Thursday, April 13, 2017

LA INESPERADA ELECCIÓN: DONALD TRUMP PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE

Índice:





El 8 de noviembre pasado los estadounidenses eligieron a Donald Trump, candidato del Partido Republicano, como su presidente para el período 2017-2021.

La candidata del partido demócrata, Hillary Clinton, obtuvo la mayoría del voto popular, 65'853.516, contra 62'984.824.

Los Estados Unidos no eligen presidente por votación directa sino por medio de un colegio electoral  de 538 electores distribuidos entre los estados. En muchos estados quien gana la mayoría recibe esos votos. Trump acumuló los suficientes para ser elegido presidente.

Simultáneamente los votantes mantuvieron la mayoría del Congreso y de las gobernaciones y legislaturas estatales en manos del Partido Republicano.

   EEUU: Resultados Electorales – Elecciones de noviembre, 2016

Partido Demócrata
Partido Republicano
Presidente - Voto Popular
65’853,516
62’984,824
Presidente – Voto Electoral
232
306
Senadores*
46
52
Voto Popular por Senado
51’496.682
40’402.790
Representantes a la Cámara*
194          
241
Voto Popular por Cámara
61’776.554
63’173.815
Gobernadores*
16
33
Legislaturas estatales**
14
32
* Están incluidas tanto las posiciones que estaban vacantes como las que no han terminado periodo; no se incluyen en la cuenta dos senadores y un gobernador independientes.
**Hay tres legislaturas estatales donde ni uno ni otro partido tiene mayoría.


En este ensayo quiero describir algunos aspectos de la toma del poder por parte de Trump y el Partido Republicano a partir de las elecciones de 2016.

El hecho ha sido inesperado y traumático para el movimiento progresista y para cualquier esperanza que se hubiera podido tener de democratizar el capitalismo estadounidense. Estamos ante un partido minoritario que controla las tres ramas del poder público a nivel federal gracias a su habilidad para manipular las reglas electorales, que representa los intereses del 1% de la población más rica, con un presidente que ganó las elecciones con un discurso populista, sin más mérito personal que su habilidad de hacer dinero, y que ha entregado las altas posiciones del estado a un equipo de millonarios que tienen la misión de desmontar las instituciones del estado benefactor.

En los primeros meses de esta realidad política vemos en el gobierno y su partido una inclinación persistente a manipular las emociones del público con informaciones falsas, a coartar libertades como la de prensa, de comunicación y viaje, a exigir el respaldo de la oposición a sus políticas sin darle la oportunidad de discutirlas, a reducir el campo de discusión de las ciencias y las artes, a entregar el manejo de la economía a banqueros, lobistas y empresarios millonarios, a limitar los derechos individuales y colectivos, a eliminar la participación popular en la discusión de políticas y a insertar la religión en los asuntos de estado. 

Algunas de estas estrategias de control de la población son comunes a los movimientos totalitarios de la década de 1930 –fascistas y comunistas por igual- aunque todavía es muy temprano en la historia para anticipar si Trump y los republicanos lograrán imponerse como solos detentadores del poder. Para ello primero deberán destruir el espíritu de rebeldía y desobediencia cívica que, como el anti-intelectualismo, es también una constante de la historia estadounidense.

Este ensayo deja por fuera temas importantes como los problemas económicos y sociales no solucionados que hicieron a las masas vulnerables al discurso populista, las relaciones internacionales, los antecedentes recientes de una presidencia con inclinación a asumir tareas no previstas en la Constitución ni autorizadas por el Congreso y la hipocresía de Trump, su equipo y su partido que practican las mismas conductas que criticaron –con exageraciones y distorsiones- en sus rivales demócratas. Ellos deben ser materia de otra discusión.


Desde las elecciones primarias encuestadores y medios anticipaban que Clinton ganaría la presidencia. El triunfo de Trump tomó por sorpresa a muchos, incluso a él mismo y a sus seguidores[i].

La mayoría de los estadígrafos se pifiaron: los de encuestas y grupos de enfoque y los de modelos estadísticos para combinar encuestas. Es claro ahora que o las encuestas no eran representativas de la población votante o los encuestados no daban respuestas correctas o los referentes geográficos de los análisis no tomaban en cuenta la diferencia entre el voto popular nacional y el voto electoral. También queda claro que los analistas de datos tienen un margen de arbitrio en la manera como usan las técnicas estadísticas y por eso llegaban a conclusiones diferentes aunque utilizaran los mismos datos[ii].

Los modelos históricos con datos cualitativos y cuantitativos son mejores predictores pero no son bien conocidos. Por ejemplo, el de Allan Lichtman, basado en 13 variables sistémicas, predijo con antelación el triunfo de Trump[iii].

Modelos intuitivos, como el de Michael Moore, quien también predijo el triunfo de Trump, carecen de estructura conceptual que los haga útiles en otras manos[iv].

Los planeadores y diseñadores de la campaña Clinton estuvieron expuestos a mucho ruido informativo y es posible que hayan utilizado los modelos estadísticos, aparentemente más confiables, para confirmar sus expectativas de éxito.

En la campaña Trump al parecer no se le prestó mucha atención a las encuestas pero muchos líderes republicanos las creyeron y tomaron distancia con respecto al  candidato esperando que sería derrotado. Esto le causó dificultades para formar un equipo con experiencia para hacer la transición entre su gobierno y el de Obama y se las sigue causando para constituir su equipo de gobierno.


Clinton y Trump hicieron campañas diametralmente distintas.

El discurso de Clinton, informado, educado, realista hasta donde lo permite una campaña, apelaba a la inteligencia y educación de sus oyentes; rara vez lograba despertar las emociones de estos. Pragmática y oportunista, adoptó el lenguaje populista de izquierda que había inspirado la campaña de Bernie Sanders en las primarias: protección del trabajador doméstico, revisión de los tratados de comercio, fortalecimiento de los programas de alivio a la pobreza, educación superior gratuita, supervisión de las corporaciones bancarias y financieras. Los medios presentaban la imagen de una mujer brillante pero no confiable.

El discurso de Trump, errático, incoherente, agramatical, fantástico, insultante, iba directo al corazón de sus oyentes. Con total desinhibición despertaba sus temores, ansiedades, rencores y resentimientos y los mezclaba con anhelos de mejora personal y grandeza colectiva. No los forzaba a profundizar en la complejidad de la economía doméstica o de las relaciones internacionales. 

Alimentó su discurso con el racismo de la población blanca y el desengaño patriótico de los que ven a Estados Unidos disminuidos en el mundo. Criticó los tratados de comercio, el poder de las corporaciones financieras y las exenciones de impuestos que favorecen a los ricos para canalizar a su favor la frustración de las clases media y baja desempoderadas económica y políticamente.

Fue un discurso muy efectivo que mantuvo la lealtad de los votantes consuetudinarios del Partido Republicano y movilizó a los dos segmentos de la población que decidieron su suerte en las elecciones: (1) el proletariado  blanco, urbano y rural, y (2) la clase media tecnocrática, cosmopolita, con educación universitaria pero de información limitada sobre los problemas del país y con poca inclinación a profundizar en materias de ciencia y política ajenas a su vida profesional. El primero creyó en su discurso, la segunda no pero asumió que se beneficiaría de sus decisiones una vez él llegara al poder.

Su ignorancia de la Constitución, del arte de gobierno, de la historia y las ciencias nos recuerda a los presidentes Ronald Reagan y George W Bush, los vicepresidentes Spiro Agnew y Dan Quayle, la candidata vicepresidencial Sarah Palin y el senador Jesse Helms, no es diferente a la exhibida por todos los candidatos que él derrotó en las primarias y se identifica con una fuerte tendencia anti-intelectual y anti-científica persistente en amplios sectores de la población. El partido republicano produce políticos muy ignorantes que ejercen el poder con indiferencia a sus limitaciones intelectuales personales.


En los medios se distinguen cuatro vertientes de análisis sobre la derrota de Clinton en la campaña de 2016:

1. Sus fallas de carácter desanimaron a los votantes,
2. La castigó un voto contra el establecimiento,
3. Hubo un voto protesta contra el neoliberalismo de Obama,
4. Hubo un voto de protesta contra el elitismo y meritocracia del Partido Demócrata.

Los votantes estadounidenses tienen motivos para rechazar un establecimiento que implementa políticas de privatización, austeridad para los ciudadanos y rescate de corporaciones fallidas con el dinero de los impuestos, comercio internacional favorable a los conglomerados empresariales, ataques al interés público e indiferencia a la suerte de los trabajadores.

Sin embargo, tanto demócratas como republicanos han implementado estas políticas; aquellos desde el gobierno de Bill Clinton y estos desde el gobierno de Reagan. Ambos partidos lo han hecho con el respaldo del otro.

De otra parte, desde el Compromiso de 1877[v] los republicanos han sido ejes del establecimiento; en este papel se han dedicado a proteger los intereses de los más ricos, a limitar los programas de alivio a la pobreza y de estímulo a la equidad racial y a debilitar la protección de consumidores y trabajadores. En otras palabras, el Partido Republicano hace una guerra de clase permanente en favor de la dominante.

Pero no sorprende que ganen las elecciones. Son hábiles en la creación, divulgación y manejo de la desinformación y logran presentarse como enemigos del establecimiento -representado por los demócratas y la prensa independiente, según ellos- y como voceros de los intereses populares. Cuentan con la credulidad de las masas.

Es cierto que hay un elitismo intelectual en el Partido Demócrata y en los sectores moderados y liberales -en minoría- del Partido Republicano. Debería esperarse en un país orgulloso de sus centros de estudio e investigación y del nivel de escolaridad de su población. El problema estriba en cómo hacer que la población que desconfía de los intelectuales o que maneja insuficiente información se interese en una discusión racional y educada sobre los problemas del país.

En mi opinión parte de la dirigencia nacional entiende que ignorancia colectiva no es lo mismo que estupidez colectiva. Hay respeto a la inteligencia de los ciudadanos cuando se les invita a una discusión informada. Y al contrario, se presume su estupidez cuando solo se les ofrece propaganda destinada a despertar sus emociones y sentimientos primarios, tribales, irracionales, y a convencerlos de que pueden tomar decisiones sensatas sin un entendimiento elemental de la situación.

