EL UNIVERSO DE NUESTRAS CREENCIAS
PARTE A: CONFLICTOS Y RETOS
Por Luis Mejia, doctor en derecho y en economía
Índice:
1. ¿Qué son las creencias?
1.1 Lo que creemos y el derecho a creerlo
1.2 La obligación de darle piso a lo que creemos
1.3 Creencias: Un mundo por explorar
1.4 Nuestra libertad de actuar y pensar y lo que
creemos
1.5 El reto de cuestionar creencias
2. ¿Por qué cuestionar nuestras creencias? Las ideas de Clifford
2.1 Creencias y comportamiento personal
2.2. Creencias y control de nuestro entorno
2.3 Responsabilidad ética y nuestras creencias
2.4 Pecado de credulidad
2.5 Decisiones en condiciones de ignorancia e
incertidumbre
2.6 Criterios para creerle a alguien
2.7 Autoridad de las tradiciones
2.8 Haciendo inferencia y extendiendo nuestras
creencias
2.9 Mirada crítica a Clifford
Este texto continúa en la PARTE B: CREENCIAS Y LIBRE PENSAMIENTO, la
cual se encuentra pulsando aquí.
Nota al lector: La discusión sobre la lealtad a las creencias y el cuestionamiento a que debemos someterlas es una extensión de la que hemos hecho sobre el culto de la ignorancia [pulsar aquí] y el desdén al conocimiento de los expertos [pulsar aquí]. El culto de la razón y la ciencia y el uso de los expertos para informarnos sobre lo que no sabemos nos ayudan a mantener creencias bien fundadas.
1. ¿Qué son las creencias?
1.1 Lo que creemos y el derecho a creerlo
La gente tiene creencias
sobre cómo vestir, cómo sentarse a la mesa, cómo y con quién hacer el amor,
cómo disponer de las excretas del cuerpo, cómo criar a los hijos y cómo
corregir a los adultos, cómo cultivar la tierra y cómo hacer minería, cómo ser
empresario y cómo ser empleado, cómo se debe administrar el estado y cómo se
deben comportar sus administradores, cómo pueden expresar su apoyo o su
descontento los ciudadanos, quién tiene derecho preferencial a los bienes de la
sociedad y a quién rendimos pleitesía, a quién reconocemos autoridad o damos
nuestro respeto, qué bienes y haciendas deben ser protegidos preferencialmente
por las autoridades, qué cosas vale la pena estudiar y cuáles ignorar y otro
millar de temas de interés.
Algunas creencias
tienen fundamentos sólidos, son prácticas o útiles, otras son fruto de la imaginación,
el capricho o la tontería individual o colectiva.
La gente tiene
derecho a vivir como si las cosas que cree fueran verdaderas. Pero también
tiene derecho a dudar, a razonar, a pensar, es decir a ejercer su libertad
intelectual, su libertad de pensamiento, su independencia mental. Este derecho
a ejercitar su inteligencia sin restricciones es patrimonio de todos los
miembros de una sociedad y no solo de la elite.
Espero que para mis
lectores la libertad de pensamiento y de cuestionar creencias sea un bien
personal que merezca ser ejercida y defendida tanto en beneficio propio como en
beneficio de terceros que piensen diferente.
1.2 La obligación de darle piso a lo que creemos
Un filósofo inglés
del siglo XIX llamado W.K. Clifford, de
quien hablaremos adelante, propuso una tesis fascinante: la libertad de creer,
dijo él, está limitada a lo que podamos sustentar con pruebas o evidencias. Cuando
leí su ensayo le vi una gran actualidad.
Nunca en la historia
de la humanidad ha habido un volumen tan grande de información confiable al
alcance de tantas personas, ni ha habido una proporción mayor de la población
con la habilidad de leer y escribir, ni ha habido tanta facilidad para
confirmar la veracidad de una información. Sin embargo, la persistencia de
banalidades, desinformación y falsedades en la conversación privada y el
discurso público induce a pensar que no estamos usando nuestros poderes
intelectuales y que se justifica reavivar la discusión sobre las cosas que
creemos.
Considero que tenemos
un reto válido. Me pregunto:
- ¿Ser capaces de
creer cualquier cosa que se nos ocurra o se nos diga es realmente una
manifestación de libertad intelectual?,
- ¿Progresamos
mentalmente si nos damos el poder de cuestionar las creencias que tenemos como individuos
y como grupo social?,
- ¿Gana algo la
humanidad con nuestra independencia mental?
