Wednesday, May 13, 2020

EPIDEMIAS EN LA HISTORIA Y LA LITERATURA: SNOWDEN Y PAMUK


Índice:

Presentación
Parte I: Lecciones de historia para el coronavirus – Frank Snowden
Parte II: Lecciones literarias de epidemias – Orhan Pamuk


PRESENTACIÓN

Presento a continuación a mis lectores dos artículos de interés sobre la historia y la literatura de las epidemias como un marco cultural de referencia para la que estamos viviendo por causa del CORVID-19.

El primero es una entrevista hecha por la revista alemana Der Spiegel al profesor e investigador de historia médica Frank Snowden. En ella se refiere a las consecuencias culturales y políticas de las epidemias pasadas. Hace énfasis en las lecciones que podemos derivar de esos eventos, en especial:

1) la necesidad de reconocer los avances de la ciencia como parte necesaria del bienestar humano y los servicios de salud como un derecho humano,

2) el impacto que las epidemias pueden tener en la historia política y económica de los pueblos, favoreciendo a algunos y debilitando a otros, y

3) la conveniencia de reevaluar críticamente el alcance y los mecanismos de la globalización y el desarrollismo contemporáneos para impedir que destruyan el medio ambiente y el destino colectivo de la humanidad.

El profesor Snowden es figura muy popular en los medios y le han hecho muchas entrevistas en las últimas semanas[i]. Esta de Der Spiegel resume bien su visión didáctica.

El segundo es un artículo del intelectual turco Orhan Pamuk, autor de algunas de las novelas más bellas de la literatura contemporánea, como Me llamo Rojo, El castillo blanco, Nieve y Estambul. En este escrito, preparado para el diario estadounidense The New York Times, habla de la literatura inspirada en las epidemias del pasado y, como podría anticipar el lector, ofrece algunas enseñanzas

El interés de Pamuk es usar los textos literarios para describir el mundo político, social y cultural creado por las epidemias y cómo dichos textos crean y consolidan la percepción popular de que estas son originadas en lugares lejanos y transportadas y extendidas por agentes con intenciones perversas.

De especial interés para él es el estereotipo literario occidental de que la plaga viene de Oriente y de que esta se haría más contagiosa por el fatalismo musulmán que minimizaría la necesidad de tomar precauciones. Valga anotar que en castellano la peste bubónica era también llamada peste levantina, esto es oriental, y así se identifica en el diccionario de la Academia.

Para Pamuk los medios de comunicación de hoy en día pueden transmitir información correcta que justifique el miedo colectivo cuando los hechos confirman la gravedad de la epidemia. Ante esto podemos darnos ánimo aceptando la realidad de nuestra vulnerabilidad colectiva y nuestra común humanidad.


Ambos autores ponen de presente:

1) el deseo de las autoridades y de los hombres de negocios de ignorar el peligro inicial y demorar las decisiones que afecten la vida económica, lo que agrava la virulencia inicial de la epidemia y genera desconfianza y protestas en la población,

2) la propensión de la población a crear y creer rumores falsos sobre el origen y transmisión de la epidemia y sobre la identidad de los transmisores de esta y de actuar violentamente contra personas acusadas injustamente de transmitirla,

3) los sentimientos ambivalentes de la humanidad con respecto a dios y a las religiones organizadas en tiempo de epidemias, que van de una fe ciega en los poderes milagrosos de la oración y los actos litúrgicos al rechazo de una divinidad aparentemente indiferente al sufrimiento humano y

4) la importancia de los conocimientos científicos y de la solidaridad humana para enfrentar la epidemia y superar sus secuelas sociales y personales.

Debo agregar un par de notas sobre la manera de referirse a la presente pandemia. Snowden y Pamuk se dirigen a un público amplio, beneficiario de una educación general, y no hablan de los aspectos médicos o clínicos de la misma, por lo cual no necesitan referirse a ella con los términos técnicos usados por los especialistas.

En esta traducción sigo el consejo de FUNDÉU BBVA con respecto a la mejor manera de referirse al coronavirus del momento: el virus es oficialmente identificado como SARS-CoV-2 y produce la enfermedad llamada COVID-19. En ambos casos se conserva la nomenclatura inglesa.