Atribuir la derrota de Clinton a su elitismo intelectual da por sentado que quienes votaron contra ella no tienen suficiente discernimiento para reconocer que quien los invita a pensar respeta su inteligencia natural básica. Por supuesto que hubo votantes que no aceptaron el reto que ella, Sanders, Obama y otros les hicieron a adquirir un conocimiento básico de los asuntos que se jugaban en las elecciones, pero eso no es suficiente para explicar los resultados.

Finalmente, en cuanto a carácter, el de Clinton es consistente con el de los políticos profesionales. Ella es su par en el aprovechamiento de oportunidades para avanzar su carrera y enriquecerse pero superior a muchos intelectualmente y en la seriedad con que toma su papel de figura pública. No parece racional considerarla menos confiable que su rival cuya personalidad inestable recuerda la de Richard Nixon y cuyas fallas de carácter como celebrity y hombre de hogar y de negocios son notorias.


Las mentiras, inexactitudes, distorsiones, uso de información falsa y contradicciones en el discurso eran parte tan íntima de la campaña Trump que dificultaron la misión de los medios de cubrirla con objetividad y dar al lector la información que necesita para educar su opinión.

Cálculos hechos por medios independientes muestran una marcada tendencia de Trump a desconocer la realidad. El Toronto Star, por ejemplo, tomó una muestra de sus afirmaciones en el curso de 28 días entre septiembre y noviembre de 2016 e identificó 560 falsedades comprobables. Polifact es una página web especializada en buscar el respaldo fáctico de las afirmaciones hechas por figuras públicas. En un estudio de la campaña presidencial encontró que el 51% de las afirmaciones hechas por Trump contradecían la verdad, en contraste con el 12% en el caso de Clinton. En los primeros 63 días de su presidencia hizo 317 declaraciones falsas o engañosas según el Washington Post.

Hacerle seguimiento sistemático a sus falsedades en la campaña hubiera creado la impresión favorable para su imagen de que los medios estaban sesgados contra él. Ahora que es presidente mantener presentes sus falsedades es parte del cubrimiento noticioso que hacen los medios independientes.

La campaña Trump trató de neutralizar los medios independientes con una estrategia multidireccional:

1.   Identificó a periodistas individuales para desprestigiarlos con comentarios negativos y epítetos insultantes;
2.   Negó pases a reporteros para impedirles asistir a eventos con el candidato;
3.   Acusó a los medios en general de mentir y distorsionar los hechos;
4.   Creó una red de corresponsales ficticios en los medios sociales para divulgar su material desinformativo; este material era prontamente recogido y recirculado sin tamiz alguno por muchos usuarios regulares.

Esta fue una extensión de la estrategia que el partido republicano ha usado por varias décadas para forzar a los medios a cubrirlo sin ponerle filtros a su propaganda, sin describir el contexto de sus decisiones y sin cuestionar las bases científicas de sus políticas.

Es cierto que algunos medios hicieron un trabajo valioso y valiente y que se expusieron a que Trump los llevara ante las cortes con cualquier excusa, según su costumbre de hostigar a sus opositores con la amenaza de los costos de un caso judicial.

Así, hubo medios que cubrieron las falsedades de su filantropía, su manera de hacer negocios y eludir el pago debido a proveedores y trabajadores, su evasión de impuestos, su aprovechamiento de la Fundación Trump para beneficio personal, su participación en el fraude de la Universidad Trump, el uso de fondos de la campaña en beneficio de sus negocios y la afirmación de que su campaña era autofinanciada; los hubo que publicaron frecuentes correcciones fácticas a sus afirmaciones y los que se negaron a dar respaldo editorial a su aspiración presidencial, aunque la mayoría de estos lo hicieron cuando ya no tendría impacto en la decisión de voto de sus lectores.

Pero muchos otros fallaron en su misión y se convirtieron en estaciones repetidoras de los temas de su campaña, como Fox News, el canal internacional de noticias ruso RT y Breibart News que jugaba el papel peculiar de originador de falsedades que repetidas por Trump divulgaba como noticia nueva.

Por mucho tiempo hubo medios que aceptaron la bufonería de Trump como un entretenimiento inofensivo. Además, el esfuerzo de casi todos de mantener una imparcialidad forzada frente a candidatos que tenían grandes diferencias de carácter, inteligencia, conocimientos, experiencia de gobierno y respeto de la urbanidad terminó “normalizando” la campaña Trump.


Una vez en la presidencia Trump y su equipo han manejado la información lo mismo que durante la campaña. Como era previsible, denuncian como sesgado todo periodismo que no dé credibilidad incondicional a los comunicados de prensa oficial o a lo que a Trump diga.

El cubrimiento objetivo del gobierno, de la oposición popular, de las incoherencias en las declaraciones y las acciones de Trump, de las contradicciones entre funcionarios de distintas agencias y de las distorsiones y falsedades en lo que pasa como información oficial ha sido declarado un acto de oposición.

Igual que en la campaña y en su vida de hombre de negocios, Trump ha tratado de excluir a algunos reporteros de sus ruedas de prensa y las agencias del gobierno han excluido a otros del cubrimiento de sus actividades, como lo acaba de hacer el Secretario de Estado en su primer viaje oficial fuera del país. El vocero de prensa de la Casa Blanca describe eventos inexistentes como realidades tangibles. Según sus asesores obran de mala fe los medios cuando piden confirmación fáctica de las aseveraciones que haga Trump. 

El mismo Trump en una entrevista para Time Magazine dice que no importa que sus declaraciones sean o no verdaderas pues es suficiente con que la gente le crea.

Los medios que han tomado una posición independiente y crítica y los que hacen eco a la línea oficial han visto aumentar el número de sus subscriptores. Las masas no tienen la inclinación de pensar críticamente y tienden a aceptar como verdadera la información que reciben de los medios que les inspiran confianza.


Trump ha tenido toda su vida una relación peculiar con la realidad. El autor de su autobiografía [sic] inventó la expresión “hipérbole veraz”[vi] para describir su inclinación a decir mentiras. Ya en la Casa Blanca una de sus asesoras más cercanas la llamó creación de “hechos alternativos”[vii]. Estas expresiones proclaman una abierta irracionalidad que parece aceptable para algunos votantes, para los funcionarios de la Casa Blanca y para muchos de sus aliados.

La campaña Trump llevó al extremo la secular desconexión entre la realidad y el discurso de los políticos. Ahora él y su equipo de asesores la mantienen en la casa de gobierno.

Algo similar ha ocurrido en otros países  Los enemigos de la comunidad europea en Inglaterra, el gobierno húngaro para promover su referéndum contra los refugiados del medio oriente, los opositores de los acuerdos entre el gobierno colombiano y las guerrillas locales y Rodrigo Duterte como candidato presidencial de las Filipinas hicieron campañas montadas sobre ficciones, distorsiones, afirmaciones no verificables o contrarias a la verdad de los hechos.

Algunos críticos sociales, como los editorialistas de la revista The Economist, han llamado a esta la edad de la post-verdad[viii]. La expresión describió la campaña de desinformación masiva desatada en los años 80 por el gobierno estadounidense y sus amigos en los medios para neutralizar el escándalo de las armas vendidasen secreto a Irán para financiar un movimiento subversivo en Nicaragua. Se usó de nuevo en las dos guerras de Irak que también estuvieron acompañadas de desinformación oficial en grande.

En la historia de la humanidad la mentira, la fantasía y las medias verdades han sido parte de la propaganda de empresas comerciales, clases dominantes, reinos expansionistas, caudillos y príncipes ambiciosos, revoluciones y religiones. Parte del poder que tuvieron los regímenes de partido único en el siglo XX descansaba en una narrativa oficial aislada de la realidad; vivían en un mundo ficticio reproducido por los medios, donde las estadística sociales y económicas se trataban como secretos de estado para que no sirvieran de base a una narrativa alterna.

Lo que es propio del momento, sin embargo, es la fuga total de la realidad en el discurso público y la preferencia de las masas por la información ficticia. Llama la atención la velocidad con que las masas repiten y circulan las falsedades plantadas en los medios sociales[ix] y su disposición a creerlas. Información correcta, completa y verificable sobre innúmeros asuntos políticos y científicos es de dominio público y fácil acceso por primera vez en la historia; las masas, sin embargo, son indiferentes a la verdad de lo que oyen y sus dirigentes a la verdad de lo que dicen.


La economía global, la complejidad de los negocios a gran escala, la obscuridad de los instrumentos financieros ofrecidos en el mercado de valores, la red de alianzas y rivalidades de las relaciones internacionales, la ciencia y la tecnología que permean la vida contemporánea, hacen que la realidad sea difícil de captar e interpretar a pesar del volumen de información disponible. Se necesitan conocimientos y niveles de experiencia especiales para (1) tomar decisiones en el gobierno y la empresa privada y (2) para entender el impacto que esas decisiones tienen en la vida de individuos y pueblos.

Eventos con impacto social, como aplicaciones de las ciencias, ciclos de negocios, pérdida de empleos, desaparición de industrias, caída de salarios, crisis financieras, manipulación de mercados, crecimiento de poblaciones minoritarias, desplazamiento urbano y rural de poblaciones, cambios en el poder relativo de otros países, amenazas a los intereses nacionales, guerras, rebeliones autóctonas contra el statu quo local e internacional, ocurren más allá del entendimiento y capacidad de acción del ciudadano promedio, del técnico absorto en el área de su especialidad  y del burócrata que llega a posiciones de responsabilidad en el gobierno o la empresa privada sin capacitación adecuada.

En el mundo real no es posible tener información suficiente para tomar decisiones perfectas; por eso en asuntos personales y públicos las decisiones se toman con base en información parcial. Eso no quiere decir que las decisiones tomadas al primer impulso sean tan válidas como las estudiadas con apropiada diligencia.

En los Estados Unidos -como en cualquier otro país- a la mayoría de la gente le falta (1) tiempo para informarse, (2) criterio para distinguir entre hechos y ficciones y (3) educación para interpretar los hechos, escoger los que son relevantes y establecer correlaciones y tendencias; por esta razón queda intelectual y moralmente vulnerable a la desinformación y al discurso interesado de políticos, ejecutivos empresariales, jefes religiosos, editores de noticias, comentaristas de prensa o amigos.

