Sunday, September 2, 2018

NUESTRA MENTE MENTIROSA: AUTOENGAÑO Y REALIDAD

LOS ATAJOS DEL ENTENDIMIENTO

LUIS MEJIA, Ph.D. en economía

Introducción

Cuando yo trato de conocer a mis amigos parto de la información que ellos me dan de sí mismos, explícitamente al hablar de sus cosas e implícitamente en las vidas que llevan en mi presencia. Esa información la proceso con ayuda de mis conocimientos y habilidades de raciocinio y la tamizo a través de criterios no racionales, ideas preconcebidas, prejuicios, estereotipos, sesgos mentales que distorsionan mi juicio. Agrego a eso la opinión de terceros, que ha pasado por el mismo proceso.

De igual manera, cuando mis amigos tratan de conocerme usan lo que me oyen decir de mí mismo, lo que me ven hacer y lo que oyen de mí, todo procesado por su razonamiento y sesgos mentales.

Lo mismo sucede con la realidad que nos rodea, con los juicios que hacemos de personas y eventos en el entorno familiar, en el mundo laboral, en la sociedad en que vivimos, en la religión que seguimos o abandonamos, en la política de la que participamos como observadores, activistas y votantes.

De esos sesgos habla el artículo que, en traducción, pongo en manos de mis lectores.


El autor, Ben Yagoda, hizo su nombre en el medio académico como profesor universitario de redacción y periodismo, practicó el periodismo como comentarista y reportero independiente y ha sido un buen divulgador de temas científicos. Sus artículos han sido publicados en algunos de los medios mejor reputados de los Estados Unidos.

Yagoda nos lleva de la mano a través del trabajo investigativo de algunos científicos contemporáneos -Kahneman, Nisbett, Morewedge- que han estudiado la manera como procesamos información y formamos opinión y que han tratado de contestar la pregunta: ¿Es posible neutralizar nuestros sesgos mentales?
La respuesta varía de optimista a pesimista a cautelosamente positiva. Es entendible. Los investigadores se enfrentan a algunas de las distorsiones más resistentes que ocurren cuando pensamos. Veamos varios ejemplos:

- Uno tiende a buscar pruebas que confirmen lo que ya cree o sospecha, a considerar los hechos e ideas que encuentra como confirmación adicional y a descartar o ignorar cualquier evidencia que dé respaldo a un punto de vista diferente; este sesgo es generalizados en rencillas familiares y en la militancia política -de todos los partidos y movimientos-;

- Uno tiende a explicar el comportamiento de otros individuos haciendo énfasis en su personalidad, desestimando el impacto de las circunstancias en que están inmersos y a explicar el comportamiento propio en el sentido opuesto;

- Uno tiene la impresión de ser menos sesgado que la persona promedio y asume que los demás piensan como uno;

- Uno también tiende a darle mucho valor a los atributos personales de alguien a quien estamos evaluando y poco a los factores externos;

- Uno tiende a subestimar de manera consistente los costos y duración de prácticamente cualquier proyecto que uno inicie;

- Uno mantiene una mala inversión porque ya ha perdido dinero en ella, se come un mal plato en un restaurante porque lo va a pagar, continúa una guerra que no se va a ganar porque ya ha gastado en ella sangre y recursos;

- Uno tiende a basar decisiones, estimados o predicciones en la pieza de información que ha recibido más recientemente o que recuerde primero, en recuerdos personales o en la anécdota más vivida y convincente que tenga presente.

Estos sesgos actúan como atajos que uno toma para llegar pronto a una opinión o decisión, son económicos en tiempo y energía, no nos exigen recoger información exhaustiva ni pensar con cuidado, funcionan bien para la mayoría de las personas la mayor parte del tiempo y simplifican la vida social y personal.
Pero dan pie a varios problemas. Por ejemplo (sin entrar en enumeración completa):

[1] son una mala guía en decisiones y opiniones importantes, como las que tenemos que tomar como ciudadanos (como votantes, participantes en movimientos cívicos, activistas sociales), como actores en la vida económica (como consumidores, empleadores, trabajadores, inversionistas, ahorradores), como miembros de la sociedad (integrantes de familia, papel que escogemos jugar en relación con los demás, respeto a las normas de convivencia y ética social), y son mala guía cuando decidimos no tomar decisiones (valga el juego de palabras);

[2] nos hacen vulnerables a la manipulación emocional, a los mensajes de propaganda y publicidad, a las falsas noticias y los hechos alternativos, a las promesas mentirosas, a los juramentos en balde, a la compulsión de adquirir símbolos de status, al discurso de líderes religiosos, políticos y empresariales carismáticos; el arte del persuasor es identificar nuestros sesgos mentales favoritos para decirnos lo que queremos oír como lo queremos oír y así inducirnos a decir y hacer lo que quiere aunque sea irracional,  nos perjudiquemos a nosotros mismos o nos convirtamos en cómplices del daño que haga a otros ciudadanos;

[3] por lo mismo -y en mi opinión-, los sesgos nos preparan para aceptar  normas de conducta personal y social igualmente sesgadas:

- normas crueles (como la sobrevaloración de la virginidad femenina, la discriminación contra los hijos habidos fuera de matrimonio, la pena de muerte a los que abandonan una religión, el celibato forzoso de los sacerdotes católicos);

 - normas que destruyen la confianza que todos deben tener en el gobierno (uno lo  ve, por ejemplo, en la excusa y tolerancia de crímenes políticos, corrupción oficial y violación del estado de derecho cuando son cometidos por personas que uno respalda y en la condena de los mismos actos en persona de alguien que uno rechaza);

- normas que destruyen el sentido de solidaridad humana y de equidad social (como la indiferencia que se vuelve normal frente a la muerte, el sufrimiento y el despojo de bienes sufridos por minorías sociales, grupos de campesinos, organizadores comunitarios, líderes populares, pintados como elementos subversivos, agentes que perjudican la unidad social, obstáculos al progreso nacional o perturbadores del orden público.

