RELACIONES
INTERNACIONALES: ESTADOS UNIDOS Y AMERICA LATINA – Parte VII
Prestigio
e Idea de Imperio
Además
de los intereses económicos, el establecimiento internacional estadounidense
reconoce otro objetivo en las relaciones internacionales del país: la
protección del prestigio nacional. El
establecimiento internacional tiene una idea muy primitiva y simple del
prestigio nacional. Sacando lecciones de
una lectura superficial de la historia de los imperios, le parece que el poder
y grandeza de los Estados Unidos requiere la existencia de un cierto número de
estados cautivos de sus intereses, un cierto número de gobiernos clientes, un
cierto número de ejércitos mercenarios, libre acceso a una cierta cantidad de
materias primas, mercados de trabajo y bases militares y de espionaje, y un
cierto grado de impunidad para las conductas criminales de sus agentes. El
costo de estos privilegios puede no estar justificado política, estratégica o
económicamente, pero eso generalmente no tiene importancia para los que diseñan
la política internacional del país. El
respeto a esta noción del prestigio nacional ayuda a los líderes
latinoamericanos que gozan del respaldo del establecimiento internacional
estadounidense a mantenerse en el poder.
El
prestigio nacional sufre un daño serio cuando el establecimiento internacional
o sus aliados sufren una derrota pública en cualquier lugar del mundo. El
peligro de que un país latinoamericano se convierta en teatro de una operación
de lavado de la dignidad estadounidense es siempre latente.
Frecuentemente,
además, miembros del establecimiento internacional estadounidense que se
consideren a sí mismos injuriados, insultados o humillados por alguno de los
actores de la escena internacional o que confíen en que una crisis
internacional favorezca su fortuna política dentro de los Estados Unidos
intentan –y con frecuencia logran- identificar el prestigio nacional con su prestigio
personal.
Prestigio
y Juego Limpio en las Relaciones Internacionales
En
las sociedades latinoamericanas el prestigio está unido a la noción de
hidalguía, y la hidalguía es cosa de estilo, de gracia en el triunfo y donaire
en la adversidad. De ahí el refrán que
dice que en la mesa y en el juego se conoce al caballero. No es esta una prueba de distinción que pase
el establecimiento estadounidense que en los juegos de poder es para siempre un
mal perdedor. Explota él cuanta
oportunidad le dan la incompetencia, ignorancia, imprevisión, miopía
estratégica, ambición, codicia, debilidad y estupidez de las elites
latinoamericanas, pero jamás perdona que la suerte se torne en su contra o que
sus víctimas, aprendiendo la lección del trato que han recibido, usen con
éxito, en contra suya, las mismas técnicas que él ha empleado. Esta ha sido una experiencia que han vivido
los latinoamericanos y los asiáticos por igual, como lo muestra el estado actual
de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, Irán, Irak y Viet-Nam.
Los
sectores políticos, asiendo por el cuello la oportunidad de jugar al
patriotismo doméstico, culparán al otro país de los contratiempos y reveses que
el establecimiento internacional se haya allí buscado y llevarán adelante una
política de desquite que en ocasiones será tan contraria a los intereses reales
de Estados Unidos que hasta los sectores económicos se opondrán a ella. Esta actitud irracional de los políticos
cierra la puerta a toda solución negociada y deja a las elites latinoamericanas que hayan jugado con éxito
los juegos aprendidos de los estadounidenses con tres opciones: Forzar a su país a un acto de desagravio a
sabiendas de que el establecimiento político estadounidense no necesariamente
se apaciguará; inducir un enfrentamiento con los Estados Unidos con la
esperanza de que la comunidad internacional haga presión para que el conflicto
no se vuelva armado, pero ello solo postpone el arreglo de cuentas, y tratar de
ganar tiempo dentro de una situación tensa pero sin conflicto abierto mientras
establecen en forma lenta y callada una relación estrecha con otra potencia o
grupo de países, de manera que a la larga se establezca un status quo que los
Estados Unidos encuentren conveniente tolerar.
Luis Mejía – 25 de octubre de 2012
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
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