Esta vulnerabilidad del individuo –como ciudadano en lo político, como consumidor y empleado en lo económico, como feligrés en lo religioso- es explotada por la propaganda, los mensajes simples, la manipulación emocional, los motivadores subliminales y la impresión que deja un discurso, una frase o un estribillo de publicidad.

En la imposibilidad de entender y controlar su entorno la gente abandona la ciencia y la razón. La ignorancia, la incertidumbre y el temor en que vivimos abren las puertas a demagogos y extremistas que ofrecen soluciones simples para problemas que no entendemos, riesgos que no sabemos identificar y pérdidas imaginarias o reales que no queremos sufrir.


En la campaña presidencial Trump denunció al gobierno como innecesario, enemigo de la libertad, paralizador del espíritu empresarial, y al presidente Obama como responsable de todos los problemas nacionales e internacionales que enfrenta el país. De esta manera dio resonancia al discurso republicano de un gobierno pequeño, con pocas regulaciones y mínima burocracia,  y se apropió de la oposición ciega que el partido le hizo a la administración Obama, anunciada desde el momento de su elección y sostenida durante sus dos periodos.

Este discurso de partido ha inducido a las masas a desconfiar de las autoridades y las instituciones y ha beneficiado a los políticos de derecha.

La gente cree que los republicanos van a:

- eliminar la alianza entre el gobierno y las grandes empresas,
- impedir la desaparición de industrias y empleos,
- reducir la carga impositiva de la clase media, de los profesionales y de los obreros con altos ingresos,
- reducir el déficit presupuestal,
- controlar los costos de funcionamiento del estado y
- reducir los poderes de los burócratas que interfieren con la libertad y la privacidad personales y con negocios pequeños y medianos.

Es verdad que el crecimiento del estado y sus regulaciones ha llegado a niveles absurdos. Para dar un ejemplo, la ley de 2010 sobre entidades financieras contiene 2.300 páginas. Pero las acciones del Partido Republicano cuando ha tenido el poder contradicen sus promesas y las expectativas de sus votantes pues:

- no ha disminuido el tamaño del estado a pesar de que le ha quitado tareas al debilitar la protección de los consumidores y del medio ambiente y al reducir los gastos sociales,
- ha gobernado en favor de la gran empresa y dado la espalda a la empresa mediana y pequeña,
- ha incrementado los gastos en la industria militar y aceptado los sobrecostos en los suministros de guerra (lo que no es lo mismo que fortalecer las herramientas de defensa nacional),
- ha disminuido la carga impositiva de la clase más rica de manera para que pague proporcionalmente menos que las clases inferiores por los servicios que recibe del estado,
- ha autorizado las mayores interferencias del estado con la libertad de conciencia, la vida privada y el derecho al voto,
- ha promovido la apertura nacional a la globalización y ha respaldado los tratados de comercio exterior favorables a los conglomerados multinacionales, y
- sus políticos han aprovechado la influencia y el clientelismo que da el poder aunque logran convencer a las masas de que solo los demócratas lo hacen.

En muchas de estas cosas, es necesario reconocerlo, aunque los republicanos han tenido la voz cantante una parte del partido demócrata los ha respaldado. En un mundo lógico ambos partidos debieran ser castigados por el electorado.


Los rasgos dominantes de la mentalidad de Trump son obvios en su pasado como hombre de negocios y celebridad publicitaria, en su conducta en la campaña y en sus primeras semanas en la presidencia: racista, xenofóbico, autoritario, indiferente a los hechos reales y adicto a teorías conspirativas, ignorante de la Constitución y sus principios, amigo de insultar a sus oponentes y de hacer acusaciones infundadas contra ellos, ignorante, vanidoso, errático, inconsistente y superficial.

En sus discursos y comentarios improvisados es incapaz de expresar ideas completas o construir frases gramaticalmente correctas. Su discurso se compone de exclamaciones, muletillas, repeticiones y palaras sueltas en libre asociación. Su léxico es limitado; puntea sus declaraciones con una docena de expresiones aumentativas que repite sin cesar y confirman su falta de originalidad e imaginación. Intérpretes y traductores han dicho que sus lectores en otras lenguas los consideran estúpidos cuando hacen traducción literal de las declaraciones de Trump.

No es de esperar que desarrolle conocimientos sobre las realidades políticas, sociales y económicas con el curso del tiempo. Envejeció fantaseando sobre el mundo, indiferente a las ciencias y las artes, aislado de contradictores, seguro de que no necesita del saber para tomar decisiones acertadas.

Sus referencias no retractadas a los mexicanos como violadores, a los musulmanes como terroristas, a las mujeres como objetos y a los veteranos de guerra con estrés postraumático como pusilánimes muestran insensibilidad. Pero él no acepta responsabilidad por sus palabras ni da excusas por sus ofensas.

La aparente candidatura de Mitt Romney para secretario de estado puso en evidencia un aspecto de la personalidad de Trump que mejor hubiera quedado oculto. Durante la campaña presidencial Romney describió a Trump como moral e intelectualmente descalificado para la presidencia. Poco después de su triunfo electoral Trump pretendió que lo incluiría en su gabinete. Víctima de su propio narcisismo Romney se prestó para una farsa de entrevistas, abrazos y sonrisas frente a los fotógrafos de prensa, solo para verse descartado de manera brusca y humillante. Cuando Trump hubiera podido ser magnánimo o al menos indiferente frente a su rival prefirió mostrarse rencoroso y vengativo.


Del vicepresidente Mike Pence, urbano, de fácil expresión,  se sabe mucho menos pues su vida privada ha sido discreta y su vida pública libre de escándalos mayores. Ha dejado, sin embargo, un record de fanatismo religioso, homofobia e ignorancia científica.

Es creacionista y pro-vida, pero su respeto a la vida no se extiende a rechazar la pena de muerte, la tortura, la guerra de agresión, la presunción de impunidad a favor de los policías acusados de violencia ilegal contra los civiles, los asesinatos facilitados por el libre tráfico de armas o el sufrimiento, la enfermedad y la muerte causados por la pobreza.

Para Pence, como para muchos antiaborcionistas, el derecho a la vida y la integridad personal se agota a la salida del útero. Pero aún afirmar esto es una exageración. Los antiaborcionistas son indiferentes al bienestar del feto, del vientre que lo porta, del recién nacido y de la familia que lo criará.

Estudiando el discurso y la carrera legislativa de Pence uno queda con la impresión de que él, al igual que muchos fanáticos cristianos, cree en una sharia cristiana que debe imponer al resto de la sociedad, aunque, por supuesto, rechaza con toda razón la sharia islámica.

13.        Populismo de derechas

Trump es un demagogo de derecha. En la campaña y en el gobierno ha escogido palabras que despiertan en las masas emociones de pérdida económica, despecho patriótico y ambiciones insatisfechas. Ofreció improvisar soluciones geniales cuando llegara al poder y ya empezó a improvisar sin traza de genialidad.

Ha prometido estimular el talento creativo empresarial de la nación pero hace cuentas con recursos no disponibles, como la repatriación de empleos y manufacturas. Parece asumir -sin sustento empírico- que un capitalismo benévolo, liberado de la intervención estatal, garantiza la prosperidad y el bienestar de la clase obrera.

En la campaña jugó la carta racial insinuando que el estado marginaliza al hombre blanco para beneficiar a las minorías, prometió defender al trabajador de la rapacidad de países extranjeros y afirmó que bajo su gobierno las minorías negras vivirían una prosperidad sin precedentes.

Habló de la inmigración como una invasión de violadores y narcotraficantes y ahora presenta a los inmigrantes como una amenaza a la estabilidad económica de los trabajadores nacionales y a los refugiados de países musulmanes como a una quinta columna terrorista.

Consecuente con su denuncia de los científicos por aceptar lo que él llamó la patraña china del calentamiento global y de las vacunas como causa de autismo ha puesto las políticas de medio ambiente y de salud en manos de ignorantes de la ciencia correspondiente. Prometió erradicar del gobierno a banqueros y lobistas pero los ha puesto al frente de los poderes reguladores del estado.

Se ha rodeado de creacionistas, fanáticos cristianos que creen en la literalidad de la Biblia y supremacistas blancos que creen en la inferioridad natural de las demás razas. En su equipo de trabajo ha incluido a sionistas y a antisemitas sin que ninguno de ellos haya renunciado al extremismo de sus posiciones.

Sus planes de acción y de gobierno son vagos. Su fórmula es: yo lo voy a hacer mejor, confíen en mí. Uno de sus seguidores lo describió así: Trump no da detalles pero el espíritu de su mensaje es claro. Frente a decisiones controversiales, por no decir improvisadas e ineptas, sus simpatizantes dicen que no conocen los detalles de las mismas pero que confían en su habilidad para tomar decisiones correctas[x]. Sus seguidores y aliados se abstienen de pensar críticamente y lo apoyan en el gobierno como lo apoyaron en la campaña.

Su discurso de campaña fue hecho para movilizar al proletariado blanco con cuyo concurso ganó las primarias y la mayoría de votos en el Colegio Electoral, pero el gobierno lo ha entregado a la elite corporativa a la que nada importan los problemas y aspiraciones del proletariado, blanco o de cualquier color. Las masas que lo eligieron no anticiparon -y todavía no quieren ver- que para él y su equipo el mensaje populista era el medio para movilizarlas y llegar al poder con su voto, no la guía para ejercerlo.

Trump es parte de una tendencia mundial. Las riquezas creadas por el capitalismo global se han acumulado en pocas familias y han profundizado la brecha que separa a las clases sociales. El populismo de derecha es una táctica que le permite a la clase dirigente utilizar a las clases inferiores para mantener el control del poder sin corregir las asimetrías de riqueza, ingresos y oportunidades.


Restaurar la grandeza de Estados Unidos fue un tema favorito de la campaña Trump repetido en el discurso de posesión.

En la narrativa que él hace los gobiernos de B. Obama y G.W. Bush habrían debilitado la economía, empañado el prestigio y perdido el poder internacional que el país se merece. El sueño americano habría desaparecido por su culpa pero todavía es recuperable. Bajo su dirección. Su lema es “Volvamos a hacer grandes a los Estados Unidos”.

