Índice:
Introducción
Imperio, globalización y tecnología
Un imperio global
Metas imperiales
Control de territorios
Herencia revolucionaria de la tarea imperial
La economía imperial en GB y en EEUU
Armamentismo y debilidad económica
Límites del poder hegemónico
Frivolidad, post-verdad e
inestabilidad
Imperialismo de los buenos deseos
Control de la opinión
Resistencia al imperio en EEUU
Los aliados y sus opciones
Eric Hobsbawm (1917-2012), historiador británico
especializado en la economía industrial y los movimientos políticos del mundo
moderno, escribió el ensayo La expansión constante del imperio estadounidense
en el 2003, en medio de la inestabilidad internacional generada por la administración
G.W. Bush en su reacción a la tragedia nacional del 11 de septiembre del 2001.
Al leerlo conviene tener en cuenta que la política
internacional estadounidense estaba en manos de un grupo de ideólogos fanáticos, convencidos de
la superioridad arrolladora de los ejércitos nacionales; querían ellos darle al
mundo una lección inolvidable de su capacidad de tomar represalias contra
cualquier amenaza a la seguridad nacional. En este intento se embarcaron en una
guerra absurda que dividió a sus aliados, generó caos y miseria en pueblos que
nada tenían que ver con la tragedia de 9/11 y debilitó las instituciones
domésticas de gobierno democrático, respetuoso de las libertades individuales.
El gobierno de Bush se caracterizó como un periodo de
post-verdad en el discurso oficial que anticipó el que ha vivido el país desde
la campaña presidencial del 2016: en la ausencia de razones lógicas y fácticas
para la guerra el establecimiento internacional estadounidense y sus aliados en
los medios intentaron ahogar la opinión pública en un océano de mentiras,
distorsiones y fantasía que la justificaran y presentara al presidente y sus
asesores como patriotas de valor personal, excepcional inteligencia y prudente
capacidad decisoria.
El ensayo de Hobsbawm tiene resonancia en la situación
política actual, bajo la administración Trump, cuando se observa la puja entre
dos tendencias igualmente poderosas por el momento: de un lado el deseo de imponer
la voluntad hegemónica de los Estados Unidos sobre el resto del mundo, con
especial énfasis en el poderío militar, y de otro el deseo de concentrar
esfuerzos en la recuperación de la economía interna y de reducir los costos de
la presencia de los Estados Unidos en el escenario internacional.
Esta tensión está implícita en el lema propagandístico de las filas
trumpianas de hacer grandes a los Estados Unidos una vez más y su doble línea
de nostalgias: la de un país próspero y rico internamente y la de una potencia
temida y respetada externamente. Como lo muestra la realidad, las dos cosas
pertenecen al reino de la ficción.
Y sin más dejo a mis lectores con el texto anunciado.
LA EXPANSIÓN
CONSTANTE DEL IMPERIO ESTADOUNIDENSE
Por EricHobsbawm
10 de junio del 2003
Imperio, globalización
y tecnología
La situación del mundo en este momento no tiene
precedentes. Los grandes imperios globales que hemos visto antes, como el
español en los siglos XVI y XVII y, en especial, el británico en los siglos XIX
y XX, tienen poco en común con el imperio estadounidense de hoy en día.
Vivimos en un mundo tan integrado, su funcionamiento
regular está tan interconectado, que cualquier interrupción tiene consecuencias
globales inmediatas. Fue lo que pasó, por ejemplo, con el síndrome respiratorio agudo grave (SRAG), una epidemia
que empezó en algún lugar desconocido de la China y en cosa de días se
convirtió en un fenómeno global. El sistema de transporte mundial, las
reuniones e instituciones internacionales, los mercados globales, economías
completas, fueron afectados con rapidez que nadie hubiera podido imaginar en el
pasado.
