VIII: LA INSPIRACION PRESIDENCIAL DE LA POLITICA EXTERIOR
Uno de los miembros más influyentes del establecimiento internacional
estadounidense es el presidente de la república. Su poder está sujeto a grandes
restricciones y cortapisas legales e institucionales en los asuntos internos
del país, pero en el campo internacional, especialmente con respecto a los
países de América Latina, su poder es casi ilimitado, el marco legal de sus
acciones casi inexistente y la impunidad con que puede hacer daño total.
Cuando los gobernantes de los Estados Unidos tienen problemas domésticos
su primera reacción ha sido siempre la de solucionarlos en el exterior. Intervenir en un país latinoamericano les es
útil para recuperar la popularidad perdida, embozalar las críticas de la
oposición, distraer la atención pública de fracasos en la política doméstica y
recuperar el prestigio perdido en conflictos con otras potencias.
La intervención del presidente en las relaciones exteriores está
determinada por (a) un incentivo político: el deseo de hacerse reelegir al
final de su primer periodo y, en menor medida durante su segundo periodo, el de
ayudar a su partido a conservar la presidencia, y (b) un incentivo personal: el
de ejercer liderazgo sin las extremas limitaciones que la ley, el poder del
congreso, los grupos con intereses especiales y la costumbre le imponen en el
campo doméstico.
Hay dos ámbitos separados en la intervención del presidente en asuntos
de política exterior latinoamericana: 1) uno público, hecho de discursos,
declaraciones oficiales, comunicados y ruedas de prensa, políticas y planes que
informan las relaciones exteriores, y 2) otro que tiene nivel confidencial que
se refiere a su conocimiento y participación personal en los planes de sus
agentes para minar la autoridad de un gobierno local, desestabilizar un país,
dar respaldo a empresas o individuos estadounidenses comprometidos en asuntos
ilegales o en manejos indelicados, atentar contra la vida de un gobernante o
crear alianzas secretas con sectores desafectos al gobierno del momento en las
elites locales.
Cuando el presidente interviene en las relaciones exteriores se
encuentra con un status quo creado por otros participantes del establecimiento
internacional, cada uno de los cuales tiene un sentido diferente de los
intereses nacionales que está defendiendo. Su intervención, en consecuencia, no
necesariamente coincide con los planes, estrategias y tácticas que ellos están
implementando; ellos, a su turno y en
distinta medida, van a obedecer y a resistir la iniciativa presidencial que los
afecte.
Es difícil anticipar en un momento dado el grado de autonomía de la
intervención presidencial. Existe una relación simbiótica entre quienes ejercen
poder político y quienes financian sus campañas
electorales, movilizan masas de votantes, influyen en la formación de la opinión pública y controlan en el exterior los mercados que generan riqueza e influencia para el país o para sectores poderosos dentro del mismo y no siempre es claro quien tiene mayor poder.
electorales, movilizan masas de votantes, influyen en la formación de la opinión pública y controlan en el exterior los mercados que generan riqueza e influencia para el país o para sectores poderosos dentro del mismo y no siempre es claro quien tiene mayor poder.
Los actores que se combinan para constreñir –o, a veces, fortalecer- las
decisiones presidenciales son:
1. las
corporaciones multinacionales nominalmente estadounidenses,
2. los grupos
económicos domésticos poderosos, como las asociaciones de empresas y las
confederaciones sindicales,
3. el partido de oposición y sus aliados dentro del
partido presidencial,
4. las agencias gubernamentales que manejan secciones de
la política exterior y siguen, hasta donde pueden, su propia agenda, como las
fuerzas armadas, las agencias de espionaje, la burocracia encargada de la
guerra contra el narcotráfico, los administradores de ayuda externa, etc.,
5. los medios de comunicación de masas, las
organizaciones de activistas cívicos y los grupos religiosos beligerantes, cuya
influencia es más limitada que la de los actores anteriores y se circunscribe generalmente
a temas específicos,
6. en cierta medida también los aliados extranjeros
hábiles en el manejo de actores políticos domésticos.
La intervención de estos miembros del establecimiento internacional
varía en profundidad e inmediatez con respecto a la del presidente. Su libertad
de acción aumenta en proporción a la distancia en que el país donde son
huéspedes se encuentra con respecto al desarrollo económico, social, político e
institucional de los EEUU. La distancia física no tiene importancia si se
considera la libertad con que actúan en México y América Central. También hay una diferencia en cuanto a que el
presidente ha de dar su atención a infinidad de asuntos domésticos y a los
muchos países del mundo, en tanto que los otros miembros del establecimiento
internacional pueden dedicarse de tiempo completo y en forma exclusiva a
intervenir en los asuntos internos del país de su escogencia o destino.