Este lema es una invocación a la nostalgia. A una nostalgia donde cabe cualquiera fantasía que sus oyentes quieran imaginar, sin necesidad de que las fantasías de unos sean compatibles con las de otros y que puede incluir simultáneamente:

- el poder arrollador de los ejércitos en cualquier parte donde se les mandara a intervenir,
- el poder de las corporaciones nacionales para inundar el mundo con productos manufacturados domésticamente, dominar mercados extranjeros, traer sus riquezas al país y repatriar sus ganancias para beneficio y prosperidad de todos en Estados Unidos,
- el poder moral y cultural del país para cambiar costumbres y mejorar la vida de los demás pueblos,
- la familia heterosexual, monogámica, patriarcal, cristiana, de matrimonio indisoluble,
- la vida económica basada en la empresa ideal (lo mismo da la empresita o la granja familiar, la mediana empresa, el banco local, el consorcio minero, el latifundio agro-industrial, el complejo industrial, la multinacional financiera, etc.) y la libre competencia sin interferencia del gobierno ni obstáculos creados por sindicatos codiciosos,
- un estado que no cobra impuestos, no interfiere con los productores de bienes y servicios y provee justicia, defensa, obras de infraestructura y protección de la propiedad y la salud de los ciudadanos,
- una vida social en la que los pielrojas y los inmigrantes abandonan sus modos de vivir primitivos y tratan de imitar las costumbres y folclore de los blancos,
- una organización política donde mujeres, negros, latinos y asiáticos no tienen posiciones de poder, similar a la de fines del siglo XIX y principios del XX pero que ahora, en una farsa travesti, incluye a italianos, irlandeses y algunos latinos carapálidas como habitantes del mundo WASP,
- el sueño americano para quienes lo merecen: los trabajadores blancos con casa y carro, electrodomésticos, atención médica, educación para los hijos, pensión de jubilación, vacaciones y membresía en un sindicato industrial; los demás no lo merecen porque por regla general son perezosos y mediocres.

El problema histórico y social con esa nostalgia es que el pasado, como dice la novelista Zadie Smith, es muy atractivo para quienes creen que hubieran sido parte de la clase dominante pero es odioso para quienes saben que en ese pasado hubieran sido abusados o discriminados por su sexo, raza, religión, idioma, maneras de vivir o preferencia sexual y hubieran carecido de derechos civiles, garantías políticas, oportunidades económicas y espacio para el cultivo de sus talentos y habilidades personales.

La realidad es que nadie tiene el poder de rehacer el mundo con base en esa nostalgia. Sin embargo, hay quienes se sienten tan bien en presencia de alguien que es capaz de evocarla que se identifican con él y le dan su voto.


Más de 60 millones de estadounidenses votaron por Trump y legitimaron su mensaje aunque no lo compartieran: racismo, discriminación, misoginia, ignorancia, rudeza, intolerancia; rechazaron lo mejor de la manera de ser de Nueva York, su ciudad nativa donde, a pesar de múltiples problemas sociales y los ocasionales actos de violencia, se cultiva el pensamiento liberal, el amor de las artes y las ciencias, el disfrute del placer y la buena vida, la aceptación de otras culturas y de todos los idiomas del mundo, la capacidad de vivir con inmigrantes aunque sean indocumentados, el reto a la autoridad, la adaptación a los cambios del mundo, la tolerancia de muchas maneras de vivir la religión, la familia, la sexualidad y la moda. Una manera de ser compartida por las grandes ciudades costeras de los Estados Unidos.

16.        La tentación antidemocrática

El margen del 2.1%  con que perdió el voto popular niega a Trump carta blanca para ejercer el poder. Tampoco la tiene el partido republicano que carece de un mandato popular. Sin embargo, ambos intentarán ejercer el poder de manera hegemónica. Así suelen proceder quienes creen que la democracia es solo un mecanismo para ganar elecciones y que una vez en el poder pueden ejercerlo sin considerar los intereses de la población que no votó, que votó por alguien más o que al votar por ellos les dio un respaldo condicional.

La manera de actuar del Partido Republicano cuando ha controlado la presidencia o el Congreso y el ejemplo de Mohamed Morsi y la Fraternidad Musulmana en Egipto, Daniel Ortega y el Frente Sandinista en Nicaragua, Vladimir Putin y sus aliados en la Federación Rusa, Nicolás Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela, Benjamín Netanyahu y su aliados en Israel representan la tentación a que están expuestos Trump y sus aliados.

Esta tentación crece a medida que (1) Trump y el Partido Republicano identifican áreas de coincidencia y encuentro, (2) Trump y su equipo de gobierno aprenden a manejar las palancas del gobierno, (3) el Partido Republicano consolida su control del poder federal y estatal, (4) la oposición popular se fortalece ideológica y organizacionalmente limitando la capacidad de acción del equipo de Trump y los republicanos y (5) la agenda de estos es obstruida institucionalmente por un Partido Demócrata radicalizado bajo la presión de sus bases en la clase media y obrera.

Un temor que ya se perfila para las fuerzas democráticas estadounidenses es el de que Trump y su equipo, con el respaldo del Partido Republicano, inicien una guerra nueva o intensifiquen una de las guerras ya en curso para exacerbar las emociones patrióticas y apabullar la oposición popular. En esta dirección parece apuntar el incremento en el  gasto militar, no anticipado y no justificado, que anticipa el presupuesto presentado por el gobierno al congreso.


El Partido Republicano tiene dos metas: 1) mantenerse en el poder y 2) organizar la sociedad alrededor de los intereses de la clase en la cúspide de la pirámide social, de las corporaciones que administran la riqueza de esta[xi] y de las iglesias cristianas de derecha.

Después de una elección los partidos rediseñan los distritos electorales y modifican las reglas de votación para concentrar sus votantes geográficamente y dispersar y obstaculizar a los votantes del otro partido. De esta manera tratan de perpetuarse en el poder.

El Partido Republicano ha sido más efectivo que el Demócrata en el uso de estas tácticas como lo muestran sus repetidas victorias en elecciones presidenciales, de gobernadores y de cuerpos legislativos aunque el voto popular le haya sido desfavorable.

También el Partido Republicano es más efectivo en implementar sus iniciativas legislativas y de gobierno. Además de la ventaja que le da su unión y disciplina interna lo beneficia un Partido Demócrata que en el gobierno y en la oposición se muestra indisciplinado, sin unidad de propósito y sin voluntad de lucha, en parte porque muchos de sus políticos se identifican con la agenda republicana, en parte por temor a dividir el país irremediablemente.

Los republicanos, que no temen dividir el pais, interpretan, correctamente desde el punto de vista político, la inacción demócrata como pusilanimidad. En consecuencia, el poder que tienen lo usan de manera hegemónica, unilateral e inconsulta y la oposición que hacen es cerrada, sostenida, calculada e irreflexiva [sic], casi pavloviana. El éxito ha validado sus estrategias hasta el momento.

La nación, sin embargo, queda  con el problema de la mayoría de votantes que no tienen representación en un régimen dominado por el Partido Republicano y que probablemente harán una oposición cada día más beligerante a la que el partido, a su turno, responderá imponiendo nuevas limitaciones a las garantías políticas y los derechos sociales. 


En las primarias del 2016 el establecimiento del Partido Republicano hubiera preferido a cualquiera de los precandidatos que competían con Trump por la nominación presidencial. Ellos se identificaban con la agenda del partido. En nada más se diferenciaban de Trump: en sus discursos y propuestas dejaban traslucir el mismo racismo, la misma ignorancia de la realidad social y económica interna, el mismo desdén por la ciencia y el conocimiento, el mismo desconocimiento de las relaciones de poder más allá de las fronteras y el mismo abandono de la urbanidad.

Trump ganó la nominación presidencial con un discurso que combinaba algo de la agenda del partido (eliminación de protecciones al medio ambiente y a los consumidores, aumento en el presupuesto de ayuda al complejo militar-industrial, persecución de inmigrantes indocumentados, reducción del número de inmigrantes latinoamericanos y del número de refugiados de países musulmanes, tolerancia de racismo y discriminación de minorías), aunque no de manera consistente (su posición sobre la carga impositiva de los ricos cambiaba con frecuencia), y una amplia dosis de sus opiniones idiosincráticas (defensa de los aportantes al sistema de seguridad social, crítica de los tratados de comercio, denuncia de la globalización, condena de banqueros y lobistas, promesa de repatriar fábricas y empleos y de revivir la minería del carbón, oferta de aumentar el salario mínimo).

Con un lenguaje libre de abstracciones filosóficas y políticas, conceptos económicos y referentes científicos, sin forzar al oyente a pensar, con frecuencia patán en el discurso y el trato, incentivador de la violencia, creó un mensaje que llegaba al proletariado blanco y a la clase tecnocrática no familiarizada con el estudio sistemático de la sociedad, la economía y la política y desacostumbrada a pensar críticamente. Su campaña fue la culminación del esfuerzo hecho por años por el Partido Republicano para eliminar los contenidos del discurso público y cimentarlo en imágenes y emociones.

Cuando Trump ganó la nominación presidencial el establecimiento del Partido Republicano le dio un respaldo tibio. La mayoría de sus líderes lo daban por seguro perdedor.

Su victoria presidencial tomó tan de sorpresa al partido como al resto del mundo. Mientras su entorno inmediato se recuperaba de la confusión, los jefes del partido entendieron que habían obtenido un triunfo sin precedentes. En sus manos quedaron la vicepresidencia, el Congreso, la mayoría de las legislaturas estatales y de las gobernaciones; además, en la rama judicial tendrá máxima influencia cuando llene las vacantes que mantuvo durante la administración Obama. El reto para ellos desde el 9 de noviembre pasado ha sido el de establecer un modus operandi  con Trump y su círculo cercano.

Una vez posesionado Trump el partido ha cerrado filas a su alrededor: ha aprobado los altos funcionarios nominados por él sin profundizar en sus calificaciones y sin despejar dudas sobre sus probables conflictos de intereses y ha bloqueado investigaciones éticas y legales que puedan afectarlo a él o al círculo cercano de sus ayudantes. Algunos activistas del partido han propuesto que los críticos del presidente sean considerados culpables de traición a la patria.

Simultáneamente el partido ha tomado la iniciativa legislativa a nivel federal y estatal en temas como limitaciones adicionales al voto de las minorías raciales, recortes al derecho de decisión de la mujer sobre su cuerpo, debilitamiento de la protección legal a poblaciones vulnerables a la discriminación y al maltrato.