La revolución tecnológica que constantemente
transforma las economías y, sobre todo, las fuerzas militares tiene un poder
enorme. La tecnología tiene más importancia en los asuntos militares que nunca
antes. Un poder militar a escala mundial debe combinar el dominio de la
tecnología y un estado de gran tamaño. Esto del tamaño del estado no era
relevante en el pasado. La Gran Bretaña, un estado de tamaño mediano para los
estándares de la época, controló el imperio más grande del momento. Holanda, un
estado del mismo tamaño que Suiza, se convirtió en un actor internacional en el
siglo XVII. Hoy es inconcebible que cualquier estado, por rico y
tecnológicamente avanzado que sea, se convierta en un poder global si no es
relativamente gigante.
La política de hoy es muy compleja. Todavía vivimos en
estados nación cuya estructura y funcionamiento has escapado los efectos de la
globalización. Estos estados son peculiares en cuanto prácticamente todos los
habitantes juegan un papel importante. En el pasado los dirigentes tomaban
decisiones sin prestar atención a lo que pensaba la mayoría de la población. A
fines del siglo XIX y principios del XX los gobiernos contaban con que podían movilizar
a la gente, lo que hoy es impensable. Con todo y eso la gente está más dirigida
que antes en lo que piensa y está dispuesta a hacer.
Un imperio
global
Todos los imperios y potencias del pasado sabían que
no estaban solos de manera que ninguno pretendía dominar a nivel global; una
característica original del proyecto imperial de los Estados Unidos es que no
comparte esa actitud. Ningún imperio se creía invulnerable aunque se viera a sí
mismo como el centro del mundo; así era con los chinos y los romanos en su
apogeo. En el sistema de relaciones internacionales vigente hasta el fin de la
Guerra Fría solo se anticipaba la existencia de una potencia regional como
riesgo máximo. Tener influencia mundial, lo que se hizo posible a partir de
1492, no debe confundirse con ejercer dominio global.
El imperio británico del siglo XIX fue el único
realmente global en el sentido de que se extendía por el planeta entero; desde
ese punto de vista puede verse como un posible precedente del imperio
estadounidense. En cambio, los rusos soñaban durante el periodo comunista con
un mundo transformado, pero tenían claro, aún durante el apogeo de la Unión
Soviética, que dominar el mundo estaba más allá de su alcance y nunca hicieron
un intento serio de lograrlo, aunque el discurso de la Guerra Fría afirmara lo
contrario.
Metas imperiales
Pero hay diferencias muy marcadas entre las ambiciones
de Estados Unidos hoy en día y las de la Gran Bretaña hace más de un siglo. En lo
físico los Estados Unidos son un país muy grande; además, tienen una de las
mayores poblaciones del mundo, que -al contrario de la Unión Europea- continúa
creciendo gracias a una inmigración casi ilimitada. Se distinguen también en el
estilo. El imperio británico en su apogeo ocupaba y administraba una cuarta
parte del globo[i].
Los Estados Unidos nunca han practicado el
colonialismo excepto por un periodo corto, durante la moda internacional de
imperialismo colonial a fines del siglo XIX y principios del XX; en su lugar,
operaban a través de estados satélites dependientes, especialmente en el
hemisferio occidental donde en la práctica no tenían competencia. En el siglo
XX implementaron una política de intervención armada, lo que no hizo la Gran
Bretaña.
Control de
territorios
El imperio británico ocupó una extensa cadena de bases
marítimas y puertos de abastecimiento estratégicamente importantes porque en esa
época el poder decisivo de un imperio mundial como el suyo descansaba en la
armada. De ahí que su bandera ondeara y ondee todavía desde Gibraltar hasta
Santa Elena y las islas Malvinas. Los Estados Unidos empezaron a necesitar esas
bases fuera del Pacífico a partir de 1941, pero las obtuvieron por medio de
acuerdos negociados dentro de lo que en esa época podía llamarse con verdad la
coalición de los bien dispuestos (coalition
of the willing, en inglés). Hoy la situación es diferente. Los Estados
Unidos saben que necesitan controlar muchas bases militares directa o
indirectamente.
