocumentados y ordenar a las autoridades locales que hagan cumplir las leyes contra ellos. 

Todas estas propuestas se orientan a rechazar y a criminalizar la inmigración, más que a resolver el problema de millones de hispanos que constituyen un sector significativo de la sociedad de Estados Unidos. 

Cálculos electorales de los republicanos 

Las actitudes del Partido Republicano parecen depender de cálculos electorales. 

Los republicanos no necesitan cortejar el voto de la población que simpatiza con los inmigrantes indocumentados por cuanto han  manipulado los distritos electorales, han concentrado los electores que los favorecen y han dividido entre varios distritos los grupos que les pueden ser desfavorables. Han maximizado el poder electoral de los primeros y debilitado el de los segundos: 

  • La Cámara de Representantes se compone de 435 miembros en distritos uninominales y un reciente estudio indica que la población votante en la mayoría de los 232 distritos que controlan los republicanos es blanca y conservadora. 
  • Al mismo tiempo, las legislaturas de varios estados han empezado a aprobar leyes de identificación de votantes -con la disculpa de controlar un fraude electoral no probado- que tienen el efecto práctico de reducir el voto de las minorías. 
Para la mayoría de los políticos republicanos que no tienen aspiraciones nacionales, el voto hispano es irrelevante y la solución del problema de los indocumentados es contraproducente desde el punto de vista electoral. Eso los pone en conflicto con los políticos de nivel nacional, como el senador McCain, uno de los promotores de la reforma migratoria, para quien el voto de las minorías es importante. 

Los legisladores anti-inmigrantes y anti-hispanos

En un sentido práctico es entendible la actitud de los legisladores anti-hispanos y anti-inmigrantes. Ellos representan y comparten la cultura de una población blanca predominante en la economía, la política y la vida social del país.

Los inmigrantes, y especialmente los hispanos, son una amenaza real a ese predominio. La Oficina del Censo ha hecho proyecciones que muestran un crecimiento sostenido de los hispanos. Así, para el 2015 los blancos representarían el 62 por ciento de la población total y los hispanos el 18 por ciento, para el 2025 las proporciones serian 58 y 20 por ciento, respectivamente, y para el 2050 serian 47 y 28 por ciento. Lo último que querrían es ejercer el poder que tienen para consolidar esa tendencia demográfica (la gráfica 1 del Centro Hispano Pew presenta la actual distribución de los inmigrantes indocumentados según su procedencia).



En una de sus intuiciones más perceptivas, el actor y humorista John Leguízamo captó los temores de la población blanca cuando dijo en uno de sus monólogos de Broadway: en pocos años los hispanos seremos una mayoría, lo que sería el horror. Pero no se preocupen, les permitiremos hablar inglés. 

Cálculos de los demócratas e incertidumbres de la reforma

Los demócratas también hacen cuentas. Consideran que la reforma migratoria -aprobada o no- les ayudará a ganar la presidencia en el 2016 frente a un Partido Republicano comprometido con una estrategia de obstrucción legislativa y discriminación contra las minorías. 

Algunos analistas anticipan que los representantes republicanos podrían aprobar una ley de reforma a finales de la primavera o en el verano del año próximo, cuando hayan pasado las primarias pre-electorales y no exista el riesgo de que un disidente más extremista que ellos les arrebate la nominación de su partido y les impida ser reelegidos. Este cálculo presume que el obstáculo mayor a la reforma es el racismo puesto en evidencia por su obsesión con la frontera sur y su renuencia a darle ciudadanía a los indocumentados. 

En este momento, la opinión nacional es mayoritariamente favorable a la reforma migratoria y a la legalización de los indocumentados, pero la opinión regional, desproporcionadamente representada en la Cámara, es  desfavorable. 

Y en el trasfondo están los temores raciales de los republicanos como el obstáculo profundo  a una reforma progresista en este campo, donde los hispanos de momento no somos sino peones en un juego de ajedrez.

En medio de los cálculos electorales de demócratas y republicanos y de los discursos contrapuestos la suerte de la reforma migratoria es incierta. 

Luis Mejía – 21 de agosto del 2013
Reproducido de Razón Pública en blogluismejia,blogspot.com

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