El partido ha comenzado a pagar un precio por su respaldo a Trump y por sus propias acciones en el Congreso. Los foros públicos y los consejos comunitarios en que participan políticos y funcionarios republicanos fueron por mucho tiempo eventos anodinos, sin participación popular, pero se están convirtiendo en un escenario de debate y confrontación donde tienen que justificar sus posiciones sobre políticas y derechos sociales. A medida que los líderes republicanos son forzados a justificarse se abren espacios inéditos de participación democrática.


Dos corrientes pastorales han dividido a las iglesias cristianas estadounidenses (incluida la católica) por varias generaciones.

Una, integrista, que hace énfasis en una religión ritualista, patriarcal, intrusa en la vida privada, muy sexual (como resultado de su heterosexualidad militante y su obsesión con el sexo reproductivo), basada en una interpretación selectiva de los textos sagrados y el pago de diezmos. Algunas de estas iglesias predican el enriquecimiento personal como realización del evangelio.

Las sectas de esta corriente hacen alianzas constantes con los políticos de derecha no  porque estos sean parangones de virtudes cristianas y de obediencia al decálogo, que no lo son, sino porque les ofrecen ayuda para reducir la separación de la iglesia y el estado y así poder, por ejemplo, participar activamente en política, respaldar candidatos y hacer propaganda electoral, reducir la supervisión de la oficina de impuestos sobre donaciones y gastos, infiltrarse en instituciones públicas –como escuelas y campamentos militares- para hacer proselitismo abierto y discriminar contra religiones no cristianas.

La otra corriente, considerada progresista, hace énfasis en la caridad, la solidaridad y la protección de los más débiles, la responsabilidad social de la clase dirigente y la justicia en las relaciones con otros pueblos y culturas. Sus líderes son renuentes a hacer alianzas con los políticos y las que ocasionalmente aceptan se basan en programas de remedio a la pobreza, lucha contra la discriminación racial y protección de los derechos civiles y políticos de poblaciones vulnerables –como los negros del sur, los inmigrantes indocumentados y los refugiados-, educación, inclusión de grupos marginados por otras denominaciones -como la población LGBT-, oposición al aventurerismo bélico internacional.

Durante su campaña Trump, como todos los candidatos republicanos que derrotó, cortejó a las sectas más conservadoras, las que respondieron complacidas a pesar de su vida privada y de negocios y de su ignorancia de la doctrina y los textos sagrados. Los líderes de derecha actúan como si tuvieran la certeza de que la religión es el opio del pueblo y quieren tenerla -junto con las fuerzas armadas, la ley y el orden, la nostalgia por un pasado mejor, la alianza con derechistas de países intervencionistas- entre sus herramientas para controlar las masas. Los líderes cristianos que se prestan para ello no buscan paladines de vida cristiana sino aliados para invadir la conciencia y la vida privada de sus conciudadanos so pretexto de hacerlos virtuosos[xii].

Ha sido tal el entusiasmo de algunos pastores que han encontrado en las escrituras textos que justifican los discursos y acciones de Trump sin importar que contradigan la doctrina cristiana en puntos importantes de fe y moral. Igual que la jerarquía católica española lo hizo con Francisco Franco, los protestantes guatemaltecos con Ríos Montt y la Iglesia Ortodoxa Rusa con Josef Stalin.

Por su parte, las sectas progresistas han denunciado como anticristiano el discurso de intolerancia y engaño. Una vez Trump empezó desde la presidencia a organizar la persecución de inmigrantes indocumentados fueron estas iglesias las primeras en ofrecer santuario a las víctimas, una práctica que data de los años 80 cuando América Central sufría las guerras civiles alimentadas por el gobierno estadounidense. Gobernadores y alcaldes han hecho propio este movimiento de origen religioso y lo han convertido en política oficial de algunos estados y ciudades.

Son tales los retos de Trump y el Partido Republicano al mensaje cristiano, especialmente en asuntos de justicia social, compasión y protección del pobre y el débil, que probablemente las iglesias estarán más divididas al final de este cuatrienio[xiii].


La clase dirigente de los Estados Unidos ha estado dividida con respecto al tipo de sociedad y estado que quiere construir para las generaciones futuras. Trump y su equipo, el Partido Republicano y sus aliados ricos tienen en este momento la oportunidad de liderar ese proceso. Se puede anticipar que fallarán pues carecen del genio político para ofrecer un proyecto de nación que sea aceptable por igual para sus votantes y para las mayorías no republicanas. Sin embargo, las políticas que pongan en ejecución tendrán efectos de largo plazo.

Los Estados Unidos han vivido coyunturas y periodos de ajuste en que se jugó el destino nacional. Unos pocos ejemplos bastan para mostrar de qué hablo. De la guerra de independencia quedaron una forma republicana de gobierno y una constitución política flexible que en el siglo XX dio paso al reconocimiento de derechos civiles y políticos de todos los habitantes del país aunque esa no hubiera sido la intención original de los constituyentes.

La Guerra Civil por un fugaz momento abrió el espacio para crear una sociedad justa e incluyente, sin distingos de raza, pero los republicanos traicionaron el momento con el Compromiso de 1877 dejando como único legado la abolición nominal de la esclavitud. La expansión económica y militar posterior a la Guerra Civil aceleró el flujo de inmigrantes europeos, la destrucción de las naciones indígenas y la formación del imperio. La fracción de la clase dirigente liderada por Franklyn D. Roosevelt aprovechó el debilitamiento relativo de la clase más rica causado por la Gran Depresión de 1929 para mejorar la vida de las masas.

La coyuntura de hoy está ligada a la  nueva economía capitalista dominada por la globalización, los negocios transnacionales, los contratos a gran escala con el estado o protegidos por este y los instrumentos de especulación financiera creados en las últimas décadas. Esta versión del capitalismo ha beneficiado a un grupo minúsculo de la población.

Estimados para el año 2016 indican que el 10% de la población estadounidense -aproximadamente 32 millones de personas- era dueña del 75% de la riqueza nacional, dejando el 25% restante para ser repartido entre los otros 290 millones.

Los profesionales independientes y la clase media alta, a quienes podemos considerar ricos pobres pues tienen techo seguro, pan en abundancia y pasatiempos costosos pero no poseen suficiente patrimonio para que los verdaderamente ricos los consideren sus pares, viven con el temor de perderlo todo en una revolución popular y la esperanza de que una revolución plutocrática los beneficie. Aunque ninguna revolución va a ocurrir en el futuro inmediato, probablemente sus temores son bien fundados y sus esperanzas completamente ilusorias.

La clase dirigente tiene que diseñar políticas para manejar las fricciones inevitables entre el 10% más rico y el resto de la población. Sus opciones son históricamente predecibles:

1.   Blindar el patrimonio de los más ricos para protegerlos de riesgos políticos y sistémicos;
2.   Crear un capitalismo para las masas por medio de reformas sociales y económicas que reduzcan la riqueza extrema -y el poder a ella anexo- y mejoren sus condiciones de trabajo y su calidad de vida, y
3.   Abstenerse de actuar en la esperanza de que con el tiempo el conflicto de intereses entre los muy ricos y el resto de la población se disipe o se vuelva parte del paisaje social y no se torne violento.

En la gran crisis de 2008 la clase dirigente hubiera podido democratizar el capitalismo con políticas de protección a los deudores hipotecarios, salvando sus patrimonios familiares, prefirió, sin embargo, rescatar a los acreedores hipotecarios y a los especuladores financieros, blindando así a los más ricos.
La legislación social impulsada por un sector de la clase dirigente liderado por el presidente Richard Nixon en los años 70 del siglo pasado quería prevenir la conversión del movimiento de derechos civiles y de oposición a la guerra de Vietnam en un movimiento de protesta contra la pobreza, pero tuvo el efecto secundario de mejorar la vida de las masas.

Sin embargo, las políticas sociales tanto de Roosevelt como de Nixon, han estado bajo asedio republicano durante los últimos 40 años.
En las elecciones del año 2016 la clase dirigente estuvo dividida. Una dinámica social que todavía es muy temprano para entender cabalmente entregó el poder a Trump y los republicanos quienes aunque son rivales en estilo y substancia están unidos en el propósito de no crear un capitalismo para las masas.

21.        A la puerta del laberinto

En el discurso (muy bien escrito para sus estándares) de las primeras horas del miércoles 9 de noviembre, cuando se proclamó ganador de las elecciones, Trump expresó su deseo de convertirse en el presidente de la nación y dijo las generalidades de rigor sobre armonía social, convivencia ciudadana y colaboración política.

En su discurso de toma de posesión el 20 de enero cambió de enfoque y enfatizó su intención de destruir los enemigos imaginarios internos y externos responsables de la decadencia de los Estados Unidos.

En su primer discurso ante el Congreso, el 28 de febrero, declaró la guerra a los inmigrantes y refugiados.