También hay diferencias importantes en la estructura
del estado mismo y su ideología. El imperio británico tenía un propósito británico,
no un propósito universal, aunque, por supuesto, sus propagandistas también
invocaban motivos altruistas. Así, la abolición del tráfico de esclavos fue una
excusa que sirvió para justificar el poder naval británico; de la misma manera
los derechos humanos se han usado ahora para justificar el poder militar de los
Estados Unidos.
Herencia
revolucionaria de la tarea imperial
Los Estados Unidos, como la Francia y la Rusia
revolucionarias, son un gran poder basado en una revolución con pretensiones
universales; en consecuencia, cree que el resto del mundo debe seguir su ejemplo;
probablemente cree que tiene la misión de liberar al resto del mundo. Pocas
cosas hay tan peligrosas como los imperios que persiguen sus propios intereses creyendo
que le están haciendo un favor a la
humanidad.
La diferencia fundamental estriba en que el imperio
británico aunque global (y en cierto sentido más global que los Estados Unidos dominaba
los océanos de manera más completa que cualquier potencia contemporánea domina
los cielos) no aspiraba a ejercer poder global, ni siquiera poder territorial
militar y político en Europa o en las Américas. La Gran Bretaña usaba el
imperio para promover sus intereses básicos, esto es, sus intereses económicos,
conviviendo con tan pocos obstáculos como fuera posible, pero siempre estaba
consciente de sus limitaciones en tamaño y recursos. Después de 1918 era
también muy consciente de su decadencia.
La economía
imperial en GB y en EEUU
Además, la Gran Bretaña, la primera nación industrial,
se allanaba a la globalización que su propia economía había hecho tanto para
impulsar. Su imperio era un sistema de comercio internacional: a medida que su
industria se desarrollaba exportaba sus manufacturas a países menos desarrollados
y, a cambio, se convertía en el mayor mercado de materias primas del mundo[ii].
Cuando dejó de ser la fábrica del mundo se convirtió en el centro del sistema
financiero.
No sucedió lo mismo con la economía de los Estados
Unidos. Estos dependían de la protección de las industrias nativas dentro de un
mercado doméstico potencialmente gigantesco. Proteccionismo y rechazo de la
competencia extranjera continúan siendo factores muy poderosos en la política
interna. Cuando su industria se hizo
dominante en el mercado global les convino el libre comercio, igual que les
había convenido a los británicos.
Pero una de las debilidades del imperio estadounidense
en el siglo XXI es precisamente que en el mundo industrializado de hoy su
economía no es tan dominante como era[iii].
Los Estados Unidos importan un volumen inmenso de productos manufacturados en el
resto del mundo; en reacción, los votantes y los intereses empresariales se
mantienen proteccionistas. Hay una contradicción entre la ideología de un mundo
dominado por el libre mercado de los Estados Unidos y los intereses políticos
de sectores domésticos importantes que resultan debilitados por él.
Armamentismo y
debilidad económica
Una manera de contrarrestar esta debilidad es incrementar
el tráfico de armas, en lo que también se distinguió el imperio británico del
estadounidense. Desde la Segunda Guerra Mundial este ha sostenido una constante
acumulación de armas, extraordinaria para un periodo de paz y sin precedentes en
la historia moderna. Quizá esa es la razón para el predominio de lo que el
presidente Eisenhower llamó el complejo industrial militar.
Durante la Guerra Fría las dos partes hablaron y
actuaron como si hubieran estado en guerra o la guerra hubiera sido inminente. A
pesar de la evidente desproporción de poder entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética, el primero impulsó el crecimiento de la industria de armas aún antes
de que terminara la Guerra Fría y lo ha continuado desde entonces.