Uno puede creer que está pensando cuando se deja guiar por los sesgos cognoscitivos. Los estudiosos del tema tienen otra idea. Para ellos pensar es poner en movimiento la capacidad de raciocinio, dudar de lo que ya creen, recoger información abundante sobre el tema, evaluarla, escoger la que es relevante, formular conclusiones lógicas, preferir el conocimiento basado en la evidencia. Es un proceso difícil, exige tiempo y energía, requiere introspección, pone a prueba la capacidad de autocrítica que uno tiene. Es conocimiento basado en evidencia. Probablemente carece de atractivo para la mayoría de las personas.

Pero algunos investigadores piensan que se puede mejorar la capacidad de pensar de la gente. Los juegos virtuales descritos en el artículo y, en cierta medida, los tratamientos exitosos de psicoterapia permiten anticipar estrategias para lograrlo hasta cierto punto. Una nota de escepticismo es justificada por el limitado efecto de la educación avanzada. Uno de los autores mencionados por Yagoda le da importancia a los conocimientos estadísticos adquiridos en la universidad. A mi parecer los sobrevalora.

Valga un ejemplo, los colombianos ponen mucha fe en las encuestas de popularidad y favorabilidad de celebridades y personajes nacionales. Uno puede asumir que hay millones de colombianos entrenados formalmente en estadística básica (quizá con excepción de abogados, maestros y periodistas, los egresados universitarios han tomado clases en la materia) y tienen una idea de distribuciones poblacionales y selección y representatividad de muestras. Sin embargo, no hay activa discusión ciudadana sobre las fichas técnicas de encuestas aunque existen motivos para mirarlas con escepticismo.

Una cosa de la que no hablan los estudiosos del tema es que con sesgos dominantes o dominados, al final del día tenemos que asumir responsabilidad por las decisiones -sabias o estúpidas- que afecten a los seres que amamos (personas, animales, la naturaleza, la patria, el hogar). Y a los que no amamos también.

Dejo aquí a mis lectores para que entren, espero que motivados, a la lectura del artículo sobre sesgos cognoscitivos y sus correcciones, que apareció en la edición de septiembre del 2018 del magazine The Atlantic bajo el título Nuestra mente mentirosa.

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¿SE ENGAÑA NUESTRO CEREBRO? EL PAPEL DE LOS SESGOS COGNOSCITIVOS


Hay bases científicas para pensar que estamos programados para engañarnos a nosotros mismos. ¿Podemos hacer algo para impedirlo?

Anticipando el futuro

Me miro en una fotografía en la que aparezco 20 años mayor de lo que soy ahora. Pero no me he metido en una zona gris de la realidad. Al contrario. Estoy tratando de superar la tendencia que uno tiende a darle más peso al momento cercano cuando tiene que escoger entre dos situaciones futuras. Es lo que se llama el sesgo del presente. Muchos estudios académicos han mostrado que este sesgo, también llamado descuento hiperbólico, es fuerte y persistente.

La mayoría de esos estudios toman el dinero como referencia. Cuando uno pregunta a la gente si prefiere $150 hoy o $180 dentro de un mes la mayoría escoge los $150. No cae en cuenta de que renunciar a un rendimiento de inversión del 20% es un mal negocio. Eso se echa de ver cuando descartamos el presente para formular la pregunta. Si le preguntamos: ¿prefiere $150 dentro de un año o $180 dentro de trece meses? La mayoría está dispuesta a esperar el mes adicional para ganarse $30.

El sesgo del presente se manifiesta no solo en experimentos, por supuesto, sino también en el mundo real. En los Estados Unidos, por ejemplo, la gente no ahorra suficiente para su jubilación[i] aunque gane más de lo que necesite para cubrir sus necesidades o aunque trabaje para una compañía que aporte fondos adicionales a la cuenta de retiro que uno tenga.

Esta observación llevó a un investigador llamado Hal Hershfield a experimentar con fotografías. Hershfield es profesor de mercadeo en UCLA (Universidad de California – Los Ángeles). El punto de partida de sus estudios es que la gente está “desconectada” de lo que será en el futuro[ii]. En consecuencia, dijo en un ensayo de 2011, “ahorrar es una opción entre gastar dinero hoy en uno mismo o dárselo a un extraño en unos años”.

El ensayo describía una prueba que hicieron él y varios de sus colegas para cambiar esa mentalidad en sus estudiantes.

Pusieron a los estudiantes a observar por un minuto, más o menos, una creación virtual –avatar- de la apariencia que tendrían a los 70 años. Luego les preguntaron qué harían si de repente recibieran $1.000. Los estudiantes que habían mirado a los ojos a sus avatares respondieron que pondrían un promedio de $172 en una cuenta de jubilación. Más del doble de los $80 que hubieran ahorrado los miembros del grupo de control.

Como yo ya estoy viejo –empezando mis 60, para los curiosos- Hershfield me puso frente a dos imágenes, una de mí mismo a los 80 –con manchas de la vejez, una cara exageradamente asimétrica y arrugas tan profundas como un hueco en las calles de Manhattan- y otra de mi hija décadas más vieja. Me explicó que de esta manera me preguntaría a mí mismo, ¿cómo me sentiré al final de mi vida si mis hijos no están protegidos?

Sesgos cognoscitivos, ¿qué son?

Cuando la gente oye la palabra sesgo muchos -si no la mayoría- piensan en prejuicios raciales o en los noticieros que tuercen sus reportajes para favorecer una posición política con perjuicio de otra. Cuando hablamos de sesgo del presente estamos dando un ejemplo de maneras imperfectas de pensar. Se conocen como sesgos cognoscitivos y al parecer están impresos en el cerebro humano.