Las inconsistencias, trivialidades y errores fácticos persistentes en su discurso no dan pie para identificar un plan de gobierno o un curso de acción pero los nombramientos que ha hecho, sus primeros decretos presidenciales, las prioridades para incrementar y recortar gastos en su propuesta de presupuesto y su inacción frente a problemas como la violencia de sus seguidores permiten inferir algunas de sus simpatías profundas y de las tácticas que está poniendo en juego por el momento:

1)   el discurso que apelaba a la clase proletaria blanca ha sido reemplazado por un gobierno de la alta burguesía corporativa que ningún interés tiene en mejorarle las condiciones de vida y de trabajo;

2)   al mismo tiempo ha empoderado a las minorías supremacistas y racistas para atacar y hostigar a los inmigrantes, refugiados y personas de color: durante la campaña Trump le restó importancia a los actos de violencia que ocurrieron en sus manifestaciones y presentaciones públicas diciendo que sus seguidores eran muy exuberantes o que esa violencia había sido cometida por provocadores enviados por el Partido Demócrata; después de su elección rehusó reconocer y condenar perentoriamente la violencia de sus seguidores; en su primer discurso ante el Congreso se limitó a expresar el deseo de que no haya violencia en general;

3)   ha mantenido su costumbre de toda una vida de hablar sin respeto a las reglas de civilidad y  protocolo como si quisiera identificar su imagen pública con una falta de gravitas en el lenguaje y el porte;

4)   en ciertos momentos pareciera que apunta a establecer una rivalidad entre la clase corporativa estadounidense y la clase corporativa multinacional; una distinción irrelevante dada la simbiosis tecnológica, financiera y gerencial de ambas pero simbólica dentro del imaginario nacionalista que él ha promovido: en la primera predominan los anglosajones blancos protestantes (WASP, por sus siglas en inglés), conservadores, moralistas, patriotas, identificados política y económicamente con la hegemonía estadounidense, la segunda es multiétnica y cosmopolita, sin otra patria que la jurisdicción donde mejor se protejan sus intereses; esta distribuye empleos y fábricas según le convenga en un mercado global, aquella se apoya en una estrategia de mercadeo de orgullo nacional;

5)   sus relaciones con el partido republicano apenas comienzan a configurarse; por el momento parece estar desarrollándose una convergencia hacia una plataforma ejecutiva y legislativa post-verdad y plutocrática, anti-intelectual, anti-fáctica y anti-proletaria en la que combinarán esfuerzos para:
- hacer recortes a los programas de alivio a la pobreza,
- abandonar la protección de la salud de las clases media baja y trabajadora,
- restringir el acceso a los métodos de control de la natalidad y criminalizar el aborto sin ofrecerle a la mujer cuidado pre y postnatal y a los infantes la oportunidad de crecer protegidos de la enfermedad y la pobreza,
- reducir el papel de la ciencia en la formulación de políticas y programas de gobierno,
- desmontar la protección del medio ambiente,
- privatizar la educación,
- hacer reducciones drásticas en los impuestos a los ricos y moderadas para los demás,
- extender privilegios fiscales a las corporaciones exportadoras de empleos para inducirlas a conservar algunos en el país,
- debilitar la protección del consumidor, 
- eliminar los reglamentos que previenen el fraude corporativo y las crisis financieras, creando las condiciones para que el estado deba rescatar las firmas que por culpa o imprudencia de admnistradores y especuladores se pongan al borde de la quiebra (en economía, riesgo moral, denunciado por los republicanos cuando los pobres abusan del sistema de seguridad social),
- fortalecer la lucha contra el movimiento sindical,
- reducir la participación de las poblaciones minoritarias en las elecciones, consolidando y extendiendo los obstáculos al voto que ya existen en varios estados;
- mantener la presión sobre los medios acusándolos de distorsionar la realidad cuando hacen un trabajo objetivo;
- ignorar los conflictos de intereses propios, de familiares, subalternos y aliados políticos.


Uno desea que Trump logre hacer un gobierno funcional, ordenado, que genere prosperidad para buena parte de la población. Su fracaso, o el de su equipo, sería perjudicial para el país y para los pueblos del mundo que no puedan sortear las secuelas de una crisis en  los Estados Unidos.

Las primeras semanas de la administración Trump han mostrado improvisación y desorganización; sus intentos de tomar la iniciativa política y de controlar la burocracia han fallado, el nombramiento de altos funcionarios inadecuados confirma las peores expectativas de los críticos, las rivalidades entre sus asesores inmediatos paralizan la toma de decisiones y la ausencia de instrucciones claras y objetivas a los recién nombrados deja una puerta abierta al aventurerismo de los osados e ignorantes. 

El caos inicial es entendible. Ni Trump ni sus asesores más cercanos tenían experiencia o conocimiento del gobierno. Ellos solo conocían a los políticos en campaña electoral, a los funcionarios cuyas decisiones afectaban sus negocios, a los gobernantes en eventos sociales; sabían muy poco de políticas. También estaban familiarizados con los engaños y manipulaciones de la información que hacen todos los gobiernos.

Lo que ellos no sabían y todavía no han captado es que el manejo de la información no es lo más importante de la tarea de gobernar. Tampoco han podido entender que su experiencia como administradores de modestas compañías de familia, con pocos empleados y autoridad personal omnímoda, no los preparó para el manejo de la gigantesca burocracia federal y para tener relaciones con centros de poder autónomos como son el congreso, las cortes, los estados de la federación y los gobiernos extranjeros. Su actitud ha sido la misma de guerrilleros que triunfan en una guerra civil y llegan al poder con una caricatura mental de lo que él implica[xv].

Se agrega a esta ignorancia la actitud de Trump y sus consejeros hacia la ciencia, la moral pública, la ley, las instituciones, los precedentes en políticas nacionales e internacionales y la opinión pública, cosas todas que ellos consideran limitaciones innecesarias al poder presidencial e impedimentos maliciosos a las buenas decisiones que podrían tomar por intuición.

Una complicación adicional en la tarea de organizar su gobierno es la peculiar relación que Trump tiene con la realidad; su discurso de abierta irracionalidad deja a sus subalternos sin parámetros lógicos para saber qué se espera de ellos y  cómo deben reportar los hechos en que sus agencias tienen competencia[xvi].

Finalmente, hay que entender que Trump y su equipo no estaban preparados para ganar las elecciones y que, en consecuencia, no habían pensado en un equipo de funcionarios calificados que sirvieran de punta de lanza para controlar los altos niveles de la burocracia oficial.  

Un gobierno nuevo hereda del anterior dos tipos de burócratas: los que continuarán su trabajo con eficiencia, sin cuestionar órdenes, como los descritos por Hannah Arendt, y los que harán resistencia y sabotaje. La resistencia ha sido exacerbada por la mediocridad y los conflictos de intereses del personal escogido por Trump así como por la interferencia de los empleados de la Casa Blanca en el funcionamiento de las agencias federales. El sabotaje interno ha sido alimentado por órdenes  mal redactadas, abiertas a múltiples interpretaciones, de manera que el personal encargado de ejecutarlas puede ignorarlas o aplicarlas de manera arbitraria para crear mayor rechazo popular. Similar efecto tiene la divulgación de información secreta y confidencial perjudicial para la imagen del gobierno.

Es posible que eventualmente se establezca orden en el gobierno o una rutina que lo parezca. Sus subalternos, sin embargo, nunca podrán estar seguros de la dirección específica en que Trump quiere mover su gobierno ni de los estándares que usará para juzgar su desempeño.


El observador tiene dos tentaciones frente a este gobierno. La primera es la de proyectar su necesidad de orden y racionalidad en el régimen trumpiano y de buscar un principio organizador de sus decisiones y declaraciones, algo que reduzca la incertidumbre e inseguridad sobre el futuro. Sería un empeño inútil. Trump siempre dirá lo primero que le venga a la cabeza y hará lo que le parezca mejor en el momento de tomar una decisión independientemente de lo que él o sus subalternos hayan dicho o decidido antes.

La segunda es la de encontrar una motivación económica o ideológica en cada decisión individual. Vano empeño también. Las leyes de desarrollo histórico de uno u otro tipo operan a largo plazo, en las actividades diarias de líderes y masas hay otros factores inmediatos que mueven las decisiones en direcciones inesperadas. Este será el caso en estos cuatro años que vienen.

Los mecanismos constitucionales de “chequeo y balance” son el único obstáculo a la espontaneidad decisoria de Trump. Con frecuencia serán ineficaces por dos razones: 1) él puede actuar de una manera tan sorpresiva que no dé tiempo a que esos mecanismos operen y 2) el Partido Republicano que con sus mayorías en el Congreso tiene un poder inmediato de control puede adoptar una actitud de  laissez faire, laissez passer y abstenerse de actuar. En la vida política es relativamente más fácil impedir una decisión que se va a tomar que revocar una decisión ya tomada y a eso van a jugar el gobierno y su partido.

Por eso lo más probable es que Trump continúe actuando como antes de ser político, como lo hizo en la campaña y como lo ha hecho en  las primeras semanas de su presidencia: hablando y decidiendo al tenor de sus impulsos o intuiciones, ignorando el consejo de los pocos expertos que ha traído a su gobierno o que todavía quedan de gobiernos anteriores, escuchando a los consejeros que saben lo que quiere oír, sordo a la protesta popular y ciego a los intereses de enemigos importantes (como el electorado que no votó por él), inmerso en su mundo de post-verdad.

Su avanzada edad, su temperamento desinclinado a la disciplina mental y su falta de interés en cultivarse intelectualmente permiten anticipar que poco aprenderá en el ejercicio del cargo. Además, sus electores no se lo van a exigir.

Las masas no educadas y la clase media tecnocrática votó por él en parte porque se identifican con la ordinariez de su lenguaje, su ignorancia, su desdén por las humanidades y las ciencias sociales, el nivel elemental de sus procesos cognitivos, la trivialidad de sus preferencias estéticas, su indiferencia a la seriedad de las fuentes que usa para informarse (Me dijeron, Vi esa información por ahí, Me dieron esa información, son sus expresiones frecuentes), su confianza en la realidad simplificada que presentan los canales de televisión y confirman las conversaciones con sus amigos imaginarios. Para muchos de sus seguidores su riqueza y la derrota de Hillary Clinton -tan intelectual y tan preparada- prueban que esas fallas no son impedimento para ejercer el poder.

Las grandes mayorías que no votaron por Trump van a definir los términos del discurso político en los próximos años solo si continúan ejerciendo la oposición que ya empezaron. Hasta el momento han actuado con gran energía y espontaneidad. Han forzado a los congresistas demócratas a abandonar la actitud colaboracionista con que llegaron a la primera sesión de este periodo legislativo y a los congresistas republicanos a justificar sus decisiones en términos de beneficios para la clase trabajadora y los ciudadanos del común.

Sin embargo, hay sectores del partido demócrata que temen más el poder popular que el poder republicano y que comparten la agenda de este partido; ellos aprovecharán cualquier debilitamiento en la presión popular para abandonar la oposición. El movimiento popular deberá mantener el momento y la presión sobre la clase política de ambos partidos y la atención de los medios para influir en la legislación y la política.

El partido republicano, como se mostró antes, fue el claro ganador en las elecciones de noviembre último. Hará todo lo posible para consolidarse en el poder y reducir a los demócratas a un papel de comparsa para mantener las apariencias de un sistema democrático. Sus actividades en los últimos años muestran el camino que seguirá. Resideño de circuitos electorales y creación de obstáculos para el voto de las minorías han sido las tácticas favoritas para convertir en permanentes las victorias del momento. El gobierno federal en su papel de garante del voto universal impedía las prácticas más obvias de abuso del sistema electoral, pero no lo hará ahora que ellos lo controlan.