La Guerra Fría convirtió a los Estados Unidos en la
potencia hegemónica del mundo occidental. A esa posición llegó, sin embargo, como
líder de una alianza, aunque, por supuesto, nadie se hacía ilusiones con
respecto al poder relativo de los aliados. El poder tenía su centro en
Washington y en ninguna otra parte. En cierto sentido Europa reconocía la
lógica de un imperio estadounidense. Pero hoy en día el gobierno de los Estados
Unidos enfrenta el hecho de que ya no existe una aceptación sincera de su
imperio y sus metas. No hay una coalición de los bien dispuestos. De hecho, la
política actual de Estados Unidos es más impopular que la de cualquier otro
gobierno en el pasado y probablemente más que la de cualquier otra potencia.
En el pasado los estadounidenses lideraron la alianza
con la cortesía que se acostumbraba en asuntos internacionales. Ello era
entendible pues los europeos se hubieran encontrado en el frente de batalla si
hubiera habido un enfrentamiento con los ejércitos soviéticos. Pero aún
entonces los Estados Unidos insistían en que la alianza debía ligarse de manera
permanente a ellos y que para el efecto los aliados debían depender de la tecnología
militar estadounidense. Se opusieron por todos los medios a que los europeos llegaran
a ser militarmente independientes.
Las raíces de la tensión entre
estadounidenses y franceses que se remonta a los días de De Gaulle se encuentran
en la decisión francesa de rechazar una alianza eterna entre estados y de
reservarse la posibilidad de producir autónomamente equipo militar de alta
tecnología. Con todo y a pesar de las tensiones la alianza fue una verdad
coalición de los bien dispuestos.
Límites del
poder hegemónico
El colapso de la Unión Soviética efectivamente dejó a
los Estados Unidos como la única superpotencia a la que nadie quería o podía
oponerse. Por eso es difícil de entender que de súbito se presentaran como un
poder extraordinariamente arrogante, implacable y antagonista, que ni encaja
con las políticas imperiales ya probadas durante la Guerra Fría, ni favorece
los intereses de la economía estadounidense. Las políticas prevalecientes en
Washington recientemente parecen tan demenciales que un observador externo encuentra
difícil entender qué es lo que realmente quieren lograr. Aunque es obvio que
los que en este momento dominan, o medio dominan, las decisiones políticas en
Washington intentan asumir la supremacía global por medios militares, sus
propósitos no son claros.
¿Es posible que tengan éxito? El mundo es demasiado
complicado en este momento para que un solo estado lo domine. Y con excepción
de su superioridad militar en armas de alta tecnología, los activos a disposición
de los Estados Unidos están disminuyendo y probablemente seguirán es esa
tendencia. Su economía, aunque grande, representa una porción decreciente de la
economía mundial. Es vulnerable tanto a corto como a largo plazo. Imaginemos,
por ejemplo, que OPEP decidiera mañana poner todas sus cuentas en euros en
lugar de dólares.
Aunque los Estados Unidos conservan algunas ventajas
políticas, las ha tirado por la ventana en los últimos 18 meses. El predominio
de la cultura estadounidense y del idioma inglés es un activo menor. El activo
más importante que tiene en este momento para el proyecto imperial es
militar. El imperio estadounidense no
tiene rival en el aspecto militar. Para efectos prácticos no hay nadie, ni
siquiera los chinos, que se acerquen a su nivel tecnológico. Es probable que se
mantenga así hasta donde podemos anticipar el futuro. Eso no quiere decir que su
poder sea absolutamente decisivo solo porque lo es en guerras locales
limitadas. Por eso es necesario hacer cálculos cuidadosos con respecto a los
límites que tiene la mera superioridad tecnológica.
Por supuesto, teóricamente los estadounidenses no
aspiran a ocupar el mundo entero. A lo que aspiran es a ir a la guerra, dejar
gobiernos amigos cuando la ganan y regresar a casa. Eso no va a funcionar así.