Forman una colección extensa. La lista de sesgos cognoscitivos de Wikipedia tiene 185 entradas[iii]. Desde la asimetría actor-observador (“la tendencia a explicar el comportamiento de otros individuos haciendo énfasis en su personalidad  desestimando el impacto de las circunstancias en que están inmersos… y a explicar el comportamiento propio en el sentido opuesto”) hasta el efecto Zeigarnik (“las tareas incompletas o interrumpidas se recuerdan mejor que las terminadas”).

El tahúr, el ancla, el costo perdido, Ikea

Algunas de las 185 entradas son triviales o de dudoso valor. El efecto Ikea, por ejemplo, se define como “la tendencia de la gente a darle un valor desproporcionado a los objetos que ella misma ha armado parcialmente”. Otras son tan parecidas entre sí que se hacen redundantes. Pero se ha comprobado la existencia de un grupo de 100 sesgos, poco más o menos, que están bien fundamentados y que pueden enredar nuestras vidas.

La falacia del tahúr nos da absoluta certeza de que si una moneda ha caído cara cinco veces seguidas lo más probable es que caiga sello la sexta vez. De hecho, las probabilidades siguen siendo 50 a 50. El sesgo del optimismo lo lleva a uno a subestimar de manera consistente los costos y duración de prácticamente cualquier proyecto que uno inicie. El sesgo de lo accesible nos hace sentir, por ejemplo, que viajar por avión es más peligroso que viajar en automóvil (las imágenes de aeroplanos accidentados son más vívidas y dramáticas en nuestra memoria e imaginación y, en consecuencia, más accesibles a nuestra conciencia).

El efecto de anclaje es nuestra tendencia a basar nuestras decisiones, estimados o predicciones en la primera pieza de información que recibimos, especialmente si viene en presentación numérica. Por esta razón los negociadores empiezan con un número que es deliberadamente muy bajo o muy alto. Ellos saben que las negociaciones subsiguientes van a quedar “ancladas” en ese número.

Una ilustración sorprendente de anclaje ocurre en un experimento en el que los participantes observan una rueda tipo ruleta que se detiene en el 10 o en el 65 y en seguida les preguntan cuál es el porcentaje de países africanos en las Naciones Unidas. Los que vieron parar la rueda en 10 dicen en promedio que el 25%, los que la vieron parar en 65 que el 45% (la cifra correcta al momento del experimento era el 28% aproximadamente)[iv].

Los sesgos no tienen efectos solo a nivel individual. El año pasado el presidente Donald Trump decidió enviar más tropas a Afganistán y ahí mismo cayó en la falacia del costo irrecuperable. Dijo: “Nuestro país debe buscar una salida honorable y duradera, digna de los inmensos sacrificios que se han hecho, especialmente el de vidas”[v]. 

Dejarse llevar por el costo irrecuperable implica mantener una mala inversión porque ya hemos perdido dinero en ella, comerse un mal plato en un restaurante porque, al fin y al cabo, la vamos a pagar, continuar una guerra que no se va a ganar porque ya hemos gastado en ella sangre y recursos. En todos estos casos, esa manera de pensar es pura tontería.

Confirmando lo que ya creo

Si yo fuera a escoger el sesgo más perjudicial y común de todos probablemente me iría con el de validación: es el que nos lleva a buscar pruebas que confirmen lo que ya creemos o sospechamos, a considerar los hechos e ideas que encontramos como confirmación adicional y a descartar o ignorar cualquier evidencia que dé respaldo a un punto de vista diferente[vi]. El sesgo de validación se manifiesta de manera más obvia en nuestros antagonismos políticos del momento, cuando ninguna de las partes es capaz de aceptar que la otra pueda tener una posición válida en cualquier tema.

El sesgo de validación se da en muchas otras situaciones, algunas veces con consecuencias terribles. Citemos por ejemplo el reporte presidencial de 2005 sobre los preparativos de la Guerra de Iraq: “Los analistas tendían a ignorar cualquier evidencia que encontraran de que Iraq no tenía [armas de destrucción masiva]. En lugar de evaluar cada prueba por separado preferían aceptar la información que se ajustara a la teoría prevalente y rechazaban lo que la contradijera”[vii]. 

Documentando los procesos mentales sesgados

El concepto de sesgos cognoscitivos y pautas heurísticas deficientes –estas son los atajos mentales y las reglas a ojo que usamos para hacer juicios y pronósticos- fue inventado –poco más o menos- en la década de los 70 por Amos Tversky and Daniel Kahneman, científicos sociales que empezaron sus carreras en Israel y más tarde se mudaron a los Estados Unidos.  Ellos fueron los investigadores que dirigieron el experimento ‘países africanos en la ONU’. Tversky murió en 1996 y Kahneman ganó el premio Nobel de economía en 2002 por el trabajo que habían hecho los dos juntos y que ell segundo resumió en su obra  Pensar rápido, pensar despacio, publicada en el 2011, que se convirtió en un éxito de ventas.

En Deshaciendo errores: Kahneman, Tversky y la amistad que nos enseñó cómo funciona la mente (The Undoing Project) -otro éxito de ventas-, el autor, Michael Lewis, cuenta la historia de la colaboración, ocasionalmente conflictiva, de los dos investigadores[viii]. En su libro anterior, Moneyball, Lewis describe cómo su héroe, el ejecutivo beisbolero Billy Beane, neutralizó los sesgos cognoscitivos de los cazatalentos de vieja escuela, en especial el error fundamental de atribución. Este consiste en darle mucho valor a los atributos personales de alguien a quien estamos evaluando y poco a los factores externos, muchos de los cuales son estadísticamente mesurables.

Otra figura clave en el campo es Richard Thaler, economista de la Universidad de Chicago. Se le identifica principalmente por el efecto de pertenencia[ix] (N. del T., algunos lo han llamado en castellano efecto dotación), que nos lleva a darle un valor irracionalmente elevado a nuestras posesiones.