Por el momento el partido respalda a Trump y por eso declina usar su poder institucional de “chequeo y balance”. ¿Es posible que en corto tiempo Trump se convierta en jefe real del partido y lo someta a su voluntad? No parece ser esta la dirección en que se mueve el momento político; su manera de tomar decisiones y su estilo de gobierno no fortalecen su aceptación dentro y fuera del partido y sus asesores inmediatos no dan la impresión de obrar en coordinación con el establecimiento partidista.

El partido parece dar a Trump un respaldo diseñado para ganar tiempo mientras asume control de centros claves de poder y unifica los activistas estatales y regionales alrededor de los líderes nacionales. Con la disciplina que lo distingue podrá usar sus mayorías legislativas –a nivel federal y estatal-, su control del presupuesto y las encuestas desfavorables a Trump para forzarlo a servir como jefe de estado nominal o hacerse a un lado. Si en ese momento Trump convoca a sus votantes a la rebeldía solo agudizaría la crisis y haría más humillante su derrota.

Asumiendo que el expresidente Jimmy Carter acertó cuando dijo que Donald Trump “ya ha demostrado que es muy maleable” y que no “tiene opiniones fijas por las que va a luchar si llega a la Casa Blanca”[xvii], lo más probable es que encuentre un modus operandi con el establecimiento republicano.

Entre tanto irá encontrando personas  calificadas, aunque no necesariamente idóneas, para ocupar los cargos públicos de su libre nombramiento. La mayoría de ellas entenderán que el poder más duradero está en manos del establecimiento republicano y de sus aliados multimillonarios y en esa dirección virará en sus lealtades.

Un periodo prolongado de dominio republicano, con o sin Trump, tendrá efectos de larga duración en la manera de pensar y de actuar del pueblo estadounidense. Un régimen plutocrático y fantasioso como el establecido desde el 20 de enero trae a la memoria la opinión de John K. Galbraith. Decía él que los ricos creen, contra toda evidencia, que por ser ricos con más inteligentes que el resto de la sociedad y sus ideas más válidas. Esta mentalidad será dominante mientras Trump el Partido Republicano mantengan el poder.

Galbraith también decía que no faltaban economistas que le dieran un barniz de autoridad en materias de su profesión a la fatua idea de superioridad intelectual de los meramente ricos. Uno puede agregar ahora otros profesionales dispuestos a colaborar en el mismo empeño.

Colofón

Para cerrar este ensayo a 12 de abril del 2017 quiero expresar mi esperanza de que los hechos prueben, para bien de la humanidad, que he estado equivocado en todo lo dicho.


Luis Mejía
13 de abril del 2017

Publicado en blogluismejia.blogspot.com

Actualización a 18-07-2019: Me equivoqué al anticipar que el liderazgo republicano podría mantener el control del partido y poner límites a los excesos de Trump. De hecho, ha sido este quien ha tomado un control total del partido y forzado a sus líderes a someterse a su voluntad y capricho. 

Los líderes e ideólogos republicanos no reconocen que su discurso de muchos años sobre pobreza, raza y ciencia preparó a los votantes para el culto de la ignorancia, de la intemperancia verbal, del racismo y la xenofobia, de las noticias falsas y de la mentira constante que caracteriza al régimen de Trump.

La concupiscencia del poder, la obsesión con establecer un régimen partidista a cualquier costo  y el odio a los demócratas y progresistas ayudan a explicar la manera como los líderes republicanos han cerrado filas alrededor de Trump para hacerse reelegir por las masas que lo siguen.

Las divisiones dentro del partido demócrata en materia de planes y programas sociales y economicos, las rencillas entre sus líderes, su incapacidad como partido para enganchar a las masas y un desgano de miembros importantes del establecimiento demócrata para hacer oposición sostenida (como sí la hacen los republicanos  a gobiernos demócratas) a Trump han creado un vacío moral y político que este ha llenado con su discurso y manipulación de las masas, permitiéndole consolidar su control de las bases electorales republicanas. 

Los riesgos que Trump, sus auxiliares y sus seguidores representan para el orden legal estadounidense y para las relaciones de colaboración internacional son mayores que lo que se podía anticipar el día en que el Colegio Electoral lo hizo presidente.

Mis predicciones anteriores sobre estos asuntos no fueron validadas por la realidad.





[v] El Compromiso de 1877 entre republicanos y demócratas aseguró la presidencia para los primeros cuando su candidato prometió retirar el ejército que ocupaba el Sur desde el final de la Guerra Civil dando por terminada la política de Reconstrucción y la protección federal de los derechos y oportunidades civiles, políticas y económicas de los negros recién liberados; luego siguió el régimen de discriminación y violencia racial que solo terminó con el movimiento de derechos civiles de los años 60 al que se opusieron los políticos republicanos y muchos demócratas del Sur.
[x] Obsérvese en esta entrevista:  “I don’t know the details”, “I didn’t see this. I’d love to have seen it”, “I have faith in the administration”: http://www.slate.com/articles/news_and_politics/interrogation/2017/02/what_pro_trump_english_professor_mark_bauerlein_thinks_now_that_his_candidate.html
[xi] El llamado Memorandum Powell presenta un resumen de las ideas que han inspirado al Partido Republicano desde principios de la década de 1970: http://reclaimdemocracy.org/powell_memo_lewis/ - Una versión castellana se encuentra en: http://www.mientrastanto.org/boletin-107/documentos/el-memorando-confidencial-de-lewis-f-powell-1971-o-del-acta-de-nacimiento-del
[xv] Trump y su equipo me recuerdan una anécdota que leí en alguna parte sobre un guerrillero que fue nombrado ministro de agricultura en Cabo Verde en el primer gobierno independiente. Había hecho parte del movimiento revolucionario desde muy joven de manera que a pesar de vivir en un país pobre y agrícola jamás le pegó un azadonazo a la tierra u ordeño una vaca. Unos asesores agrícolas internacionales estaban tratando de hacerle adoptar un plan de desarrollo rural que él no entendía. Cansado de ellos finalmente les dijo: ¿Ustedes creen que yo me jugué la vida en el monte para venir a  obedecer sus órdenes? El país sigue subdesarrollado y los campesinos pobres.

44 comments:

  1. Para redondear el tema de las decisiones improvisadas y la ignorancia genuina de los altos burócratas del estado:

    http://www.independent.co.uk/voices/sean-spicer-assad-hitler-holocaust-offence-gas-his-own-people-donald-trump-doesnt-know-his-history-a7679641.html

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  2. Iglesias y política

    Nota bibilográfica sobre el libro The Evangelicals: The Struggle to Shape America de Frances FitzGerald publicada por la revista The Economist: En noviembre pasado cuatro de cada cinco evangélicos, decentes, amantes de la biblia, votaron por la estrella de un reality de television, adúltero, que ha dicho que nunca ha buscado el perdón de dios, y con él esperan compartir el poder de organizar la vida moral de sus conciudadanos:

    http://www.economist.com/news/books-and-arts/21720263-new-history-most-american-religious-group-great-awakening-reagan

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  3. Caos en la presidencia: documentando la improvisación y falta de políticas de Trump y su equipo en el Medio Oriente:

    http://www.independent.co.uk/voices/sean-spicer-assad-hitler-holocaust-offence-gas-his-own-people-donald-trump-doesnt-know-his-history-a7679641.html

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  4. Descripción de cómo opera la improvisación y la ignorancia en la toma de decisiones en las relaciones internacionales y recuento de la hipótesis del "hombre loco" en el poder:

    http://www.slate.com/articles/news_and_politics/war_stories/2017/04/trump_is_inadvertently_putting_nixon_s_madman_theory_to_the_test.html

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  5. Calificaciones e idoneidad para el cargo en el mundo Trump - Partido Republicano:

    http://www.huffingtonpost.com/entry/don-benton-draft-board_us_58ef89d7e4b0b9e98489e9a0?ncid=inblnkushpmg00000009

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  6. Una pequeña selección de eventos que documentan las acciones y actitudes del Partido Republicano con respecto a la presidencia de Trump:

    http://www.nybooks.com/articles/2017/04/06/trump-the-scramble/

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  7. Hitler, Trump, el Partido Republicano y las masas alemanas y gringas:

    http://www.nybooks.com/articles/2017/04/20/lessons-from-hitlers-rise/

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  8. La comisi'on Trilateral hizo un análisis de la crisis democrática en 1975. En la introducción acusa a los intelectuales progresistas de debilitar la democracia. En las conclusiones atribuye el debilitamiento de la democracia a los críticos del liderazgo político, a la sobrecarga de tareas asignadas al gobierno, a la multiplicidad de intereses que reclaman la atención de los partidos y el gobierno, al parroquialismo en asuntos internacionales. Solo en el apéndice, como si fueran pensamientos olvidados menciona como variables con impacto en la viabilidad de la democracia la necesidad de distribuir los beneficios del crecimiento entre las distintas clases sociales, la coordinacion entre principios legales y ejecución gubernamental,la fortaleza de los partidos, el manejo de los medios y la educación y el anquilosamiento del medio laboral, El documento no considera la hipótesis de que las masas hayah perdido fe en el sistema por causa de la corrupción e ineptitud de la clase dirigente y el gobierno en la solución de problemas importantes para la mayoría del electorado.

    http://trilateral.org/download/doc/crisis_of_democracy.pdf

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  9. The 2016 presidential contest highlighted just how deeply divided the United States is over both politics and religion. The vast majority of white evangelicals (81 percent) voted for Trump. A strong majority of religious “nones” — those who do not identify with any religious tradition — voted for Clinton (68 percent).

    http://www.independent.co.uk/news/world/americas/us-evangelicals-christians-donald-trump-divided-politics-religious-right-muslims-support-a7679421.html

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  10. Documenting Donald Trump's ignorance and his assistant's attempts to create alternative facts that would make him look knowledgeable:

    https://www.nytimes.com/2017/05/02/us/politics/civil-war-trump.html

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  11. An Evaluation of 2016 Election Polls in the U.S.
    Ad Hoc Committee on 2016 Election Polling

    http://www.aapor.org/Education-Resources/Reports/An-Evaluation-of-2016-Election-Polls-in-the-U-S.aspx

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  12. Religion and politics in Trump's USA and how they shouldn't mix because it debases religion and doesn't make politics any better

    http://www.realclearpolitics.com/articles/2017/05/16/feeling_aggrieved_evangelicals_see_trump_as_a_defender_133890.html