En términos puramente militares la guerra de Irak fue muy exitosa. Pero
precisamente porque fue un éxito puramente militar descuidó las necesidades
reales que surgen cuando uno ocupa un país: administrarlo, mantenerlo, tal como
lo hacían los británicos en la India de acuerdo con su modelo colonial clásico.
La “democracia” modelo que los estadounidenses quieren establecer en Irak para ponerla
de ejemplo al mundo ni es un modelo ni es relevante como ejemplo. La creencia
de que los Estados Unidos no necesitan aliados verdaderos en otros países y que
pueden intervenir sin respaldo popular genuino dentro de los países que están
en capacidad de conquistar (pero no de administrar efectivamente) es fantasía.
Frivolidad,
post-verdad e inestabilidad
La guerra de Irak fue un ejemplo de la frivolidad con
que se toman decisiones en Estados Unidos. Irak fue un país derrotado por los
estadounidenses que rehusó someterse y es tan débil que podría ser derrotado
otra vez. Es cierto que tenía activos –petróleo- pero básicamente la guerra se
hizo como un ejercicio para desplegar poderío internacional.
La política de reconfigurar todo el Medio Oriente que proponen
los orates de Washington no tiene sentido. Si tienen el propósito de abolir la
monarquía saudita, ¿con qué la reemplazarían?
Si son serios en el propósito de cambiar el Medio
Oriente ya sabemos que para ello tienen que contar con la cooperación de los
israelíes. El padre de Bush estuvo preparado para hacerlo pero el ocupante
actual de la Casa Blanca no tiene interés. En lugar de eso su administración destruyó
uno de los dos gobiernos seculares sólidos en la región y está a punto de
destruir el otro, Siria,
La falta de bases de la política se hace clara por la
manera como han sido propuestas sus metas a la opinión pública. Frases como
“eje del mal” o “derrotero” (axis of evil
y the road map, en inglés) no tienen
la intención de ser declaraciones de política; son solo estribillos
propagandísticos que a fuerza de repetirse acumulan un potencial de declaración
política.
El diluvio de fabricaciones lingüísticas engañosas con
que los estadounidenses han inundado el mundo en los últimos 18 meses para
justificar sus decisiones internacionales es una indicación de la ausencia de
una política real. Bush no formula políticas sino que actúa como en un
escenario.
Funcionarios como Richard Perle y Paul Wolfovitz tanto
en público como en privado hablan como Rambo. Todo lo que cuenta es el poder
imbatible de los Estados Unidos. En términos reales ellos dan a entender que
los Estados Unidos pueden invadir a cualquiera que sea relativamente pequeño y
donde puedan tener una victoria fácil. Esto no es una política. Y no
funcionará. Las consecuencias para los Estados Unidos van a ser dañinas.
Domésticamente el peligro real para un país que
pretende dominar el mundo por medios militares principalmente es la
militarización, un peligro que ha sido subestimado seriamente.
Internacionalmente el peligro es la desestabilización
del mundo:
- El Medio Oriente es más inestable hoy que hace 5 o
10 años;
- Los sistemas alternativos existentes, formales e
informales, para mantener orden están debilitados por las políticas de los Estados
Unidos;
- En Europa han hecho fracasar a la OTAN -lo que no es
una gran pérdida-, pero su intento de convertirla en una fuerza de policía
militar mundial al servicio de los Estados Unidos es una farsa;
- Han saboteado deliberadamente a la Unión Europea;
- Intentan de manera sistemática eliminar uno de los
grandes logros políticos desde 1945: el estado próspero de bienestar social;
- Las Naciones Unidas sufren una crisis de credibilidad
-menos dramática de lo que parece- porque nunca han podido superar su papel de
jugador secundario, efecto de su total dependencia con respecto al Consejo de
Seguridad y al uso del veto estadounidense.