Thaler, Kahneman y Jack L. Knetsch hicieron un experimento en el que daban una taza a la mitad de los participantes y luego les preguntaban por cuánto la venderían. La respuesta fue $5,78 en promedio. El resto del grupo dijo que estaba dispuesto a dar un promedio de $2,71 para comprarla. Este resultado contradecía la teoría clásica de la economía según la cual el valor de mercado de un artículo, para una población y un momento determinados, no depende de si uno es el dueño o no. Thaler ganó el premio Nobel de economía en el 2017.

La mayoría de los libros y artículos que tratan de sesgo cognoscitivo contienen un pasaje corto, hacia el final, similar a este que aparece en Pensar rápido, pensar despacio: “La pregunta más común sobre las ilusiones cognoscitivas es la de si pueden ser contrarrestadas… La respuesta… no es alentadora”.

Ilusiones ópticas: mente analítica y juicio espontáneo

Kahneman y otros autores hacen una analogía basada en nuestro entendimiento de la  ilusión de Müller-Lyer[x] en la que observamos dos líneas paralelas de igual longitud con puntas de flecha añadidas a los extremos. En una línea las flechas apuntan hacia adentro, en la otra hacia afuera. La dirección de las flechas hace que la segunda parezca más corta que la primera aunque en realidad las dos son de la misma longitud. Esto es lo que pasa: a pesar de que hayamos medido las líneas, hayamos constatado que son iguales y nos hayan explicado las bases neurológicas de la ilusión, todavía percibimos la una más corta que la otra.





  


Nuestra mente analítica, la que piensa despacio –llamada por Kahneman Sistema 2- reconocerá una situación Müller-Lyer en frente de la ilusión óptica y no se dejará convencer de lo que percibe el Sistema 1, que actúa automáticamente, como un tic nervioso.

Pero eso no es tan fácil en el mundo real, cuando estamos interactuando con personas y situaciones, no con segmentos de una línea.

Dice Kahneman: “Desafortunadamente, el procedimiento de raciocinio es el que menos probabilidades tiene de ser aplicado cuando más lo necesitamos. Todos querríamos tener una campana que haga mucho ruido para alertarnos cuando vayamos a cometer un error, pero esa campana no existe”.

Manejando nuestros sesgos, ¿es posible?

Los sesgos dan la impresión de ser sólidos e inalterables. Por eso no se le ha prestado mucha atención a cómo manejar los pensamientos, las predicciones o los juicios problemáticos. Se ha dado énfasis a cómo cambar los comportamientos por medio de “empujoncitos” o “codazos”.

Por ejemplo, como ha sido casi imposible cambiar el sesgo del presente los empleadores empujan a sus empleados a hacer aportes a los planes de jubilación; para ello han hecho que los aportes sean una opción de aceptación implícita; en otras palabras, uno tiene que hacer algo para dejar saber que no quiere aportar. En este caso la pereza o la inercia son más fuertes que el sesgo.

Algunas rutinas pueden ser diseñadas para disuadir o impedir que la gente ponga en práctica sus procedimientos sesgados. Un buen ejemplo son las listas de verificación para médicos y enfermeros que propone Atul Gawande en su Gran propuesta de listados [N. del T.: en castellano circula como El efecto checklist].

¿Es realmente imposible descartar o reducir significativamente nuestros sesgos? Algunos experimentos sobre reacciones y respuestas de sujetos tomados al azar han llevado a la conclusión, de manera tentativa, de que es imposible. Pero muchos de estos sujetos son estudiantes universitarios de pregrado, es decir, personas a las que les importan más los $20 que les pagan por participar que la oportunidad de aprender y cambiar su comportamiento y manera de pensar.

Así que uno puede preguntarse, ¿qué pasaría si la persona sometida a las estrategias de corrección de sesgos fuera auto-seleccionada y estuviera muy motivada? Es decir, ¿qué pasaría si fuera yo el sujeto del experimento?

Kahneman pesimista: No podemos eliminar los sesgos

Le escribí a Daniel Kahneman, quien a sus 84 años todavía está vinculado a la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton (Woodrow Wilson School of Public and International Affairs, at Princeton) aunque pasa la mayor parte del tiempo en Manhattan. Él me contestó al poco tiempo de mi mensaje. Aceptó mi invitación a encontrarnos. Me dijo: “Al menos debo tratar de disuadirlo con respecto a sus planes”.

En mi encuentro con él me dijo: “Mi posición tiene mucho que ver con mi temperamento. Usted no va a conocer a alguien más pesimista que yo”.

En este contexto su pesimismo se refiere, ante todo, a la posibilidad de hacerle cambios al Sistema 1, la parte de nuestro cerebro que piensa rápidamente y que hace los errores de juicio que producen la ilusión Müller-Lyer de los segmentos lineares. Dice: “Yo veo un dibujo de dos segmentos iguales. La meta es desconfiar de lo que creo que veo. Entender que no debo creerle a mis ojos mentirosos”. Eso se puede lograr con la ilusión óptica, aclara, pero es extremadamente difícil con los sesgos cognoscitivos del mundo real.

La manera más efectiva de contrarrestarlos, opina Kahneman, es desde afuera: es más fácil para otras personas percibir nuestros errores. Organizaciones de pensamiento lento, como las denomina él, pueden establecer prácticas de observación y evaluación sobre las decisiones y predicciones hechas por cada individuo. También pueden usar listas de comprobación y hacer evaluaciones pre mortem.

La evaluación pre mortem como concepto y como expresión fue una invención del psicólogo cognoscitivo Gary Klein. Consiste en pedirle a un equipo de discusión que imagine el fracaso total, rotundo, de un proyecto y que describa en una o dos oraciones qué pasó. Sirve para hacerle contrapeso al sesgo del optimista. En la práctica este ejercicio ayuda a la gente a anticipar las cosas.