En lenguaje coloquial se usan las palabras peste y plaga como sinónimas. En ocasiones se llama plaga a una calamidad que causa daño masivo a una población animal o vegetal. Ahí incluimos de manera genérica las plagas que afectan a los seres humanos y al ganado, una plaga de langostas y las plagas infecciosas o de insectos que asolan los cafetales, plataneras y cacaotales del trópico o asolaron los cultivos de papa en Irlanda en el siglo XIX. La peste es más específica y se refiere a una enfermedad que causa gran mortandad. Lo es por excelencia la peste bubónica y sus afines la peste neumónica y la peste septicémica.


PARTE I: LECCIONES DE HISTORIA PARA EL CORONAVIRUS

POR FRANK SNOWDEN, entrevistado por Veronika Hackenbrocht

Publicado originalmente en la edición alemana de DER SPIEGEL el 25 de abril del 2020

Traducción de LUIS MEJIA, Doctor en economía y en derecho

Frank SNOWDEN, de 73 años, es profesor de historia de la medicina en la Universidad Yale y autor del libro Epidemics and society: From the black death to the present (Epidemias y sociedad: De la peste negra al presente)[ii]. Hace casi cincuenta años lo sorprendió en Roma, donde vivía e investigaba, un brote de cólera que paralizó a la ciudad. De nuevo en la capital italiana haciendo sus investigaciones, ha quedado detenido allí otra vez por causa del COVID-19. El historiador estaba en cuarentena y recuperándose del coronavirus cuando DER SPIEGEL habló con él el lunes pasado.

¿HASTA DÓNDE PUEDE LLEGAR NUESTRA CEGUERA?

DER SPIEGEL: Hace años que usted nos advirtió que el SARS, la influenza aviar y la gripe porcina no eran más que ensayos de algo más grande, de una pandemia realmente terrible que estaba en camino. ¿Pensaba en ese momento en un patógeno como el SARS-CoV-2?

SNOWDEN: Sí. Completamente. Pero no fui solo yo quien esperaba una pandemia causada por el virus pulmonar. Virólogos y epidemiólogos de todo el mundo habían anticipado esto muchas veces. Yo me pregunto: ¿Hasta dónde puede uno llevar la ceguera? Cuando Donald Trump pregunta “¿quién lo hubiera sabido?” mi respuesta es: Todo el mundo.

DER SPIEGEL: ¿Por qué no se oyó el mensaje?

SNOWDEN: Con frecuencia ese es el sino de Casandra. Anthony Fauci, director del Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Estados Unidos, explicó gráficamente la situación en el 2006: Si uno vive en el Caribe los climatólogos le dirán que con seguridad habrá un huracán. No podrán decirle cuándo ni qué tan fuerte pero es muy importante que usted se prepare. Es exactamente lo mismo con una epidemia. En cambio, ¿qué hicimos? Hubo un breve periodo de preocupación cuando pasó lo del SARS y la influenza aviar; luego nos olvidamos del peligro. Por eso en la Unión Europea no tenemos políticas comunes para enfrentar las epidemias, la Organización Mundial de la Salud no tiene fondos suficientes y carecemos de hospitales para atender un brote súbito.

DER SPIEGEL: Algunos han comparado el coronavirus a la plaga bubónica. ¿No le parece que cuando leemos sobre esta pandemia, que fue realmente terrible y que por siglos asoló a Europa, podemos sentir que la comodidad de nuestras casas de europeos occidentales nos ha vuelto indolentes?

SNOWDEN: (ríe) Interesante que lo vea de esa manera. Lo acompaño en eso de sentirse indolente. Y aunque para mí el COVID-19 es algo muy serio creo que no deberíamos compararlo con la plaga bubónica. Esta mató cerca de cien millones de personas en Europa entre 1347 y 1743. Dejó regiones enteras despobladas y causó un terror que no veo en el caso del coronavirus.

DER SPIEGEL: ¿Nos ha debilitado el sistema de salud existente?

SNOWDEN: Aunque nosotros estamos al borde del desespero mientras esperamos una vacuna, la población de Florencia probablemente hubiera bailado de la dicha si alguien les hubiera dicho que en dieciocho meses habría una vacuna contra la plaga. He estado pensando sobre esto. Las enfermedades que cobran más víctimas no son necesariamente las que generan un mayor sentimiento de desesperación o tienen más impacto político y social.

DER SPIEGEL: ¿Cómo así?

SNOWDEN: Creo que es mayor el impacto causado por enfermedades nuevas y desconocidas que aparecen de súbito, como el coronavirus; enfermedades médicamente inestables como lo es el COVID-19. La viruela, por ejemplo, fue una enfermedad terrible, morían más de la mitad de los infectados, los niños con frecuencia, y desfiguraba a la mayoría de los sobrevivientes. La gente le temía, por supuesto. Pero para principios del siglo XVIII la gente de alguna manera la había incluido en su realidad, la había aceptado como cosa del destino.