Imperialismo de
los buenos deseos
¿Cómo puede el mundo confrontar –y contener- a los
Estados Unidos? Algunos prefieren unirse a ellos al considerar que no tienen el
poder de confrontarlos. Más peligrosos son los que odian la ideología del
Pentágono pero respaldan el proyecto estadounidense con el argumento de que a
medida que avanza elimina algunas injusticias locales y regionales. Es lo que
podemos llamar el imperialismo de los derechos humanos. El fracaso de Europa en
los Balcanes en la década de 1990 le ha dado impulso.
La división de la opinión sobre la guerra de Irak
demostró que una minoría de intelectuales influyentes, como Michael Ignatieff
en los Estados Unidos y Bernard Kouchner en Francia, estaba preparada a
respaldar la intervención de Estados Unidos porque creían necesaria la
existencia de una potencia que pusiera orden en medio de los males del mundo.
Hay un argumento efectivo o genuino en la
consideración de que ciertos gobiernos son tan malos que su desaparición sería
una ganancia neta para el mundo. Pero esto nunca puede justificar el peligro
real de crear una potencia mundial que en el fondo no está interesada en un
mundo que escapa a su compresión pero que puede intervenir a mano armada en
cualquier parte, de manera decisiva, cuando alguien hace algo que no le gusta a
Washington.
Control de la opinión
En este contexto podemos entender la presión que recae
sobre los medios a consecuencia de la enorme manipulación a que es sometida la
opinión pública[iv].
Durante la guerra del Golfo en 1990-1991 se hizo el intento de mantener a los
medios alejados del frente de batalla para evitar la situación que se vivió en
Vietnam. Pero esto no se logró pues había algunoss, como CNN, presentes en
Bagdad, cuyos reportajes no casaban con la historia que Washington quería que los
medios contaran. En la guerra de Irak tampoco tuvo éxito el control sobre ellos.
La tendencia entonces es buscar maneras más efectivas
de hacerlo, lo que puede hacerse ejerciendo control directo –incluso, por
ejemplo, interfiriendo con la tecnología de las comunicaciones- o estableciendo
una coordinación más efectiva entre los gobiernos y los propietarios
monopolistas de los medios, como ha sido el caso de Fox News[v]
en Estados Unidos o de Silvio Berlusconi en Italia.
Resistencia al
imperio en EEUU
Es imposible decir cuánto tiempo durará el predominio
actual de los estadounidenses. De lo único que podemos estar absolutamente
seguros es de que históricamente será un fenómeno temporal, como lo han sido
todos los imperios. En el curso de una sola vida hemos visto el final de los
imperios coloniales, del llamado Imperio del Milenio alemán –que solo duró 12
años- y del sueño de revolución mundial de la Unión Soviética.
Hay razones internas por las que el imperio
estadounidense probablemente no durará. La más importante es que muchos
estadounidenses no están interesados en un papel imperialista o en la
dominación del mundo en el sentido de administrarlo. En lo que están
interesados es en qué les va a pasar dentro de los Estados Unidos.
La debilidad de la economía estadounidense es tal que
en algún momento tanto el gobierno como los votantes pueden decidir que es más
importante concentrarse en ella que en adelantar aventuras militares en el
exterior[vi],
tanto más cuanto que las intervenciones militares externas tienen que ser
pagadas en su mayor parte por los estadounidenses mismos, lo que no sucedió en
la guerra del Golfo ni en buena medida durante la Guerra Fría.
Desde 1997-1998 hemos vivido en una crisis de la
economía capitalista mundial. No se va a quebrar; sin embargo, es dudoso que
los Estados Unidos continúen con sus ambiciosas actividades internacionales
cuando tiene problemas serios en casa. Bush no tiene una política económica
apropiada para los Estados Unidos, ni siquiera en términos de los estándares de
los negocios domésticos. Y la política internacional actual no es propiamente
racional ni para los intereses imperialistas de los Estados Unidos ni para los
intereses globales ni, por último, para los intereses del capitalismo
estadounidense. De ahí las divisiones de opinión dentro del gobierno de Estados
Unidos.