En opinión de Kahneman: “Ninguna de estas cosas tienen un impacto en el Sistema 1. Uno no puede mejorar la intuición. Quizá con un entrenamiento muy largo, muchas conversaciones y familiarización con la economía conductual lo que uno puede lograr es introducir pautas para activar el raciocinio, es decir inducir al Sistema 2 a seguir reglas. Desafortunadamente la realidad no provee esas pautas. Además, en el calor de un argumento la mayor parte de la gente tira por la borda las reglas de pensar. Esa es la manera como lo veo aunque preferiría no tener que sostener esa posición”.

Nisbett optimista vs Kahneman pesimista

Da la coincidencia de que en los días de mi encuentro con Kahneman este se estaba comunicando por correo electrónico con Richard E. Nisbettt, psicólogo social de la Universidad de Michigan. Kahneman y Nisbett han tenido una relación profesional de décadas.

Nisbett jugó un papel decisivo en la divulgación del trabajo de Kahneman y Tversky con su libro Inferencia humana: Estrategias y fallas del juicio social (Human Inference: Strategies and Shortcomings of Social Judgment), publicado en 1980. En Pensar rápido, pensar despacio Kahneman hace un resumen de un artículo anterior de Nisbett que describe la aversión de las personas a creer en estadísticas o en cualquier evidencia basada en reglas generales y su preferencia por hacer juicios basados en ejemplos personales o anécdotas emotivas (Este sesgo es conocido como repudio de la información base).

Le había escrito a Kahneman en parte porque estaba trabajando en sus memorias y quería hablar de una conversación que tuvo hace mucho tiempo con el mismo Kahneman y con Tversky en una conferencia. Nisbett guardaba la clara impresión de que Kahneman y Tversky estaban disgustados con él; quizá pensaban que la presentación que había hecho en la conferencia incluía una crítica implícita a su trabajo. Kahneman recordaba el encuentro y le respondió: “Sí, recuerdo que estábamos (un poco) molestos con su trabajo sobre lo fácil que sería entrenar a la gente para que desarrollara intuiciones estadísticas (disgustados sería una expresión muy fuerte)”.

Hablé por teléfono con Nisbett para preguntarle las razones de su desacuerdo con Kahneman. Me dijo: “Danny al parecer estaba convencido de que los resultados que yo estaba presentando eran triviales. Para él es claro que no hay entrenamiento posible para mejorar la capacidad de formular una opinión. Pero nosotros hemos hecho la encuesta con los estudiantes de la Universidad de Michigan por cuatro años seguidos. Ellos muestran una mejora muy grande en su habilidad para resolver problemas. Los estudiantes de post-grado en psicología también muestran avances inmensos”.

En uno de sus mensajes electrónicos a Nisbett Kahneman había sugerido que las diferencias entre los dos eran en buena medida resultado de las diferencias de temperamento, el pesimista versus el optimista. En su respuesta Nisbett propuso otro factor: “Usted y Amos se especializaron en problemas difíciles a los que llegaban porque les habían dado la solución equivocada. Yo empecé a estudiar problemas fáciles, a los que ustedes jamás darían respuestas erróneas como sí lo hacen regularmente las personas poco instruidas… Uno puede observar que los efectos de la enseñanza en esos problemas fáciles son inmensos”.

Problemas fáciles y problemas difíciles

Un ejemplo de problema fácil es el del lanzador con un promedio de 0,450 bateos al principio de la temporada de béisbol. Un ejemplo de problema difícil es el “caso Linda” que sirvió de base para los primeros artículos de Kahneman and Tversky.

En resumen, el experimento que ellos hacían consistía en darle a los participantes información con las características de una mujer ficticia, de nombre Linda; por ejemplo, su compromiso con la justicia social, la intensificación que hizo en filosofía en la universidad, su participación en protestas antinucleares y así sucesivamente. Luego se preguntaba a los participantes: ¿cuál de las siguientes opciones es más probable: (a) Linda es cajera en un banco y (b) es cajera en un banco y activista feminista?

La respuesta correcta es (a) porque siempre es más probable que se satisfaga una sola condición a que se satisfagan al mismo tiempo esa condición y otra adicional. Pero más del 80% de los estudiantes de pregrado entrevistados escogieron (b) por la combinación de dos razones: 1) la falacia de la conjunción (es la presunción de que condiciones específicas múltiples son más probables que una sola condición general), y 2) las pautas heurísticas representativas (que derivan de nuestro gran deseo de usar estereotipos).

Nisbett se pregunta con razón cuántas veces en la vida tenemos que hacer un juicio similar al requerido en el caso Linda. Personalmente no veo momentos de esos en mi vida. Es en cierto sentido un pasatiempo de sala en el que se juega con la lógica.

La educación profesional debilita los sesgos

Cuando Nisbett quiere dar un ejemplo de su método enfocado en los problemas fáciles generalmente menciona la encuesta sobre el fenómeno del béisbol [N. del T.: fenómeno se usa aquí en el sentido coloquial de ‘ese jugador es un fenómeno del béisbol’]. En esta encuesta llamaba por teléfono a estudiantes de la Universidad de Michigan con la excusa de recolectar información sobre deportes y les preguntaba por qué siempre había bateadores de la Liga Mayor con un promedio de 0,450 bateos al principio de temporada pero ningún jugador llegaba con un promedio así de alto al final.


Más o menos la mitad de los estudiantes que no habían tomado Introducción a la Estadística daban una respuesta equivocada; por ejemplo, ‘los lanzadores se acostumbran a los bateadores’, ‘los bateadores se van cansando a medida que avanza la temporada’, y así por el estilo. El resto daban respuestas acertadas: la ley de las cifras altas –según la cual los valores anómalos son mucho más frecuentes cuando la muestra (el número de bateos, en este caso) es pequeña. En el curso de la temporada, a medida que aumenta el número de bateos se hace inevitable la reversión a la media.

