Definición De Poner
El verbo poner tiene una vida, una presencia y una tradición muy grandes en
el castellano hablado y escrito. Las expresiones que los hablantes del idioma
hemos construido con él son ricas en significado e intención.
El diccionario de la real academia de la lengua trae 44 acepciones de
poner, todas castizas, útiles, facilitadoras de la comunicación, y 22 expresiones
construidas alrededor suyo que le dan color y fuerza a la descripción de
personas y situaciones. La definición básica es “Colocar en un sitio o lugar a alguien o algo”, pero también se extiende a
apostar o arriesgar algo en el juego, al caer de un astro –el sol se pone-,
aplicar un nombre –poner apodos-, suponer o aceptar una conjetura –pongamos que
es verdad lo que dices- y, finalmente, una acepción entre muchas, “dicho de un
ave u otro animal ovíparo: Soltar o depositar el huevo”
La academia menciona expresiones compuestas con este verbo como poner en
apuros, poner la mesa, poner un negocio, poner la radio, ponerse de parte de
alguien, poner en duda, poner por escrito, poner ley, poner paz, ponerse bien o
mal, ponerse a hacer algo, poner en claro, poner por delante o por detrás,
ponerse al corriente, ponerse colorado.
Se Acostumbraba Poner En
Colombia
El habla colombiana ha hecho generoso uso del verbo poner en expresiones
que a veces se vuelven mini-cuentos. Así:
1] Poner el pecho lo hacía quien
tenía valor para enfrentar situaciones difíciles: Me le quito el sombrero a esa
mujer, se quedó sola, le puso el pecho a las dificultades y sacó adelante a su
familia.
2] Poner el hombro lo hacía quien
ayudaba a otro o en una causa de una manera efectiva, comprometida, seria: El
puso el hombro como todos los demás cuando construimos el centro se salud en la
vereda.
3] Poner la cara lo hacía quien
tenía valor de asumir las consecuencias de lo que hacía o decía: Lo acusaron de
falsificación, puso la cara y el juez lo encontró inocente; o bien, Ese hombre
anda hablando mal de mí pero no ha sido capaz de ponerme la cara para
sostenerlo.
4] Poner la mano lo hacía quien
golpeaba a otro: Le puso la mano y lo dejó de hospital; o bien, Usted me pone
la mano y no respondo de lo que le haré.
5] Poner la mano por otro lo
hacía quien era testigo y garante de la integridad y honorabilidad de una
persona: Yo pongo la mano por mi primo.
6] Ponerse de largo sucedía
cuando los muchachos todavía usaban pantalones cortos hasta los diez o doce
años y se ponían pantalones enteros por primera vez, también cuando las
muchachas de sociedad se ponían traje largo: Ese muchacho se puso de largo para
su confirmación, o Esa muchacha se puso de largo para la boda de su prima.
7] Ponerse algo se usaba para
indicar la acción de añadir algo físico al cuerpo o para expresar una intuición
o anticipación: El caballero se volvió a poner el sombrero después de saludar a
las damas, o Se me puso que la seduciría.
8] Tener la cabeza bien puesta
era una manera de reconocer la inteligencia, el buen criterio y un sentido
básico de equidad que caracterizaba a alguien: Ese muchacho tiene la cabeza
bien puesta, va a llegar lejos.
9] Quita y pone era lo que hacía
un jugador cuando se comía una pieza del ajedrez, parqués o damas chinas y la
reemplazaba con la propia, o lo que hace un presidente cuando cambia los
nombres de sus ministros.
10] Poner la firma lo hacía quien
daba la palabra para refrendar una promesa o compromiso o quien era conocido
por saber de qué hablaba: Cuando prometo algo es como si hubiera puesto la firma;
o bien, Si ella lo dijo, póngale la firma, eso tiene que ser cierto.
11] Poner los puntos sobre las íes
lo hacía quien decía la verdad a alguien que no la quería oír y lo llamaba al
orden moral: Ese comerciante estaba haciendo trampas en la plaza de mercado, el
comisario de policía lo llamó y le puso los puntos sobre las íes; o bien, Ese
hombre se la jugaba a la mujer todo el tiempo hasta que su propia mamá le puso
los puntos sobre las íes.
12] Poner punto final era dar por
terminada una situación, cerrar un episodio, concluir un proceso, acabar una
discusión: Hay que ponerle punto final a las guerras que nos mantienen
atrasados.