DER SPIEGEL: ¿Parecido a lo que pasó con la tuberculosis?

SNOWDEN: Quizá, pero con una diferencia. Uno no muere rápidamente de tuberculosis. La mayoría de la gente se iba consumiendo por años. Por eso en el siglo XIX hasta era un poco romántico tener tuberculosis. En cambio, con la plaga bubónica o la cólera la gente caía muerta en lugares públicos. Los médicos en tiempo de plaga eran impotentes, nada podían hacer. Algo similar se vio por televisión en Wuhan. Es fácil imaginar que estas circunstancias extraordinarias provoquen crisis económicas y cambios políticos aunque la tasa de mortalidad sea relativamente baja como es el caso del COVID-19.

DER SPIEGEL: Algunas personas creen que la China podría alcanzar el status de superpotencia gracias al coronavirus.

SNOWDEN: Como pasó con los Estados Unidos gracias a la fiebre amarilla.

DER SPIEGEL: ¿Cómo así?

SNOWDEN: Me parece que tengo que darle alguna información complementaria. Hacia 1800 la colonia francesa de Haití era una de las más ricas del mundo, resultado de las plantaciones de azúcar que cultivaban los esclavos. Pero los esclavos empezaron una revolución. Napoleón, quien tenía la ambición de extender el poder francés al Nuevo Mundo, envió más de 60.000 soldados a suprimir esa revolución. Pero a la mayoría los mató la fiebre amarilla. Napoleón tuvo que enterrar sus ambiciones de ultramar y, además, en 1803 vendió la Luisiana a los Estados Unidos. Eso dobló el territorio nacional de los Estados Unidos, lo que fue un paso importante en el camino a potencia.

DER SPIEGEL: ¿Ha habido potencias que desaparecieran por culpa de los microbios?

SNOWDEN: Muchas. La Plaga de Atenas, una enfermedad misteriosa y letal que producía ampollas en todo el cuerpo, contribuyó a la decadencia de la antigua Grecia. La malaria junto con muchos otros factores jugó un papel en la caída de la antigua Roma. Un cambio en el clima en el siglo V hizo que la malaria empezara a extenderse por el sur de Europa. Los que sobrevivían tenían ataques regulares de fiebre por el resto de sus vidas; en consecuencia, no podían trabajar lo mismo que antes; esto contribuyó a una baja en la agricultura. En la Gran Bretaña la viruela acabó con la dinastía de los Estuardo. Y el ejército de Napoleón no fue destruido en el campo de batalla en Rusia sino que fue diezmado por el tifo y la disentería.

DER SPIEGEL: La pandemia actual ha estado acompañada de un drama moral que se expresa en la discusión sobre las medidas que han paralizado la vida pública. Básicamente se trata del dilema entre salvar vidas y proteger la economía.

SNOWDEN: Esto suena conocido. La cólera hizo que de 1851 hasta más o menos 1910 se convocaran frecuentes conferencias internacionales para discutir maneras de parar la propagación de la enfermedad. Se hablaba, por ejemplo, de cuarentenas de buques y prohibición de viajes. Y específicamente se discutían las consecuencias económicas de estas medidas, Se decía, por ejemplo, que una cuarentena de cinco días le haría perder valor al Canal de Suez.

DER SPIEGEL: Eso suena como los argumentos que circulan hoy en día.

SNOWDEN: Cierto. Y hay otros ejemplos. En 1720 llegó al puerto de Marsella, en el sur de Francia, un barco cargado de telas finas de Esmirna y Trípoli. Durante el viaje habían muerto de la plaga ocho marineros, un pasajero y el médico de abordo. Las cuarentenas generalmente duraban cuarenta días pero esta vez bajo presión de los comerciantes locales fue acortada a diez días y las costosas mercancías no fueron quemadas. A raíz de estas decisiones más de la mitad de los cien mil habitantes de la ciudad murieron de la plaga. Para disminuir el impacto que el acortamiento de la cuarentena podría tener en la opinión pública se la llamó ‘cuarentena corta’. Me trae a la memoria al presidente Trump que le restó importancia al COVID-19 llamándolo inicialmente ‘gripa común’ e ‘influenza’.

DER SPIEGEL: ¿Quiere decir que después de todo hay paralelos entre la pandemia del coronavirus y la plaga?