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  13. Why evangelicals love Donald Trump - The secret lies in the prosperity gospel

    http://www.economist.com/news/united-states/21722172-secret-lies-prosperity-gospel-why-evangelicals-love-donald-trump

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  14. Examples of Trump's personality traits that were put in evidence in his treatment of Mitt Romney as false candidate to secretary of state:

    https://www.washingtonpost.com/politics/snubs-and-slights-are-part-of-the-job-in-trumps-white-house/2017/05/29/f5c9d5c0-417a-11e7-9869-bac8b446820a_story.html?utm_term=.aac5f8b6ac89

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  15. Trump and GOP government: the hidden agenda

    Yes, Donald Trump’s politics are incoherent. But those who surround him know just what they want, and his lack of clarity enhances their power.

    https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/nov/30/donald-trump-george-monbiot-misinformation?CMP=share_btn_fb

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  16. "Trump’s failure to grasp basic religious literacy stands in contrast to his efforts to fashion himself a devout Christian and pander to Christian audiences. But it fits with other comments he’s made that demonstrate a fundamental inconsistency with his professed faith."

    http://www.huffingtonpost.com/entry/donald-trump-evangelical_us_5931a8bfe4b02478cb9b2600?section=us_politics

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  17. A different view of the white working class

    http://www.slate.com/articles/news_and_politics/interrogation/2017/06/advice_on_how_to_talk_to_the_white_working_class.html

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  18. It was anticipated in my essay:

    http://www.huffingtonpost.com/entry/jeff-sessions-trump-anger_us_59373c66e4b01fc18d3e9134?section=us_politics

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  19. Political supporters confirm Trump's ignorance of matters related to his job and implicitly accept he doesn't care to ask those who could hep him learn:

    GOP defends Trump: He just doesn't know what he's doing: https://news.vice.com/story/the-gops-defense-trump-just-doesnt-know-what-hes-doing

    ...Trump Is Too Ignorant to Be Guilty...: https://newrepublic.com/article/143184/trump-ignorant-guilty-hes-ignorant-president

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  20. Summary of how the Republican establishment failed to stop Trump in time:

    http://www.politico.com/magazine/story/2017/06/10/the-gop-that-failed-215243

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  21. La ignorancia de Trump -y de su equipo inmediato de consejeros- es confirmada por su campeón Chris Christie:

    New Jersey Governor Chris Christie, one of Trump’s strongest champions last year, made this case with characteristic bravado. “What people don’t understand is that they elected an outsider president,” Christie told MSNBC. “They elected someone who had never been inside of government and quite frankly didn’t spend a lot of time interacting with government except at the local level. And so the idea of the way that the tradition of these agencies, it’s not something that he’s ever been steeped in. So I think over the course of time, what you’re seeing is a president who is now very publicly learning about the way people react to what he considers to be normal New York City conversation.”

    https://newrepublic.com/article/143184/trump-ignorant-guilty-hes-ignorant-president

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  22. Pence wants to be president:

    http://www.politico.com/magazine/story/2017/06/16/vice-president-mike-pence-profile-feature-215257

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  23. Australian journalist describes the Trump leadership or lack of it:

    http://www.huffingtonpost.com/entry/australian-reporters-devastating-take-on-trump-at-g20-goes-viral_us_59624c0de4b0615b9e9227af?section=us_theworldpost

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  24. This analyst makes emphasis the loss of purchasing power among working class voters due to two variables that would explain Trump's win: 1] globalization with attendant loss of jobs and reduction of salaries, and 2] regulations to protect the environment; based on three promises that Trump has tried to keep -withdrawal from the Paris agreement, sealing the Mexican border, banning Muslims from entering the U.S. and the infrastructure program- he anticipates 16 years of trumpism :

    https://www.the-tls.co.uk/articles/public/trump-dynasty-luttwak/

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  25. Rural Resentment

    http://www.slate.com/articles/news_and_politics/interrogation/2017/08/what_rural_wisconsin_voters_think_of_donald_trump.html

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  26. How to create alternative realities according to Trump:

    http://www.slate.com/blogs/the_slatest/2017/08/03/trump_mexico_australia_transcripts_leak.html

    More extensive coverage:

    http://www.huffingtonpost.com/entry/trump-world-leaders-phone-calls_us_59833035e4b06d4888748afa?ncid=inblnkushpmg00000009

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    1. Full trasncript of conversation between Trump and Peña Nieto:

      https://www.washingtonpost.com/graphics/2017/politics/australia-mexico-transcripts/?utm_term=.48a291d17a8d

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  27. Racial agenda in action: Trump Pardons Former Sheriff Joe Arpaio, Who Illegally Targeted Latinos

    http://www.huffingtonpost.com/entry/trump-pardon-joe-arpaio_us_599da366e4b0a296083b9758?ncid=inblnkushpmg00000009

    http://www.rollingstone.com/politics/features/trumps-possible-pardon-of-joe-arpaio-what-you-need-to-know-w499178

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  28. ¿Es Trump fascista? Eso piensan muchos comentaristas. Yo no, al menos por el momento y con la información que conozco. Sin embargo, mis lectores pueden leer con provecho estos dos artículos que sostienen la opinión de que Trump lo es:

    'Trump tiene todas las características de un fascista': Rob Riemen:
    http://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/el-populismo-no-es-igual-a-fascismo-pero-esta-acabando-con-la-demoracia-123958

    Fascism, American Style, by Paul Krugman
    https://www.nytimes.com/2017/08/28/opinion/fascism-arpaio-pardon-trump.html?

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  29. "... ¿qué más necesitan quienes todavía lo apoyan para que entiendan que este tipo no es su aliado, que es el mayor enemigo del planeta, que sólo le importa su propio ego, y que está dispuesto a llevar el país a la ruina con tal de avivar las llamas de su base electoral?"

    https://www.elespectador.com/opinion/que-mas-necesitan-columna-716650

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  30. Donald Trump’s Year of Living Dangerously

    https://www.politico.com/magazine/story/2018/01/02/donald-trump-foreign-policy-analysis-dangerous-216202

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  31. Fire and Fury: Inside the Trump White House, by Michael Wolff, a devastating fly-on-the-wall account of life at 1600 Pennsylvania Avenue, has stirred speculation over the mental health of the man who began the week boasting to the world of the size of his nuclear button.

    https://www.theguardian.com/us-news/2018/jan/07/michael-wolff-trump-book-fire-fury-reaction?CMP=share_btn_link

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  32. TRUMP ADMINISTRATION BRICKED ON AT LEAST HALF OF ITS EXECUTIVE ORDERS IN 2017

    https://theintercept.com/2018/01/02/donald-trump-administration-executive-orders/

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  33. Is Trump Certifiable?

    ...the manic qualities he displays—so common in celebrity culture and for so long the signals of Wall Street success—let alone his millions, all seem to be vote-gathering attributes. In the end, what will guard against the president’s excesses and remove him from office is more likely to be politics than the mind doctors—though their campaigning may nudge the politics.

    http://www.nybooks.com/daily/2018/01/08/is-trump-certifiable/

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  34. La alianza de algunos líderes cristianos con Trump ha merecido el siguiente comentario de Michael Steele, ex-presidente del Comité Nacional Republicano:

    “Después de decirme cómo vivir mi vida, a quién amar, qué creer y no creer, lo que debo hacer y no hacer, ¿ahora se vuelven indiferentes y me dicen que las prostitutas no importan? ¿que meterle mano a una mujer ya saben dónde no tiene importancia? ¿que el descaro en la conducta y las mentiras no importan? Mejor cállense”.

    https://www.huffingtonpost.com/entry/michael-steele-evangelicals-trump_us_5a67f37be4b0e5630074aa39?ncid=inblnkushpmg00000009

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  35. Theology in the cause of a theocracy ruled by Christian fanatics

    Millions of Americans Believe God Made Trump President

    https://www.politico.com/magazine/story/2018/01/27/millions-of-americans-believe-god-made-trump-president-216537?lo=ap_e1

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  36. Trump and the Saudis

    Trump has taken away diplomacy's fig leave to protect friends and partners in the name of national security.

    Now we know how to use realpolitik to evaluate and react to international crisis:

    https://www.aljazeera.com/news/2018/11/donald-trump-full-statement-jamal-khashoggi-killing-181120181652382.html

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  37. S. Zizek: Trump is obviously “worse.” He enacts a decay of public morality. He promises a Rightist turn. But he at least promises a change. Hillary is “worse” since she makes changing nothing look desirable.

    http://inthesetimes.com/features/zizek_clinton_trump_lesser_evil.html

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  38. Inside the Chaotic Early Days of Trump’s Foreign Policy

    https://www.politico.com/magazine/story/2019/03/01/trump-national-security-council-225442

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  39. How did the Republican leadership lost control of the party to Trump?

    Here is Paul Ryan saying: "The reason so few Republican lawmakers are willing to challenge Trump when he espouses hateful, bigoted rhetoric — as he did this week —
    is that they recognize the party is now Trump's, and to challenge him is to suffer the sort of excommunication Ryan feared."

    https://www.politico.com/magazine/story/2019/07/16/donald-trump-paul-ryan-feud-227360

    He has nothing to say about how the party's discourse on wealth, race and science had prepared the popular base for Trump.

    Although Tim Alberta is openly fawning on Ryan he includes enough material for the knowing reader to understand how the human factor, personal ambition and hate of the Democrats helped the Republican leaders fall behind Trump.

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  40. I can tell you why Donald Trump is so uniquely successful by Bernard Whitman

    https://www.independent.co.uk/voices/trump-2020-campaign-success-bill-clinton-strategist-branding-republicans-a9093216.html

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  41. Documenting a president's ignorance of world affairs

    "The President’s comments about Syria, according to Brett McGurk, reflect “a lack of understanding for the situation, and a lack of care for the personnel there under his command.”

    https://www.newyorker.com/news/q-and-a/the-former-us-isis-envoy-on-trump-and-the-crisis-in-syria

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  42. “Decency for President,” Christian author Max Lucado

    https://maxlucado.com/decency-for-president/

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  43. False Idol — Why the Christian Right Worships Donald Trump
    By ALEX MORRIS

    https://www.rollingstone.com/politics/politics-features/christian-right-worships-donald-trump-915381/

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