13] Poner en blanco y negro
describía la capacidad de alguien para expresar los dilemas o alternativas en
una situación, proceso o conflicto: El profesor de religión lo puso en blanco y
negro, matar a cualquier persona y robarle al pobre lo poquito que tiene deben
ser crímenes que la sociedad no perdone; se me pone que el profe es comunista.
14] Poner en el mismo saco
describía la acción de revolver almas buenas y almas malas en la misma
categoría o juicio moral: A mí no me ponga en el mismo saco con esos hampones.
15] Poner a cantar era lo que
hacía quien lograba que alguien confesara sus delitos reales o inventados y
revelara la identidad de sus compinches aunque fueran ficticios; era un arte
para los investigadores criminales y un resultado que no querían pronto los
torturadores, profesionales o aficionados.
16] Poner tatequieto es una
expresión antioqueña muy hermosa y significaba hacer quedar quieto a alguien de
conducta indisciplinada, desordenada, díscola: Ese hombre le hacía males a la
gente todo el tiempo hasta que vino la muerte y le puso tatequieto; o Ese niño tan travieso necesita que sus padres le
pongan tatequieto con una correa; o bien A esa mujer no le pone tatequieto ni
el putas, hasta el último día andará persiguiendo hombres…
17] Ponerlo era una expresión
popular que me trae a la memoria la mujer de la última historia y que servía
para describir la actividad sexual de quien lo hacía con su activo
consentimiento, desdibujando así los roles estereotipados del sujeto activo y
pasivo, pues decir: Esa muchacha lo pone, o Ese muchacho lo ponía pero ya nadie
lo voltea a ver, implica un deseo, voluntad, querer hacer que es diferente del
indicado en la expresión: A ese se lo comía el gobernador, o A esa se la ha
comido todo el equipo de balompié, que implican una actitud sumisa,
emocionalmente pasiva. Valga la pena mencionar que uno bien podría decir tener
concúbito con otra persona del mismo o del sexo opuesto, como lo recomienda la
Real Academia de la Lengua Española, y especificar si se hace en vaso apto o
vaso no apto, como de ello dan ejemplo los moralistas cristianos, pero con ello
nada se ganaría en claridad.
18] En este orden de ideas recuerdo que poner
a parir borugos, o armadillo como se conoce ese animal en el resto del
mundo, es otra expresión antioqueña que sirve para describir a alguien que ha
sido puesto en una situación muy difícil: El entrevistador puso a parir borugos
al político ese cuando lo confrontó con las mentiras que decía, o Parece que
hay un pacto de caballeros entre políticos y entrevistadores por el cual estos
se comprometen a no poner a parir borugos a aquellos.
19] Poner cuernos, a propósito, se
refiere a las infidelidades que comete una pareja: Ese hombre, viudo, rico y
viejo, se casó con mujer muy joven pensando que lo hacía por amor y ella le
puso cuernos desde el principio.
20] Y redondeando el tema terminaré con la expresión poner conejo con la cual los colombianos describían a quien salía
sin pagar de la cama de una prostituta y por extensión al que no cumplía sus
compromisos, como los altos funcionarios del gobierno y los contratistas del
estado.
Amigas y amigos contemporáneos se quejarán de que mis ejemplos son sesgados
contra la mujer, a lo cual debo advertir que eso es cierto hoy, pero cuando yo
oí estas expresiones por primera vez la sociedad de la que yo era parte todavía
no había desarrollado la sensibilidad que hemos adquirido bajo la influencia
del feminismo internacional ni éramos conscientes de que nada que sea parte del
repertorio del capricho y el antojo humanos discrimina entre los sexos.
Los Colombianos Dejaron de
Poner
Estas reflexiones vienen a cuento porque hace ya cosa de 40 años a un
colombiano se le ocurrió corregir el uso del verbo poner con el argumento de
que solo las gallinas ponen. Eruditos lexicógrafos, estudiosos de la evolución
de los idiomas, arqueólogos de la lengua, no han descifrado las motivaciones del
improvisado lingüista que enseñó un nuevo idioma a los colombianos. Nunca se
sabrá si fue un tomador de pelo que quiso burlarse de las inseguridades de sus
compatriotas –colectivamente temerosos de ser considerados gallinas o al menos
ponedores- o una persona de muy limitada inteligencia inconsciente de su condición
–el tipo que los colombianos mismos en momentos de lucidez llaman tarúpido,
esto es mitad tarado y mitad estúpido- que con sus escasas luces creyó
identificar un error milenario tanto del
habla castiza como del habla popular y se propuso corregirlo. Por el momento hay que reconocer el éxito de su necedad; ha tenido acogida tan
amplia entre los colombianos contemporáneos que ya muchos encuentran natural decir
colocar, ubicar, situar o localizar en lugar de poner.