SNOWDEN: Talvez sí. Por ejemplo, la gente muy rica escapa al coronavirus yéndose a lugares remotos, de la misma manera que diez muchachos florentinos huyeron de la plaga bubónica yéndose a una casa de campo en las afueras de la ciudad, según lo describe el autor italiano Giovanni Boccacio en su libro Decamerón. También en el hecho de que la China y los Estados Unidos están tratando de echarse la culpa el uno al otro de la pandemia; me hace recordar que durante los brotes de plaga bubónica le echaban la culpa a las prostitutas y a los judíos. Esto daba pie a pogromos violentísimos.

En la novela histórica Los novios, de Alessandro Manzoni, se narra la historia de cuatro españoles que fueron acusados de propagar la plaga intencionalmente y los ejecutaron con crueldad. Pasaba lo mismo con la cólera. En un episodio histórico ciudadanos estadounidenses encolerizados trataron de defender el país de inmigrantes que podrían estar infectados. Ahora, en los días del coronavirus, ha habido ataques verbales y aún físicos contra personas de apariencia china.

DER SPIEGEL: La plaga bubónica llegó a tal extremo que mucha gente perdió la fe en dios. ¿Qué efecto está teniendo el coronavirus en las creencias de nuestra sociedad secular?

SNOWDEN: En mi opinión hace que nos cuestionemos la fe que tenemos en la globalización. Nos estamos dando cuenta ahora de lo vulnerables que nos ha hecho. Creo que esta pandemia realmente despierta las grandes ansiedades de nuestra psique, las preocupaciones más serias que tenemos como seres humanos. Pero la globalización no es un accidente de la naturaleza. La hemos creado nosotros mismos. Nosotros mismos hemos creado condiciones casi ideales para que el coronavirus apareciera, se propagara y nos golpeara; lo hicimos con el mito de que podemos hacer que la economía crezca exponencial e indefinidamente, con el crecimiento de la población mundial hasta alcanzar casi ocho mil millones de personas, el exceso de viajes, la polución ambiental, el repliegue constante que le hemos impuesto a la naturaleza,

DER SPIEGEL: ¿Puede surgir algo positivo de esta pandemia?

SNOWDEN: Sí. Nos encontramos en una encrucijada. Si recaemos en el nacionalismo, como está sucediendo, renunciamos a la oportunidad de promover un cambio. Enfermedades como la influenza aviar, el SARS, el ébola, el coronavirus, han surgido todas de una transmisión de animal a ser humano. El contacto que tenemos con los animales nunca ha sido tan extenso y frecuente en la historia de la humanidad. ¿No hemos tenido suficientes ejemplos? ¿Qué tanto sufrimiento debemos enfrentar para finalmente decir, aquí hay un patrón? O para reconocer que debemos hacer un alto en la expansión constante de nuestro hábitat?

DER SPIEGEL: ¿Necesitamos una economía verde?

SNOWDEN: Sí. Me parece que ambientalismo y salud pública tienen que ir de la mano. Pero eso implica que no pensemos como naciones. Los microbios no respetan las fronteras nacionales. Tenemos que pensar como especie, una especie que vive en un universo de microbios.

DER SPIEGEL: Pero, ¿y la ciencia? ¿puede protegernos de una pandemia?

SNOWDEN: Sin lugar a duda. La ciencia ha progresado mucho y esto lo vemos todos los días en medio de la pandemia del coronavirus. En tiempos de la plaga la gente pensaba que la enfermedad era un castigo de dios, lo que causaba un miedo real. En 1973, cuando estaba en Roma durante la epidemia de cólera, el ministro italiano de salud era tan supersticioso que no confiaba solo en las medidas de higiene cuando visitaba hospitales para la cólera sino que con la mano a la espalda hacia el signo para alejar el mal. Estas cosas están superadas y en comparación con la epidemia de SARS de hace 17 años la ciencia ha progresado muchísimo.

DER SPIEGEL: ¿Pero no lo suficiente?

SNOWDEN: El problema es que no utilizamos la ciencia de una manera constructiva. Después de la epidemia de SARS se ha debido construir una plataforma que hiciera posible desarrollar rápidamente una vacuna para el coronavirus. Pero no se hizo. No porque el conocimiento científico fuera insuficiente sino porque no hubiera producido ganancias. En la industria farmacéutica todo se mueve alrededor de la ganancia. Este es también el problema del sector de la salud. Prepararnos para una epidemia no genera las mismas ganancias que un procedimiento médico invasivo. Así que nadie se preparó en serio. En muchos países, incluyendo los Estados Unidos, hay millones de personas sin acceso a servicios de salud de mejor calidad. Ahora vemos las consecuencias terribles. Una lección de esta pandemia es que la medicina debe ser un derecho humano.