Los aliados y
sus opciones
El punto básico es ¿qué harán ahora los
estadounidenses y cómo reaccionarán los demás países? ¿Respaldarán algunos
países, como la Gran Bretaña, el único miembro sincero de la coalición
dominante, cualquier cosa que se les ocurra a los Estados Unidos? En el fondo los
gobiernos aliados tienen que indicarle a los estadounidenses que hay límites en
lo que quieran hacer con su poder. La contribución más positiva hasta el
momento ha sido hecha por los turcos que dejaron claro que no están dispuestos
a hacer ciertas cosas aunque tengan que pagar por su resistencia.
Por el momento la mayor preocupación es al menos educar
o re-educar a los Estados Unidos si no se les puede contener.
Hubo una época en que los Estados Unidos reconocían
sus límites o al menos la conveniencia de comportarse como si los tuvieran. Y
eso fue porque temían a otra potencia, a la Unión Soviética. Faltando este
temor, la educación y el interés propio bien informado deben tener prioridad
entre sus aliados.
Este ensayo apareció
inicialmente en Le Monde Diplomatique y fue luego publicado en la edición de 10 de junio del
2003 de la revista virtual COUNTERPUNCH.
Traducción,
adaptación y subtítulos de Luis Mejía
17 de mayo del 2017
Publicado en blogluismejia.blogspot.com
[i] Hobsbawm, The Age of Empire
1875-1914, Weidenfeld and Nicolson,
London, 1987.
[ii] Op cit.
[iii] Chalmers Johnson, Blowback: The Costs and Consequences of American Empire, Owl Books, 2001.
[iv] “France protests US media plot”,
International Herald Tribune, 16 May 2003.
[v] Eric Alterman, “United States:
making up the news”, Le Monde diplomatique, English language edition, March
2003.
[vi] “US unemployment hits an 8-year high”, International
Herald Tribune, 3 May 2003.
The managers of the U.S.A. empire in action:
ReplyDeletehttps://www.lrb.co.uk/v39/n10/bruce-cumings/a-murderous-history-of-korea
Columnist Robert Fisk talks about the alliance between the Trump administration and the Sunni Muslims and its implications for world peace:
ReplyDeletehttp://www.independent.co.uk/voices/donald-trump-saudi-arabia-iran-iraq-kurdish-population-shia-muslims-a7742276.html
This comment has been removed by the author.
ReplyDeleteAmnesty International urges the US and other countries to stop arms transfers that could fuel atrocities.
ReplyDeletehttp://www.aljazeera.com/news/2017/05/army-lost-track-1bn-worth-arms-170524145405542.html
How to build cheaper smart weapons
ReplyDeleteA new generation of cut-price precision munitions could change the way America’s army wages war, for despite being the world’s most technologically advanced and generously funded force, it still employs a great deal of cheap, dumb, unguided weapons.
http://www.economist.com/news/science-and-technology/21722620-flocks-dumb-weapons-could-take-orders-clever-one-how-build-cheaper
Visión complementaria del imperio estadounidense:
ReplyDeletehttp://www.semana.com/opinion/articulo/caballero-opinion-la-indignacion-de-john-mccain/527264
US military admits failures to monitor over $1 billion worth of arms transfers
ReplyDeletehttps://www.amnesty.org/en/latest/news/2017/05/us-military-admits-failures-to-monitor-over-1-billion-worth-of-arms-transfers/
Good summary of the U.S./world political and military situation as of Janurary 2018:
ReplyDeletehttp://www.defenseone.com/ideas/2018/01/waiting-bomb-drop/144932/
"El brexit en Inglaterra, el avance de los ultranacionalistas en el este europeo, en Austria, Francia y Alemania, la amenaza de una Cataluña independiente, pero sobre todo el triunfo de Trump en las elecciones de Estados Unidos son síntomas de la desintegración del orden internacional erigido hace casi 75 años".
ReplyDeletehttps://www.elespectador.com/opinion/el-nuevo-desorden-global-columna-733308