Cuando Nisbett hacía la misma pregunta a los estudiantes que habían completado el curso introductorio de estadísticas recibía la respuesta correcta del 70% aproximadamente. Él cree, con el debido respeto a Kahneman, que la ley de las cifras altas puede absorberse en el Sistema 2 -y quizá en el Sistema 1 también- aun en los casos en que hay muy pocas pautas para activar el proceso de raciocinio.

El segundo ejemplo favorito de Nisbett es el de los economistas que tienen claras las implicaciones de la falacia del costo irrecuperable. Ellos regularmente se salen de una película mala sin esperar a que termine[xi] y no terminan una mala comida de restaurante[xii].

Utensilios mentales y entrenamiento para neutralizar sesgos

Con el paso de los años Nisbett empezó a centrar su investigación y análisis en la posibilidad de entrenar a la gente para que sea capaz de evitar y superar varios sesgos, incluyendo el repudio de la información base, el error fundamental de atribución y la falacia del costo irrecuperable.

En su libro del 2015 Utensilios mentales: Herramientas del pensamiento inteligente (Mindware: Tools for Smart Thinking, que circula en una versión castellana titulada: Mindware: herramientas para pensar mejor) Nisbett dice: “Sé por la investigación que he hecho sobre cómo enseñarle a la gente a razonar estadísticamente que unos pocos ejemplos en dos o tres áreas diferentes son suficientes para mejorar su capacidad de raciocinio en un número indefinido de eventos”.

Nisbett me sugiere que tome una clase de Utensilios mentales: Pensamiento crítico en la era de la información, ofrecida en internet por Coursera, en la que presenta las habilidades y conceptos que él considera más efectivos para superar los sesgos cognoscitivos. Luego deberé completar la misma encuesta que él administra a los estudiantes de pregrado de la Universidad de Michigan. Y eso hice.

El curso se compone de ocho lecciones, con gráficas y tests, dictadas por Nisbett, quien en la pantalla proyecta la imagen del profesor de psicología con autoridad pero accesible que todos hubiéramos querido tener. Recomiendo el curso.

Nisbett explica las pautas heurísticas accesibles con estas palabras: “La gente se sorprende de que los suicidios son más numerosos que los homicidios y los ahogados más que los muertos en incendios. La gente siempre cree que el crimen aumenta”, aunque no sea así.

La falacia lógica encarnada en el sesgo de validación[xiii] la explica por la tendencia que tienen las personas de buscar ejemplos que confirman una hipótesis que ya están inclinadas a creer, pero advierte que esta confirmación nunca se logra consolidar aunque recojamos muchos ejemplos; lo correcto en este caso es buscar ejemplos que prueben lo contrario de lo que queremos creer.

El repudio de la información base lo enfoca de manera similar a como escoge las películas que quiere ver. Su decisión nunca se basa en carteles de propaganda o en el comentario de un crítico o en la anticipación de que sería algo que le gustaría ver. En lugar de eso dice: “Yo me guío por información de base.  Ni leo un libro ni veo una película a menos que estén muy bien recomendados por personas en las que confío”. “Muchas personas piensan que no son como los demás. Pero sí lo son”.


Validando el entrenamiento anti-sesgos

Cuando terminé el curso Nisbett me envió la encuesta que él y sus colegas le hacen a los estudiantes. Contiene varias docenas de problemas con los que se quiere medir la resistencia del participante a los sesgos cognoscitivos. Por ejemplo:


A la vista hay cuatro tarjetas. Han sido seleccionadas al azar de un mazo en el que cada tarjeta tiene una letra en un lado y un número en el reverso. Su tarea es decir cuáles tarjetas tiene que voltear para saber si la siguiente regla es verdadera o falsa: “Si una tarjeta tiene una ‘A’ en un lado debe haber un ‘4’ en el reverso”. Voltee solo las tarjetas que necesite para confirmar la regla.

Tarjeta 1

Tarjeta 2

Tarjeta 3

Tarjeta 4
4

B

A

7

(a) Solo la tarjeta 3
(b) Tarjetas 1, 2, 3 y 4
(c) Tarjetas 3 y 4
(d) Tarjetas 1, 3 y 4
(e) Tarjetas 1 y 3


Mucha gente que no ha sido entrenada aplica el sesgo de validación y contesta (e) aunque la respuesta correcta es (c). En un caso como este lo único que uno puede hacer es probar que la regla está equivocada y para ello hay que voltear las tarjetas con la letra ‘A’ (la regla queda refutada si un número diferente de 4 aparece en el reverso) y con el número 7 (la regla queda refutada si aparece una ‘A’ en el reverso).

Yo di la respuesta correcta. De hecho, cuando completé el test y lo devolví a Nisbett este me contestó: “Creo que si acaso unos pocos de los estudiantes de último año de la universidad de Michigan responderían el test tan bien como usted. Estoy seguro de que algunos estudiantes de psicología con al menos dos años de universidad harían igual de bien. Pero observe que usted estuvo muy cerca del resultado perfecto”.

A pesar de este comentario yo no me sentía seguro de que la lectura de Utensilios mentales y la clase de Coursera necesariamente hubieran acabado con mis sesgos cognoscitivos. En primer lugar, como yo no había tomado el pre-test de la clase era posible que yo fuera una persona relativamente libre de sesgos. En segundo lugar, muchas de las preguntas del test, incluyendo el ejemplo mencionado, parecen desconectadas de los escenarios que uno puede encontrar en la vida diaria. Suenan como los problemas ‘difíciles’ en que cae el caso Linda, la cajera de banco. Finalmente, yo había recibido ‘pautas’ para reaccionar, como diría Kahneman. Al contrario de los estudiantes de la Universidad de Michigan yo sabía exactamente qué significaban esas preguntas y las estudié con ese entendimiento.

Nisbett por su parte insistió en que los resultados tenían sentido. Me dijo: “Si usted responde bien en un test seguro que lo hace mejor en la vida real”.

La clase de Nisbett en Coursera y los encuentros íntimos con la persona que uno fue recomendados por Hershfield no son los únicos métodos de superación de sesgos existentes en el momento.