DER SPIEGEL: ¿Estaría usted de acuerdo con Louis Pasteur, el pionero en la investigación de enfermedades infecciosas, en decir que los microbios tendrán la última palabra?

SNOWDEN: Creo que eso dependerá de si queremos o no aprender de nuestros errores pasados. Sabemos cuáles son las vulnerabilidades nuestras que abren el camino a pandemias como la que estamos viviendo. Tenemos la capacidad para colaborar y las herramientas para prevenir epidemias venideras o para al menos reducir la probabilidad de que ocurran. ¿Haremos algo? Yo espero que sí. Pero no estoy seguro. Baste con ver el progreso tan lento en la protección del medio ambiente.

DER SPIEGEL: Aunque el coronavirus no puede ser ignorado tan fácilmente como las consecuencias del cambio climático.

SNOWDEN: Usted tiene razón. Quizá cambiemos ahora que estamos afectados directamente por el coronavirus. ¿No es esa la esencia del drama griego? Es posible que los seres humanos aprendan pero ese aprendizaje generalmente llega a través del sufrimiento.

DER SPIEGEL: Gracias por esta entrevista, profesor SNOWDEN.



Parte II: LECCIONES LITERARIAS DE EPIDEMIAS
Por ORHAN PAMUK

Publicado originalmente como What the Great Pandemic Novels Teach Us, New York Times, April 23, 2020

Traductor LUIS MEJIA, Doctor en economía y en derecho

En los últimos cuatro años he estado escribiendo una novela histórica cuya acción sucede en 1901 durante la que se conoce como la tercera epidemia de la plaga. En Asia murieron millones de personas por un brote de plaga bubónica; en Europa fueron relativamente pocas las víctimas.

En estos últimos dos meses amigos y parientes, editores y periodistas enterados del tema de mi novela Nights of plague -Noches de la plaga- me han estado bombardeando con preguntas acerca de las epidemias. Quieren saber si en algo se parecen la actual, causada por el coronavirus, y los episodios de plaga y cólera del pasado.  

Hay muchos parecidos. Las epidemias a través de la historia humana y literaria son similares no solo por la presencia de gérmenes y virus sino también por las reacciones iniciales de la gente, que son siempre las mismas.

La respuesta inicial ha sido siempre la de denegación. Los gobiernos nacionales y locales siempre han demorado sus decisiones y han manipulado los números para negar la existencia de un brote. En las primeras páginas de A journal of the plague years (Diario del año de la peste), la mejor obra literaria que se haya escrito sobre contagio y conducta humana, Daniel Defoe cuenta que en 1664 para disminuir el número reportado de víctimas de la plaga las autoridades de algunos vecindarios de Londres atribuyeron las muertes a otras causas de su invención.

En Los novios, novela de 1827, quizá la novela más realista que se haya escrito sobre un brote de plaga, el escritor italiano Alessandro Manzoni describe y aprueba el disgusto popular que causó la reacción oficial a la plaga en Milán en 1630. A pesar de la evidencia disponible el gobernador de la ciudad ignoró el peligro de la enfermedad y llegó al extremo de permitir la celebración de las fiestas de cumpleaños de un príncipe local. Manzoni describe cómo la plaga se extendió rápidamente porque las restricciones adoptadas fueron insuficientes, no se hicieron cumplir estrictamente y sus conciudadanos no las obedecieron.
La mayor parte de la literatura de plagas y enfermedades contagiosas atribuye la furia de las masas exclusivamente a la desidia, incompetencia y egoísmo de los que están en el poder. Pero los mejores escritores, como Defoe y Camus, han dado a sus lectores la oportunidad de identificar algo más que la política como un factor subyacente en la oleada de furor popular, algo intrínseco a la condición humana.

La novela de Defoe nos muestra que detrás de las interminables protestas y la ira incontenible, también había rabia contra el destino, contra la voluntad divina que presenciaba y quizá aprobaba la muerte y el sufrimiento humano en gran escala, y rabia contra las instituciones de la religión organizada que parecían inseguras sobre cómo lidiar con todo esto.