Colombianos En Nueva York:
Hablan Sin Poner
En Nueva York, donde la población hispanohablante es numerosa y variada, es
muy divertido presenciar una conversación entre un colombiano y otro
latinoamericano. La expresión de curiosidad, confusión y sorpresa del segundo
es indescriptible cuando oye al colombiano decir, por ejemplo, “permítame le
ubicúo el plato en la mesa”, “gracias por colocarme a funcionar mi
computadora”, “¿puedo situar esta fruta dañada en la basura?”, “respete, no me
localice su mano entre las piernas”. El colombiano, que tiene mucho del
estereotipo argentino (pero ese es tema para otra historia), es completamente
indiferente al impacto que causa y así su interlocutor se ve obligado a
adivinar el sentido de sus palabras por el contexto de la frase y los gestos de
boca, cejas y dedo.
Consecuencias De No Poner
La consecuencia más seria de este trastorno del lenguaje es que en Colombia
ya nadie le pone el pecho a ningún problema, ni le pone la cara a ninguna
confrontación, ni le pone la firma a ningún compromiso, ni le pone el hombro a
proyectos de progreso social, ni le pone punto final a ninguna situación, ni le
pone los puntos sobre las íes a quien falla en sus deberes, ni le pone
tatequieto a quien perturba la paz pública o abusa de la influencia que tiene;
tan cierto es esto que parece que las altas cortes hubieran decidido no poner a
parir borugos a los empresarios cómplices de los paramilitares y poner a cantar
quedito a los políticos cuya complicidad con estos es inocultable. Es como si
con la pérdida del lenguaje el colombiano hubiera perdido la voluntad de hacer.
Pero de esto nadie se sorprende pues se sabe que nadie en las elites nacionales
tiene la cabeza bien puesta. Lo que sí no ha perdido el colombiano es el deseo
sexual. Pero ya no lo pone sino que lo da. Tampoco ha perdido las ganas de
poner conejo, pero ahora se llama a eso ser avispado. Y con la inundación de
productos avícolas impulsada por el tratado de libre comercio con Estados
Unidos pronto será posible que hasta las gallinas colombianas dejen de poner.
En Colombia La Prensa y El
Fiscal General Sufren de Pone-Fobia
Casualmente hace unos días dos medios periodísticos produjeron un ejemplo
excelente de lo que sucede con el verbo poner en Colombia.
El 31 de agosto pasado el diario bogotano El Espectador informó: “Menor de
edad capturado sí fue el que ubicó la bomba contra exministro Londoño”, en el
titular. En el cuerpo de la noticia atribuye al Fiscal General Eduardo Montealegre
la información de que “…la persona que portando una bata blanca y una
gorra con una peluca ubicó la bomba en la camioneta blindada del exministro…” [negrillas del
periódico], lo que indica que la pone-fobia ha llegado a los más altos círculos
del estado.
Ese
mismo día la revista Semana se refirió castizamente en su cubrimiento de la
misma noticia al “joven de 17 años señalado de haber puesto la bomba en
el carro del exministro”. Sin embargo, más adelante, al copiar la información
oficial, la revista dice: “…el fiscal Eduardo Montealegre dijo este
viernes que el ADN del joven señalado de colocar la bomba tipo lapa sobre el
carro del [exministro Londoño]”, de paso corrigiendo el verbo extraño usado por
Montealegre por otro un tris más adecuado aunque todavía respetando la pone-fobia
de este. Fíjense ustedes que la epidemia de verbos impropios es tal que a los redactores
de estos reportes no se les ocurrió decir ‘el muchacho pegó la bomba lapa al
carro del exministro” que hubiera sido perfectamente adecuado a la acción que
se describe.
Cuando
el Fiscal General y la gran prensa obedientemente aceptan la tiranía del mal
hablar se ha perdido la batalla del conocimiento y del respeto al genio de la
lengua.
Luis Mejía – 17
de septiembre de 2012
Publicado en
blogluismejia.blogspot.com