1.3 Creencias: Un mundo por explorar
Cuando en este
artículo hablamos de creencias nos referimos a todo lo que creemos [valga la
redundancia]; esto es, conocimientos científicos, conocimientos adquiridos por
experiencia personal, conocimientos prácticos heredados de nuestros mayores, doctrinas,
dogmas, creencias religiosas, reglas morales y principios legales, opiniones personales
y colectivas, opiniones que aceptamos de personas en posiciones de autoridad y
mando, convicciones, tradiciones sociales, prejuicios, reputaciones,
estereotipos, mitos, promesas, juramentos, supersticiones, tabúes, agüeros.
Nuestras creencias tienen
que ver con el mundo físico y el mundo de las ideas, la política, la moral, las
artes y la religión, la ciencia y la tecnología, la manera como vivimos y como
nos relacionamos con los demás.
Las adquirimos de mil
maneras: oyendo a nuestros mayores y contemporáneos, experimentando con nuestro
entorno, estudiando en escuelas y universidades, ejerciendo capacidades
autodidactas, internalizando la propaganda comercial y política a que estamos
expuestos, reflexionando sobre lo que ya sabemos para aumentar nuestros
conocimientos.
Las mantenemos por
una variedad de razones: (1) porque las hemos validado por raciocinio,
observación y experimentación, (2) por una convicción de buena fe, (3) porque
son convenientes para nuestros intereses, (4) porque nos gustan o nos hacen
sentir bien o [5] porque podemos
identificar el grano de verdad que contienen y asumimos que eso las valida
completamente.
Y tienen una vida
persistente, especialmente las creencias infundadas y las falsas, pues como
advertía el historiador Cecil Roth
hablando de las exageraciones que circulaban en Inglaterra para darle base a la
leyenda negra española: “lo que se cree que tuvo lugar tiene mucha más
importancia histórica que lo que realmente sucedió”.
1.4 Nuestra libertad de actuar y pensar y lo que
creemos
Nuestra libertad de
actuar y pensar puede resultar coartada por las creencias que heredamos, las
que nos son impuestas por los más poderosos en la sociedad, las que se
infiltran en nuestro interior con la ayuda de amigos que no confirman la verdad
de lo que nos informan o de personas de autoridad que no saben de qué están
hablando o las que vamos adoptando en el curso de la vida y conservamos aunque
pierdan validez.
Cuando nos damos
libertad de cuestionar lo que creemos y lo que otras personas u organizaciones
quieren que creamos adquirimos dominio sobre nuestras mentes y, en
consecuencia, sobre nuestras acciones. Claro que no debemos engañarnos
asumiendo que es un proceso fácil.
De un lado, tenemos
que luchar contra la aparente falta de control de nuestro destino. Muchos
jóvenes presienten que en la vida tendrán pocas opciones para desarrollar sus
talentos creativos y aplicarlos al progreso personal y social. Muchos viejos
hemos sido testigos -y actores- de vidas controladas mayormente por accidentes
de nacimiento y crianza, del azar o de
fuerzas extrañas, de empleo incierto, de méritos reconocidos unas veces sí y
otras no, de éxitos y fracasos determinados por el clima, los ciclos
económicos, decisiones de otros. ¿Qué importancia tiene entonces que pensemos?
¿Qué diferencia hace que cultivemos la razón o la sinrazón?
De otro lado, romper
con las creencias que nos han acompañado por mucho tiempo, con las creencias
dominantes en la sociedad de la que somos parte o con las creencias que son
convenientes para nuestros mayores en edad, dignidad, gobierno y riqueza, tiene
un costo emocional y a veces nos cuesta la vida o la poca fortuna que tengamos.
1.5 El reto de cuestionar creencias
W.K. Clifford
(1845-1879), un pensador británico, matemático de profesión, fue miembro de la
Sociedad Metafísica, un club de científicos, filósofos, literatos, políticos y
eclesiásticos, creyentes y no creyentes, dedicado al cultivo de la inteligencia
y la razón, que funcionó en Londres de 1869 a 1880.
En 1877 Clifford publicó
el ensayo Ética
de las creencias en el que se hacía tres preguntas:
1. ¿Cuándo se
justifica creer lo que uno cree? [valga de nuevo la redundancia].
2. ¿Cuándo se
justifica creer lo que alguien más nos dice?