Otra respuesta que ha dado la humanidad –respuesta universal y al parecer no guiada desde afuera- ha sido siempre la de crear rumores y divulgar información falsa. Durante las epidemias del pasado los rumores fueron alimentados por desinformación y la imposibilidad de tener una vista de conjunto.

Según la descripción que hacen Defoe y Manzoni, cuando las personas se encontraban en la calle durante la plaga se saludaban manteniendo distancia física e intercambiaban noticias e historias sobre sus respectivos vecindarios y lugares de origen; de esta manera lograban formar una visión más amplia de la enfermedad y con ella hacer planes para escapar a la muerte y encontrar un lugar seguro donde refugiarse.

En un mundo sin periódicos, radio, televisión o internet las mayorías analfabetas solo tenían la imaginación para darse una idea de donde estaba el peligro, su severidad y el alcance de los sufrimientos que podía generar. Este apoyo en la imaginación daba al temor de cada persona su propia voz individual y le infundía una cualidad lírica, espiritual y mítica apropiada al lugar.

Los rumores más comunes durante los brotes de la plaga tenían que ver con quién trajo la enfermedad y de dónde había salido.

A mediados de marzo, cuando el pánico y el miedo comenzaron a generalizarse en Turquía, el administrador de mi banco en Cihangir, el vecindario de Estambul donde vivo, me dijo con aire de entendido que “esta cosa” fue la respuesta económica de la China a los Estados Unidos y al resto del mundo.

Como el mal mismo, la plaga fue siempre considerada algo que venía de afuera. Había empezado antes en alguna otra parte y no se había hecho lo necesario para contenerla. Tucídides empieza su relato de la plaga en Atenas diciendo que el brote inicial ocurrió muy lejos, en Etiopía y Egipto.

La enfermedad es extranjera, viene de afuera, fue traída con mala intención. Los rumores sobre la identidad supuesta de los portadores originales son siempre los más persistentes y populares.

En Los novios Manzoni describe a un personaje que ha estado presente desde la Edad Media en la imaginación popular durante los brotes de plaga: una presencia malevolente y demoníaca que salía en la noche a untar un líquido infectado con la plaga en los pomos de las puertas o a contaminar con él las fuentes de agua. Todos los días había un rumor nuevo sobre lo mismo. O quizá se trataba de un viejo que cansado se echó a descansar en el piso de una iglesia y a quien una transeúnte acusó de sacudir el abrigo para regar la enfermedad. Y en un momento se armaba un grupo de linchamiento.

Estas explosiones de violencia, inesperadas e incontrolables, de rumor, pánico y rebelión son comunes en relatos de la plaga del Renacimiento en adelante.
Marco Aurelio le echó la culpa a los cristianos del imperio romano de la epidemia antonina de viruela cuando ellos no participaron en los ritos de propiciación de los dioses romanos. En plagas subsiguientes los judíos fueron acusados de envenenar pozos tanto en el imperio otomano como en la Europa cristiana.

La historia y la literatura de las plagas nos muestran que la intensidad de la rabia y del descontento político de las masas populares obedecen también a la intensidad del sufrimiento, al temor de la muerte, al pavor metafísico y a la sensación de estar ante algo mentalmente inconcebible que experimentan estas.

Igual que en esas viejas epidemias, los rumores infundados y las acusaciones basadas en identidad nacional, religiosa, étnica y regional han tenido un efecto significativo en cómo se han desarrollado los eventos durante el brote de coronavirus.  El entusiasmo de los medios sociales y de los medios de la derecha populista por amplificar mentiras también ha jugado su parte.

Hoy en día, sin embargo, el volumen de información válida sobre la pandemia que vivimos es mayor y más accesible que el que tuvo la gente en episodios anteriores. Eso hace que también sea diferente el temor razonable que experimentamos todos. Es un temor respaldado por información correcta, no ya por rumores.

Cuando observamos cómo se multiplican los puntos rojos en los mapas de nuestros países y del mundo nos damos cuenta de que no hay lugar a donde escapar. Ni siquiera necesitamos nuestra imaginación para empezar a temer lo peor. Vemos los videos de los grandes camiones negros del ejército, en caravana, cargados de cadáveres, camino a los crematorios cercanos de las pequeñas ciudades italianas, como si viéramos nuestra propia procesión funeral. 

El terror que sentimos, sin embargo, excluye la imaginación y la individualidad y revela que en realidad nuestras frágiles vidas y nuestra humanidad compartida son inesperadamente parecidas. El temor, lo mismo que el pensamiento de la muerte, nos hace sentir solos, pero el reconocimiento de que todos estamos experimentando una angustia similar nos empuja fuera de nuestra soledad.

