Libertad de decisión: ¿es libre el libre albedrío?
Empatía intelectual y humildad para con los que toman decisiones
equivocadas es el consejo que da Kent Greenfield, un jurista y académico
estadounidense que ha escrito sobre el mito de la libertad para escoger y
decidir.
Nuestro cerebro, de acuerdo con autores como Kahneman, Lehrer y Partnoy,
impone límites a nuestra capacidad de tomar decisiones en todos los campos de
nuestra vida. Greenfield ha escrito un libro cuyo título podríamos traducir al
castellano como El Mito de la libertad de escoger. En él desarrolla la tesis de
que la biología, la cultura, los mercados y la autoridad limitan nuestra
capacidad para tomar decisiones por nosotros mismos. En terminología antigua
quiere decir que la capacidad cerebral, las restricciones impuestas por las normas
sociales, la coacción que ejercen sobre nosotros las autoridades y las
imposiciones del llamado libre mercado debilitan la idea del libre albedrío o
libre arbitrio como mecanismo que explica las decisiones que tomamos.
Gimnasia mental y libertad de decisión
Dice
Greenfield:
“Nuestro entendimiento de cómo piensan y toman decisiones los seres
humanos está sufriendo una revisión total. Científicos y estudiosos del
comportamiento dicen que la gente cae en trampas predecibles cuando toma
decisiones. Por ejemplo, el “efecto de la familiaridad” hace que nos inclinemos
a preferir cosas que ya nos son familiares –sean personas, creencias o
productos- y que nos gusten más cuando nos sentimos amenazados o estresados.
Por eso rehusamos aceptar ideas nuevas y el status quo adquiere visos
ventajosos, completamente inmerecidos, especialmente en tiempos difíciles.
También somos víctimas de “raciocinio interesado”, esto es, criticamos con
mayor ahínco las ideas
con las que estamos en desacuerdo que las ideas que nos gustan. Nuestro cerebro
nos engaña y nos hace percibir hechos que confirman lo que ya creemos –“sesgo
de verificación”- y descartamos las cosas que contradicen nuestras nociones
preexistentes. Tenemos una exagerada
confianza en nuestra habilidad para predecir y analizar, sea con respecto a
nuestras capacidades como conductores –la mayoría de la gente piensa que son
mejores conductores que el promedio-, sea con respecto a nuestra capacidad de
anticipar el futuro.