3. ¿Cuándo podemos
creer algo que no hemos experimentado personalmente pero que se relaciona con
algo que ya sabemos?
En su opinión es
correcto cuestionar lo que creemos y, además, debemos hacerlo.
El argumento que él
desarrolla está inspirado en los conocimientos científicos y los temas de
discusión filosófica de su época. Sin embargo, aunque ha habido avances sobre
el tema, creo que puede servir de punto de partida a su discusión e interesar
al lector contemporáneo. Quizá sería mejor decir que interesará a algunos
lectores contemporáneos, pues no todo el mundo tiene el deseo, el tiempo o la
independencia mental para cuestionar sus creencias.
Así que para el
lector interesado pero con tiempo limitado presento a continuación un resumen
del ensayo de Clifford. La traducción del texto completo se encuentra en este
mismo blog y se llega a ella pulsando aquí.
2. ¿Por qué cuestionar nuestras creencias? Las ideas
de Clifford
2.1 Creencias y comportamiento personal
Nosotros obramos
inspirados por las creencias que tenemos, dice Clifford, y nuestras acciones
son correctas cuando hemos validado las creencias que nos mueven a hacer algo y
son incorrectas cuando obramos sin validar esas creencias. De ahí la
importancia de saber por qué creemos algo.
2.2. Creencias y control de nuestro entorno
Las creencias nos dan
la confianza de que sabemos lo necesario para entender o controlar algo, sea
persona, fenómeno natural o social, situación personal, circunstancias de la
vida.
Uno tiende a sentirse
en terreno firme cuando sabe qué hacer aunque esté equivocado. Cuando
cuestionamos una creencia nos ponemos en una situación de incertidumbre y nos sentimos inseguros. Pero a pesar del
malestar que la duda nos puede producir tenemos el deber de cuestionar.
2.3 Responsabilidad ética y nuestras creencias
Clifford ofrece
varias razones que nos obligan a cuestionar nuestras creencias. Listadas a
continuación, les he puesto ejemplos contemporáneos:
1. las acciones que
uno ejecuta con base en lo que cree repercuten en la vida y patrimonio de otras
personas (ej., hijos, pareja, parientes, vecinos, desconocidos);
2. las creencias ayudan a unir o dividir a la gente e
inspiran nuestra participación en acciones colectivas (ej., lo que uno cree
afecta el ejercicio del voto y la solidaridad con las víctimas de una tragedia y
lo prepara para participar en una masacre o en un linchamiento);
3. las creencias refuerzan las relaciones de
colaboración y/o opresión de una sociedad (ej., lo que una sociedad cree se
proyecta en cosas como el cultivo comunal de ejidos y tierras colectivas, en
las asociaciones de profesionales, empresarios y trabajadores; en la tolerancia
de la violencia doméstica y la explotación sexual de personas vulnerables; en
la aceptación de la esclavitud, el trabajo infantil, la discriminación social y
el racismo);
4. las creencias erradas debilitan nuestros poderes de
pensamiento crítico, de juicio, de evaluación de evidencias, y preparan a las
generaciones futuras para que sean sumisas y carezcan de originalidad;
5. las creencias erradas perpetúan la credulidad de
las masas con respecto a afirmaciones infundadas y las preparan para que se
dejen engañar;
6. las creencias personales erradas autorizan a los
demás a mentirnos y engañarnos (ej., con nuestras creencias le abrimos camino a
los mensajes insidiosos de propaganda comercial y política, a los consejos sin
fundamento científico de cómo hacer fortuna y mantener la salud, a los
discursos populistas de derecha e izquierda);
7. cada una de las creencias que tenemos nos prepara
para aceptar otras que se le parezcan, confirma las similares que ya tenemos y
debilita otras.
Por todas estas razones tenemos que pasar nuestras
creencias de todo tipo por el tamiz de la duda y buscar su validación.
2.4 Pecado de credulidad
Clifford dice que se
comete un pecado contra la sociedad cuando uno:
- suprime o reprime
dudas sobre las creencias que adquirió en la niñez y en el curso de la vida,
- evita los escritos
o las personas que cuestionan esas creencias,
- considera
descomedidas o improcedentes las preguntas que le hagan sobre las bases que
tiene para mantener una creencia.
En general, Clifford
afirma que una persona no debería aceptar una creencia si está demasiado
ocupada para cuestionarla o estudiarla.