Saber que toda la humanidad, desde Tailandia hasta Nueva York, comparte nuestras ansiedades sobre cómo y dónde usar una máscara, la manera más segura de manejar la comida que hemos comprado en la tienda y si conviene guardar una cuarentena autoimpuesta nos sirve para recordar en todo momento que no estamos solos. Engendra un sentido de solidaridad. El temor ya no nos afecta negativamente sino que lo vemos como un valor humano que induce a la comprensión mutua.

Cuando veo las imágenes televisadas de la gente a la espera en frente de los grandes hospitales del mundo puedo ver que el resto de la humanidad comparte mi terror y no me siento solo. Con el paso del tiempo me siento menos avergonzado de mi temor y cada vez más llego a verlo como una reacción perfectamente sensata. Recuerdo el adagio aplicable a epidemias y plagas: los que temen viven más largo.

Con el tiempo me doy cuenta de que el temor despierta dos reacciones en mí y quizá en todos nosotros. Unas veces me lleva a aislarme, a buscar el silencio y la soledad. Otras veces me enseña a ser humilde y solidario.

Yo empecé a soñar con una novela sobre la plaga hace treinta años y desde momento quería enfocarme en el temor de la muerte.

En 1561 el escritor Ogier Ghhiselin de Busbecq –quien era el embajador del imperio de los Habsburgos ante el imperio otomano durante el reinado de Solimán el Magnífico- escapó a la plaga que asolaba a Estambul yéndose a la isla de Prinkipo, la mayor de las Islas de los Príncipes al sureste de la ciudad en el mar de Mármara. Él percibió que las medidas de cuarentena tomadas en Estambul no eran suficientemente estrictas y afirmó que los turcos eran “fatalistas” por causa de su religión, el Islam. Cosa de siglo y medio más tarde hasta el agudo Defoe escribió en su novela de la plaga en Londres que los turcos y mahometanos “creían en la idea de la predestinación y que el día de la muerte de cada persona estaba predeterminado’. Mi novela de la plaga me ayudaría a pensar sobre el “fatalismo” musulmán en un contexto de secularización y modernidad.

Fatalistas o no, siempre ha sido más difícil convencer a los musulmanes de que toleren una cuarentena durante una epidemia que convencer a los cristianos, especialmente en el imperio otomano. Las protestas motivadas comercialmente que tendían a surgir entre comerciantes y campesinos de todas las religiones para oponerse a una cuarentena, se agravaban en las comunidades musulmanas por consideraciones sobre la modestia femenina y la privacidad doméstica. Las comunidades musulmanas exigían “doctores musulmanes” a principios del siglo XIX, cuando la mayoría de los médicos eran cristianos, aun en el imperio otomano.

Desde la década de 1850, cuando la navegación a vapor abarató el costo de viajar, los peregrinos que viajaban a la tierra santa de Meca y Medina se convirtieron en los portadores y propagadores más prolíficos de enfermedades infecciosas. A la vuelta del siglo XX los británicos establecieran en Alejandría, Egipto, una de las agencias de cuarentena más importantes de la época para controlar el flujo de peregrinos hacia la Meca y Medina y de regreso a sus países de origen.

Estas circunstancias históricas tuvieron la culpa de que se difundiera la noción estereotipada del ‘fatalismo’ musulmán y de que, además, se estableciera el prejuicio de que los musulmanes y otros pueblos del Asia eran los originadores y únicos portadores de enfermedades infecciosas.

Al final de Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski el protagonista de la novela, Raskólnikov, sueña con la plaga. Lo expresa en la misma tradición literaria: “Soñó que el mundo entero estaba condenado a una nueva y extraña plaga terrible que había llegado a Europa desde el fondo de Asia”.

En mapas de los siglos XVII y XVIII la frontera política del imperio otomano quedaba en el Danubio; se consideraba que allí empezaba el mundo más allá de Occidente. Pero había una frontera antropológica y cultural entre los dos mundos que estaba marcada por la plaga; se tenía por un hecho que la probabilidad de adquirirla era mayor al oriente del Danubio. Todo esto reforzaba no solo la idea del fatalismo innato atribuido a las culturas orientales y asiáticas sino también la noción prejuiciada de que las plagas y otras epidemias siempre venían de los rincones más obscuros del Oriente.