Entrenamiento anti-sesgos: opciones comerciales

El NeuroLidership Institute[xiv] [N. del T.: nombre que se puede traducir como Instituto de Liderazgo Neural, cosa que no tiene sentido ni en un idioma ni en el otro] de Nueva York ofrece a organizaciones e individuos un paquete de sesiones de entrenamiento, seminarios en internet (a distancia) y conferencias con la promesa, entre otras cosas, de usar la ciencia del cerebro (N. del T.: la expresión en inglés se refiere a cosas como neurología, neurociencia, psicología cognoscitiva, etc.) para enseñar a los estudiantes cómo contrarrestar los sesgos mentales. Este año patrocinará en Nueva York un encuentro de dos días en el que por US$2.845 uno puede aprender, por ejemplo, “¿por qué nuestros cerebros son tan ineptos para pensar en el futuro y cómo lo podemos hacer mejor?”


Philip E. Tetlock, un professor de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, y su esposa y colega investigadora Bárbara Mellers han estudiado por años lo que llaman “superpronosticadores”, las personas que logran evadir los sesgos cognoscitivos y predecir eventos futuros con mayor precisión que los denominados expertos y que las autoridades de televisión.

Tetlock y Meller divulgan la fórmula de los super-pronosticadores a través de su empresa comercial Good Judgment[xv] (Buen Juicio), fundada por ambos, y en el libro del primero Superforecasting: The Art and Science of Prediction[xvi] (Circula en castellano una edición bajo el título   Superpronosticadores: El arte y la ciencia de la predicción), escrito con Dan Gardner.

Uno de los ingredientes más importantes es lo que Tetlock llama “la vista desde afuera”. La vista desde adentro es el resultado del error fundamental de atribución, repudio de la información base y otros sesgos que constantemente nos empujan a apoyar nuestras opiniones y predicciones en historias buenas o vívidas en lugar de usar datos y estadísticas.

Tetlock dice: “En una boda alguien se para a tu lado y dice: ¿Cuánto tiempo les das? Si el comentario te molesta porque has visto la devoción con que se tratan es porque has aceptado la vista desde adentro”. Algo así como el 40% de los matrimonios terminan en divorcio y esa estadística tiene más fuerza predictiva del destino de un matrimonio que las miradas de adoración que se cruza la pareja. Por supuesto que uno no quiere compartir esta manera de entender las cosas en la recepción.

Juegos virtuales y manejo de sesgos

Entre las estrategias para superar sesgos que los estudiosos ven como más promisorias se encuentra una serie de videojuegos. Empezaron con la Guerra de Iraq y la  torpe invención de las armas de destrucción masiva que la justificó y que dejó a los servicios de inteligencia medio atontados.

En 2006 el gobierno estadounidense creó una agencia que se encargara de usar tecnología e investigación de punta para mejorar la colección y análisis de inteligencia con el propósito de prevenir  otro error de esa magnitud. [Intelligence Advanced Research Projects Activity (iarpa)[xvii] o Acción para proyectos investigativos avanzados de inteligencia]. Esta agencia inició en 2011 un proyecto llamado Sirius[xviii] para financiar el desarrollo de juegos de video “serios” que combatieran o mitigaran seis de los sesgos considerados más perjudiciales:

[1] el de validación, que es probablemente el más generalizado y perjudicial de todos, nos lleva a buscar pruebas que confirman lo que ya creemos,

[2] el del punto flaco (la impresión que uno tiene de estar menos sesgado que la persona promedio),

[3] el de proyección (la presunción de que los demás piensan como uno) [N. del T.: en economía este sesgo se presenta como la creencia de las personas de que sus gustos y preferencias no cambiarán con el paso del tiempo y se puede llamar sesgo de extrapolación],

[4] el error fundamental de atribución,

[5] el efecto de anclaje,

[6] las pautas heurísticas representativas.

Seis equipos empezaron a trabajar en los juegos y dos de ellos completaron su parte. El equipo que más ha llamado la atención fue el dirigido por Carey K. Morewedge[xix], un profesor de Boston University en este momento. Con personal que incluía empleados de Creative Technologies -una empresa especializada en juegos y otras simulaciones- y Leidos -una empresa de investigación en asuntos de defensa, inteligencia y salud- Morewedge creó Missing. Lo puso a prueba haciendo que algunas personas lo jugaran –lo que toma cerca de tres horas- mientas otras miraban un video sobre sesgos cognoscitivos. Todos los participantes fueron examinados sobre sus habilidades para reducir los sesgos, antes del experimento, inmediatamente después y de 8 a 12 semanas más tarde.

Participé en el juego después de tomar el test. Los personajes, hombres y mujeres, son de tórax amplio, usan ropa ceñida y se mueven como si estuvieran inseguros de la dirección en que deberían ir. En el primer episodio el jugador adopta el papel del vecino de una mujer, Terry Hughes, que ha desaparecido misteriosamente. En el segundo ella ha regresado y necesita ayuda para investigar malos manejos en su compañía. En el juego a uno le piden que haga juicios y predicciones -algunos relacionados con el libreto, otros ajenos a él- diseñados para activar sus sesgos. Las respuestas que uno dé generan comentarios inmediatamente.

Por ejemplo, cuando uno está revisando el apartamento de Terry el conserje del edificio golpea en la puerta y pregunta, sin venir a cuento, sobre otra inquilina, Mary, a la que describe como  “no exactamente atlética”. Dice que el 70% de los inquilinos van al Gimnasio de Rocky, el 10% al Entropía del estado físico y el 20% se queda en casa viendo películas por televisión. Y pregunta: ¿A qué gimnasio es probable que vaya Mary?

“Ninguno. Mary se queda viendo televisión”, es una respuesta equivocada inspirada por el repudio de la información base, que es una de las formas en que se prentan las pautas heurísticas representativas. La respuesta correcta, basada en los datos que amablemente ha dado el conserje, es el Gimnasio de Rocky.