2.5 Decisiones en condiciones de ignorancia e
incertidumbre
Para nadie es
físicamente posible comprobar una centésima parte de los conocimientos
acumulados de la humanidad y si lo pudiera hacer no obtendría una prueba
concluyente.
Pero el hábito de
cuestionar a conciencia nuestras creencias no nos va a paralizar en nuestra
vida diaria ni pone en peligro nuestras creencias sobre lo que es correcto en
nuestro trato con los demás, con la sociedad o con la naturaleza.
En muchos casos tenemos
que actuar aunque no haya bases suficientes para justificar las creencias que
nos guían. En esas circunstancias procedemos con base [1] en probabilidades, [2] en lo que dice alguien o [3] en
inferencias.
2.6 Criterios para creerle a alguien
Dice Clifford que podemos
creerle a alguien sobre cosas que no conocemos personalmente cuando tenemos
bases razonables para confiar en [1] su veracidad,
[2] sus conocimientos y [3] su juicio.
La extensión de los
conocimientos de una persona se puede juzgar teniendo en cuenta:
1) que la persona
haya tenido ocasión y medios de adquirir conocimientos comprobables,
2) que ese
conocimiento esté al alcance de los poderes intelectuales del ser humano y de
los instrumentos de observación y medida existentes,
3) que nosotros
mismos podamos comprobarlos si recibiéramos entrenamiento adecuado, y
4) que puedan ser
verificados por terceras personas que han estudiado el mismo campo.
Un par de reglas nos
autorizan a dudar de lo que dice alguien:
1) el carácter moral
de una persona nos da confianza para creer que es honesta y veraz hasta donde
cabe según su buen saber pero no es garantía de que sepa de qué está hablando,
2) no le podemos
creer a nadie en asuntos que no son verificables por alguien más, que no están
al alcance del conocimiento humano o que no están dentro del campo de sus
conocimientos personales, y
3) tampoco le podemos
creer a alguien que haya mostrado que no tiene buen juicio en el uso de sus
conocimientos.
La implicación de
estos principios es clara: el mero hecho de que alguien en quien confiamos diga
algo que queremos oír no es prueba de que eso es verdadero. Tenemos que medirlo
y pesarlo críticamente antes de aceptarlo como verdadero. Toda persona que
acepte las afirmaciones hechas por alguien más sin comprobarlas por sí misma o
sin tener razones válidas para considerar que esa persona sabe de qué está
hablando pierde el derecho a opinar.
Podemos poner a
prueba estas recomendaciones en el mundo moderno preguntándonos: ¿sobre qué
bases podemos creer lo que digan las personas célebres de la farándula y el
entretenimiento, los caudillos de masas, los amigos que comparten con nosotros
sus opiniones y creencias (como este bloguero), los desconocidos que asaltan
los medios sociales?
2.7 Autoridad de las tradiciones
Cuestionar las
tradiciones es posible, correcto y obligatorio, dice Clifford.
Las tradiciones fueron
creadas por nuestros antepasados en respuesta a cuestionamientos que ellos se
hicieron y sirven de orientación sobre cómo deben funcionar las cosas dentro de
una sociedad. Se transmiten de una generación a otra y nuestro deber es
mejorarlas para que sean más útiles a las generaciones futuras.
Muchas de ellas se
sostienen por la credulidad de la gente. Muchas, también, han sido validadas
por la experiencia de la humanidad. Por ejemplo, los conceptos de justicia,
verdad, benevolencia y, en general, de lo recto.
Podemos preguntarnos si
hay varios cursos de acción para hacer que las creencias correctas sean más
beneficiosas socialmente. También debemos examinar las creencias heredadas
sobre el mundo natural. Igual que lo hicieron los creadores originales.
Una regla que debe
guiarnos es: el testimonio agregado de nuestros vecinos está sujeto a las
mismas condiciones que el testimonio individual de cada uno de ellos. No
tenemos derecho a considerar que algo es verdad solo porque todo el mundo lo
dice.
2.8 Haciendo inferencia y extendiendo nuestras
creencias
La inferencia es el
poder mental que tenemos para extender los conocimientos que ya tenemos a
situaciones nuevas, aplicando el método científico y aprovechando los
instrumentos de observación y medida existentes. Para ello tomamos como punto
de partida la presunción de uniformidad de la naturaleza; es decir, suponemos
que lo que no sabemos es similar a lo
que sabemos.
La presunción de
uniformidad de la conducta humana es una variedad de la presunción de
uniformidad de la naturaleza, pero nuestro conocimiento de la humanidad es más
incompleto y menos exacto.