Aunque el presidente de los Estados Unidos puede ejercer gran influencia
en el destino de América Latina, ésta no puede participar en su elección o
hacerse oír en los conciliábulos del poder excepto por la influencia que
algunos de sus déspotas han comprado con sus contribuciones personales a las campañas
electorales o han alcanzado por medio de representantes y agentes que con
fondos al parecer inagotables manejan sus relaciones públicas en los Estados
Unidos. Paradójicamente, la habilidad presidencial para ayudar al progreso de
otros países está estrictamente limitada por el control que el Congreso ejerce
sobre el presupuesto. La resistencia que pueda encontrar en el partido de
oposición está generalmente inspirada en el deseo de entorpecer su reelección
más que en el propósito de proteger los intereses nacionales o salvar a los
pueblos extranjeros de un daño inminente.
Al mismo tiempo, los costos que el país afectado incurra en la ejecución
de las decisiones internacionales del presidente de EEUU son totalmente
irrelevantes para el presidente y sus asesores, al igual que para el
establecimiento internacional estadounidense en general.
La personalidad, principios y convicciones del presidente de los EEUU
son inescrutables en la medida en que sus pronunciamientos públicos son
fabricados por un cuerpo de secretarios escribientes y en que sus contactos con
el pueblo son orquestados para hacerlo parecer más "presidencial".
Por ello, y siendo esa información pertinente para el diseño de una política
internacional efectiva, el personal diplomático latinoamericano necesita
mantener vínculos con los amigos, validos y consejeros del presidente a fin de obtener información sobre los rasgos
de carácter, estilo gerencial y opiniones que pueden afectar el momento y tipo
de decisiones que él tomará en asuntos internacionales.
Lucha de Partidos y Amenazas al Papel Presidencial
Tradicionalmente ha habido un pacto implícito entre los partidos
demócrata y republicano para proteger al presidente de acusaciones de
ilegalidad, impropiedad o falta de decoro en el manejo de asuntos
internacionales en la América Latina. Esta situación ha ido cambiando en los
últimos veinte años. El partido republicano ha asumido una actitud cada vez más
intransigente con respecto al derecho que pueda tener un político demócrata de
ejercer la presidencia, actitud agudizada por el racismo que le induce a hacer
oposición sistemática al presidente negro Obama, mientras que el partido
demócrata ha sido incapaz de crear un frente sólido que limite la oposición a
sus justas proporciones.
La continuada trivialización de las cosas importantes y la competencia
entre los medios de comunicación de masas para hacer de la información y la
noticia una forma de entretenimiento acentuará la inclinación del partido
republicano de convertir a los presidentes demócratas en figuras de la
farándula y a los de su propio partido en una personificación sin substancia de
una patria grande y ahistórica. Así, las
aventuras extramatrimoniales del presidente Clinton adquieren la importancia noticiosa
que las mismas tienen para la carrera de personajes célebres, mientras que la
ignorancia monumental de los asuntos de estado desplegada por los presidentes Reagan
y Bush Jr. es tan irrelevante como la corta estatura de un artista famoso.
Aunque hasta ahora los presidentes republicanos han gozado del respeto
debido a la dignidad de su cargo, los presidentes demócratas han sufrido
ataques personales sostenidos que los republicanos usan como táctica para
desprestigiarlos, impedir su reelección
y frustrar sus planes de gobierno. El
momento llegará en que los demócratas paguen a los republicanos con la misma
moneda y del impasse que resulte saldrá o un tirano que elimine toda forma de oposición
o un presidente incapaz de ejercer liderazgo efectivo sobre los distintos
centros de poder del sistema federal. En el entretanto América Latina está expuesta
a que el presidente la utilice para recuperar la iniciativa política y la
autoridad personal en su lucha con los republicanos intransigentes.
Estas, sin embargo, son cosas que no cambiarán las actitudes de las
elites y el establecimiento internacional estadounidenses hacia América Latina
aunque sí afectarán las tácticas de los políticos latinoamericanos para
continuar en el poder con la ayuda de los Estados Unidos. Ellos van a necesitar
habilidad diplomática –siempre escasa-, inteligencia en el manejo de los medios
de comunicación, sagacidad en la manipulación de información que se pone a
circular por canales no convencionales y
suerte en la participación que decidan tener en los escándalos privados y
juegos de poder que los políticos estadounidenses practican con fascinada
insistencia y completo abandono de las prioridades de gobierno.
Luis Mejía –
29 de mayo del 2013
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
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