Todos los participantes en el estudio habían mejorado cuando fueron examinados inmediatamente después de ver el video o de completar el juego y también cuando fueron examinados un par  de meses más tarde, pero los jugadores mejoraron más que los que vieron el video.

Validando el impacto de juegos virtuales

Me dijo Morewedge cuando hablé con él que veía los resultados como una confirmación de la investigación y de las ideas de Richard Nisbett. Afirmó que “la contribución de Nisbett había sido prácticamente descartada en el campo; se daba por sentado que el entrenamiento no puede reducir el sesgo. Lo que se ha escrito sobre entrenamiento parte de la base de que los libros y las clases son un buen entretenimiento que no tiene muchas consecuencias. Pero el juego tiene efectos importantes. Eso ha sorprendido a todo el mundo”.

Yo tomé el test otra vez, poco tiempo después de haber participado en el juego con resultados disparejos. Logré mejoras significativas en el sesgo de validación, error fundamental de atribución y pautas heurísticas representativas. Mejoré un poco en el sesgo de punto flaco y en el efecto de anclaje. Mi puntaje inicial más bajo -44,8%- fue en el sesgo de proyección. De hecho cayó un poco después de participar en el juego (De verdad, tengo que dejar de pensar que todo el mundo piensa como yo).

Pero aun los resultados favorables me recordaron algo que me había dicho Kahneman: “A mí no me convencen el papel y el lápiz. Un test puede ser administrado un par de años después. Pero el test le da pautas al que lo toma. Le recuerda de qué se trata”.

Yo había tomado los tests de Nisbett y Morewedge en una computadora, no en papel. Pero la advertencia sigue siendo válida. Un cosa es que los efectos del entrenamiento se manifiesten en un mejor puntaje en un test, cuando uno está alerta, posiblemente a la espera de caer en una trampa, y otra muy diferente que los efectos se manifiesten como un comportamiento en la vida real.

Morewedge me dijo que algunos escenarios tentativos que reproducen el mundo real, similares a Missing, han dado “resultados alentadores”, pero que es prematuro hablar de ellos.

Testimonio personal: el autor confronta sus sesgos

Yo no soy tan pesimista como Daniel Kahneman ni tan optimista como Richard Nisbett. En el tiempo que llevo metido en el tema he notado algunos cambios en mi comportamiento. Por ejemplo, hace poco, en un día caluroso, quise comprar una botella de agua de US$2,00 en una máquina expendedora. La botella no salió y mirando de cerca noté que el mecanismo que la sostenía estaba dañado; al mismo tiempo, al lado había otra fila de botellas y su mecanismo se veía en buen estado. 

Mi reacción inicial fue la de no comprar una botella de esta segunda fila pensando que US$4,00 por una botella de agua era demasiado dinero. Pero mi entrenamiento en sesgos cognoscitivos me decía que algo fallaba en esta línea de pensamiento. Yo iba a gastar US$2,00 en una botella de agua; ya había probado que estaba dispuesto a pagar ese precio[xx]. Así que puse el dinero en la máquina, saqué la botella y bebí el agua tranquilamente.

De ahora en adelante voy a vigilar mis pensamientos y reacciones lo mejor que pueda. Digamos, por ejemplo, que deseo contratar un asistente de investigación. Las referencias y la experiencia del candidato A son excelentes pero da la impresión de ser muy tímido y no me mira a los ojos. El candidato B habla de baloncesto –su tema favorito- con entusiasmo pero sus referencias no pasan de mediocres. ¿Seré capaz de superar el error fundamental de atribución y contratar al candidato A?

Pongamos otro ejemplo. Hay un funcionario que desprecio por razones de temperamento, conducta e ideología. Al mismo tiempo, bajo su dirección la economía nacional ha tenido buenos resultados. ¿Seré capaz de desprenderme del sesgo de validación y aceptar la posibilidad de que esa persona merece algún reconocimiento?

Debo reconocer que en cuanto a hacer planes patrimoniales -el tema que sirvió a Hal Hershfield para empezar su investigación- sido como la hormiga de la fábula: guardo todo lo que puedo en la despensa en anticipación del invierno mientras los saltamontes cantan y se divierten. En otras palabras, he hecho todos los ahorros posibles para engrosar mi pensión de jubilación. Pero aunque soy diligente para ahorrar tiendo a dejar las cosas para mañana.

Hace meses que mi asesor financiero se ofreció a revisar gratis mi testamento que ya tiene 20 años de firmado y que con seguridad necesita ser actualizado. Hay algo en la preparación de un testamento que da ocasión a una perfecta tempestad de sesgos, desde el efecto de la ambigüedad (“la tendencia a evadir opciones cuando la falta de información da la impresión de que las probabilidades son ‘desconocidas’”, según la definición de Wikipedia), pasando por el sesgo de normalidad (“la renuencia a anticipar o reaccionar frente a un desastre que nunca antes ha ocurrido”) y terminando en el efecto avestruz (¿habrá necesidad de explicarlo?).

Mi asesor me envió un sobre prepagado de correo expreso; lo tengo abandonado en el piso de mi oficina, donde se llena de polvo. Yo sabía que eso pasaría como me lo confirma el sesgo retrospectivo.








Traducción, adaptación y subtítulos de Luis Mejía
2 de septiembre del 2018
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

1 comment:

  1. https://www.nature.com/news/how-scientists-fool-themselves-and-how-they-can-stop-1.18517

    “People forget that when we talk about the scientific method, we don't mean a finished product,” says Saul Perlmutter, an astrophysicist at the University of California, Berkeley. “Science is an ongoing race between our inventing ways to fool ourselves, and our inventing ways to avoid fooling ourselves.” So researchers are trying a variety of creative ways to debias data analysis — strategies that involve collaborating with academic rivals, getting papers accepted before the study has even been started and working with strategically faked data.

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