Las inferencias
asumen que la naturaleza es prácticamente uniforme hasta donde nos concierne y
que podemos formar creencias dentro de los límites humanos de acción y
verificación. Cuando nos salimos de este marco solo podemos formular hipótesis
que nos permitan hacer preguntas más precisas.
Hasta aquí Clifford.
2.9 Mirada crítica a Clifford
Menciono aquí varios puntos que el lector acucioso
explorará por su cuenta (e, idealmente los discutirá en la sección reservada a
comentarios al final de este texto):
1. la humanidad ha formulado muchas propuestas para
darle razón de ser a la moral; por ej., la revelación divina, los principios
religiosos, el razonamiento filosófico, el consenso social, etc.; la propuesta
de Clifford de construirla sobre la responsabilidad que uno tiene para con los
demás es interesante pero no implica su aceptación universal;
2. en otro aspecto, los filósofos han dicho que una
conducta es correcta o incorrecta dependiendo: [a] del resultado favorable o
perjudicial que tenga en otras personas, [b] de la intención buena o mala que
uno tenga, [c] de las costumbres y normas de la sociedad en que uno vive. Los teólogos
han dicho que ese juicio depende de que la conducta [a] se ajuste a la voluntad
divina, [b] tenga el propósito de imponer la ley divina en el mundo, [c] ayude
a la salvación del alma propia o ajena.
3. el filósofo estadounidense William
James -entre otros- defendió el derecho de la gente a creer,
independientemente del soporte que tuviera su creencia, y a rechazar las dudas.
El radicalismo de la propuesta de Clifford de que todo
mundo debe cuestionar las creencias propias, de sus conocidos y de la sociedad
en que vive puede ser inviable en ciertas circunstancias.
Hay ocasiones en las que la gente debe tomar
decisiones tenga o no conocimientos suficientes para hacerlo. Esta situación se
presenta con frecuencia en decisiones morales y cuando hay conflictos de valores,
como veremos más adelante.
Hay otras en la que la gente se siente forzada a obrar
como si no fuera libre de pensar y actuar. Por ejemplo, cuando pone en peligro
la supervivencia propia o de los seres queridos si rechaza las creencias
dominantes.
También hay decisiones que la gente tiene que tomar
con información insuficiente, como lo reconoce el mismo Clifford.
Nota: El texto continúa pulsando aquí
Luis Mejía
1 de octubre
de 2019
Publicado en
blogluismejia.blogspot.com
El aumento de la información informal ha promovido la difusión de conceptos equivocados.
ReplyDeletePor: Moisés Wasserman
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/ciencia-en-vos-confiamos-columna-de-moises-wasserman-359536
Jorge Nowell-Enriquez, un amigo considerado e inteligente, estudiante de doctorado en Fordham University, me ha hecho muchos comentarios sobre Clifford; escojo algunos para compartirlos con mis lectores:
ReplyDeleteEs importante el deber de auto-cuestionar creencias. Creo que es mas fácil no cuestionar (no ver el auto-engaño colectivo) para no caer en desacuerdo con el grupo. Pensar fuera del grupo es ponerse en oposición. Esta genera temor en las dos partes. El extraño resulta peligroso para el grupo.
Indudablemente las creencias pueden cegar y definir campos de acción, exacto como Clifford lo plantea! Y mientras más radical es la creencia, mas fuerte es la incapacidad de juzgar o ver algo que es diferente.
Las creencias conservan solidez intergeneracional aun con los cambios en las condiciones históricas; posiblemente sufran desviaciones positivas y negativas pero son parte fundamental se conserva.
Opino que las creencias de la colectividad le han dado sobrevivencia y mantienen la existencia como comunidad, la existencia de generación en generación. si alguno pone creencias individuales contrarias que vayan en detrimento de las creencias de la colectividad seria rechazado.
Argumenta que el poder que da el aparente conocimiento de la verdad que proporcionan las creencias colectivas y que unen a todos y que es obligación transmitir entre generaciones. Este poder da felicidad, seguridad y fortaleza pero él asevera que esto es una ficción y que todo hombre debe protegerse de esas creencias. Pero eso puede crear disensión en la colectividad.
Importante reconocer la pérdida de la individualidad al actuar, pensar y juzgar en base a creencias. Clifford describe bien los daños individuales y colectivos del predominio de creencias.