Muchas historias locales nos dejan la impresión de que aún durante las mayores epidemias de la plaga las mezquitas de Estambul seguían celebrando funerales, los dolientes seguían visitándose para darse el pésame y abrazarse llorando, y que en lugar de preocuparse sobre el origen de la enfermedad y su difusión la gente se preocupaba más pensando si estaban bien preparada para el próximo funeral.

Aún así en la actual pandemia del coronavirus el gobierno turco ha adoptado una posición secular, ha prohibido los funerales para los que mueren de la enfermedad y ha tomado la decisión inequívoca de cerrar las mezquitas los viernes, cuando regularmente los fieles se congregan en grupos numerosos para celebrar la plegaria más importante de la semana. Los turcos no se han opuesto a estas medidas. Nuestro miedo no es solo grande, también es prudente y resignado.

Para que surja un mundo mejor después de esta pandemia debemos aceptar completamente los sentimientos de humildad y solidaridad nacidos del momento que vivimos.

Orhan Pamuk recibió el premio Nobel de literatura en el 2006 y es autor de la novela Nights of plague (Noches de la plaga) próxima a aparecer. Este ensayo fue traducido el turco al inglés por Ekin Oklap.


Traducción y edición de Luis Mejía
18 de abril del 2020
Publicado en blogluismejia.blogspot.com   


[i] Frank Snowden: [1] "Las epidemias son como mirarse al espejo de la humanidad, y puedo decir que no todo es bello": https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/frank-snowden-las-epidemias-son-como-mirarse-al-espejo-de-la-humanidad-y-puedo-decir-que-no-todo-es-bello-nid2348455; [2]  “La crisis puede persuadir a las personas de que se puede imaginar y crear un mundo diferente”: https://www.latercera.com/tendencias/noticia/frank-m-snowden-la-crisis-puede-persuadir-a-las-personas-de-que-se-puede-imaginar-y-crear-un-mundo-diferente/DZ4ABJ53YVBY5KY3J53EHSIKJI/; [2] “Las pandemias sacan provecho de las oportunidades que crean las sociedades”: https://www.ynetespanol.com/tendencias/salud/article/ByzPoRx00L; [3] "La libertad ha sido a menudo una de las víctimas de las pandemias: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51939961; [4] “El mundo tras el Covid-19: cómo las epidemias transformaron civilizaciones”: https://www.elconfidencial.com/mercados/the-wall-street-journal/2020-03-30/mundo-covid-epidemias-transformado-civilizaciones-wall-street-journal_2524195/  
[ii] José R Bertomeu S: Epidemias y sociedades (I): Las lecciones históricas de las primeras pandemias del siglo XXI: https://www.investigacionyciencia.es/blogs/ciencia-y-sociedad/90/posts/epidemias-y-sociedades-i-18530; Epidemias y sociedades (II): Perspectivas históricas desde la larga duración: https://www.investigacionyciencia.es/blogs/ciencia-y-sociedad/90/posts/epidemias-y-sociedades-ii-18531


5 comments:

  1. Pandemia de mitos - Hay quienes tratan de encajar, a la fuerza, las causas de la pandemia en sus teorías, por Moisés Wasserman

    https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/pandemia-de-mitos-columna-de-moises-wasserman-498162

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  2. Humankind has made so much progress in bending nature to our will that we sometimes forget our own place in it. The history of pandemics shows that the proverbial fourth horseman of the apocalypse – pestilence – can never be vanquished, only contained. By EDOARDO CAMPANELLA

    https://www.project-syndicate.org/onpoint/the-invisible-killers-by-edoardo-campanella-2020-04

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  3. Decamerón, peste negra, moral social

    Otra perspectiva de la moralidad medieval, Por Lina Gabriela Carrillo Rodríguez

    http://zonadetolerancia.byethost3.com/2020/07/01/otra-perspectiva-de-la-moralidad-medieval/

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  4. O FRACASSO DE UMA CIVILIZAÇÃO

    ...o cidadão foi definitivamente convertido em mero consumidor. Tal mecanismo atesta o fracasso de uma civilização, e sua comprovação brutal se dá justamente graças à pandemia, cujo imperativo do isolamento social atua como um xeque-mate nos caixas do Grande Mercado.

    https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2020/06/agulha-revista-de-cultura-153-maio-de.html

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  5. Pestes, plagas y pandemias desde la literatura antigua, por Orlando Solano Bárcenas julio 13, 2020

    https://razonpublica.com/pestes-plagas-pandemias-desde-la-literatura-antigua/

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